Una nueva etapa (Argentina) – Por Mario Wainfeld
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
El jefe de Gobierno Mauricio Macri (Cambiemos) será el nuevo presidente de la Argentina. Superó en el ballottage a Daniel Scioli, del Frente para la Victoria (FpV) con mayoría ajustada pero suficiente.
Es el primer mandatario no peronista ni radical que llega a la Casa Rosada merced al voto popular. Es un avance que la derecha o centro derecha desplace al peronismo por mecanismos democráticos y no mediante golpes cívico militares.
Todas esas innovaciones no terminan de dar cuenta de la magnitud del cambio de etapa que se medirá recién cuando cesen los relatos de campaña y empiece la gestión de gobierno.
El voto, una creación colectiva única, cambia los escenarios en momentos culminantes. Este es uno de ellos. La democracia republicana es reformista casi por definición pero algunos giros de timón operan efectos muy drásticos. Así será en la Argentina tras un lapso largo y bien ganado de hegemonía kirchnerista.
La jornada se vivió con tranquilidad y una alta participación como debe y como suele ser.
Macri llega con una legitimidad de origen irrebatible construida en tres votaciones. La primera vuelta mide su caudal propio: una segunda minoría, poco más de un tercio del padrón nacional.
El futuro presidente tendrá plafón para arrancar pero deberá articular o vérselas con un Congreso nacional con mayoría propia del FpV en Senadores. En Diputados, el bloque del FpV se redujo y el de Cambiemos sumó bancas pero igual son primera y segunda minoría.
Al final de un largo camino, puede decirse que Macri se dio bastantes gustos o ganó varias partidas. No acordó con el diputado Sergio Massa. Batió por amplísimo margen a los radicales y la Coalición Cívica en la primaria de Cambiemos. Impuso a Horacio Rodríguez Larreta como delfín en Capital. Convenció a Gabriela Michetti, vencida por “Horacio” en esa interna, a ser candidata a la vicepresidencia. Apostó contra lo que marcan los manuales a que la vicejefa de Gobierno María Eugenia Vidal sería competitiva en Buenos Aires: la mujer rompió los relojes y arrebató la gobernación al FpV.
Por poco se le escaparon las gobernaciones de Santa Fe y Entre Ríos. Si las hubiera obtenido su hegemonía sería notable. En el cuadro actual Cambiemos cuenta con menos gobernaciones que el FpV pero el PRO gestionará las más potentes: Ciudad Autónoma y Buenos Aires. Los radicales sumaron Jujuy y Mendoza a Corrientes. El total no es tanto entre 24 distritos pero tres son de las más grandes.
Otras dos muy gravitantes son conducidas por fuerzas opositoras: Córdoba sigue en manos del delasotismo, los socialistas retienen Santa Fe. El FpV retiene numerosas provincias, menos pobladas y ricas.
La estrategia de campaña de Macri fue zigzagueante, casi una seguidilla de tácticas a veces contradictorias. Surtieron efecto y las campañas son resultadistas como el fútbol. Competir es importante, ganar es esencial. Una campaña que concreta sus interpelaciones es buena para esos exclusivos fines.
Scioli tuvo que hacerse cargo de dilemas no sencillos, acaso irresolubles en algún punto. Algunos le pedían que marcase más lejanía con la presidenta Cristina, otros que fuera “más kirchnerista”. Es fácil enunciarlo y muy difícil cumplirlo día a día y convencer. Scioli optó por ser fiel a su fuerza (gestualidad digna que puede ser costosa) buscando colar estilo personal propio. Acaso le faltaron anuncios de mejoras de lo ya adquirido, de políticas de “segunda generación”. Un modo posible sería bancar las conquistas o avances y exhibirse como innovador, como promotor de un estadio superior. Un ejemplo entre tantos sería celebrar la política educativa del kirchnerismo en lo referido a inclusión y fijar metas en materia de retención de matrícula, calidad de la enseñanza, presentismo, incremento de la proporción de egresados en cada ciclo e inserción laboral De nuevo: es más simple proponerlo que concretarlo.
