Ante las elecciones en Argentina: La política exterior de Macri, caballo de Troya del neoliberalismo – Por Guillermo Carmona, Diputado Nacional del Frente para la Victoria y Presidente de la «Comisión de Relaciones Exteriores y Culto de la Cámara de Diputados» de Argentina y de la Delegación Argentina en el Parlamento del Mercosur

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El próximo 22 de noviembre elegiremos entre dos modelos de país, representados por las fórmulas presidenciales de los dos conglomerados políticos en disputa, el Frente para la Victoria, por un lado, y la Alianza Cambiemos, por el otro.

Abundan por estos días los catálogos de diferencias que exhiben esos dos modelos. Para describir las dicotomías se pone énfasis en las distintas concepciones sobre el Estado, el mercado y la sociedad, las políticas económicas, tributarias y monetarias, las políticas sociales y laborales, los enfoques sobre la seguridad y la cuestión del federalismo, entre otros aspectos centrales de la política nacional.

Sin embargo, hay un campo en el que no se han dimensionado hasta ahora suficientemente las abismales diferencias entre los dos modelos de país que confrontan electoralmente: el campo de las relaciones internacionales.

Sugiero, entonces, que echemos una mirada más atenta a esta dimensión ya que es en la toma de posición frente al mundo donde más evidentemente se reflejan el qué, el por qué y el para qué de los modelos en disputa.

Las motivaciones, alcances y consecuencias de las propuestas sostenidas para la política interior quedan en evidencia cuando se las contrasta con las posiciones en materia de política exterior, cuando se las mira desde la perspectiva del lugar en el mundo que se aspira que ocupe nuestro país desde cada una de las visiones.

En el debate que se ha abierto al respecto hay una genérica referencia a las posiciones del macrismo en relación a la vuelta de la Argentina a los mercados de capitales y a las políticas de endeudamiento, un previsible giro en la relación de nuestro país con los Estados Unidos y con la región y la mención acerca de la permeabilidad de Macri, como el elegido del mercado financiero internacional, frente a los fondos buitre.

La cuestión se presenta como sustancialmente más compleja y con consecuencias potenciales de enorme gravedad. Las políticas que propone la Alianza Cambiemos como políticas internas para la Argentina, especialmente en materia económica, financiera y comercial, son las políticas dictadas por el Consenso de Washington.

De tal manera, la dimensión internacional juega un papel central en lo que el conglomerado político, económico y empresarial que sostiene la candidatura de Macri impulsa como proyecto para la Argentina.

La concepción de las relaciones exteriores y el rol de los dispositivos institucionales en materia de política exterior (podemos mencionar entre esos dispositivos a la Cancillería, las áreas de relaciones exteriores de cada ministerio, los organismos vinculados al comercio exterior, entre otros) constituyen para el macrismo los puentes llamados a vincular la política internacional y la política nacional.

Si la política que propone el macrismo para la Argentina es la que fue dictada por el Consenso de Washington resulta vital para ese modelo la puesta en marcha de un potente sistema de articulaciones que haga viable el efecto espejo entre la política internacional a la que se propone adscribir y las concretas políticas que se pretende impulsar dentro de nuestras fronteras.

Así podemos analizar que la rearticulación de una relación de subordinación con Estados Unidos y los organismos multilaterales de crédito, la vinculación creciente con los procesos de trasnacionalización de la economía y las finanzas, la incorporación a alianzas y áreas de libre comercio, propias del plano de la política exterior, se corresponden con la liberalización del mercado cambiario, la generación de “competitividad” mediante la reducción de los salarios medidos en dólares, la primarización de la economía por la vía de la liberalización del comercio exterior, la eliminación de subsidios a sectores populares y medios, el abandono de un proyecto de industrialización sustitutiva, entre otras decisiones propias de la política nacional.

El cambio que propone la Alianza macrista implica una vuelta al Consenso de Washington y sobre tal cambio construye todo el andamiaje “reformista” que impulsa. El “reformismo” macrista implica la desarticulación del modelo de Estado presente, dinamizador de la economía y constructor de un nuevo Estado de bienestar que ha sido impulsado desde el proyecto nacional, popular y democratizador vigente en la Argentina desde 2003, para suplantarlo por un modelo neoliberal con eje en el mercado.

