América latina: Los informes se suceden… pero no se repiten – Por Eduardo Camin

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La desaceleración confirma que la región no logra escapar el patrón clásico de volatilidad en su crecimiento con impactos negativos en indicadores sociales y laborales. Este patrón aleja a los países latinoamericanos y caribeños del Objetivo 8 de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible: “promover el crecimiento sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”.

El choque externo del periodo de desaceleración económica iniciado en 2011 es, en algunas dimensiones, mucho más severo que el generado por la crisis financiera internacional de 2008-2009: la caída en el precio de los principales productos primarios de exportación es más pronunciada así como el deterioro en los términos de intercambio. Además, mientras que la recuperación de la crisis del 2008-2009 fue propiciada, en buena medida, por políticas públicas contra cíclicas, tal respuesta no es tan factible en un ambiente de mayores restricciones fiscales ni tan efectivas ante un deterioro tan fuerte y de mayor duración de los términos de intercambio.

Comienza a aumentar la desocupación en la región

En 2015, estuvo marcado por el primer aumento significativo de la tasa de desocupación abierta después de cinco años llevando a este indicador al nivel que había alcanzado en 2010. El desfase temporal entre el inicio de la desaceleración económica y el desempleo se explica, en parte, por la reducción en la participación laboral, especialmente el abandono temporal de mujeres y jóvenes de la fuerza de trabajo en el periodo 2012-2014, así como por la recomposición que se produjo a favor del empleo asalariado y en detrimento del no asalariado en ese periodo. Estas tendencias de la primera mitad de la década parecerían estar cambiando: la tasa de participación ha dejado de caer y se verifica, además, una mayor generación de empleos de menor calidad. Según Guy Ryder, Director General de la OIT no se puede ignorar la difícil realidad. “En la actualidad, dos de cada cinco jóvenes en edad de trabajar o están desempleados o tienen empleo pero no ganan lo suficiente para escapar de la pobreza. La trampa de la pobreza de los trabajadores afecta a tantos como 169 millones de jóvenes. En los países de bajos ingresos, la situación es aún peor, nueve de cada diez jóvenes siguen ocupando un empleo informal, que es esporádico, mal remunerado y no está protegido por la ley”,

La desocupación ha aumentado en seis de los diecisiete países para los que se cuenta con información de coyuntura. El incremento total del promedio ponderado se explica porque uno de estos países es Brasil, donde la desocupación se incrementó en 1,5 puntos porcentuales. La reducción de la desocupación en los otros países ha sido inferior a 0,5 puntos porcentuales, con la excepción de Belice (-1,0 punto porcentual), Bahamas (-1,8 puntos porcentuales) y México (-0,6 puntos porcentuales). Mientras que los indicadores de coyuntura no invitan al optimismo. La demanda laboral es todavía débil. La tasa de ocupación, que comenzó a presentar variaciones interanuales negativas desde el segundo trimestre de 2013, continúa en esta tendencia diez trimestres después. El dato acumulado muestra que la variación negativa de la ocupación en este periodo de la desaceleración llega a 2,9 puntos porcentuales, porcentaje muy superior a los 1,8 puntos porcentuales de reducción generada por la crisis internacional entre 2008 y 2009.

Continúa la crisis del empleo juvenil

La población joven de la región se benefició de manera marginal, en términos laborales, de los años de bonanza económica. El desempleo juvenil comenzó a crecer a partir de 2013, llegando a un 14,5% al tercer trimestre de 2014 y al 15,3% en el mismo periodo de 2015. Aunque con diferencias importantes entre países, la tasa de desocupación de los jóvenes en la región –en promedio- triplica a la de los adultos.

Los años de educación de la fuerza laboral de la región, sin embargo, se han incrementado. El porcentaje de ocupados con educación media subió del 43,2% al 48,5% entre 2005 y 2014, mientras que aquéllos con educación superior pasaron del 14,5% al 20,5%. Esta tendencia positiva fue generada por políticas de expansión de la oferta educativa y porque muchos jóvenes prolongaron su educación durante el periodo de la crisis internacional.

La composición, la calidad del empleo y los salarios también se han visto afectadas por el largo periodo de desaceleración. Con datos urbanos para nueve países de la región, se observa una disminución de los ocupados en construcción y comercio en los primeros nueve meses de 2015, en comparación con el mismo periodo de 2014, así como un aumento en agricultura y en industria. Estos datos son contrarios a la tendencia observada entre 2010 y 2014, periodo en el que la ocupación en la construcción se incrementó en 1,2 puntos porcentuales, en el comercio se incrementó en 0,4 puntos porcentuales y se redujo en agricultura (-0,2 puntos porcentuales) e industria manufacturera (-2,1 puntos porcentuales).

En 2014 el trabajo por cuenta propia (no asalariado) creció más rápidamente que el empleo asalariado, interrumpiendo la tendencia que se había consolidado en años anteriores. En 2015, el empleo asalariado ya no creció sino que cayó. Aunque los trabajos por cuenta propia actúan como refugio en periodos de crisis, implican en general condiciones de trabajo menos favorables. Indicadores como la informalidad laboral son más acentuados en este sector. El empleo registrado –concepto cercano al de formalidad pero sólo aplicable a los asalariados– ha continuado creciendo en muchos países de la región, pero ha comenzado a caer en algunos países.

