Impeachment, el riesgo y la liberación – Por Tereza Cruvinel
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Tras 12 años de servir al poder para conservarlo, el Partido de los Trabajadores (PT) hizo un gesto que puede costarle la Presidencia, pero apunta a la sobrevivencia política y a la liberación, tanto del partido como de la presidenta Dilma, aparentemente arrojada al mar por la decisión petista de votar contra Eduardo Cunha en el Consejo de Ética.
El enfrentamiento del proceso de impeachment pondrá fin al juego de chantaje establecido por Cunha desde que, en febrero, derrotando al PT, conquistó la presidencia de la Cámara baja. Esta relación política degenerada produjo situaciones que contribuyeron mucho para profundizar la propia crisis económica.
Al revés del chantaje y el juego del gato y el ratón ahora vamos a tener una lucha política abierta, y cada fuerza y cada actor tendrá que decir con claridad de que lado está. La sociedad percibe que la apertura del proceso de impeachment fue una venganza de Eduardo Cunha contra el PT. Eso juega a favor de Dilma. El proceso nace con esa marca.
En esta primera hora el hecho nuevo, pero tan esperado, será negativo para el país, para su economia y su percepción externa.
Pero Brasil ganará cerrando este ciclo, aunque Dilma y el PT ganen o pierdan esta parada. No se podía más continuar con la incertidumbre, la ciclotimia, el temor paralizante, como lo que se vio en los dos primeros días de la semana.
Así como el PT venció la tibieza, levanto la cabeza y el miércoles reunió su bancada para deliberar, sacando el peso de la decisión sobre el voto en el Consejo de Ética de las espaldas de tres diputados con el cuchilo en el cuello, Dilma también mostró la cara en su pronunciamiento.
Ella misma debía estar cansada de fingir que no consideraba la hipótesis de apertura del proceso.
La comisión especial que analizará el pedido será instalada en breve pero el gobierno debe apelar al Supremo Tribunal Federal alegando que el proceso está viciado. El PT pedirá que se aparte a Cunha de su cargo. Aún que no tenga atendido su pedido, cuando el parecer de la comisión llegue al plenario, Cunha no tendrá la fuerza de hoy, así como hoy no tiene la fuerza de dos meses atrás.
El Consejo de Ética ya habrá dado curso al proceso de anulación de su mandato. Él mismo siempre dijo que si el proceso fuera abierto, no escapará de la anulación del pleno.
El parecer de la comisión sólo será votado en el pleno si es favorable a la apertura del proceso. Si fuera contrario, no será votado, a no ser que la oposición presente un recurso. O sea, el gobierno tiene chance de cerrarlo en la comisión, así como Cunha de bloquear la anulación de su mandato en el Consejo de Ética.
Si el pedido de impeachment llega al pleno, el gobierno necesitará allí de 171 votos para bloquearlo. Fernando Collor no los tuvo, pero hasta la oposición admite que será difícil que el gobierno no consiga reunirlos.
Está también la cuestión del tiempo. Lo ideal sería liquidar los trabajos de la comisión en 30 días, como prevé el reglamento, pero estamos a dos semanas del comienzo del receso.
¿Funcionará la comisión o suspenderá sus trabajos hasta febrero? ¿El Congreso se autoconvocará extraordinariamente o no? Si no hay sesiones extraordinarias, el proceso se arrastrará hasta la segunda mitad de febrero, prolongando la incertidumbre que afecta todo, principalmente la economía.
Más temprano o más tarde, habrá una batalla final.
En un escenario de Dilma derrocada, la presidenta será inmediatamente apartada si la Cámara baja autoriza al Senado a procesarla, y si este cuerpo la absuelve podrá recuperar su cargo. Legalmente esta es la previsión, pese a que los políticos digan que una vez apartado un gobernnate jamás reconquista la presidencia.
Incluso ante este escenario, el PT tendrá más posibilidades de sobrevivir. Será el triunfo del relato golpista, denunciando que se derrocó a una presidenta legítimamente electa por el juego combinado entre un chantajista y una oposición que apostó al golpismo sin conformarse con la derrota del 2014.
En el mejor escenario para Dilma y el PT, el proceso será bloqueado en la Cámara baja y el gobierno seguirá su curso, enfrentando muchas dificultades, con una economía muy golpeada y necesitando construir cada día la gobernabilidad.
Pero no será más rehén de las amenazas y de los chantajes y la política habrá regresado a su cauce normal, en el que existen luchas y problemas, pero dentro de un límite moral. Y de eso, Brasil necesita mucho.