Las campañas son atractivas… si duran todo un año se colman de vicisitudes. Así ocurrió en 2015 y es más que factible que episodios distintos y dispares hayan impactado en los guarismos finales. Los enumeramos telegráficamente: el lector o lectora los recordará. Massa como aliado o en la interna abierta de Cambiemos. Florencio Randa- zzo interviniendo en las Primarias Abiertas (PASO) o como candidato a gobernador bonaerense. Carlos Zannini. Aníbal Fernández. Cualquiera puede pensar que una movida distinta referida a esos protagonistas hubiera parido otra historia. Imposible refutar los contra factuales, pero es válido opinar que la campaña no es todo, sino la culminación de un tiempo político más largo y polifacético.
Otro tanto, opina este cronista, sucede con el poder o influencia de los medios. Es claro que el Grupo Clarín jugó fuerte y aviesamente desde hace un lustro y que celebra desde ayer mismo. Aunque la mayoría de las denuncias fueron inconsistentes o falsas, algún daño habrán causado.
De cualquier modo, la política existe. Una decisión ciudadana de gran magnitud, la experiencia comparada y nacional lo dicen, no se añeja en la campaña ni está supeditada (exclusivamente) a la intervención mediática.
En democracias estables, el pueblo se expide sobre el oficialismo, es una suerte de plebiscito. En la doble vuelta primó aunque por un margen estrecho, el talante de rechazo sobre el de adhesión.
También debe ponderarse que la gente de a pie vota pensando en lo que mejor conoce y más le importa: su vida cotidiana, su trabajo, los servicios públicos que disfruta o sufre, la educación, la seguridad urbana, el transporte.
Es constante que los perdedores en una pulseada tan importante se encarnicen con una causa única. O busquen en la defección (o “traición”) de aliados la clave principal. Todas esas variables concurren e inciden pero hay mucho más en danza.
El FpV en su conjunto pierde la elección, lo que atañe a Scioli y también a la presidenta, los gobernadores y sus cuadros dirigenciales. Quedarse en el reproche a los medios o a las manganetas de los compañeros no será buen modo de reconstituirse para reconciliarse con el favor popular. La merma del 54 por ciento que sumó Cristina en 2011 al 38 de Scioli un mes atrás es significativa, cabe preguntarse sus porqués (se subraya el plural).
Las legislativas de 2013 prendieron luces de alarma a nivel nacional, en provincia y dentro del espectro peronista. Tal vez no se elaboró bien como atender las demandas y disconformidades que entonces se expresaron.
Enojarse por la supuesta ingratitud del electorado es otro subterfugio posible. Sería muy impropio en el kirchnerismo que fue revalidado dos veces por el pueblo soberano: cumplió tres mandatos completos, record único en la historia argentina.
Habrá que meditarlo con tiempo y serenidad, estudiando datos duros de las votaciones, valiéndose de encuestas cualitativas y sobre todo apelando al análisis político. Ha de haber razones lógicas, lo que no equivale a compartibles.
Un 51 por ciento largo de los votos, repartidos de manera dispar en diferentes provincias, expresa un apoyo poli clasista aunque más anclado en los estamentos medios altos o altos.
El fuerte de Macri fue la zona Centro: Santa Fe, Córdoba, la CABA (gigantescas diferencias en las dos últimas), Mendoza le añadió apoyos. Scioli se hizo fuerte en el NOA, el NEA, la Patagonia. En Buenos Aires su ventaja fue mínima: no bastó.
El cuerpo electoral no tiene un imaginario único ni resumible con vaguedades. Hay demandas implicadas, una era el relevo del FpV ya obtenido.
Las otras, cabe inferir, son mantener los derechos, bienes y posiciones laborales adquiridos de 2003 y mejorarlos. Tal fue la promesa electoral de Macri, imprecisa en los objetivos y casi silenciosa en materia de instrumentos.
El discurso ganador nada añadió a esa página en blanco. Desde mañana los hechos probarán cómo piensa Cambiemos “un gobierno para todos”, en especial para los humildes como enunció la vicepresidenta electa. Su líder se comprometió a no perder tiempo en revanchismos y ajustes de cuentas. Siempre gratifica que se digan palabras así aunque no se compadecen con ofensivas que se anuncian contra la Procuradora General, los empleados públicos. Y más en general con la praxis de los jueces de Comodoro Py, que hicieron de ariete en las últimas semanas.
