La táctica de EEUU hacia Cuba cambia, pero la estrategia se mantiene – Por Jorge Bolaños

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Nuestro presidente Raúl Castro Ruz y su par de Estados Unidos, Barack Obama, anunciaron el pasado 17 de diciembre el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas naciones, después de una ruptura unilateral dictada por el presidente Dwight Eisenhower en enero de 1961.

Consiguientemente, el 22 de enero pasado se llevó a cabo la primera ronda de negociaciones para el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos basadas en los principios del derecho internacional, de la Carta de Naciones Unidas y de las convenciones de Viena sobre las relaciones diplomáticas y consulares. La ronda se realizó en un ambiente respetuoso y constructivo, según declaraciones a la prensa formuladas por los respectivos jefes de delegaciones.

Este hecho es de gran significación diplomática después de medio siglo de ausencia y equivale al reconocimiento del gobierno revolucionario cubano presidido por el presidente Raúl Castro Ruz.

En su información a la nación, nuestro presidente dejó claro que una cosa era el restablecimiento de relaciones y otra la normalización de las mismas, lo cual no sería posible mientras permanezca vigente el bloqueo impuesto a nuestro país.

Se trata del criminal bloqueo más largo que conoce la historia moderna y que hace a Cuba el país más sancionado del planeta, según palabras pronunciadas en 2012 por el entonces jefe del Buró de Sanciones de la Oficina de Control de Activos del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.

La mencionada reunión fue precedida por acciones de gran importancia y regocijo para nuestro pueblo como fue el regreso a la patria de nuestros hermanos Gerardo, Ramón y Antonio.

En el camino hacia la normalización de relaciones hay otros pasos que entran dentro de las facultades del presidente de Estados Unidos, entre ellas, la de gestionar la retirada de Cuba de la espuria lista de países patrocinadores del terrorismo internacional que ha generado persecuciones y multas multimillonarias a entidades financieras internacionales de diversos países desarrollados y dificultado nuestras operaciones con la banca; no puedo dejar de mencionar el descrédito e incredulidad que suscita la cínica inclusión de Cuba en dicha lista entre la comunidad internacional y hasta en algunos funcionarios estadunidenses que han tenido algo que ver con este asunto. Dentro del conjunto de acciones emprendidas por Obama se encuentra la de promover la modificación de las leyes que codifican al bloqueo y que son de la competencia del Congreso.

La sabiduría convencional estadunidense suele dar por sentado que los presidentes se valen de su segundo mandato para establecer su legado histórico en el ámbito nacional e internacional; así como también para hacer todo lo posible a favor de que su partido gane la próxima elección presidencial.

Nunca antes un presidente de Estados Unidos había tenido tan propicias condiciones para hacer cambios novedosos en su política hacia Cuba, considerada hoy por la mayoría de sectores del establishment como una política fracasada que afecta sus intereses y urgida de cambio.

Hoy los sondeos de opinión reflejan que la población estadunidense mayoritariamente favorece el establecimiento de relaciones diplomáticas y la eliminación del bloqueo. Recientemente el periódico The Washington Post realizó un sondeo entre estudiantes universitarios que arrojó que ocho de cada 10 favorecían la eliminación de las sanciones a Cuba.

Nunca antes el bloqueo había sido tan rechazado y convertido en tema de conflicto en las relaciones de Estados Unidos con los países de nuestra región. En la historia de la Asamblea General de Naciones Unidas jamás el imperio había quedado tan aislado de la comunidad internacional como ocurre año tras año en la votación de la resolución que condena el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba.

Nuestro presidente Raúl Castro ha dejado en claro, en reiteradas ocasiones y en diferentes ámbitos, la voluntad del gobierno revolucionario de discutir el conflicto histórico Cuba-Estados Unidos sin condiciones y sobre la base del respeto mutuo a la soberanía y autodeterminación de ambas naciones.

Todo lo anterior, más la firme y decisiva resistencia y unidad del pueblo cubano y la lucidez por parte de la dirección de nuestro país en la conducción de la política exterior y, en particular, lo referido a Estados Unidos, ayuda a explicar el giro del presidente Obama al reconocer públicamente, en sus recientes intervenciones, el fracaso de la política de hostilidad y bloqueo llevada a cabo durante 54 años y sustituirla por otra que ofrezca mayores posibilidades a sus objetivos originales que no son otros que el desmantelamiento del orden social y económico soberanamente elegido y respaldado por nuestro pueblo.

Según declaraciones a la prensa atribuidas a la subsecretaria del Departamento de Estado, Roberta Jacobson, la táctica hacia Cuba cambia pero la estrategia se mantiene. Luego el proceso de normalización será largo y preñado de obstáculos pero no imposible a pesar de las profundas diferencias de orden social, económico, político, ético, extensivas al campo de la política exterior.

Nuestra honda frente al gigante seguirá siendo la de Martí.

La Jornada

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