Resulta especialmente interesante analizar cada uno de los diez preceptos propuestos en 1989 por John Williamson en su formulación del Consenso de Washington a la luz de las propuestas que ha estado por estos proclamando el macrismo en los excesos verbales motivados en el festivo exitismo provocado por el resultado inesperado de la primera vuelta del 25 de octubre pasado. Veamos punto por punto:

  1. El Consenso de Washigton promueve la “Disciplina en la política fiscal, enfocándose en evitar grandes déficits fiscales en relación con el Producto Interno Bruto”; desde el macrismo se critica el populismo de un gobierno que ha despilfarrado recursos incrementando exageradamente el gasto público. Critican el sobredimensionamiento del Estado, lo declaran ineficiente, critican los incrementos en las plantas de personal relacionándolos con prácticas de “conchabo” de militantes, insinúan restricciones y hasta eliminaciones de paritarias, etc. Connotados referentes económicos del macrismo han llegado a criticar la expansión de jubilaciones, los subsidios orientados al desarrollo industrial y los programas universales como la AUH destinados a perderse “por la canaleta del juego y de la droga” al decir del conservador presidente de la UCR Ernesto Sanz. Pregonan una renovada disciplina fiscal, al mismo tiempo que sostienen una baja generalizada de impuestos. Difícil de explicar semejantes medidas sin políticas de ajuste o, como les gusta denominar a los conservadores europeos amigos de Macri, políticas de “austeridad”.
  2. El Consenso de Washington promueve la “Redirección del gasto público en subsidios («especialmente de subsidios indiscriminados») hacia una mayor inversión en los puntos claves para el desarrollo, servicios favorables para los pobres como la educación primaria, la atención primaria de salud e infraestructura”; desde el macrismo se apunta contra los subsidios al agua, la luz, el gas y el transporte. Las recientes declaraciones de la candidata a la vicepresidencia por la Alianza Cambiemos nos eximen de mayores detalles respecto a la decisión de avanzar contra un esquema de subsidios que ha sido factor de inclusión de amplios sectores de la sociedad y condición de desarrollo económico de una Argentina que ha retomado el camino de la reindustrialización. Si bien el macrismo preanuncia el fin de los subsidios, nada en sus discursos garantiza la redirección de los recursos a otras áreas consideradas claves para el desarrollo, como propone el Consenso de Washington. Recordemos que Macri ha cuestionado la creación de nuevas Universidades, ha desfinanciado el sistema de salud en la CABA y ha subejecutado los presupuestos en materia de infraestructura en la ciudad que gobierna.
  3. El Consenso de Washington promueve la “Reforma tributaria, ampliando la base tributaria y adopción de tipos impositivos marginales moderados”; el macrismo anuncia la eliminación de retenciones y otros impuestos que hoy afectan a quienes tienen mayores ingresos. La práctica de Macri desde la Jefatura del Gobierno porteño ha sido la del incremento salvaje de tarifas, impuestos y servicios que gravan a los sectores populares y medios, en lo que parece ser una tendencia hacia la adopción de sistemas tributarios regresivos que apuntan a socializar entre las mayorías populares el peso de la tributación que dejarían de pagar los sectores más poderosos.
  4. El Consenso de Washington promueve “Tasas de interés que sean determinadas por el mercado y positivas (pero moderadas) en términos reales”; la desregulación del sistema financiero es proclamada por todos los economistas del macrismo. Los vínculos de sus economistas con la banca transnacional y/o nacional y con los organismos multilaterales de crédito que promueven estas políticas macroeconómicas son evidentes en la mayoría de los casos.
  5. El Consenso de Washington promueve “Tipos de cambio competitivos”; el macrismo, en consonancia, ha presentado como panacea para casi todos los problemas de la economía argentina al “sinceramiento” del tipo de cambio y su determinación por el mercado, lo que implica una brutal devaluación que afectaría principalmente al salario de los trabajadores y generaría una escalada inflacionaria.
  6. El Consenso de Washington promueve la “Liberación del comercio: liberación de las importaciones, con un particular énfasis en la eliminación de las restricciones cuantitativas (licencias, etc.); cualquier protección comercial deberá tener aranceles bajos y relativamente uniformes”; el macrismo promueve la liberalización del comercio y de las importaciones. Resuenan aún las palabras del economista Carlos Melconián proclamando que desde el macrismo “en lo único que creemos es en el comercio”. Se trata de una definición que implica necesariamente una nueva orientación de la política exterior de nuestro país en dirección a la articulación de la Argentina con alianzas o áreas de libre comercio como la Alianza del Pacífico y el TPP, y una abierta toma de distancia del Mercosur y sus medidas en favor de la protección de los mercados internos nacionales y del mercado regional.
  7. El Consenso de Washington promueve la “Liberalización de las barreras a la inversión extranjera directa”; el macrismo anuncia como política central en materia económica la generación de “confianza” para atraer inversiones y la vuelta al mercado de capitales para aprovechar la disponibilidad de crédito “barato” en los organismos multilaterales y banca transnacional. Cada vez queda más claro que el precio de la generación de esa “confianza” en los inversores es la reducción del valor de los salarios de los trabajadores argentinos medidos en dólares, la apertura comercial y la total desregulación en materia de ingreso y egreso de capitales.
  8. El Consenso de Washington promueve la “Privatización de las empresas estatales”; aquí el macrismo simula compromisos con el sostenimiento del rol del Estado en los principales sectores nacionalizados por los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Sin embargo, ya trascendió la opinión de Juan José Aranguren, referente del área energética del macrismo y ex directivo de Shell quien ha sostenido que van a «evaluar el plan de negocios de la compañía para poder recomendar o no la continuidad de este tipo de administraciones» al ser consultado por la posibilidad de que YPF deje de ser una empresa nacional y que «no es relevante recuperar el autoabastecimiento y la soberanía hidrocarburífera». Los antecedentes del macrismo en la CABA denotan un perverso mecanismo de tercerizaciones disimuladas que implica la transferencia del control y concesiones hacia el sector privado intentado evitar las privatizaciones al estilo menemista.
  9. El Consenso de Washington promueve la “Desregulación: abolición de regulaciones que impidan acceso al mercado o restrinjan la competencia, excepto las que estén justificadas por razones de seguridad, protección del medio ambiente y al consumidor y una supervisión prudencial de entidades financieras”; desde el macrismo se ha sostenido una fuerte crítica a la intervención del Estado y a las regulaciones en distintos campos que consideran deberían quedar librados a las reglas del libre mercado. Basta repasar dichos del propio Mauricio Macri o las versiones taquigráficas de las Cámaras legislativas para identificar el afán desregulador del macrismo presente de manera sistemática en los voceros económicos y políticos de los bloques PRO y UCR.
  10. El Consenso de Washington promueve “seguridad jurídica para los derechos de propiedad”; desde el macrismo han sostenido una feroz crítica a los gobiernos del FpV y al papel histórico del peronismo por el supuesto ataque a la seguridad jurídica y la violación del derecho de propiedad privada. Recordemos que la negativa macrista a la ley de nacionalización de YPF tuvo como argumento el rechazo de la supuesta confiscación de los activos de Repsol por parte del Estado nacional cuando, en realidad, todo el proceso se ajustaba al régimen jurídico de las expropiaciones. Aún después del acuerdo entre el gobierno nacional y Repsol por la indemnización correspondiente a la expropiación del 51 % de las acciones de Repsol, el macrismo siguió tachando a todo el proceso como confiscatorio.