Conservar el 48,6 por ciento no exime de la derrota pero constituye un capital. Una primera mirada periodística o profana anticipará una “guerra civil” en la dirigencia peronista. Con un caudal político elevado, presencia decisiva en el Congreso, gobernaciones e intendencias, tal vez los compañeros privilegien conservar posiciones, cerrar filas, no dispersarse y ver cómo arranca su mandato Macri.
Cristina Kirchner subsiste como la mayor referencia. Nadie sabe qué rol asumirá. Tuvo un gesto constructivo al llamar a Macri como también hizo Scioli. Esas movidas complacen a la gente del común y es bueno que sea así.
Se ha polemizado sobre las promesas incrementales de Macri, sus visiones siempre win-win, la hipótesis de que es accesible bajar impuestos y mantener las prestaciones sociales. También el invento de una devaluación sin consecuencias negativas. Decirse desarrollista es un giro curioso aunque por ahí es por tirarle un guiño a Rogelio Frigerio que es mayormente neoconservador, más allá de la portación de apellido.
Ante una transición de 19 días el momento de refutar las promesas inviables cede paso a mirar qué definiciones concretas adopta Macri. Cuando lo haga, porque empeñó su palabra pero sobre todo porque el número cuenta, deberá atender a los millones de votantes que se inclinaron por otro proyecto.
La pregunta del millón es si una fuerza novata en el poder sabe reconocer los límites que le demarcan el Congreso, el equilibrio de fuerzas, los ciudadanos que creyeron en conservar niveles de empleo, salarios y derechos sociales.
El programa implícito de Cambiemos meses atrás era una economía ofertista, “abierta al mundo”, un acuerdo veloz con los fondos buitres, baja o supresión de retenciones y subsidios, con una devaluación brusca e inmediata. El endeudamiento externo sería clave para ingresar divisas y reanimar la economía. Tal vez la perspectiva desde la Rosada le indique que ese camino, ideológico y favorable a los poderes concentrados y grandes empresas, puede traerle dolores de cabeza muy súbitos.
El GPS de Macri recalculó desde hace meses en una sorprendente admisión de la aceptación de pilares del modelo kirchnerista. En ese caso la oratoria cedió ante el realismo. La Argentina está bastante desendeudada comparada con los trances previos al 2003, el nivel de desocupación es mínimo, las jubilaciones son casi universales y ampliaron mucho su cobertura, hay paritarias anuales. Y se han ampliado y tutelado derechos de minorías en general poco atendidas por la derecha. Es un piso precioso para elevar. Las dificultades económicas, en especial la restricción externa y el amesetamiento del trabajo informal complican el presente inmediato: desafían a cualquier administración.
Todos estos temas dan para más, hurgar en detalle el mapa electoral por ejemplo. Lo cierto es que el sistema democrático funciona y que se logró alternancia porque la oposición supo aglutinarse mejor que en 2007 y 2011, porque los últimos años no fueron los más fecundos del kirchnerismo… en una de esas porque el oficialismo cometió errores no forzados en la campaña misma.
Scioli le deseó suerte a su rival y pidió “que Dios lo guíe”. Aun siendo agnóstico, se puede compartir el deseo. Nadie sensato puede arrobarse con la perspectiva de una entrada catastrófica del nuevo gobierno. La gobernabilidad y la paz social son un capital valioso y a la vez frágil…
Amanece una nueva etapa en la que el macrismo tendrá el gobierno y la iniciativa. Si el FpV no se distrae en cuitas internas puede construir una oposición vivaz y activa. Cada día hasta el 10 de diciembre habrá anuncios, designaciones, gestos más rotundos que el discurso de campaña que, como ya se dijo, fue eficaz como proselitismo. La apelación a la “pesada herencia” puede ser un rebusque de entrada pero no dará mucho respiro a quien prometió llegar al cielo sin escalas.
Gobernar es otra historia, un cambio de pantalla que definió la ciudadanía ejercitando con libertad y sin temores su derecho y su deber. Respetar su decisión es buena praxis democrática y un mandato. La continuidad del sistema es un logro de toda la sociedad civil.