¿El principio del fin? – Diario El Espectador, Colombia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Ayer, el Comité Internacional de la Cruz Roja reveló que la guerrilla del Eln dejó en libertad a los soldados Andrés Felipe Pérez Giraldo y Kleider Antonio Rodríguez. Los dos uniformados son sobrevivientes de la masacre de 11 de sus compañeros en el municipio de Güicán, en el departamento de Boyacá. Su liberación, tal y como había sido prometida por el Eln, confirma la voluntad de este grupo insurgente de sentarse a negociar un fin al conflicto armado que la enfrenta con el Estado. Esta oportunidad debe ser aprovechada por el Gobierno.
Si bien celebramos la liberación de los uniformados -su regreso era esperado por el país entero-, el Eln no puede sentir que se le está felicitando el gesto. No podía ser de otra manera. De hecho, la masacre que ocasionó esa privación de la libertad quedará en la historia, como lo mencionamos en su momento, como el síntoma de la esquizofrenia de los actores del conflicto, aquella que ve lógica donde hay muertes sin justificación.
Si algo, todo esto nos recordó por qué es esencial acordar el fin de estos conflictos que tanto sufrimiento le han causado al país. El secuestro como arma de guerra debe sepultarse para siempre en el pasado. Su práctica es un crimen inaceptable. No hay excusas válidas para privar a alguien de su libertad.
Dicho lo anterior, lo fundamental ahora es concentrar todos los esfuerzos por parte del Eln y el Gobierno en llevar a buen puerto los diálogos de paz que han venido adelantando. Ya es hora de formalizarlos y pactar una agenda. Para esto no puede olvidarse todo lo que se ha logrado en La Habana.
Lo primero que deben saber las partes al sentarse a la mesa es que los temas acordados con las Farc no pueden reabrirse. Hacerlo sería comprometer todo ese proceso y posponer indefinidamente el acuerdo final. Si el Eln tiene interés en influir políticamente, debe hacerlo conociendo esta realidad y maniobrar alrededor de esa limitación. El Gobierno, también, debe ser claro al respecto y demostrarle a la guerrilla por qué esas condiciones pactadas con las Farc podrían favorecerles.
El segundo punto, esencial, es que el acuerdo con el Eln no puede tardar tanto como el que se llevó a cabo en La Habana. Con las Farc ya hay una fecha prometida para el acuerdo final, cualquier pacto con el Eln no puede tardarse más. Si bien el proceso es complejo, las lecciones de la negociación con las Farc deben ayudar a la celeridad, y tanto el Eln como el Gobierno no pueden olvidar que esta coyuntura histórica es única. Entre otros motivos, porque no puede hablarse con seriedad del fin del conflicto sin la desmovilización de las dos guerrillas. En este proceso histórico el Eln es una pieza clave que no se puede dejar por fuera. La construcción del nuevo país se tiene que hacer sobre los dos acuerdos firmados. Antes no.
Finalmente, este proceso debe ser más transparente y sin tanto tropiezo por parte de los involucrados. El país lo necesita.
Ojalá que esta liberación sea el principio del fin del conflicto con el Eln. Las cartas parecen estar sobre la mesa y el Gobierno debe aprovecharlas para cumplir el sueño de una Colombia sin conflicto.