América Latina: Una entidad histórico cultural en tiempos de dependencia o independencia – Por Eduardo Camin

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Es una realidad que las pocas herramientas criticas de comunicación popular no tienen el alcance suficiente ni el impacto social para generar opinión. Y muchas veces –por lo menos de nuestra parte– el método y los argumentos adolecen de contundencia necesaria como para ingresar con éxito por lo menos en el terreno del reconocimiento que genere la duda en la gente, que a veces prefiere no leer o rechazar de plano cualquier planteo diferente al mayoritario. Sin ocultar o manifestar las críticas a nuestras opiniones, sobre la “objetividad profesional”, “neutralidad” y “apoliticismo.

Pero entendemos que cualquier neutralidad, marcada por la objetividad, apoliticismo o profesionalismo indefinido sobre los hechos sociales en el mundo de hoy, no es otra cosa que beneficiar y favorecer los intereses de la economía gobernante, las injusticias sociales, y perpetuar la explotación del actual orden económico en el plano mundial y nacional.

Por eso, aunque nos lleve tiempo y no se comprenda muchas veces –por lo que no responsabilizamos a nuestros lectores sino a nuestras propias limitaciones–, es un deber intelectual no callar los aspectos principales de la verdad que consideramos trascendental e importante en su denuncia en momentos de autocomplacencia.
Donde los discursos sobre inversiones, macroeconomía y desarrollo sostenido actúan como el paradigma del globalismo normativo. Piensan los que hablan de que todos suponemos que el “desarrollo sostenido de la globalización” puede convertirse en el “santo y seña” de todos nuestros pueblos.

¿Piensan muchos que porque los técnicos economistas y dirigentes políticos del progresismo liberal nos repitan machaconamente en nuestras cabezas que el “desarrollo sostenido” fomentado por las inversiones es el único encargado y responsable de garantizar el bienestar del pueblo como si fuera “palabra del señor”?

Ocultas las contradicciones el cambio social y los proyectos democráticos se asimilan a la doctrina del progreso y se someten a las reglas del juego democrático. Pacto social y consenso político, transformado en el comodín de la gobernabilidad, de reformas políticas y transición pactada, desde donde se continuaran ha articular las políticas de ajuste económico, de flexibilidad laboral, de privatización y desnacionalización de la economía.

Los pactos sociales desde el ejercicio del poder y las fuerzas de oposición se transforman rápidamente en las excusas que esconden las reformas en los procesos de desregulación de la actividad pública-estatal, promoviendo los cambios precisos que tratan de legitimar el conjunto de transformaciones en la relación público-privado nacidas de la aplicación del Estado de gobierno neoliberal.

Los Estados Unidos y los países ricos Europeos (en crisis) productores de mercancías han impuesto a los gobiernos actuales del Tercer Mundo la doctrina oficial del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización Mundial de Comercio. Ellos pueden tirar esa tabla de salvación a todos los gobiernos que siguen los mandatos de las grandes transnacionales, esas grandes compañías multinacionales cuyas direcciones despilfarran recursos a los cuatro vientos.

Esos que pasan organizando “almuerzos de trabajo”, “desayunos de trabajo”, a donde van a escuchar lo que quieren oír por boca de los propios gobernantes.

Ese es también el salvavidas que tiran las nuevas ONG que ya no saben que más investigar, que más declarar, que más denunciar, censar y justificar. Aquellos que nos ofrecen la fórmula del éxito total, la panacea para todos los males de los países pobres, aquellos que recomiendan explotar los recursos naturales a escala mayor, pero cabría preguntarnos, ¿en qué vemos que el desarrollo sustentable contribuya al desarrollo de los pueblos?

Se nos dirá que los índices de la pobreza han mejorado en nuestro continente en estos año, lo que es cierto en términos relativos, como lo justifica la CEPAL en su reciente Informe.

El documento denominado Panorama Social de América Latina 2014 detalla que la situación de la pobreza en la región había mejorado y se mantuvo estable entre 2012 y 2013, cuando afectó en ambos años al 28,1% de la población. Mientras tanto en 2014, estimo que se mantendría en torno a 28% lo que, unido al crecimiento demográfico, se traduciría en un aumento en números absolutos hasta alcanzar a 167 millones de personas.

