Calma y cordura (Venezuela) – Por Henry Ramos Allup
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Signado con la conocida frase del general Eleazar López Contreras, sucesor presidencial al fallecimiento del dictador Juan Vicente Gómez que gobernó despóticamente a Venezuela por 27 años, se inició un período de aperturas y cambios democráticos que muchos no esperaban, creyendo que la prolongación del tormento perduraría por el final de los tiempos en la cabeza del ministro de defensa devenido en presidente por determinación del mismo régimen que habría de desmantelar. Comenzó por moderar el autoritarismo, permitir el regreso de los exiliados y la liberación de los presos políticos, establecer la libertad de prensa y luego sofocó intentos de golpe propiciarlos por la parentela del fallecido dictador, remontó huelgas y manifestaciones y reprimió a quienes justamente presionaban por cambios más profundos en el establecimiento político, social y económico. Fue, por así decirlo, un régimen de transición que no era ni una dictadura como la que acababa de fenecer ni tampoco una verdadera democracia que se iría consolidando en años de avances y retrocesos que todavía la historia no ha terminado de evaluar.
Comento estos sucesos, no porque puedan parangonarse exactamente con lo que está produciéndose después de los resultados electores del 6D, es decir, una transición, sino para destacar que son los momentos históricos los que imponen los cambios y modificaciones que las sociedades exigen para progresar.
En la campaña electoral hicimos propuestas específicas que la mayoría respaldó con su voto: el cambio del actual estatus; la recuperación de la autonomía del Poder Legislativo Nacional para cumplir con las funciones constitucionales que no ha ejercido en los últimos 17 años; la promulgación de una ley de amnistía y reconciliación nacional para excarcelar a los presos y procesados por razones políticas y para que retornen al país los exiliados; y el compromiso de procurar dentro del lapso de seis meses subsiguientes a la toma de posesión de la nueva AN, una solución constitucional, democrática, pacífica y electoral para el cambio del gobierno. Estos acuerdos suscritos y ratificados por todos quienes integramos la unidad democrática, se mantienen vigentes e incólumes y vamos a honrarlos.
Al mismo tiempo, propusimos aprobar un conjunto de leyes para procurar solución a los graves problemas económicos y sociales que aquejan al pueblo venezolano. No cabe anteponer unos temas a otros o priorizar unos difiriendo otros, cuando todos son dramáticamente urgentes y pueden atenderse todos al mismo tiempo sin exclusiones ni postergaciones. Los problemas políticos, sociales y económicos que nos afectan se hallan indisolublemente imbricados, conforman una misma crisis y no es posible resolver unos sin al mismo tiempo solventar otros. Aludo a esto para salirle al paso a comentarios insidiosos que pretenden dividirnos en grupos antagónicos contendiendo para imponer cada cual sus prioridades y, algo peor, que ello responde al interés de unos por salir lo más pronto posible del actual gobierno frente a otros que supuestamente se esfuerzan para que permanezca hasta el último día del período constitucional. Puedo dar fe de que detrás de ninguna de las prioridades existen intenciones políticas inconfesables y que en el ánimo de todos se halla la sana intención de resolver todos los problemas que aquejan al pueblo venezolano.