El crecimiento de los salarios medios reales en 2014 (0,3%) fue menor al 1,1% observado en 2013. El salario mínimo, tanto real como nominal, al tercer trimestre de 2015, ha mostrado un incremento de 2,0% respecto de similar periodo de 2014. Este incremento se ha observado en la mayor parte de los países de la región. Cabe recordar que existe una correlación entre la mejora de los ingresos laborales y la reducción de la pobreza, puesto que los ingresos por trabajo explican más de tres cuartas partes de la renta del hogar.

En la última década, los países de América Latina y el Caribe experimentaron avances significativos en la cobertura de la protección social, debido a la extensión de los regímenes contributivos (vinculados con la recuperación del empleo), pero principalmente como resultado de la ampliación de los programas de naturaleza no contributiva financiados con impuestos, en algunos casos con apoyo de la cooperación internacional. La protección social y el buen desempeño del mercado de trabajo fueron claves en la reducción de la pobreza y la recuperación de la crisis de 2008-2009.

Los datos a 2014 sobre población ocupada urbana con protección en salud o pensiones muestran un incremento general de la cobertura, que ha pasado de un 62,2% en 2013 a un 62,8% en 2014. La única excepción ocurre entre asalariados del sector privado en establecimientos de hasta cinco trabajadores, donde la cobertura se mantuvo estable. Aunque todavía no se cuenta con esta información correspondiente al año 2015, es probable que la reducción observada en la velocidad de creación de empleo asalariado haya comenzado a afectar también la cobertura de la protección social.

Para el mediano y largo plazo, la desaceleración evidencia, una vez más, de que los países de la región siguen dependiendo excesivamente de las dinámicas de la economía mundial y de que siguen haciendo falta más motores y fuentes endógenas de crecimiento. Los principales problemas económicos de larga data persisten: la baja productividad, la poca diversificación productiva, la falta de incentivos a la innovación, el poco valor agregado, la predominancia de micro y pequeñas empresas y la falta de empresas medianas, las deficiencias en calidad y pertinencia de la educación y la formación profesional. El panorama económico, social y laboral de la región sugiere que es tiempo de actuar con más ambición en estos temas, así como en los retos sociales asociados y en materia de incumplimiento de las normas internacionales del trabajo. La investigación ha demostrado que la falta de buenos empleos hace que las personas se dirijan a la economía informal o acepten un empleo donde no ponen en práctica sus competencias de más alto nivel, lo cual puede ocasionar bajos niveles de productividad y desactualización de las cualificaciones, produciendo una pérdida de competitividad e incrementando el riesgo de que los jóvenes abandonen del todo la fuerza de trabajo.

En síntesis, de acuerdo al Informe de la OIT, este es el primer aumento significativo de la tasa de desocupación abierta en cinco años. Y significa 1,7 millones de desocupados adicionales en la región, lo cual eleva el número de desocupados en la región a casi 19 millones. Una mayoría de los nuevos desocupados son mujeres y hay también una alta proporción de jóvenes. Así como la desaceleración se expresa a diferentes velocidades, con unos países más vinculados a la economía norteamericana, creciendo a tasas más altas, otros más afectados por el llamado “efecto China” sobre la demanda y precios de los productos primarios, y otros en abierta contracción, así también sucede con las tasas de desocupación. Estas suben de forma más moderada en Centroamérica (de 6,1% a 6,7%) y el Caribe (de 8,2% a 8,5%), con México registrando incluso una baja de 5,0% a 4,4%. Mientras que las mayores alzas en la tasa de desocupación al tercer trimestre de 2015 se registran en promedio en América del Sur (de 6,8% a 7,6%), principalmente por la influencia de Brasil.

La tasa de desocupación es solo uno de los indicadores sobre el estado y evolución de los mercados de trabajo. El Panorama Laboral 2015 no estaría completo sin tomar en cuenta otros indicadores sobre ingresos laborales y calidad del empleo. Las noticias en relación con estos otros indicadores tampoco son buenas. Revirtiendo una tendencia observada en la última década, la participación del empleo asalariado ha caído (-0,35 puntos porcentuales en 2015) y se ha registrado un crecimiento del empleo no asalariado. Asimismo, el empleo registrado ya ha caído en dos de nueve países, lo cual no se había observado en años previos. Los salarios medios han continuado creciendo pero a tasas menores a las observadas en años previos (0,3% en el año 2014, menor al 1,1% del año 2013), y los salarios mínimos han crecido en 2015 en 2,0% con gran dispersión entre países. Si bien a 2014 aún ha crecido la cobertura de la protección social en salud o pensiones, es probable que la reducción observada en la velocidad de creación de empleo asalariado afecte también estos indicadores en el corto plazo. Todos estos son signos de que puede estar aumentando la informalidad, que ya alcanzaba a 130 millones de trabajadores a finales del año 2013.América Latina: Un legado traicionado.

*Periodista uruguayo, fue director del semanario Siete sobre Siete y colaboró en otras publicaciones uruguayas y de America Latina. Corresponsal en Naciones Unidas y miembro de la Asociacion de Coresponsales de prensa de la ONU. Redactor Jefe Internacional del Hebdolatino en Ginebra. Miembro de la Plataforma Descam de Uruguay para los Derechos Economicos sociales y medio ambientales. Docente en periodismo especializado sobre Organismos Internacionales.

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