Crisis institucional en Brasil – Por Pedro Brieger, director de Nodal

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La magnitud de la crisis que atraviesa el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff no se manifiesta por las movilizaciones en su contra aunque éstas sean múltiples y masivas. Muchos gobiernos deben tolerar que millones de personas salgan a las calles para protestar por las medidas que éstos toman ya que es parte del juego político en una democracia. El problema en este caso es que el principal partido opositor, el partido de la socialdemocracia brasileña (PSDB), que perdió las dos últimas elecciones presidenciales, está motorizando el pedido de renuncia de la presidenta en un claro intento de desestabilizar al gobierno y provocar su caída.

José Serra y Aecio Neves, los mismos que fueron derrotados por Dilma Rousseff en las elecciones presidenciales de 2010 y 2014 respectivamente, pertenecen a ese partido y piden la destitución de la presidenta. Pero quien parece marcar la línea del partido es el expresidente Fernando Henrique Cardoso, quien –a través de su cuenta pública de Facebook- calificó al gobierno de Dilma Rousseff de “ilegítimo” y pidió que renunciara como un acto de supuesta grandeza. Inmediatamente, el secretario general del PSDB Silvio Torres manifestó que “esa línea debe orientar al partido”.

Cuesta creer que Cardoso, quien fue expulsado de Brasil por los militares que gobernaron después del golpe de Estado de 1964, pida la renuncia de la presidenta cuando muchos de los que salen a las calles tienen carteles que piden abiertamente una intervención militar o reivindican el golpe. Pancartas del estilo “Intervenção militar nao é crime”, “SOS forçãs armadas” o “porque nao mataram todos em 1964” no fueron una excepción ni una rareza en la marcha opositora del domingo pasado.

No es común que un partido derrotado en las urnas al poco tiempo califique al gobierno de “ilegítimo” y haga todo lo posible para destituir a quien ganó. Pero en Brasil nada es común, y es lo que está sucediendo.

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