La Marcha del Silencio – Diario La Nación, Argentina
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
l oficialismo sigue sin entender las graves responsabilidades políticas, morales y jurídicas que ha asumido por el magnicidio del fiscal Alberto Nisman. La convocatoria a la Marcha del Silencio, inicialmente promovida por grupos ciudadanos a través de medios digitales y asumida como responsabilidad propia por quienes habían sido pares de Nisman, ha puesto al desnudo la insensibilidad gubernamental ante el caso que ha estremecido a la sociedad y provocado vasta repercusión internacional.
Los fiscales que se han hecho cargo de la invitación a la marcha del próximo miércoles, a las 18, entre el Congreso y la Plaza de Mayo, con escala ante las oficinas que ocupaba Nisman, han dicho con reiteración que los movilizan dos objetivos. Uno: el homenaje al colega desaparecido, por quien, dicho sea de paso, la Presidenta no tuvo una sola palabra de consternación en medio de la catarata de manifestaciones autorreferenciales con las que se permitió divagar respecto de la extrema gravedad del hecho. Otro, elevar al silencio como símbolo de paz en una sociedad angustiada y a fin de que de ese modo se contribuya a suscitar el ámbito de trabajo indispensable para una investigación que debe concluir con el esclarecimiento de lo que en verdad ocurrió en el departamento de Nisman, en Puerto Madero.
Los principales candidatos presidenciales de la oposición han anunciado la decisión de sumarse a la marcha. Harán bien, tal como algunos de ellos lo han anticipado, en hacerlo a título personal. Cabe esperar por igual que sus seguidores prescindan de banderas y consignas partidarias. Con ese mismo espíritu tendrán que alinearse en la concentración y recorrido las huestes sindicales que han comprometido su asistencia. El gremio del personal judicial, asociado a la CGT, cuya secretaría general ejerce Hugo Moyano, ha estado al lado de los fiscales que se presentaron como la cara visible de la organización de ese acto callejero de tanta significación republicana.
Como una expresión más de la desorientación con la cual el Gobierno ha seguido el curso de los acontecimientos después de descubrirse la muerte de Nisman, primero sus voceros atacaron a los fiscales convocantes de la marcha; después, apuntaron contra los políticos que anunciaron su comparendo al acto.
Los fiscales adictos al oficialismo, nucleados en Justicia Legítima, han calificado la marcha como una divisoria de aguas sobre la reforma promovida por el Gobierno sobre el servicio de inteligencia del Estado y la reforma del Código Procesal Penal. No habría mucho para discutir sobre ese punto: sólo los voceros del oficialismo están dispuestos a poner la cara por reformas verdaderamente discutibles y, en particular, en este momento, por la pretensión de que se faculte a la nada confiable Procuración General de la Nación, reducto del kirchnerismo más intolerante, para asumir las tareas de las escuchas ordenadas por la Justicia. Tampoco queda mucho para decir después de la provocativa frase dicha anoche por la Presidenta, en cadena nacional: «Nos quedamos con el canto, con la alegría. A ellos (quienes convocan a la marcha) les dejamos el silencio. Siempre les gustó el silencio».
El grupo de intelectuales que ha adherido a la Marcha del Silencio se ha hecho las preguntas que no quiere hacerse el Gobierno cuando se habla del próximo miércoles: ¿cómo y por qué murió Nisman?; ¿quién es el responsable?; ¿quiénes son los autores ideológicos y materiales del mayor atentado terrorista de la historia argentina?
La Marcha del Silencio habrá cumplido un papel histórico si logra afirmar en la conciencia colectiva del país la urgencia de que no se demore una respuesta creíble y fundada a tales preguntas. Desde luego que falta alguna indagación más de primerísimo orden, como si hubo traición a la patria o no en la gestación del acuerdo, a espaldas de la ciudadanía, con Irán, el país de los encumbrados personajes acusados de haber participado en la destrucción del edificio de la AMIA y de la muerte de 85 personas.
Con aquellos interrogantes alcanza, entretanto, para señalar que el miércoles 18 no estará en juego una cuestión partidaria, sino la forma en que la conciencia republicana de los argentinos demanda la resolución del enigma de una muerte atroz y de las serias responsabilidades que mediaron por parte del Gobierno, que dejó sin la protección debida al fiscal Nisman en su último día con vida.
Las declaraciones del apoderado del Partido Justicialista, Jorge Landau, con la amenaza de que los jueces que participen de la marcha podrán ser recusados en cuestiones que conciernan al Gobierno o sus integrantes, lo ha devuelto al lugar exacto en que había quedado semanas atrás. Fue al leer, frente a una veintena de las máximas autoridades del Partido Justicialista, entre los que nadie parecía entusiasmado en asumir ese papel, el documento en que la agrupación gubernamental fijó posiciones frente al magnicidio cuya repercusión se extendió por el mundo. No se podía haber hecho más para quedar tan ausente de la realidad.