Peligroso golpe a los procesos antiimperialistas en América Latina – Por Eduardo Paz Rada
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Los procesos nacionalistas revolucionarios y antiimperialistas, desatados en varios países y regiones de América Latina y el Caribe en el periodo que corre desde principios del siglo XXI, abrieron un horizonte de posibilidades de unidad e integración emancipadoras nunca antes experimentado en el continente desde la Guerra de la Independencia, sobre todo mirando el futuro con el optimismo que brinda la recuperación de la iniciativa democrática por los movimientos populares, el reposicionamiento del rol del Estado enfrentando a las recetas neoliberales, el impulso de procesos de liberación, la crisis y contradicciones del capitalismo monopólico en las metrópolis, la formación de nuevos bloques de influencia estratégica mundial y, especialmente, la coordinación de acciones a través de la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
En los últimos dos años, sin embargo, se ha presentado una ofensiva organizada y bien planificada de los sectores conservadores y neoliberales, a nivel interno, coordinados y dirigidos a nivel externo con tácticas y herramientas que utiliza el imperialismo estadounidense desde hace dos siglos: dividir para oprimir más fácilmente y, a partir de eso, conseguir el control de las ricas fuentes de materias primas y recursos imprescindibles para la reproducción del capital a escala mundial, utilizando tanto los mecanismos políticos de la diplomacia, la presión económica, comercial y financiera e, inclusive, la amenaza militar para imponer su estrategia de dominación.
Esto no es nuevo porque los procesos de independencia y unidad latinoamericana, las luchas de liberación nacional, los procesos revolucionarios y la lucha de clases desde el periodo colonial han estado marcados por estos signos.
La estrategia de los enfrentamientos se ha concentrado, en este periodo, en los ámbitos de la política y la ideología, con las consecuencias estructurales que esto implica en la lucha por tener influencia en el sentido común, en la cultura y la vida cotidiana de la sociedad, en tanto campos en los cuales se define la hegemonía. Los medios de comunicación tienen, en este sentido, una importancia vital por la influencia que desencadenan en los procesos políticos de la democracia liberal sustentada especialmente en la votación ciudadana en elecciones periódicas. La compulsa fue creciendo paulatinamente en todos los países de la región, experiencia que se fue acentuando al límite en los últimos meses.
La avanzada neoliberal conservadora
La experiencia brasileña fue un test de altísima importancia tomando en cuenta la jerarquía económica y política de este país en la escena regional y mundial y su papel en los procesos de acercamiento de los países de América Latina y el Caribe en los últimos quince años y con el antecedente de la elección continua de los candidatos del Partido de los Trabajadores (PT), primero del dirigente obrero Lula Da Silva y después de la experimentada militante izquierdista Dilma Rousseff.
Las elecciones de octubre de 2014, en las cuales consiguió su segundo mandato Rousseff, desataron un enfrentamiento con los grandes aparatos mediáticos que consiguieron influir en la decisión de los votantes y crear un clima de inestabilidad bajo el argumento de la falta de legitimidad y, sobre esa base, condicionar al gobierno del PT imponiendo un ministro neoliberal como Joaquim Levy, hombre procedente de BRADESCO, el mayor banco brasileño. Inmediatamente después comenzaron las movilizaciones sociales, apadrinadas por los medios de comunicación más poderosos encabezados por la red O Globo y la revista escandalosa Veja, con los argumentos de la corrupción en PETROBRAS y la falta de atención a las demandas sociales, culminando con la campaña para que se revoque su mandato o renuncie a la presidencia.
Dilma Rousseff derrotó por un margen de más del 3% (51.6 frente a 48.3) al candidato neoliberal Aecio Neves y el Congreso en Brasilia se convirtió en la caja de resonancia de la conspiración encabezada por el Presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha y orientada por el ex Presidente Fernando Henrique Cardoso. La crítica situación política y económica de Brasil ha impedido que mantenga su fuerte influencia en los organismos regionales como UNASUR, CELAC y MERCOSUR.
