«Proceso involutivo: de lo plurinacional a lo multicorporativo». Artículo del investigador boliviano Roger Cortez Hurtado, en el que analiza críticamente el papel y los vínculos de los movimientos y organizaciones sociales bolivianos con el Gobierno de Evo Morales
La necesidad de simplificar o resumir es imperativa en muchas ocasiones, pero puede hacerse nociva, cuando esconde u oscurece la variedad de lo real. Así ocurre con el uso de la expresión proceso de cambio, que se ha convertido en sinónimo obligado del gobierno o del partido que lo controla.
Se trata, obviamente, de una representación mental, depauperada en extremo, de lo que está pasando en nuestro país, donde, en realidad, fluyen y discurren un conjunto complejo, complicado y contradictorio, de transformaciones y movimientos, algunos muy relacionados, pero otros poco y nada, con el espacio político y menos todavía, con el gubernamental.
Cuando se entiende y emplea la frase “proceso de cambio”, como marca, propia-exclusiva, de un partido político y de sus hazañas o fechorías, contribuimos a que prolifere la confusión. Si se observa por ejemplo, lo que pasa con el Fondo campesino e indígena puede notarse que la discusión entre los partidos políticos se ocupa unilateralmente de la influencia que ejerce el MAS sobre la institución y los directores provenientes de las organizaciones sociales llamadas a conformarlo. En ese espacio de choque los hombres del régimen se apertrechan en la defensa de “EL proceso de cambio” que, en sus ideas y acciones, equivale al partido de gobierno, mientras que bastantes opositores, cayendo en el juego, terminan acusando “al proceso” de estar tan torcido y degradado como la militancia oficialista.
Con toda la importancia que tienen las decisiones políticas, el fondo del Fondo abarca más. Las principales determinaciones gubernamentales y conceptos ideológicos que han favorecido e incluso impulsado el uso discrecional de fondos por parte de dirigentes de organizaciones sociales se remiten a las ideas de “gobierno de los movimientos sociales”, “estado integral” y la supuesta indiferenciación de lo indígena y lo campesino.
Lo primero se usa para revestir de una presunta santidad a las autoridades y su gestión, al refugiarse tras el prestigio que alcanzaron organizaciones y movimientos; de allí que el Vice exclama histriónicamente “¡No me los toquen!” (a organizaciones y movimientos) cuando alude a las investigaciones sobre lo que pasó en el Fondo. Pero, en otras ocasiones el mismo funcionario y sus colegas no vacilan en favorecer la confrontación entre organizaciones (colonizadores vs. indígenas en el TIPNIS) y el azuzamiento de sus choques internos, cuando así lo dictan sus intereses.
La idea de una presunta amalgama entre estado y sociedad, llamada “Estado integral”, trata de crear una ilusoria fase de transición política en la que el primero se disolvería en la segunda, gracias a la participación y cuotas que el gobierno otorga a dirigentes de organizaciones, incluyendo la laxitud de controles reales y la actuación de los ministros en el Fondo campesino, para asegurar su respaldo a la gestión. El nombre correcto de esa situación es un gobierno representativo de las corporaciones más poderosas –por número de asociados e incidencia económica- cuando pugnan con otras menos aventajadas.
Tal situación ciertamente empeorará una vez que el jefe de Estado dice creer que la independencia de las organizaciones es una consigna del imperio, que el neutralizará administrando personalmente la concesión de personerías jurídicas, tras la estrategia de liquidar cualquier vestigio de autonomía sindical y social.
Por otro lado, las diferencias entre campesinos e indígenas, no son un invento político y se han profundizado como parte de los cambios económicos, caracterizados por una difusión y fortalecimiento acelerados del capitalismo, independiente de los discursos y declaraciones contrarias.
El incremento de la crispación entre la mayoría campesina y la minoría indígena obedece a un proceso con su propia dinámica, que resulta difícil de abordar desde la ficticia unidad que hoy se aplica.
Cuando Damián Condori, candidato opositor en Chuquisaca, se posesionaba como ejecutivo máximo de la CSUTCB y sostenía “(los campesinos) no somos del MAS, el MAS es de nosotros”, no sospechaba cómo el “instrumento político” iba a cobrarle por denunciar las irregularidades del Fondo y, después, por antagonizarlo en las elecciones regionales. En ambos espacios, se volcarían en su contra las lógicas y dinámicas de más de un proceso y varios cambios.
Proceso involutivo: de lo plurinacional a lo multicorporativo
Desarrollo aquí, brevemente, algunas nociones sobre los movimientos y organizaciones sociales, bajo el supuesto que sus relaciones con el régimen vigente en el país definen caracteres distintivos, propios y especiales de dicho régimen y de la fase actual del proceso democrático.
