América Latina: La integración ¿una herencia perdida? – Por Eduardo Camin

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Repasando el discurso político-social y económico actual, incluso en filas de aquellos que se reclaman una filiación marxista, se constata el debilitamiento, cuando no la ausencia del postulado de la unidad latinoamericana, es decir el discurso se ha concentrado en lo nacional particular y las escasas referencias a la región no trasciende el concepto de integración.

Esta visión de los hechos lo percibimos con frecuente elocuencia en Uruguay, donde la dirigencia frenteamplista acota el discurso de la integración, que no sobrepasa lo regional, el MERCOSUR, y más allá de las buenas intenciones predomina una visión reduccionista, centrada en el aspecto económico y más estrictamente comercial. En realidad el referente no es el ideal latinoamericanista, proclamado por Artigas y Bolívar, sino la Unión Europea y los Estados Unidos, lo que nos lleva por otra parte a desconocer o ignorar nuestra realidad económica y política, sino además saltearse el elemento central de nuestra condición dependiente acentuada dramáticamente en el contexto del mundo unipolar globalizado. En otras palabras muchos de nuestros países funcionan económicamente como colonias de la industria y la finanza europea y norteamericana.

Claro se nos dirá que las necesidades de nuestras naciones, su momento histórico y el profundo alcance del concepto de equilibrio exigen un determinado realismo político, por lo menos es el discurso que se desprende de los tecnócratas de turno, entre otras cosas por su aversión a todo planteo ideológico, o por la descalificación que se hace del mismo. Por eso quisiéramos recordar lo que decía Martí “el realismo político ‘excesivo’ (y por consiguiente superficial y mecánico) conduce frecuentemente a afirmar que el hombre de Estado debe operar solo en el ámbito de la ‘realidad efectiva’, no interesarse por el ’deber ser’ sino únicamente por el ‘ser’. Lo cual significa que el hombre de Estado no debe tener perspectivas que estén mas allá de su propia nariz. (…) Se trata de analizar si el ‘deber ser’ es un acto necesario o arbitrario (…) El político de acción … se basa en la realidad efectiva, pero ¿que es esta realidad efectiva? ¿Es quizás algo estático e inmóvil y no sobre todo una relación de fuerzas en continuo movimiento y cambio de equilibrio? Aplicar la voluntad a la creación de un nuevo equilibrio de las fuerzas realmente existentes y operantes, fundándose sobre aquella que se considera progresista, y reforzándola para hacerla triunfar, es moverse siempre en el terreno de la realidad efectiva, pero dominarla o superarla ( o contribuir a ello). El ‘deber ser’ es por consiguiente lo concreto o mejor, es la única interpretación realista o historicista de la realidad la única historia y filosofía de la acción, la única política “

Nuestra América ha entrado en la complejidad del siglo XXI. Los problemas económicos y sociales siguen siendo muchos y difíciles, una mayoritaria parte de la población sigue excluida de la democracia, el mercado y la modernización. La dependencia, el subdesarrollo, el desempleo, la marginalidad, el analfabetismo y la pobreza, no son lacras del pasado; continúan siendo las espadas de Damocles que acompañan nuestro accionar. Las políticas neoliberales con sus efectos alienantes dominan prácticamente todo el escenario latinoamericano.

Los intentos integracionistas materializados en los últimos dos decenios (MERCOSUR, GRUPO DE RIO,ALBA, UNASUR) son síntomas positivos que expresan en ciertos sectores una voluntad auto- identificativa, que podríamos enmarcarlo como un proceso de identidad política y económica desde la praxis del poder político, pero irremediablemente frenado en lo esencial por los niveles de dependencia de América Latina de los centros el poder hegemónicos del imperialismo, a tal punto que para algunos gobiernos se han convertido, en firmes aliados.

El esfuerzo es continuo y exige una preparación que, por el contrario no requiere en absoluto aquel que se ubica en la perspectiva del progresismo político, del capitalismo con rostro humano y asume la posición conformista de adecuarse al medio y mejorar las condiciones del entorno. Pero, las alternativas de cambio social anticapitalista deben pasar por la articulación de voluntades políticas y sociales creadoras de horizontes históricos, por lo tanto se impone cambiar la actual dirección del debate. Se trata de de conjugar desarrollo teórico con una crítica política capaz de explicar las relaciones sociales contradictorias definidas en el actual proceso de acumulación de capital.

