“Paraguay: Un `Nuevo Rumbo´ para una vieja ruta…”. Artículo del sociólogo paraguayo Camilo Soares en el que realiza un análisis histórico del escenario político local y explica la emergencia de una nueva derecha (Exclusivo para Nodal)
Paraguay: Un ¨Nuevo Rumbo¨ para una vieja ruta…
El 21 de abril del 2013 el Partido Colorado volvía a ganar las elecciones presidenciales después de la derrota que había sufrido el 20 de abril del 2008, luego de haber permanecido en el poder de manera ininterrumpida desde el año 1947. Es decir, fueron 61 años de gobiernos colorados, más de la mitad de los cuales correspondieron a la dictadura militar del Gral. (+) Alfredo Stroessner, quien gobernó desde el año 1954 hasta el año1989. Dictadura ésta que fuera depuesta por un Golpe de Estado dirigido por su consuegro, el también Gral. (+) Andrés Rodríguez que dirigió el gobierno desde 1989 hasta el año 1993. El resto del tiempo, el Partido Colorado condujo los destinos del país con gobiernos civiles que se sucedieron desde 1993, hasta su derrota en el año 2008.
La primera derrota nacional del Partido Colorado se da en el año 2008 de la mano de una amplia y muy variada alianza política denominada Alianza Patriótica para el Cambio (APC) liderada por Fernando Lugo, que terminaría siendo depuesto el 22 de junio del año 2012 por un golpe parlamentario con un ropaje de dudosa legalidad apelando a un Juicio Político.
La Alianza Patriótica para el Cambio (APC) estaba constituida por sectores clásicamente conservadores del régimen general – pero que buscaban desplazar al Partido Colorado – hasta sectores de izquierda que se colocaban en el horizonte un programa de transformación social general que iba más allá de la simple alternancia política.
Con la derrota del primer “gobierno del cambio”, y la consecuente ruptura de la APC que había conseguido vencer al coloradismo en el 2008, a falta de menos de un año para las siguientes elecciones (marcadas para el 21 de abril del 2013) emerge nuevamente el Partido Colorado como la alternativa al “fracaso” del gobierno de la APC.
A pesar del avance producido por el gobierno de Lugo en materia de gestión gubernamental con aspectos que beneficiaron a sectores populares, en lo que a la conformación de una ingeniería política de preservación y continuidad de poder se refiere, fue un fracaso. De modo que, a diferencia de otros casos latinoamericanos en los que algunos gobiernos cayeron por las medidas que adoptaron, el gobierno de Lugo cae por las medidas que no adoptó.
Una vez derrotada la posibilidad de transitar hacia la consolidación de un proyecto de poder que apunte a la transformación social y tenga como protagonistas a las clases subalternas, el nuevo escenario exigía ciertos cambios para preservar el régimen oligárquico dependiente del Capital Transnacional. Era claro que no se podía volver a los antiguos esquemas clásicos de dominación que ya habían mostrado su fracaso con la derrota colorada en el 2008 y el gobierno anómalo que lo reemplazara.
A Rey muerto, ¿Rey puesto? o la interminable guerra de sucesión
Lo que las clases dominantes paraguayas disputaban en las elecciones del 2013 era cuál de las fracciones de poder era la llamada a dirigir el proceso de recuperación del tiempo perdido y de restauración inequívoca del esquema de dominación oligárquica.
Si se nos permitiera una analogía metafórica, podríamos afirmar que con el fin del reinado del Gral. Alfredo Stroessner desde el año de su caída en febrero de 1989, la sucesión al Trono estuvo marcada por una guerra de Príncipes cuyas fuentes de poder – aunque diversas – tenían una Casa común, la Casa del aparato Estatal que unificaba a través del patrimonialismo como método y liturgia y de acumulación originaria at Infinitum.