Se ha señalado desde el Frente para la Victoria que el macrismo no tiene programa de gobierno. En realidad, no lo necesita ya que ha asumido como propio, como lo hemos probado en los párrafos precedentes, al programa neoliberal del Consenso de Washington, debidamente disimulado por genialidades comunicacionales y discursivas que buscan evitar el espanto en el electorado. La adscripción del macrismo a ese programa del Consenso de Washigton implica y requiere de:

  1. El abandono de la República Argentina de las políticas de autonomía relativa en materia de relaciones internacionales vigentes desde 2003.
  1. El realineamiento internacional de la Argentina tras las potencias y organismos promotores del programa neoliberal. Tal realineamiento implica concretar lo que desde la oposición política, económica y mediática fue formulado como la necesidad de “reinserción de la Argentina en el mundo”.
  2. El consiguiente retorno a la práctica de alineamiento automático tras potencias y organismos multilaterales de crédito sostenedores de las políticas neoliberales y promotores del capitalismo financiero trasnacional.
  3. El giro hacia el alineamiento automático tras potencias desarrolladas en ámbitos como el G-20 y la OMC.
  4. La relativización de la prioridad y el eventual abandono de los procesos de integración regional con la impronta dada a partir de 2003 en espacios como Mercosur, Unasur y Celac.
  5. El abandono de las políticas de protección del mercado interno y del desarrollo de la industria sustitutiva de importaciones.
  6. El mantenimiento de vínculos bilaterales novedosos promovidos en Argentina a partir de 2003, como es la relación con China y países del sudeste asiático, pero bajo una nueva impronta marcada por el objetivo de alcanzar acuerdos de libre comercio.
  7. La relativización y eventual abandono de las políticas de Cooperación Sur-Sur y de los foros y organismos que la expresan, como el G-77 más China.
  8. Un giro sustancial en la Cuestión Malvinas mediante la relativización de la cuestión de la reivindicación de soberanía y la potenciación de una política orientada a la priorización de los acuerdos comerciales y de inversión con el Reino Unido de Gran Bretaña.
  9. La modificación sustancial del perfil de la Cancillería Argentina con un giro desde la concepción de una Cancillería al servicio de los intereses nacionales y las prioridades fijadas por la política nacional hacia una Cancillería a la que se encomiende la misión de facilitar la concreción del programa neoliberal y la articulación de la Argentina con el sistema comercial y financiero promovido por las potencias desarrolladas y los organismos multilaterales de crédito.

