Argentina: instalando el terror electoral – Por Francisco Balázs

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Es poco original el plan de los sectores opositores en esta vorágine electoral en nuestra Argentina: el libreto es el mismo que vimos o vemos repetirse en otros países de la región, donde la estrategia y, sobre todo, las tácticas son difundidas por los medios opositores, que son quienes escriben los libretos y deciden quién es el protagonista y quién el antagonista de este relato (muchas veces demasiado virtual) de la realidad.

Los medios hegemónicos, tienen la tara de subestimar a los sectores populares –a los que no logran acceder ni trasvistiéndose de populistas- a los que identifican como manadas, rehenes de subsidios o planes sociales, y, obviamente, a quienes desprecian. Quieren imponer el imaginario de que sólo la clase media sabe votar por “valores”. En definitiva, todos, pobres, clase media o ricos votan por sus creencias, valores, intereses. Para los medios hegemónicos, sólo son “estadistas” quienes apoyan los intereses del poder económico, quienes comparten su ideología o son seducidos por su musiquita y globitos fashion.

Nuestra historia reciente demuestra que los candidatos ganan, generalmente, con apoyos policlasistas. Incluso, buena parte de los votos del trotsquismo proviene no precisamente de la clase trabajadora, sino de la clase media, revelan encuestas universitarias.

Hablan de clientelismo, que identifican como los pequeños favores que los políticos le hacen a mucha gente. Obviamente se abstienen de hablar de los grandes favores que les hace a pocos, pero poderosos y que oculta la subordinación de la política a intereses particulares poderosos.

Hay que ir creando imaginarios en esta guerra. Y si pierden repetirán nuevamente que las clases populares (abrumadoramente mayoritarias) dieron su voto al candidato oficialista por su carencia de conciencia (¿social, ciudadana?) y de educación, o a la compra de voluntades por necesidad.

Por eso se trata –preventivamente- de deslegitimar desde mucho antes un eventual –o seguro- resultado adverso. Hoy las páginas de los principal medios comerciales se nutren de “denuncias” sin mayor sustento, declaraciones rimbombantes y aterrorizantes, tratando de imponer la factibilidad de un fraude electoral.

Estos movimientos tácticos son repetidos hasta el cansancio por agencias de noticias, diarios y televisoras del exterior, creando la sensación de un pueblo cansado por la tiranía de un gobierno (constitucional, mal les pese) que ha sacado al país de su peor crisis, a la que lo llevó aquellos mismos que hoy quieren el “cambio” para la restauración conservadora.

Se supone que la meta de todos es ganar las elecciones. Pero para eso se necesitan votos, esos que aún tiene encarpetados, por ejemplo, la Presidenta, a pesar del supuesto “desgaste” de ochos de gobierno.

Por eso la prensa hegemónica insiste en una segunda vuelta, aunque ninguna encuesta (ni las propias) lo imaginen. Alcanzar una segunda vuelta significará para los escritores de guiones, poder hablar de que la gente se dio cuenta de la necesidad del “cambio” (aunque no hayan ganado nada aún) y así tratar en ese breve lapso hasta la segunda vuelta condicionar al ganador, mediante más presiones, pactos y compromisos.

Si esto no da resultado siempre está la semilla del eminente fraude, la duda sobre la transparencia del acto electoral y la seguridad del sistema que fuera plantada con bastante antelación y que, seguramente vayan acompañadas de actos de violencia “espontánea” (que la televisión en contubernio sabrá difundir y manipular, y que algún jefe policial sabrá reprimir, también, añorando viejos tiempos.).

De todas formas, el problema que se les presenta para implementar coherentemente las campañas desestabilizadoras y el terror electoral, es la falta de unidad. Generalmente los dos principales diarios y sus repetidoras coordinan sus campañas, pero otros medios –y candidatos- tienen sus campañas propias de desacreditación, difamación, injurias, falsas verdades, fotos y videos manipulados… Así se hace difícil aplicar una estrategia.

Saben que pueden tratar de desestabilizar, pero lo que intentan en realidad los medios hegemónicos y el poder fáctico (ese que Mauricio Macri llaman “el círculo rojo”), que son minoritarias en encuestas y elecciones, es condicionar y deslegitimar desde el origen a un presidente consagrado por el voto popular.

Esta estrategia ya se intentó poner en práctica en 2007 y en 2011, pero las grandes diferencias en los números sepultaron las denuncias, al igual que en Venezuela, que en Ecuador, que en Bolivia, que en Brasil. Nada original. Aunque ahora se trate de dar un paso más hacia adelante: judicializar las denuncias, conscientes de que siempre se encontrará algún juez dispuesto a interferir.

Pero las grietas que van dejando en esta ofensiva son muy grandes, en un país, como la Argentina, donde cada entidad federal tiene su propia forma de elección. Santa Fe, por ejemplo, se usa boleta única y no tiene reelección directa de gobernador (las democracias europeas que ellos elogian, permiten la reelección por plazos indeterminados, largos, de sus primeros ministros, muchos de los cuales dependen de “democráticos” monarcas).

De todas formas, el PRO habló de fraude en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) locales, en las que su candidato, el cómico Del Sel, había ganado sobre el socialista. En la votación para gobernador, ganó el socialista, opositor también al kirchnerismo) y las denuncias siguieron hasta que debieron hacer mutis por el foro.

En Córdoba, el delasotista Juan Schiaretti derrotó al radical (aliado del PRO) Juan Aguad, quien se empecinó en no reconocer la derrota hasta que se quedó solo con sus lamentos. En Salta se usa boleta electrónica, como en la Capital y hasta con ese sistema el oficialista ganó por goleada en las primarias y en las definitivas. El PRO también denunció fraude, aunque se abstuvo de llegar a los tribunales.

Saben que no pueden ganar, entonces tratan de embarrar la cancha para convertirla, de ser necesario, en chiquero. Pero siempre con aquel miedo que les viene desde hace apenas 70 años y que se repite cada vez que hace falta, cuando el pueblo en las calles sabe bien de qué se trata y se niega a que le tuerzan la historia.

* Periodista, editor de Política del semanario Miradas al Sur, columnista de Tiempo Argentino. Docente de la Universidad Nacional Arturo Jauretche.