Todos somos mexicanos – Por Aram Aharonian

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No caben dudas: el discurso –xenófobo y discriminador– contra los migrantes se tornó más “fundamentalista” desde que comenzara a tomar envergadura la gran crisis del capitalismo, siete años atrás. Hoy es más que virulento, pero siempre fue una estrategia recurrente en países o regiones receptores de migrantes, quizás con la honrosa excepción de ésta, nuestra América.

Pero tras la crisis de las estructuras capitalistas comenzada en 2008, la xenofobia se agudizó debido a los conflictos que se comenzaron a vivir en economías estancadas y en recesión, atadas a deidades como el mercado y el dinero, que se tradujeron en altas tasas de desempleo y subempleo y caídas de los estándares de vida para las grandes mayorías de los ciudadanos del mundo occidental y, a veces, hasta cristiano. Esa realidad fue el detonante de esta nueva ola de xenofobia.

Pero, pese a este diagnóstico generalizado de desastres económicos y altos costos sociales, la estrategia y las tácticas políticas (entre ellas, las económicas) para la salida de la crisis capitalista, no se alejó del fundamentalismo neoliberal y sus políticas de austeridad que, sin lugar a dudas, llevarán a la acentuación de la crisis social y la paulatina pero continua degradación de los niveles de bienestar de la mayoría de la población.

Hoy, siete años después, los ricos son cada vez más ricos: el sistema es redituable para el 1% de los más súper ricos que tratan de aplicar sus ideas ultraconservadoras y también xenófobas e insisten en culpar a los migrantes de sus desastres económicos, en los Estados Unidos y en Europa.

Hay demasiados botones en este muestrario y, entre ellos, el multibillonario Donald Trump, ahora empecinado en ser presidente del partido Republicano –y por qué no, de los Estados Unidos–, que trata de ganar el favor (electoral) con un discurso fascista que, con la ayuda de sus buenos amigos dueños de la prensa corporativa, busca crear un imaginario colectivo de temor, miedo, terror a los inmigrantes, en especial a los “violadores” mexicanos (seguramente para este ignorante, “mexicano” es todo aquel que está al sur de su país), a quienes acusa de ser los causantes de la crisis que él ayudó a abonar, para aumentar su fortuna.

Hoy, Donald, que no es un pato cualquiera, y nada tiene que ver ni con el dibujito de Walt Disney y menos aún con Armand Mattelart y Ariel Dorfman, que está hoy en el primer lugar de las preferencias según las encuestas que él mismo difunde, dice ser amigou de un tal Mauricio Macri, argentino él, con el que juega al tenis de vez en cuando, mientras hacen negocios bajo el revoloteo de los buitres.

Donald odia a los inmigrantes y se jacta de ese odio, sobre todo si son mexicanos o de los pueblos del sur del Río Bravo. Quizás ni sepa que California, Texas, Colorado, San Francisco y muchos territorios más de los que promete expulsar a los mexicanos fueron de México hasta que el imperio se los apropió a través de las armas y explotó por más de dos siglos, bajo el pretexto de hacerles el favor de incorporarlos al modo capitalista de la división internacional del trabajo.

Hoy, todos somos mexicanos. O por lo menos es con lo que Trump nos amenaza.

*Magister en Integración, periodista y docente uruguayo, fundador de Telesur, director del Observatorio en Comunicación y Democracia, presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana

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