¡Somos acreedores de una deuda histórica, social y ecológica! – Por Eduardo Camin
Las empresas transnacionales dominan cada vez más todos los sectores económicos en los que es posible tener ganancias. La mayoría de ellas han incorporado consideraciones sociales y ambientales en su discurso, una retorica sin sentido cuya praxis se encarga de desmentir.
Pero además, más allá de sus buenas intenciones la escala misma de sus actividades hace que la sustentabilidad ambiental sea prácticamente imposible de lograr, mientras que la competencia por dominar los mercados mundiales ha convertido a las consideraciones sociales en algo antagónico con la rentabilidad. En ese sentido y contrastando con la deuda financiera, existe una nueva corriente de pensamiento entre los que se encuentra el economista catalán Joan M. Alier ,que considera la existencia de una deuda ecológica adquirida históricamente de los países del Norte con los del Sur.
¿Qué es la deuda ecológica?
La deuda ecológica es en esencia la responsabilidad que tienen los países industrializados del Norte, sus instituciones, la élite económica y sus corporaciones por la apropiación gradual y control de los recursos naturales así como por la destrucción del planeta causada por sus patrones de consumo y producción, afectando la sustentabilidad local y el futuro de la humanidad. Basados en esta definición, los pueblos en el Sur se consideran acreedores de esta deuda y los deudores los países del Norte. Esta deuda tiene como base al actual modelo de producción industrial, la producción exhaustiva de residuos como la emisión de gases de efecto invernadero, el capitalismo y el libre mercado.
Hay una necesidad ambiental, social, económica y moral de que se detenga el incremento de esta deuda y de que se repare las consecuencias nefastas sociales y ambientales que dicho modelo han tenido sobre las poblaciones del Sur. El reconocer la existencia de estas otras deudas, histórica, social y ecológica y demandar un resarcimiento, cambiará indefectiblemente y para siempre las relaciones económicas internacionales, pero sobre todo permitirá detener el modelo depredador y genocida que rige en el mundo.
La deuda histórica existe por el genocidio de los pueblos del Sur debido a la conquista, la esclavitud, el etnocidio por los siglos de ocupación, el robo de la biodiversidad y los conocimientos, el asalto de los territorios para apropiarse de los recursos naturales durante la colonia y todo lo que implica arrasar con las tierras, las culturas y los pueblos en el Sur.
No basta con pedir perdón, no basta con decir que los ciudadanos de hoy en el Norte no son culpables de lo que hicieron sus antepasados, porque el bienestar que viven ahora, la vida de consumo y desperdicio, tiene como base el saqueo histórico de sus naciones a nuestros pueblos y territorios. Europa no sería lo que es ahora sin las millones de toneladas de plata de América ni sería la misma sin la esclavitud de los 70 millones de africanos que fueron arrancados de sus tierras. Hay una responsabilidad histórica y presente por esto.
La deuda financiera que fue adquirida de forma ilegítima e ilegal, y que ya ha sido pagada con creces. No solo que los créditos recibidos en muchos casos han servido para financiar proyectos social y ambientalmente depredadores, sino que además, para el servicio de la deuda nuestros países se ven obligados a extraer más y más recursos naturales con los consecuentes impactos locales y globales.
La deuda ecológica por el actual saqueo de los recursos naturales y los daños ambientales locales asociados es otro componente de estas deudas. La extracción de recursos no renovables como minerales o combustibles fósiles destruyendo las tierras, contamina las fuentes de agua. Nuestros países exportan estos recursos sin considerar los daños locales.
La deuda ecológica también se manifiesta por la apropiación abusiva de espacios comunes como son la atmósfera o los océanos para absorber las emisiones de gases con efecto invernadero. El cambio climático está provocando desastres que afectan principalmente a los pueblos más vulnerables al Sur. Miles de muertos, millones de desplazados, tierras agrícolas y ecosistemas naturales desaparecidos.
Para que esta deuda se detenga los países del Norte deben dejar de quemar combustibles fósiles, y los pueblos del Sur debemos detener el flujo de hidrocarburos para ellos. Los acreedores de esta deuda somos los pueblos del Sur afectados por los cambios climáticos.
La revolución verde y biotecnológica, son causantes de otra deuda social y ecológica del Norte con el Sur. Los graves impactos sociales, ambientales, culturales y económicos de la aplicación de tecnologías agrícolas como la de la llamada “Revolución Verde” y ahora la agro-bio-tecnología, con sus semillas genéticamente modificadas, así también de programas que promueven la concentración de tierras en pocas manos, constituyen una inmensa deuda social y ecológica.
Las transnacionales, de los países del Norte, han sido los principales beneficiarios de los proyectos de agro exportación, y que tienen sumidos en la pobreza y expoliación a los países y pueblos de América Latina, principalmente los pueblos indígenas y las comunidades campesinas.
Los países del Norte aumentan su deuda con el Sur debido a los proyectos agroenergéticos.
Hoy tenemos los nuevos proyectos de agro combustibles, que se han constituido en la nueva amenaza para las comunidades rurales y generará impactos impredecibles con consecuencias inimaginables. Estas propuestas energéticas, a parte de los impactos locales, son presentadas como falsas soluciones al cambio climático y una nueva forma de ocupación de espacios en el Sur; constituyen en la práctica una manera de acabar con la soberanía alimentaria, de que nos endeudemos más y de succionar energía ya no de nuestros subsuelos sino de la tierra. La deuda ecológica tiene otros componentes, a través de las guerras, las armas biológicas y químicas, los proyectos de integración de infraestructura, como el IIRSA para Sudamérica o el NEPAD para África, los Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos, los Acuerdos de Asociación entre América Latina y el Caribe con Europa, o los EPA con África, la producción de desechos tóxicos, etc.
Las formas capitalistas de producción y consumo, basadas en la industrialización, en la exportación de recursos primarios son generadores netos de deudas sociales y económicas.
Hay aspectos de la Deuda Ecológica del Norte hacia el Sur que son cuantificables en unidades no monetarias – por ejemplo, tantos enfermos de cáncer, tantas hectáreas deforestadas, tantas toneladas de materiales exportados y tanta biodiversidad perdida para pagar la deuda externa. Estos aspectos pueden ser cuantificados en dinero, aunque no siempre hay necesidad de hacerlo. Ponerles precio a los muertos de cáncer es necesario si se trata de forzar a una compañía petrolera a resarcir daños en un proceso judicial.
El contexto social y político de la discusión más que el carácter de productos o servicios en sí, lleva a la cuantificación en las propias unidades pertinentes al caso y, más allá, a la cuantificación económica. Por ejemplo, mostrar cómo las toneladas de recursos naturales exportados de Ecuador (petróleo, madera, bananos, harina de pescado) son más y se venden más barato que las toneladas de productos importados por Ecuador desde de países más ricos, puede ser útil en una discusión sobre el comercio ecológicamente desigual.