Un buen botón de muestra del giro en política exterior que proyecta implementar la actual oposición es el documento que el autodenominado Grupo Consenso ha generado a partir de una oficiosa iniciativa del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales. El documento titulado “Seremos afuera lo que seamos adentro” desarrolla en 20 puntos lo que los firmantes y adherentes consideran que tiene que ser la Argentina puertas adentro de acuerdo a lo que ha sido decidido que la Argentina sea desde afuera. Si se lee atentamente el contenido del documento el título correcto sería “Seremos adentro lo que seamos afuera”.

Los autores, firmantes y adherentes afirman estar “persuadidos de la necesidad de insertar adecuadamente a la Argentina en el mundo”, un cliché típico de la derecha liberal-conservadora argentina de todas las épocas. Es un documento lleno de suspicacias, eclecticismos y eufemismos, que entraña una despectiva mirada de la actual política exterior de nuestro país. Destaco y comento algunos de los párrafos imperdibles del documento:

En un impresionante esfuerzo por compatibilizar tendencias contrapuestas como son la globalización y la integración el documento propone: “2) (….) Debemos privilegiar la integración regional y generar la mayor cantidad de alianzas con países del mundo, a fin de enfrentar los desafíos y oportunidades de esta nueva era. Globalización e integración deben ser los vectores principales de una Estrategia de Inserción Global en el siglo XXI.” Se trata del mentado regionalismo abierto de los años ’90, una propuesta orientada a que los esfuerzos de integración regional, en nuestro caso suramericana y latinoamericana-caribeña, se articulen con los procesos de la actual división internacional del trabajo. A nosotros nos toca aportar, como expresa el documento opositor, alimentos y energía, es decir los insumos que el mundo desarrollado espera de nosotros. Dista significativamente esta concepción de la que ha predominado desde el 2003 que concibió al proceso de integración regional como el eje articulador principal de la política exterior argentina y como condición fundamental para el desarrollo nacional.

El documento expresa el consenso de quienes conciben nuestra inserción en el mundo a partir de nuestra “identidad occidental”. Hacía mucho que no se leía una aseveración de esa naturaleza, que remite a aquello de lo “occidental y cristiano” sobredimensionado durante la última dictadura cívico-militar: “3) El destino de nuestro país, su rango internacional, su soberanía política y la calidad del nivel de vida de nuestra población dependerán, en enorme medida, de la relación que consigamos establecer con el resto del mundo, partiendo de nuestra identidad occidental, como sociedad que practica y defiende las instituciones republicanas, la división de poderes, la libertad de expresión, los derechos humanos y las garantías individuales.” No resulta del todo comprensible lo sugerido en el párrafo 3) si no se lee lo que el párrafo 6) consagra: “6) Al mismo tiempo, el mundo actual se caracteriza por el hecho que los Estados que han tenido éxito han sido aquellos que han conseguido vincular sus proyectos nacionales con las corrientes más dinámicas de la realidad internacional en cada momento histórico.”

¿Vincular los proyectos nacionales a las corrientes más dinámicas de la realidad internacional no implica realinear nuestra política exterior a las corrientes que fijan las potencias occidentales?

Para responder a nuestra pregunta parece haber sido concebido el párrafo 11) del documento: “11) Proponemos revalorizar nuestras relaciones con los países que son los centros de decisión internacional que más nos afectan utilizando para ello el diálogo y entendimientos que en cada caso sepamos construir con cada uno de esos actores internacionales claves, de forma de potenciar emprendimientos surgidos de nuestra propia iniciativa.”

