El tsunami de la paz (Colombia) – Por Aram Aharonian
Desde que el genocida Álvaro Uribe calificara al principio de acuerdo entre el gobierno colombiano y las FARC como un golpe de Estado contra la democracia, quienes apoyaron, financiaron y se beneficiaron de más de 50 años de conflicto interno tratan de bombardear el horizonte de paz.
Pero mucho cambió desde que fuera dos veces presidente, empezando por el contexto internacional y las necesidades de Estados Unidos, dispuesto ahora a transitar caminos de paz, dado el excesivo costo de un Plan Colombia que no dio los resultados esperados.
El jueves, Juan Manuel Santos se reunió con el secretario de Estado John Kerry, quien anunció que EE.UU. reenfocará el Plan Colombia con miras al posconflicto. Y la Unión Europa nombró al irlandés Eamon Gilmore como enviado para el proceso de paz.
El apretón de manos de Santos –ex ministro de Defensa de Uribe– con Timochenko, jefe de las FARC, y la casi certeza de firmar un acuerdo definitivo en pocos meses, le quitan toda la fuerza al discurso del terror, del miedo, para dar nuevo valor a las palabras paz y esperanza.
El anuncio del cambio de doctrina militar para transformar la vocación del ejército es una señal inequívoca. Los militares, parece, se están subiendo al vagón de la paz. Con temor a juzgamientos internacionales (por crímenes de lesa humanidad) y viendo que la paz les da posibilidades aún mejores que el mismo fuero militar, ya comienzan a apostar a la paz.
Los grandes medios de comunicación, que durante los ocho años del gobierno de Uribe invisibilizaron el conflicto, casi todos opositores a la paz, están siendo contagiados por la nueva realidad, menos la cadena RCN, de Ardila Lülle. Y salvo los grandes terratenientes y ganaderos y grupos paramilitares.
Pero los escribidores y opinadores de la derecha seguirán con su campaña de odio. Y hoy recuerdan, por ejemplo, las salvedades puestas por la dirigencia guerrillera a los acuerdos firmados y señalan que la dejación de armas significa que no van a entregarlas, aun cuando sí se ratificó que serán entregadas a un tercero que garantice su destrucción.
Y se desesperan por algunas de las salvedades: delimitación de la propiedad, prohibición de compra de tierras por parte de empresas transnacionales, revisión de los tratados de libre comercio, nueva ley de reordenamiento territorial, reconversión de las Fuerzas Armadas, reestructuración democrática del Estado, una cámara de diputados territorial en vez de la actual de Representantes.
Según el “intelectual” de derecha Plinio Apuleyo Mendoza, es “una capitulación del Estado, pues significaría un radical cambio del actual modelo económico y político del país”. Lo que Piedad Córdoba llama refundación del país y la segunda y definitiva independencia.
Los “analistas” de la derecha mencionan 50 zonas de concentración que se propondrían exigir las FARC, cuando el gobierno habla de cinco o seis. Y se preocupan por un proyecto de reforma constitucional de solo dos artículos que permite que una comisión del Congreso, controlada por el Ejecutivo, sin debate ni veto, lo apruebe, temen.
La paz tendrá un cierre jurídico plenamente válido en el contexto internacional y el problema será para quienes queden fuera de él, como Uribe y sus cómplices. A medida que avance el tsunami de la paz, se irán terminando las opciones, y les quedará solo rezar por la compasión de la Corte Penal Internacional.
*Magister en Integración, periodista y docente uruguayo, fundador de Telesur, director del Observatorio en Comunicación y Democracia, presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana.