Brasil: ¿cuál futuro? – Diario El Tiempo, Colombia
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Hay cierta unanimidad hoy en Brasil sobre lo desalentador que se muestra el futuro de un país al que hace apenas unos años muchos en el planeta admiraban por sus avances sociales y por el ritmo al que crecía su economía. Pero dicho consenso se desvanece tan pronto comienza la búsqueda de responsables y de caminos de salida.
Y es que razones sobran para preocuparse. Doscientos millones de brasileños deberán lidiar con una economía en recesión, estancamiento que, según pronósticos recientes, amenaza con prolongarse hasta el 2017; con una inflación que este año podría alcanzar el 9,2 %, situación que implicará un aumento de precios que rondará el 5 % y con el desprestigio de la clase política, en particular del Partido de los Trabajadores, en el poder desde hace 12 años. La credibilidad de esta colectividad entre la gente se ha visto fuertemente menguada luego de los escándalos de corrupción del mensalão y, más recientemente, de Petrobras. Hoy por hoy, el respaldo a Dilma Rousseff es de apenas el 9 %, cifra que constituye un mínimo histórico.
Ante tal estado de cosas, hay posturas encontradas respecto a qué hacer. Un sector importante de la sociedad, compuesto en su mayoría por la clase media y media alta, salió a las calles el pasado fin de semana a pedir que el Parlamento inicie un juicio político contra Rousseff, de comprobarse que a su campaña ingresaron dineros ilícitos provenientes de la trama de corrupción que se enquistó en la estatal petrolera. Una decisión que requeriría del respaldo de dos terceras partes del Congreso, escenario que hoy no parece viable. Otros tantos, por su parte, creen que una eventual salida de la mandataria no aportaría mayor cosa y, por el contrario, conseguiría hacer más crítico el cuadro del paciente.
Es decir, estar insatisfecho, como lo está un vasto sector de la población, con el actual Gobierno no es sinónimo, ni mucho menos, de estar a favor de un relevo anticipado en el palacio de Planalto. Igual ocurre con líderes políticos, dirigentes gremiales y figuras de las demás ramas del poder, quienes juzgan demasiado alto el costo en términos de legitimidad de las instituciones que tendría jugarse esta carta, que implicaría también el que sea sustituida por el presidente de la Cámara, su antiguo aliado y hoy archienemigo, Eduardo Cunha, a quien un testigo señaló de haber recibido un soborno de cinco millones de dólares en el marco del escándalo de marras.
Muchos observadores coinciden en que hace falta un gesto de grandeza de los diferentes sectores políticos –un pacto sobre lo fundamental– para que la gente vea una luz al final del túnel. Son millones las personas que durante las vacas gordas vieron cómo, de la mano de Lula, sus condiciones de vida mejoraron considerablemente, y con ellas también crecieron sus ansias y expectativas, pero hoy sienten gran desazón.
Exigen, con razón, un acto de contrición del PT, que permita calmar la tormenta y facilite el trabajo de la justicia, que tiene en el juez Sérgio Moro a su adalid. En este funcionario está depositada la esperanza de todos los brasileños que quieren que se haga justicia, pero, sobre todo, anhelan pasar una ingrata página y volver a sentir que hacen parte de una nación que marcha con rumbo fijo y promisorio.