La cuestión del comercio no podría haber estado ausente en el documento: “14) (….) Debemos continuar incrementando las corrientes de comercio con los grandes compradores de alimentos, pero generando intereses comunes que nos permitan interesarlos en forma positiva acerca de la conveniencia de pasar a una escala superior de inversiones y emprendimientos conjuntos que contribuyan a favorecer nuestro desarrollo y que al mismo tiempo sean percibidos como una vía más sólida para garantizarles su seguridad de abastecimiento a largo plazo.” Se trata de un párrafo plagado de eufemismos: al plantear el incremento de las corrientes de comercio, ¿no están sugiriendo el libre comercio?, la generación de intereses comunes ¿implica la asociación en áreas de libre comercio?, la búsqueda de “interesarlos” a los potenciales compradores ¿implican concesiones respecto de la protección del mercado interno y la apertura comercial?, la garantía de “abastecimiento a largo plazo” ¿no tiene que ver con aceptar la nueva división internacional del trabajo que implica que nuestro país acepte un destino de primarización de su economía?

La Cuestión Malvinas es abordada desde una mirada que se aproxima a las aborrecidas posiciones del menemismo en los ‘90. Después de destacar la reivindicación de soberanía sostienen: “18) (….) destacamos la importancia de desplegar una intensa actividad diplomática para alcanzar una resolución pacífica en el conflicto de soberanía sobre Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur”. Hasta aquí podríamos estar de acuerdo con el “consenso” propuesto. Pero sigue: “La resolución de este tema será favorecida por políticas de concertación, evitando confrontaciones estériles y, al mismo tiempo, promoviendo una firme defensa del interés nacional en un contexto de asociación regional acorde con el período histórico que nos toca vivir”.

La reticencia del Reino Unido a todo diálogo nos lleva a preguntarnos de qué modo piensan desarrollar “políticas de concertación”. ¿Es posible concertar algo con el Reino Unido sin dejar de lado la cuestión de la soberanía y sin aceptar que los kelpers se sienten en la mesa de concertación? Las concesiones que implicaría esta política serían tanto o más nefastas que las sostenidas durante el menemismo. Fulvio Pompeo, uno de los firmantes del documento y estrecho colaborador de Macri en materia de política exterior, ha sostenido recientemente en una entrevista concedida a The Telegraph que «Mauricio Macri no nombrará un ministro para las Islas Malvinas si es electo presidente y trabajará para descongelar las relaciones de Argentina con Gran Bretaña», y que «el actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires planea trazar un camino conciliatorio y terminar con la relación demagógica de los últimos años”. Pompeo agregó que «Tenemos que restaurar esta relación que ha estado congelada en los últimos años, como resultado de este conflicto».

Un buen nombre para esta política sería “política de paraguas de la soberanía”…

Los temas ausentes en el documento dicen tanto como los que han sido incluidos y desarrollados: no hay ninguna referencia a la disputa con los fondos buitre, ni al proceso de reestructuración de deuda argentino, ni a la iniciativa argentina de regulación de los procesos de reestructuración de deudas soberanas en el seno de Naciones Unidas. Tampoco a la cooperación Sur-Sur, con la salvedad de la mención de la importancia en el mundo actual de los países de economías emergentes, una obviedad que soslayarla constituiría una grosería. No se menciona ni una sola vez la palabra industria o industrialización. No hay críticas explícitas ni implícitas al proteccionismo europeo y norteamericano ni referencias a la necesaria protección del mercado interno argentino y regional.

Como podemos observar Macri ya tiene quienes le traduzcan el Consenso de Washington desde el campo de la economía al de las relaciones internacionales. El nombre del Grupo Consenso no pareciera ser fruto de las coincidencias, podría perfectamente denominarse “Grupo Consenso de Washington”.

Mucho se ha especulado sobre quienes podrían ocupar el Ministerio de Economía en un eventual gobierno de Macri, y poca atención se le ha dado a las candidaturas a la Cancillería. Una indagación más profunda y atenta al respecto podría ayudar a advertir que el riesgo mayor para el pueblo argentino provendría, en el hipotético caso de que Macri fuera Presidente, del lado de la implementación en nuestro país de políticas de alcance global a las que adscribe el macrismo.

En tal caso, el caballo de Troya del neoliberalismo no habría de incursionar tan solo por el lado del Ministerio de Economía. Como ya ocurrió durante el menemismo, al caballo de Troya también hay que esperarlo por la palaciega “casa” ubicada en el rincón más coqueto del barrio de Retiro. No serían pocos los diplomáticos de la “casa” que se regocijarían con el regreso a los viejos y buenos tiempos de una Argentina plenamente integrada a ese mundo del que se sienten parte desde siempre Macri y el macrismo. Se presenta esta posibilidad justo ahora que nuestra Troya empieza a ser parte de una liga de gobiernos y de pueblos que aprendieron a identificar a los caros y letales “presentes griegos” y a defenderse de ellos.

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