Pero como todo régimen oligárquico dependiente de las zonas más periféricas del capitalismo, el llamado proceso de acumulación originaria no siempre desembocaba en la formación de una burguesía que reproduzca su acumulación en el circuito de la producción, más bien, como regla general se trataba de un proceso extractivo y expoliador que la mayoría de la veces terminaba en el consumo suntuario y en el gasto clientelar y prebendario destinado a la manutención de la ingeniería política que garantice la manutención de los espacios de poder vinculados directamente al aparato estatal.
Esa “disputa por la sucesión del Trono” post Stroessner fue la principal fuente de inestabilidad política del régimen. Podemos citar como las mayores crisis de la democracia el fraude electoral del año 1992 en el que dentro del propio Partido Colorado se desplaza al ganador de las internas partidarias, el Dr. Luis María Argaña y se coloca en su reemplazo al Ingeniero Juan Carlos Wasmosy, que finalmente terminaría siendo electo Presidente de la República en el año 1993 hasta el año 1998, tras un proceso igualmente fraudulento en las elecciones generales.
Fue durante dicho gobierno que se sucede la gran crisis bancaria del año 1994 que anunciaba que la otrora economía rural paraguaya, muy endógena, entraba decididamente en las redes de la llamada Globalización; en el año 1996 se da un intento de Golpe de Estado liderado por el Gral. (+) Lino Oviedo, líder de un sector del Partido Colorado.
En el año 1999 bajo el breve gobierno de otro Ingeniero, esta vez Raúl Cubas (agosto de 1998 a marzo de 1999) se produce el asesinato del Vice Presidente de la República, Dr. Luis María Argaña. Ese episodio produce un quiebre político en el que todo apunta al Gral. Lino Oviedo como responsable intelectual del magnicidio. El Presidente Cubas es destituido y se forma un gobierno de Unidad Nacional presidido por un Senador, Luis González Machi. Su gobierno fue, probablemente, el más inestable de toda la llamada transición democrática con varios pedidos de destitución, sumergido en una profunda crisis económica interna atada a la crisis regional (el “Corralito” argentino) que muestra al Paraguay ya, clara y decididamente, como un eslabón absolutamente vinculado al capitalismo internacional.
En el año 1998 vuelve a ganar el Partido Colorado de la mano de Nicanor Duarte Frutos, que con una orientación política zigzagueante coquetea con la nueva ola progresista de la región, pero rápidamente es devorado por la dinámica tradicionalista del Partido Colorado, esto es, el antiguo patrimonialismo como mecanismo de acumulación de poder económico y base de ingeniería política necesaria para construir las lealtades clientelares y prebendarias.
Y, aunque el gobierno de Duarte Frutos consigue estabilizar la economía e intenta introducir reformas de carácter modernizantes a la Frutos en la estructura estatal, se encuentra entrampado en su base social de apoyo y representación, es decir, las fracciones oligárquicas de poder entre ellas los latifundistas, el sector bancario, los grandes contratistas del Estado y esa inmensa burocracia estatal que fue construida a imagen y semejanza del Partido Colorado por 60 años.
Bajo el gobierno de Nicanor Duarte Frutos se desarrolla una gran contradicción cuyos términos implicaban un rápido proceso de urbanización descontrolado y desbordante, una modificación de la base económica general con una aparición cada vez más fuerte de una burguesía vinculada a los agro business – que ya no veía a la tierra como patrimonio, sino como mercancía en su dimensión de medio de producción -, un sector bancario financiero vinculado al mercado internacional y la aparición de sectores burgueses no vinculados al Estado de manera dependiente.
La antigua oligarquía patrimonialista empezaba a mostrar su rezago y contradicción con la nueva burguesía vinculada directamente a las redes trasnacionales de realización capitalista. Esta contradicción mostraba su correlato a nivel de la superestructura política, jurídica e ideológica del Estado y provocaba también una inestabilidad en las redes de dominación en las clases subalternas.
Esta gran contradicción, que planteaba la necesidad de la modernización capitalista del Paraguay con sus clases dominantes reacias a ésta, llevó también a una crisis de dominación que abre la gran posibilidad para la derrota del Partido Colorado después de 61 años en el gobierno de manera ininterrumpida.
Lugo y el Gobierno del Cambio
La larga e interminable inestabilidad del sistema de dominación política del Partido Colorado post-Dictadura, hace que las contradicciones internas de dicho Partido terminen por tumbar su hegemonía y permitan que una amplia alianza política gane las elecciones del 2008.
Fernando Lugo es electo Presidente de la República como “Candidato de todos y de nadie” al mismo tiempo; claramente, el único elemento unificador en torno a Lugo era la posibilidad de la llamada “alternancia”, proyecto que significaba desplazar del gobierno al Partido Colorado. En ese objetivo cabían liberales conservadores, colorados disidentes, empresarios, ganaderos, incluso sectores del antiguo stronismo hasta sectores de izquierda reformista y sectores anticapitalistas.
Esa victoria ya portaba dentro las contradicciones que mostraban sus posibilidades históricas. Para los sectores de derecha política el objetivo ya estaba cumplido con desplazar a la cúpula colorada, ahora se trababa de reemplazar a la burocracia de un Partido por la burocracia de otro Partido y así construir una nueva hegemonía. Sin embargo, los sectores de la burguesía que apostaron por ese proyecto de alternancia pujaban por la implementación de un Programa de modernización liberal que permitiera la configuración de un aparato estatal más disciplinado a la lógica del capital transnacionalizado y transnacionalizante. Este sector de la burguesía requería de la modernización de las formas estatales de gestión y de la reafirmación de las formas jurídicas de control.
Por otro lado, los sectores no conservadores, tenían una inclinación tendiente a favorecer a los sectores populares y colocaban permanentemente contradicciones entre las demandas mayoritarias y la disciplina al Gobierno, contradicción que generalmente se resolvía posponiendo la realización de las demandas populares.
Y, aunque el objetivo del presente artículo no es hacer un análisis exhaustivo del “periodo Lugo”, podríamos apuntar que dicho gobierno se caracterizó por jugar el eterno juego de intentar “contentar a Dios y al Diablo”. No se tomaron medidas tan siquiera reformistas que pudieran generar alianzas de clases con los sectores subalternos; no se desplazó a la antigua burocracia estatal de los altos mandos del Estado; no se construyó un instrumento político propio que pudiera levantar un Programa transformador y Fernando Lugo nunca asumió el papel de liderazgo político como principal dirigente del proceso.
Pero a pesar de esas características políticas, todo el antiguo esquema de dominación se había movido de manera frenética, aparecían nuevos actores, emergían demandas sociales ocultas y se empezaban a adoptar algunas medidas gubernamentales que mostraban que eran posibles otras políticas diferentes a las que siempre nos tenía acostumbrada la oligarquía nativa.
Todo este descontrol del esquema de dominación abría el juego político y colocaba por primera vez en la historia reciente del país la incertidumbre para el viejo orden y esquema de dominación. Para las clases dominantes el problema ya no era Lugo, el problema era lo que se abría como posibilidad de futuro más allá de Lugo.
En este contexto se refresca la alianza de clase de los sectores dominantes que establecen una tregua entre fracciones para llevar adelante la Santa Cruzada de liquidar cualquier posibilidad de consolidación de un bloque político de izquierda que tenga un Programa transformador; el 22 de junio del 2012 se consuma la destitución del “Gobierno del Cambio” y los antiguos Partidos vuelven a reinar sin anomalías perturbadoras.
Y, en medio del caos y la incertidumbre, emerge el próspero empresario
La sociedad paraguaya ya había experimentado de todo desde la caída de la dictadura: intentos de Golpes de Estado, crisis financieras, magnicidios, impugnaciones del sistema institucional, incluso el llamado Cambio y la Alternancia, todo, absolutamente todo se mostraba como un rotundo fracaso.
