Horacio Cartes, presidente de Paraguay: «Los disidentes del Partido Colorado se creyeron que tenían más de lo que tienen»

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Por Patricia Vargas

El presidente Horacio Cartes aparece tras abrirse una enorme puerta de una de las salas de Mburuvicha Róga. Sale de allí acompañado de media docena de colaboradores con quienes se acerca riendo y bromeando. Era la hora de la entrevista que concedió al programa Séptimo día, que emite La Tele, y a ÚH. Saluda cordialmente y enseguida pregunta dónde debe sentarse. «Empecemos ya. El tiempo es oro», aseveró el mandatario, quien rápidamente se ubica en un elegante sillón. Sus colaboradores advierten que solo hay de 20 a 30 minutos de tiempo para entrevistarlo. Aquí, la primera parte de la charla con el jefe de Estado en donde se refiere a la polémica interna del Partido Colorado.

–¿Usted previó que su intervención en las internas del Partido Colorado iba a generar una crisis política?

–Creo que es importante recordar un poco todo lo que fue pasando. Yo pretendí la unidad, y es importante que diga, a quienes escuchan y ven, que les ofrecí a los cinco candidatos que ellos eligieran a cualquiera y si había consenso salíamos a trabajar todos por él (elegido). Estaba la presidenta (de la ANR) Lilian Samaniego, con su legítimo derecho de querer seguir siendo; así también el presidente de la Cámara de Diputados, Hugo Velázquez. Javier Zacarías, quien compitió en las elecciones generales conmigo, también tenía pretensiones y descabalgó. No es nada criticable, pero estoy seguro de que quien armó la disidencia (Marito) también quería la bendición del presidente porque también vino acá.

–Qué pasó con los disidentes por eso se alejaron?

–No supieron ponerse de acuerdo. Me parece que es legítimo. A mí no me eligió un club de fútbol para llegar a la Presidencia, me eligió un partido político, la gente, y realmente creo que para pretender ser presidente de la Junta de Gobierno hay que procurar aglutinar y evidentemente no hubo esa capacidad. Recuerdo que con Arnaldo Wiens, Marito (Abdo Benítez) iba a una audiencia pública y se le levantó todo Ciudad del Este. Se le levantó la gente del Sur. Tuvieron algún trato con la Cámara de Diputados que también se le levantó. A lo mejor habría que analizar. Yo no concibo que desde un cargo, el más político de los cargos, el de presidente de la República, yo diga: «No me meto, no me meto» (en las internas coloradas). Eso es faltar a la verdad. Hubiera querido un consenso porque sé que en el partido hay antiguas heridas que todavía no sanaron entre uno y otro.

–¿Y usted tiene heridas?

–Yo no tengo problemas ni líos con nadie, gracias a Dios. Cuando nos tocó volver al poder el 21 de abril fue producto de una unidad, entonces mal yo podría tomar partido antes, por eso ofrecí el consenso. No supieron ponerse (de acuerdo) pero, bueno, legítimamente no es nada criticable. Creo que el único error que tuvieron (los disidentes) es que se creyeron que tenían más de lo que tienen. Eso es lo que me parece que ocurrió.

–¿El presidente acaso no puede estar separado del partido de gobierno?

–Imposible. Ni aquí ni en ningún país del mundo. Eso no es cierto. Me acuerdo bien que el 23 de diciembre vinieron 182 dirigentes acá (Mburuvicha Róga) y me pidieron que bajara la línea en todo el país. Recuerdo que les dije que no lo iba a hacer porque a ustedes no les gusta la imposición. Sigamos escuchando y hablando a la gente, y tomemos la decisión que tenga más unido al partido, con la seguridad de que es la mejor decisión que he tomado.

–¿Cómo solucionará este conflicto atendiendo que los senadores disidentes están abroquelados en este momento?

–Estamos a 60 días de la venida de su Santidad, creo que hay que pacificar los corazones. No es anormal que en el partido haya rencillas. El Partido Colorado tiene más capacidad de luchar más internamente que para afuera. Si analizás siempre vas a ver que son más intensas las internas que cuando salimos para afuera. Creo que se acabó la época de los ataques personales. La gente, yo lo siento así, cuando nos presentamos los que fuimos elegidos quieren saber qué tenemos para ellos. Quieren solución, ya no discursos estridentes, ofensas. No es lo que la gente espera de nosotros. Estoy convencido de que tenemos que seguir apostando al Paraguay, para eso nos eligieron. Hoy somos empleados de la gente.

–Pero ¿cómo hará para acercarse a los disidentes que son quienes deciden en el Senado a la hora de aprobar proyectos de su gobierno?

–Tengo el corazón en paz. Si revisás el pasado, de parte de muchos correligionarios tuve que recibir mi parte (agravios). Me han dicho bastantes cosas, pero entiendo porque yo era un cuerpo extraño que entraba dentro del partido también. Hubo que tener una convención para que pueda ser candidato. Tuve que tener más de dos tercios. Estaban todos enfrente. Hemos tenido dos tercios y un poco más. Hemos ganado la interna con la presidenta Lilian Samaniego y tuve que cerrar las heridas. No tengo heridas gracias a Dios. Me doy con todos y creo que si todos queremos que el partido esté unido, debemos procurar. Veo que todos invocan al partido y dicen «por el partido es el único motivo que me pelearía contigo», pero llegará la hora en que cada uno deberá demostrar los gestos. Públicamente te digo que mi corazón y predisposición están absolutamente abiertos porque el Paraguay nos sigue esperando.

–¿Se abrazaría con Marito, quien puso en duda la legitimidad de su riqueza y hasta insinuó, en un discurso, que usted es contrabandista?

–Abracé, inclusive. Sí, ya pasé esa etapa. Se pasa.

–¿Le decepcionan algunos dirigentes para quienes inicialmente usted era la mejor opción política pero luego fue la peor?

–No es desilusión la palabra. Lo que puedo asegurar es que desde que entré a esta actividad, la más noble que es la política, en todas las internas y generales, hablé de que haría esto. Tal vez no me creyeron, pero lo que puedo asegurar es que no me voy a referir a ellos. Esto es una cuestión de un tiempo y yo sigo queriendo abrazar. No importa, tengo capacidad y tengo mucha paz en mi corazón.

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