En este contexto se producen las recientes elecciones en Argentina, país de alta importancia regional que, durante los años de gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, mantuvo un fuerte discurso latinoamericanista y aportó de manera valiosa al proceso de rechazo a las políticas estadounidenses en la región. Los resultados electorales de la segunda vuelta presidencial dieron el triunfo al neoliberal y conservador Mauricio Macri con el 51.42% sobre el 48.59 de Daniel Scioli (menos del 3% de diferencia), generando una serie de interpretaciones en torno a su influencia y alcance.
De inmediato Macri, quien utilizó en su campaña los argumentos de la corrupción del gobierno, manifestó su proyecto proimperialista con la decisión de desarrollar un sólido acercamiento a Estados Unidos, de vetar a Venezuela en el MERCOSUR, de manifestar su intención de ser parte de la Alianza del Pacífico (versión renovada del ALCA), de suspender las políticas sociales de sus antecesores y de nombrar en el estratégico Ministerio de Hacienda a Alfonso Prat Gay, hombre de la banca privada y ex funcionario del poderoso imperio financiero JP Morgan, en tanto que el grupo mediático Clarín, que se enfrentó radicalmente al gobierno de Kirchner, definió el fin de las campañas de Derechos Humanos y de las Madres de la Plaza de Mayo. Este acontecimiento se convierte en una derrota para el campo popular sobre todo tomando en cuenta que el pueblo argentino tiene una tradición peronista que ha marcado importantes hitos para América Latina.
La dinámica de la correlación de fuerzas
Desde la perspectiva conservadora se considera que la experiencia brasileña y los resultados electorales argentinos, así como el rol de los poderosos medios de comunicación locales y transnacionales, van a significar un vuelco en las iniciativas y coordinación antiimperialista en la región y que continuará una cadena de retrocesos electorales, políticos y económicos, abriendo el camino a los proyectos que priorizan el libre mercado, la prescindencia del Estado en políticas sociales y la apertura comercial a las potencias capitalistas. La sistemática asistencia de las fundaciones y ONG norteamericanas y europeas, la política de Washington y sus partidos y la unificación de posiciones de los partidos neoliberales han dado sus frutos en los casos señalados y deberán servir de referencia para contrarrestar esta estrategia.
Las elecciones parlamentarias en Venezuela, a realizarse el próximo 6 de diciembre, se presentan como la próxima meta de la contrarrevolución continental intentando reproducir la experiencia electoral argentina. En este caso las campañas contra el gobierno de Caracas se han realizado desde hace mucho tiempo; Hugo Chávez recibió fuertes embestidas, las que ahora se multiplican contra el gobierno de Nicolás Maduro. La campaña interna e internacional al respecto responde claramente a la estrategia de avanzar paulatinamente, utilizando en este caso los sistemas electorales representativos liberales, e ir reduciendo los ejes de resistencia y a los gobiernos más comprometidos con las posiciones revolucionarias.
Desde el campo nacional-popular, y sobre la base de la experiencia de los últimos quince años, corresponde retomar los aspectos centrales de la lucha antiimperialista fortaleciendo y profundizando los procesos de transformación en los países que mantienen gobiernos de avanzada y la organización y reorganización de los movimientos y las fuerzas populares en los países en los que han avanzado los gobiernos conservadores y neoliberales, manteniendo los postulados de la construcción de la Patria Grande a través del ALBA, UNASUR y CELAC, que son ya un legado histórico que debe ser defendido de manera intransigente.
La organización y politización de los sectores populares, junto a su movilización y empoderamiento real, profundizando las reformas, son imprescindibles puesto que no son suficientes los triunfos electorales, la redistribución de los excedentes y las políticas sociales, la administración eficaz y el fortalecimiento de los roles del Estado para enfrentar a las fuerzas y armas que utiliza el imperialismo. Corresponde radicalizar los procesos afectando los intereses de las transnacionales mineras y petroleras, recuperando la tierra de manos de los terratenientes aliados de las corporaciones mundiales de la agricultura y los alimentos, impulsando la industrialización y el potenciamiento de mercados internos integrados entre los países, desarrollando la complementación de las economías y de los mecanismos de integración política, económica, comercial, financiera y militar.