Nada nuevo bajo el sol del imperio

Siempre se ha establecido una relación de causación entre modernidad y desarrollo económico, dichas variables se han vinculado a una mejor integración de las estructuras productivas de América Latina al comercio mundial. Es decir se ha interpretado el desarrollo como un aumento en la capacidad de competencia del sector exportador en aquellas ramas productivas que se muestren con capacidad de incorporar innovaciones tecnológicas. Innovaciones que permitirían a medio y largo plazo participar con éxito en la división internacional de la producción, el consumo, los mercados el trabajo. Independientemente de sus variables y al margen de los momentos históricos en que se ha planteado, prevalecen argumentos que ponen énfasis en transformaciones que modernicen el sector exterior con el fin de mejorar su posición en el mercado mundial, y por ende los efectos de esa política se beneficiara en el conjunto de la sociedad. Los beneficios así obtenidos servirán para incentivar la capacidad de inventiva y transformación de las estructuras industriales destinadas a la producción interna, a fin de no rezagarse o desaparecer. Este relato de la modernización e integración termina por establecer una relación entre el mayor grado de competencia internacional y ritmos de crecimiento El resultado es un excelente ardid para promover la integración que se torna viable por el nivel de homogeneidad que lograron tener los sectores exteriores de los países latinoamericanos que han seguido la recomendaciones previas, fondo monetaristas , banca mundial etc… De esta forma América latina quedaría integrada a partir de su capacidad de adecuar sus exportaciones a las demandas que establece el mercado mundial. Es decir un proceso de internacionalización por vía de las multinacionales o de la mano de la globalización mundial por la transnacionalización productiva. La explicación del fracaso en el proyecto de integración se haría recaer en la falta de talento empresarial y político o por la falta de reformas, para hacer de América Latina una región franca para la inversión, romper con proteccionismos y acelerar la marcha del progreso.

Ya en el año 1876, se realizaban las mismas propuestas. Propuestas que eran el resultado de las reformas liberales de la época apoyadas en el libre comercio que impulsaron los gobiernos a fines del siglo XIX. Por esta razón, es posible pensar que los resultados actuales que busca la modernización vía reformas liberales, no tienen por qué ser tan diferentes de los pretendidos durante el periodo económico de crecimiento hacia afuera.

Por eso, no deberíamos olvidar el discurso político emancipatorio del siglo XIX y sería recomendable estudiarlo con la óptica del presente como pensamiento vivo. No se trata de fundamentalismos pretéritos ni de tradicionalismo estériles. Ciertamente dicho discurso avizoro peligros y tendencias, que el siguiente siglo se desplegaron al máximo.

El proyecto de la segunda independencia y el ideal de unidad latinoamericano promovido por lo más avanzado del pensamiento decimonónico aparece lamentablemente inconcluso. Cualquier estudio contemporáneo sobre el proceso de identidad política latinoamericana que obvie o simplemente no tenga en cuenta un enfoque multilateral de la dependencia histórica de la región y sus disimiles incidencias en la praxis de los distintos gobiernos, será sin duda un estudio parcial, vulnerable que captara solamente los reflejos secundarios. Por último es necesario replantear la ética en la teoría y la práctica de los movimientos emancipatorio. Principios como la solidaridad y la igualdad, la justicia social, la realización plena del ser humano están inscriptos en las banderas de lucha de todos quienes aspiran a la superación del capitalismo, sistema que por su propia naturaleza es la antítesis de aquellos principios.

*Periodista uruguayo, fue director del semanario Siete sobre Siete y colaboró en otras publicaciones uruguayas y de America Latina. Corresponsal en Naciones Unidas y miembro de la Asociacion de Coresponsales de prensa de la ONU. Redactor Jefe Internacional del Hebdolatino en Ginebra. Miembro de la Plataforma Descam de Uruguay para los Derechos Economicos sociales y medio ambientales. Docente en periodismo especializado sobre Organismos Internacionales.

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