Guatemala: para atrás, como el cangrejo – Por Rafael Cuevas Molina

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Guatemala es el segundo país más pobre de América Latina, solo superado por Haití. Casi el 60% de la población vive en la pobreza, y el 23.4% en pobreza extrema. Un drama humano ante el cual cualquiera con dos dedos de frente se sentiría apenado, avergonzado o preocupado, sobre todo si se toma en cuenta que entre el 2006 y el 2015, la primera creció 8% y la segunda 5%.

En Guatemala, sin embargo, los empresarios, quienes por cierto no vieron decrecer su patrimonio sino crecer, consideran que debe haber algún error en la medición, o que la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI), que acaba de ver la luz esta semana que termina, se puso demasiado celosa en la medición de los datos.

Es decir, considera que a lo mejor sí hay pobres pero no es para tanto. A lo mejor no es el 60% sino solo el 55%.

La clase dominante guatemalteca no es tonta, es cínica.

Guatemala es un país desastroso: casi el 16% de su producto bruto interno bruto proviene de quienes son expulsados hacia los Estados Unidos como migrantes y envían remesas; es uno de los países más violentos del mundo, disputándose el privilegio del primer lugar con sus vecinos Honduras y El Salvador (quienes también le pisan los talones en las cifras de pobreza); su población rural se encuentra en una situación dramática pues casi el 40% se encuentra en pobreza extrema y más de la mitad de los niños menores de 5 años tienen algún grado de desnutrición.

En estas circunstancias no son producto solo de la corrupción ni de la ineficiencia. Dados los acontecimientos recientes, que estuvieron relacionados con la renuncia por acusaciones de corrupción del ahora ex presidente Otto Pérez Molina, algunos opinan dentro del país que ésta es la causa de tal situación desastrosa. Otros aducen que la clase política es ineficiente, incapaz.

Puede ser que ambos factores hagan su contribución, pero no son la causa principal. Las causas hay que buscarlas en la estructura de la formación social guatemalteca, basada en la explotación inmisericorde de la fuerza de trabajo, el acaparamiento de la tierra, las prebendas impositivas. A lo que debe agregarse la condición de colonialismo interno en el que mantiene el empresariado y la oligarquía ladina a la población indígena del país, en donde los índices de pobreza y pobreza extrema son más altos aún que los anteriormente citados.

No hay ninguna otra forma de explicar que en un país cuya economía crece a un ritmo del 4% anual la pobreza crezca de esa forma.

En estas circunstancias se puede pensar que Guatemala es una bomba de tiempo. 36 años de guerra interna tuvieron como base esas desigualdades pavorosas que, como se ve, no solo siguen presentes sino crecen. La pregunta es: ¿Cuánto tiempo resistirá la población esa situación? Y cuando exploten ¿será otra vez el “comunismo internacional” el causante?

Este año, Guatemala eligió nuevas autoridades en los poderes ejecutivo y el legislativo. El nuevo presidente es un personaje que, lo menos que se pude decir de él, es que parece no estar a la altura de las decisiones que habría que tomar para iniciar el remedio de los enormes males que aquejan al país. Para resolver el crónico y gravísimo problema de la falta de medicinas en los hospitales públicos, por ejemplo, ha propuesto solicitar donaciones porque el Estado, dice, carece de presupuesto.

Yendo para atrás, como el cangrejo, Guatemala parece no tener ojos para ver cuál será el rumbo para salir de esa situación.

Ojalá que la próxima medición que haga el ENCOVI dentro de unos años no muestre un país peor que el que nos muestra hoy.

*Rafael Cuevas Molina. Escritor, filósofo, pintor, investigador y profesor universitario nacido en Guatemala. Ha publicado tres novelas y cuentos y poemas en revistas.
Es catedrático e investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (Idela) de la Universidad de Costa Rica y presidente AUNA-Costa Rica.

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