La impronta antiimperialista
Corresponde recordar que la constitución de la alternativa revolucionaria en estos años ha estado signada por la lucha nacional y social contra el proyecto de dominación imperialista y neoliberal, lo cual significó la lucha de los pueblos, en un bloque de movimientos sociales patrióticos y antiimperialistas de obreros, campesinos, sectores medios, vecinos, intelectuales y pequeños comerciantes, entre otros, en una trayectoria llena de vicisitudes.
La audaz y comprometida praxis del comandante Hugo Chávez fue fundamental porque marcó algunas pautas claves del proceso: en primer lugar la reivindicación y el posicionamiento de los ideales bolivarianos en una recuperación teórica y en un discurso que permitieron fortalecer la memoria histórica de la lucha emancipadora y socialista, en segundo lugar, con una clara toma de posiciones y decisiones para expulsar la influencia política e ideológica del imperialismo y, finalmente, con el poderoso impulso a los proyectos de unidad expresados en el ALBA, UNASUR y CELAC, al mismo tiempo que abrió relaciones con otros países, como China, Irán, Rusia y Libia, para impulsar un mundo multipolar.
En esta tarea se avanzó, junto con Lula Da Silva y Néstor Kirchner y el respaldo de los movimientos populares, en la derrota del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) impulsada por Estados Unidos, en la integración con países del Caribe, especialmente la alianza con Cuba, en la formación de un bloque con Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, Daniel Ortega de Nicaragua y Salvador Sánchez de El Salvador, retomando el principio de unidad de los pueblos de América Latina y el Caribe forjado en la historia de siglos de lucha anticolonial.
La contradicción fundamental
En el siglo XIX el “panamericanismo” y la consigna “Américas para los americanos” fueron las banderas para evitar la realización del proyecto unitario bolivariano y sanmartiniano, la invasión a las Islas Malvinas argentinas para tener el control del Atlántico Sur, la invasión y apropiación de los territorios mexicanos, los bombardeos a Venezuela con el pretexto de no haber cancelado préstamos, la Guerra de Triple Alianza contra el Paraguay proteccionista, la anexión de Puerto Rico y el intento de hacer lo mismo con Cuba en su guerra con España.
En el siglo XX, de la misma manera los Estados Unidos impulsaron la fragmentación de Colombia creando el enclave de Panamá, intentaron frenar la Revolución agraria y campesina de México, invadieron Nicaragua frente a la férrea resistencia de Sandino, fustigaron y amenazaron a los gobiernos de Argentina, México y Brasil porque adoptaron posiciones nacionalistas, independientes y “terceristas” durante la Segunda Guerra Mundial, bloquearon a Cuba y a su proyecto socialista, armaron la estrategia de Seguridad Nacional para controlar militarmente a los países de la región, conspiraron e impulsaron el golpe pinochetista contra el gobierno de Salvador Allende en Chile, volvieron a invadir Panamá, invadieron Granada, fustigaron a la Revolución Sandinista, impusieron un modelo de democracia tutelada en Nuestra América y apoyaron a Inglaterra en la Guerra de las Malvinas, entre otras intervenciones imperiales.
No es difícil, por tanto, advertir que se trata de un enfrentamiento radical y por todos los medios entre las naciones y pueblos oprimidos, es decir, la semicolonias con distintos matices y características históricamente determinadas, contra la dominación y opresión del imperialismo, el mismo que solamente puede mantener esta condición hegemónica sobre la base de someter mental, económica, política y militarmente países y regiones, ya que, en caso contrario, iría perdiendo su poder, dominio y control de la economía mundial. Por eso los procesos de emancipación y unidad de la Patria Grande se convierten en el mayor peligro para los intereses de Estados Unidos y Europa, para las transnacionales y los grupos del poder financiero.
En el momento actual corresponde evaluar las experiencias del pasado y las de la coyuntura para remarcar el significado y la importancia del proceso de los últimos quince años que deberá convertirse en un legado imprescindible para continuar, en todos los espacios de la vida social, cultural y política, la construcción y reconstrucción permanente del proyecto de liberación y emancipación nacional que implica la constitución de la unidad de la Patria Grande y del socialismo Latinoamericano y Caribeño.
Eduardo Paz Rada. Sociólogo, docente de la UMSA, escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.