América Central sigue caminos dispares en materia de producción eléctrica

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En la última década, América Central logró bajar su dependencia de los combustibles fósiles en la generación eléctrica al mismo tiempo que aumentó su cobertura, pero los caminos que ha tomado cada nación muestran las profundas disparidades que persisten dentro del istmo para el sector.

La mezcla entre grandes plantas hidroeléctricas, los proyectos comunitarios con paneles solares o turbinas eólicas y las centrales de carbón y petróleo provocan diferencias tanto en sus matrices eléctricas actuales como en su planificación a futuro.

“El tema no es si se satisface o no la demanda, sino cuáles son las fuentes que estamos usando para generar la electricidad”, explicó a IPS el investigador Diego Fernández, del Programa Estado de la Región (PER), producido por el estatal Consejo Nacional de Rectores de Costa Rica.

Fernández señala que cada vez más centroamericanos son cubiertos por las redes de cada país. El índice de electrificación pasó en promedio de 69 por ciento 2000 a 90 por ciento en el año 2013, según un estudio conjunto entre el Estado de la Región y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

“Los principales avances de la región (en el tema energético) se produjeron en el subsector eléctrico”, apunta este informe, publicado en octubre del 2015.

Sin embargo, este crecimiento no es uniforme. En la propia electrificación, los nicaragüenses todavía cuentan con una cobertura cercana a 75 por ciento, muy inferior al promedio, mientras que los costarricenses la superan, al situarse en 99 por ciento.

Las fuentes elegidas para generar electricidad muestran evidencias más claras de las prioridades energéticas de los países.

Costa Rica lidera la generación con fuentes limpias, con más de 95 por ciento del total surtido por ese tipo de fuentes.

Mientras, Honduras y Nicaragua todavía tienen matrices eléctricas más contaminantes, con cerca de la mitad de su generación proveniente de plantas que en su mayoría utilizan búnker, un combustible residual que resulta del destilado de hidrocarburos con baja calidad y bajo precio, lo que incide directamente en la salud de sus habitantes y en las economías.

La evidencia más clara de que las decisiones eléctricas tienen un impacto directo en las cuentas de cada país es la factura petrolera, que en los países que utilizan combustibles fósiles para generar electricidad duplica la de aquellos con más predominio de fuentes renovables.

“Los países que producen más energía eléctrica a partir de fuentes renovables, como Costa Rica, la factura petrolera es de casi cinco por ciento del producto interno bruto (PIB); en Honduras y Nicaragua, la factura petrolera viene siendo 12 por ciento”, dijo el investigador.

América Central, con una población global de 48 millones de habitantes, es importador neto de hidrocarburos, que utiliza principalmente para el transporte y en menor medida para la generación de electricidad.

Como consecuencia, la factura petrolera centroamericana pasó de consumir 3,5 por ciento del PIB en el 2000 a 8,5 por ciento en 2014, según datos del PER y la Cepal.

A pesar de esto, el conjunto regional ha salido adelante y entre 2003 y 2014 la generación instalada fue renovable.

“Gracias a los acuerdos regionales y políticas nacionales, aumentó participación de las energías renovables, lo que permitió revertir la tendencia de reducción de estas energías e incrementar su participación de 57 por ciento a 64 por ciento”, dijo a IPS el jefe de la Unidad de Energía y Recursos Naturales de la Cepal, Víctor Hugo Ventura.

El especialista, de origen guatemalteco, señala que región todavía prioriza la hidroelectricidad, pero que los proyectos grandes y medianos son atrasados por la oposición social y ambiental. Aun así, es complicado definir el estado de la generación eléctrica en la región como un todo, o incluso en ciertos países.

El caso guatemalteco es icónico: entre 2009 y 2014, logró aumentar su porcentaje de energía renovable de 50,7 por ciento a 56,1 por ciento según la Cepal, pero todavía invierte en plantas de carbón, la energía más contaminante.