Es en ese contexto que emerge la figura del empresario multimillonario Horacio Cartes como el gran salvador de la Patria y lanza su gran consigna, “Por un Nuevo Rumbo”.
Cartes se presentaba como el empresario prospero que nunca dependió del Estado, gran dirigente del futbol, amigo de todos, con amplias vinculaciones y se mostraba a sí mismo como el modelo de éxito para el futuro.
Varias son las versiones que dan cuenta del origen de su fortuna. Se podría apuntar que su acumulación originaria se encuentra en esa zona gris de las rendijas estatales donde se puede combinar el comercio transfronterizo con el contrabando y las operaciones financieras con la triangulación cambiaria. Y, aunque no se le conocen vinculaciones patrimonialistas con el Estado, es claro que no pudo llegar a donde llegó sin esa necesaria complacencia y connivencia con los funcionarios de la vieja burocracia estatal.
Una diferencia fundamental entre el patrón de acumulación de Cartes y su sector de clase, es que los procesos de acumulación originaria que genera rápidamente los intenta introducir en la reproducción ampliada vía esfera financiera, o de producción mercantil, diferenciándose de esa antigua oligarquía criolla dependiente de los negocios del Estado.
Para el ¨Nuevo Rumbo¨ de Cartes de lo que se trata ahora no es de los negocios del Estado, sino más bien de hacer negocios con el Estado. De lo que se trata ahora es de terminar el circuito de asimilación (¿acumulación?) capitalista de las grandes fortunas producidas fuera del circuito propiamente capitalista y proyectar su hegemonía de clase a partir de su sólida vinculación orgánica con el capital transnacional.
Es así que, aunque el triunfo de Cartes se da con el Partido Colorado, su programa político va más allá del Partido, e incluso en muchas situaciones y temas, contra el Partido.
Su gobierno encuentra los siguientes nudos gordianos a desatar:
- Inestabilidad recurrente del sistema político, producto de la disputa intraclases.
- Riesgo de reaparición de un proyecto político de izquierda con un Programa anti oligárquico.
- Una burocracia estatal patrimonialista y casi estamental.
- Ausencia de infraestructura logística nacional para vincularse al mercado mundial.
- Una creciente mercantilización y ampliación de la sociedad de consumo con límites demasiado rígidos para su realización.
- Un Partido Colorado demasiado grande y genéticamente configurado por su vinculación con el aparato estatal.
Horacio Cartes y su “Nuevo Rumbo”
Para Cartes era clara la necesidad de dar un golpe de timón que restablezca un orden sobre el sistema, pero era claramente consciente que el antiguo statu quo no podía ser restablecido así nada más.
Era consciente que no podía eliminar las pequeñas, pero significativas, conquistas gubernamentales del gobierno anterior. No podía volver al viejo esquema por dos motivos centrales: primero, no podía arriesgarse a una explosión social, por lo cual debía continuar, aunque a medias, algunas medidas del breve periodo progresista, y segundo, y fundamental, el aparato estatal ya no le servía para esta nueva etapa de reconfiguración capitalista.
El relato Cartista se monta sobre una consigna guía, por el “Nuevo Rumbo”, que plantea como elementos centrales del discurso la cuestión de la gestión y la tecnocracia más allá de lo político e ideológico, de lo que se trata ahora es de resolver técnicamente los problemas y para eso, el discurso ideológico y la política no solamente no sirven, sino que incluso son responsables de nuestros problemas.
El “Nuevo Rumbo” muestra que los gobiernos progresistas son un fracaso porque privilegian el conflicto y no resuelven los problemas concretos, para lo cual se debe privilegiar el consenso y rechazar la confrontación.
Aunque el viejo Partido Colorado es nuevamente el instrumento que le permitió llegar al gobierno, es claro que en este “Nuevo Rumbo” los Partidos deben ser concebidos y diseñados a la imagen y semejanza de una Empresa capitalista y rechazar los antiguos modelos donde el debate y la confrontación de ideas “paralizan el buen gobierno”.