Antes de eso, me siento obligado a discrepar con algunas aseveraciones respecto a que el contenido y forma de la democracia estarían poco discutidos en el país y que la democracia se habría reducido a un puro ritual electoral. Sobre lo primero, estoy convencido que pocos pueblos han dedicado tanta energía, tan frecuente y sostenidamente como nuestro pueblo, no solo para debatir y entender lo democrático, sino para buscar y experimentar caminos de construcción de una democracia más sólida y perdurable.
La sobrevivencia de prácticas individuales y sociales de tipo autoritario, caudillista o corporativista, no anulan o liquidan esas prolongadas luchas por libertad, derechos y participación activa y consciente. Son contradicciones propias de la historia de construcciones colectivas y han generado aportes válidos para nuestra sociedad y para otras empeñadas en avanzar democráticamente.
El nuevo ciclo estatal (o constitutivo) vigente, cuyas bases se remontan a finales de los años 70 del siglo pasado, con la emancipación ideológica y política de la clase campesina (surgida de la revolución nacional de mediados de siglo) y su proceso constituyente, han permitido avanzar significativamente en la conquista, apropiación y ejercicio de nuevos derechos, ampliación de la libertad efectiva y participación para la gran mayoría de nuestra población.
Por lo anterior, la nuestra no es una democracia ritualista electoral, ya que, además de una sociedad celosa de su libertad y derechos, contamos con un electorado sagaz y exigente, muy capaz de distinguir sus necesidades y objetivos, sin enceguecerse por la propaganda partidaria.
Sobre los movimientos sociales, debo decir que la expresión de “gobierno de los movimientos sociales” utilizada por las autoridades es completamente engañosa, y apenas sirve para encubrir sus prácticas corporativistas, sectarias, corruptas y prorroguistas.
En nuestra experiencia histórica concreta los movimientos sociales son expresiones excepcionales, de acción abierta y declarada de masas que buscan la satisfacción de una reivindicación concreta o un conjunto limitado y preciso de ellas, al margen, o al menos de manera no dependiente, de cualquier organización de mediación política /sea esta partidaria, sindical o de cualquier otra manifestación del sistema de representación política).
Los movimientos sociales son distintos a las organizaciones sociales (sindicatos, asociaciones gremiales de todo tipo, ni sus coaliciones o entendimientos orgánicos), con las que frecuentemente se asocian. Los movimientos sociales aparecen cuando esas organizaciones sociales son débiles, o sencillamente fallan en canalizar demandas de sus representados. Sus relaciones con las organizaciones sociales son diversas y frecuentemente contradictorias.
El IPSP-MAS,, apareció inicialmente como una coalición de organizaciones sociales y movimientos sociales, pero se ha ido convirtiendo en un partido político convencional, coaligado con las dirigencias de las principales y mayores organizaciones sociales (de campesinos, colonizadores y de fracciones nacidas del campesinado y muy urbanizadas como los cooperativistas mineros, comerciantes populares, transportistas).
Recluta y mantiene la fidelidad de estas dirigencias, entregando y distribuyendo entre ellas cargos, privilegios, prebendas económicas, tolerancia con actividades irregulares (como las observadas en el Fondo Campesino), así como recursos naturales (yacimientos minerales, concesiones de diversa índole), equipo, maquinaria, créditos, subsidios, etc., etc.
Ha consolidado así un régimen de corte corporativo y bonapartista (es decir que mantiene la lealtad de sectores sociales como el campesino mediante un sistema de manipulación ideológica), que lo lleva a confrontar organizaciones sociales leales contra la contestarías (caso de campesinos contra indígenas) para, finalmente, abandonar el proyecto de construcción de un estado plurinacional, sustituyéndolo por uno de corte “multicorporativo”, en el que los egoísmos colectivos (propios de cada corporación) chocan con frecuencia con las necesidades e intereses del conjunto.
Al abrirse una coyuntura de escasez, con menos ingresos y recursos disponibles (por la merma del precio de nuestras materia primas exportables) se incrementarán las contradicciones entre grupos corporativos y se estimularán las desinteligencias internas del partido de gobierno, lo que obstaculizrá sus planes de prórroga indefinida en el ejercicio del poder.
Para resistir ese proyecto que envicia y estanca el proceso democrático es necesario: 1) recuperar la autonomía de las organizaciones sociales, democratizándolas y practicando internamente la transparencia y rendición de cuentas; 2) proteger nuestro ahorro colectivo de aventuras financieras oficiales (prebendas, proyectos faraónicos y contraproducentes como generadores nucleares, carreteras anti ambientales como la del TIPNIS) 3)estimular las demandas descentralizadoras y autonómicas de nuestra sociedad y 4) aplicar el control social a los partidos, cuando incumplan o defrauden la responsabilidad que tienen de seleccionar al mejor y más honesto personal para ejercer funciones y responsabilidades públicas.
* Profesor en UMSA Ciencias Políticas, Comunicación Social, Economía y Director ejecutivo en Instituto Alternativo, La Paz Bolivia.