La izquierda y el terrorismo – Diario El País, Uruguay
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Al igual que en el resto del mundo, existe entre nosotros una izquierda sectaria que interpreta cada ataque terrorista en Occidente como si se tratara de un castigo justificado por los graves pecados del sistema capitalista.
Esa mentalidad afloró el 11 de setiembre de 2001 cuando demolieron las Torres Gemelas y una de las figuras más prominentes del Frente Amplio mentó la situación de Irak en un intento de justificar aquel horror. Ahora pasó algo parecido con motivo de los atentados en París cuando sectores de la izquierda paranoica valoraron el episodio como una respuesta armada a la política francesa en Medio Oriente.
Las palmas en la materia se las llevó José Mujica, el locuaz expresidente que quiso dar muestras de profunda sabiduría en cuestiones internacionales y le erró de medio a medio. Con relación a la salvajada terrorista cometida en la capital francesa, Mujica la calificó como «una desgraciada reacción tardía ante cosas que parecían excesivas en materia de intervención, como lo que pasó en Afganistán, en Irak y sobre todo en Siria en los últimos años, donde hubo una situación tan penosa que costó muchísimas vidas».
Otras voces surgidas de la izquierda acompañaron esa línea de pensamiento detrás de la cual subyace cierto resentimiento ideológico contra el modelo de democracia liberal que conduce a sus portavoces a un intento de justificar, al menos remotamente, el terrorismo yihadista. Bajo esa perspectiva el fundamentalismo islámico suele presentarse como una expresión de los oprimidos, pobres víctimas de la explotación, el acoso y la maldad occidental. Así, con esa simpleza tan propia de quienes todo lo analizan con una dialéctica estilo lucha de clases —o más sencillo todavía, con la dialéctica de «malos» contra «buenos»— la muerte de decenas de inocentes en un teatro y en los restoranes parisinos termina apreciándose como una suerte de represalia explicable.
Esa manera de razonar estuvo detrás de las expresiones de Mujica, tan inoportunas y sesgadas que el embajador francés en Uruguay, Silvain Itté, debió salirle al paso cuando le pidieron su opinión al respecto. Itté se negó a contestar esa observación del hoy senador del MPP porque, según dijo, la suya «no sería una respuesta diplomática». Son palabras muy fuertes provenientes de un diplomático de carrera justamente indignado por el comentario de Mujica. Un diplomático que, recordemos, representa a un gobierno socialista y no, por cierto, neoliberal o derechista, esas categorías que el Frente Amplio suele exponer como acérrimas enemigas del bien y causantes de todos los males. No, aquí se trata de un gobierno socialista encabezado por Francois Hollande que puede ufanarse de su actitud integradora hacia los siete millones de musulmanes que habitan en Francia y que siente que los franceses no merecían esta despiadada carnicería ejecutada por una pandilla de integristas trastornados.
Llama la atención que haya entre nosotros quienes no logren distinguir las diferencias existentes entre un Estado democrático como Francia y esas hordas dispuestas a desatar la barbarie en donde sea y que para nada representan el sentir de cientos de millones de musulmanes que desean vivir en paz. Con esa forma de razonar colocan en un mismo plano las decisiones de un país organizado, en este caso gobernado por los socialistas, y los exabruptos de una minoría alienada y sedienta de sangre.
En el caso de Uruguay, si bien el grueso de la izquierda repudió este brote terrorista en Francia es notorio que mantiene militando en sus filas a quienes siguen sosteniendo que puede existir justificación para esos atentados criminales en las calles de Nueva York, Londres, Madrid o París. Su forma de pensar se asemeja a la de aquellos que hace dos décadas defendieron en Montevideo a los tres etarras cuya extradición a España reclamaba un gobierno también socialista. Tres etarras que, como quedó demostrado a la postre, eran simples asesinos pertenecientes a una banda armada hoy en proceso de extinción y que para nada representa a la inmensa mayoría del pueblo vasco que los ha repudiado de todas las formas posibles.
Esa postura de quienes optan por una actitud comprensiva y condescendiente con los autores de estos actos demenciales es la que no puede tener cabida entre quienes dicen adherir al sistema democrático. Es que frente al terrorismo no hay derecho a dudar ni a poner peros. De ahí la reacción del embajador francés en Uruguay al negarse siquiera a considerar en el terreno diplomático los lamentables dichos de Mujica.