En 2014 empezó a operar en ese país la planta de carbón mineral propiedad de Jaguar Energy Guatemala, subsidiaria de la compañía estadounidense Ashmore Energy International, que con un costo estimado de 750 millones de dólares y una capacidad instalada de 300 megavatios, se ha convertido en la planta eléctrica más grande del país.

Ventura puntualiza que esta iniciativa no necesariamente implica una diversificación hacia carbón, sino una fallida decisión coyuntural tomada cuando el precio del petróleo subió en 2007. “Problemas en los generadores obligaron a parar operaciones, actualmente no está produciendo electricidad. A veces lo barato sale caro”, explicó sobre este desarrollo.

El experto de la Cepal pronostic más bien un aumento del consumo centroamericano en el gas natural, que también es un combustible fósil, en la próxima década.

Sin embargo, la región centroamericana –compuesta por Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá– recibe desde hace años llamados para reducir su dependencia de los combustibles fósiles para generar electricidad.

La región en su mayoría atendió el reclamo, pero sigue dándole vida a plantas de carbón y búnker, algo que los informes internacionales critican.

“El panorama ha sido muy favorable para la energía eólica, cuya capacidad ha crecido en casi 10 veces en el transcurso del presente milenio”, señala el informe conjunto del PER y la Cepal.

Tres países tienen importantes centrales de ese tipo. Se trata de Costa Rica, Honduras y Nicaragua, país este último donde en 2013 la energía eólica representaba 14,8 por ciento de la producción interna de electricidad.

Estas fuentes no convencionales permiten también electrificar las comunidades aisladas y en zonas rurales, donde juega un papel importante la organización comunitaria.

“Se puede mencionar varios casos de instalación de paneles solares, en donde la instalación y mantenimiento ha quedado en manos de mujeres empresarias que han sido entrenadas en India”, concluyó Ventura desde la oficina subregional de la Cepal en México.

Pero tampoco la inclusión de nuevas renovables es perfecta y los centroamericanos deben tener tomar en cuenta la variablidad y el cambio climático en sus planificaciones a largo plazo, especialmente en plantas hidroeléctricas, al tiempo que toman en cuenta sus emisiones de gases de efecto invernadero.

“El cambio climático representa grandes desafíos para la región en donde también se tendrá que considerar los efectos e impactos de este fenómeno en los recursos renovables y su disponibilidad para generar energía menos contaminante”, dijo a IPS la abogada y especialista en sostenibilidad Alejandra Sobenes, representante ante Consejo Nacional de Cambio Climático y ex viceministra de Recursos Naturales de Guatemala.

En su país, asegura, se reconoce la necesidad de tomar medidas para evitar un déficit en el abastecimiento eléctrico desde 2026.

“Pero deberá siempre considerarse el compromiso de reducir en al menos 11,2 por ciento, o un 22,6 por ciento en un escenario más ambicioso, y nuestras emisiones, ello hará relevante replantearse el uso del carbón”, afirmó desde la capital guatemalteca.

Otro problema lo supone la propia incosistencia de las fuentes más accesibles: el viento y el sol.

“Ahora con lo solar y lo eólico se ha facilitado muchísimo la inserción de fuentes renovables en la matriz eléctrica de la región, pero con un problema: estas fuentes, si bien son renovables, tienen la variablidad como inconveniente”, dijo a IPS el director de planificación eléctrica del estatal Instituto Costarricense de Electricidad, Javier Orozco.

Cada país solventa la variabilidad como puede: una estrategia es recurrir a la energía geotérmica, abundante en la región y todavía poco explotada; otra opción es construir enormes embalses de agua que pueda liberarse cuando fallen el sol o el viento y una alternativa final es quemar combustibles fósiles.

“En Costa Rica los proveemos a través de la solución tecnológica más adecuada: los embalses hidroeléctricos. Ahí almacenamos energía, o agua, y la liberamos cuando la ocupamos” explicó Orozco.

El País

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