En base a ese relato se plantea que el Estado ya no puede ser el proveedor de las soluciones a los problemas sociales, sino el que cree las condiciones para que el propio mercado vaya encontrando los equilibrios y solucionando las asimetrías sociales, aunque desmarcándose del clásico esquema neoliberal de décadas pasadas.
Ahora el Estado debe intervenir para coadyuvar en los efectos secundarios indeseados del desarrollo capitalista, de tal manera a darle un rostro social al desarrollo.
Pero también el Estado debe ser el socio y garante para el capital privado que vendrá a desarrollar lo que la política se encargó de impedir. Un círculo virtuoso de inversión, crecimiento, consumo e inclusión se darían por derivación lógica en este “Nuevo Rumbo”.
Tres grandes pilares en la arquitectura legal fueron planteados en el inicio mismo de este gobierno como las palancas necesarias para atraer inversiones, generar confianza y garantizar la seguridad para el desarrollo.
La Ley de Alianza Público Privada (APP), o lo que no es más que el instrumento legal para que el patrimonio estatal sirva como base donde se monte el Capital privado en la búsqueda de la optimización del lucro sin la necesidad de hacerse con todo el patrimonio como era el viejo esquema de las privatizaciones. De lo que se trata ahora es de buscar aquellos sectores muy específicos que tienen potencialidad de realización de lucro de manera inmediata y concederle su explotación al capital privado, fundamentalmente al gran capital transnacional. Rutas, aeropuertos, generación eléctrica, explotación de minerales, etc.
Pero para garantizar la aplicación de la Ley de APP es necesario otorgar seguridad al capital para lo cual es necesaria una Ley de Responsabilidad Fiscal y una Ley de Seguridad a las inversiones, o sea, el establecimiento de garantías para que el gran capital pueda extraer sus ganancias sin el riesgo de una expropiación social.
Finalmente, la Ley de Defensa Nacional y Seguridad Interna, que le permite al Presidente de la República la utilización de las Fuerzas Militares en cualquier momento en conflictos internos y sin necesidad de la autorización del Congreso, más allá de las excusas utilizadas para su aprobación, tiene como objetivo central garantizar el elemento disuasivo dirigido a las propias fracciones de la clase dominante tan acostumbradas al “Juego de Tronos”.
Un “Nuevo Rumbo”, pero “Todos los caminos conducen a Roma”
La llamada Nueva Derecha es la misma de otrora y al mismo tiempo es otra totalmente diferente; es la misma en toda América Latina y al mismo tiempo es particularmente única en cada país.
Coinciden y se diferencian en su estética, son iguales y se diferencian en su programa político, son diversas y al mismo tiempo son las mismas.
La Nueva derecha tiene un marketing renovado, defiende los viejos postulados del liberalismo originario, pero se presenta con rostro juvenil. Surge como contestación a las anomalías políticas que emergieron en el continente (y hoy incluso en el viejo continente) con la reivindicación de un programa transformador orientado hacia las clases explotadas.
Se presenta con un discurso estudiado con técnicas de mercadotecnia, nada está fuera de foco, hasta el dobladillo de la camisa es sometido a estudios demoscópicos de tal manera a determinar su capacidad de penetración en el mercado.
Son en esencia propuestas conservadoras, pero gatopardistas, entienden que tienen que cambiar las cosas para que no estalle una revolución, pero trabajan denodadamente en “cambiar algo, para que nada cambie”.
La versión paraguaya de la Nueva derecha adquiere el nombre aldeano de “Nuevo Rumbo”, su Timonel, se llama Horacio Cartes, que mirándolo bien, remontándonos a sus orígenes, a su ingeniería y su tecnología, entendemos claramente que de lo que se trata es de buscar nuevas vías para preservar el orden de dominación de clases. Entendemos claramente, que a pesar del pasar del tiempo y del cambio de actores, de lo que se trata es que aunque proclamen un “Nuevo Rumbo”, “todos los caminos conducen a Roma”.