En tanto, la extrema pobreza o indigencia habría registrado una nueva alza a 12% en 2014, luego que aumentara de 11,3% en 2012 a 11,7% en 2013. Esto significa que de los 167 millones de personas en situación de pobreza en 2014, 71 millones se encontraban en condición de extrema pobreza o indigencia.

Y el Informe agrega “La recuperación de la crisis financiera internacional no parece haber sido aprovechada suficientemente para el fortalecimiento de políticas de protección social que disminuyan la vulnerabilidad frente a los ciclos económicos. Ahora, en un escenario de posible reducción de los recursos fiscales disponibles, se requieren mayores esfuerzos para apuntalar dichas políticas, generando bases sólidas con el fin de cumplir los compromisos de la agenda de desarrollo post-2015”, subrayó la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena.

En esta dinámica sometida a las leyes de la oferta y la demanda, y bajo estas circunstancias y por mucho que se proclame lo contrario no hay posibilidad de una mejora real de un empleo digno.

Por el contrario se desarrollan los programas de “desarrollo sustentable”, para facilitar el crecimiento y el desarrollo de nuestros países y con ello aumentar la torta para que todos disfruten del bienestar social. Eso no existe, la única torta que crece con el “desarrollo sustentable” es la torta de los ricos, la de los países ricos y las empresas ricas.

El pretendido “desarrollo sustentable” aumenta la brecha de la pobreza entre países ricos y países pobres, entre los trabajadores y los patrones. Nosotros le “sostenemos el desarrollo” y ellos nos “hunden en nuestra pobreza”.

El dilema de las burguesías latinoamericanas
Cualquier reflexión sobre el papel de las burguesías nacionales en América Latina no puede prescindir de un análisis a fondo del proceso de formación y desarrollo de esta clase y de su lugar dentro del sistema de relaciones económicas. Para esto debemos tener en cuenta las posturas históricas de la burguesía nacional frente a otras clases (pactos, compromisos y alianzas) y las actitudes mantenidas a lo largo de su accionar político con respeto a los grandes intereses extranjeros.

La actitud asumida por las burguesías nacionales frente a la nueva oleada neocolonial del capitalismo no constituyo, una anomalía para su desarrollo y complicidad. En la medida que la presencia económica y política del imperialismo se fue haciendo más dominante y el proceso de transnacionalización de las economías de la región, se hizo más intenso y salvaje la burguesía nacional quedo comprometida con los intereses extranjeros perdiendo su desarrollo independiente y autonómico abandonando así las posturas nacionalistas y en muchos casos antiimperialistas.

A partir de estas condiciones históricas la burguesía asociada al gran capital condiciona su praxis política a los intereses foráneos. De ahí que junto a la “izquierda pragmática” se haya manifestado una cierta complicidad teórica generando un concepto de gobernabilidad asimilable a una situación social de paz, consenso y alternancia del poder.

Hoy en la mayoría de los países latinoamericanos han sucumbido a la noción de “desarrollo sustentable”, país sustentable, que es más de lo mismo, mas culturas agropecuarias , y más fumigación sobre el lomo de los trabajadores e incremento de enfermedades típicas de los pesticidas y agro tóxicos ya prohibidos en Europa.

Es más explotación, miseria y trabajo precario para los trabajadores . Y ¿qué les ofrece el “desarrollo sustentable” a los pobres? ¿ planes de emergencia, ayuda social, canasta de alimentos, o simplemente la marginalización?

Lo que necesitamos es una década diferente de crecimiento auténtico, de crecimiento vertiginoso que arranque desde lo social, con la participación del pueblo y los trabajadores de conciencia. Un crecimiento que cuide el medio ambiente pero un crecimiento que no sea sostenible por las transnacionales que solo obtienen sus ganancias si se les permite explotar al máximo, hasta agotar nuestras reservas y riquezas naturales.

Ellos sólo buscan producir más, pero con nuestras materias primas y así nos terminan la tierra, el agua dulce, y los recursos naturales sin dejarnos siquiera los salarios. Por el contrario, nos exigen la flexibilización laboral, rebajas salariales, no aumentar los impuestos, rebajar los aportes sociales, tercerizaciones, nuevas regulaciones, y proteccionismo de las leyes parlamentarias o incorporadas en la constitución, que los protegerán en el futuro.

Nuestros prestamistas seguirán diciéndonos: produzcan más y exporten más para que la torta crezca y así, poder repartirla entre todos. Desarrollo sustentable, la vieja zanahoria del imperialismo y de los ricos. La única y verdadera riqueza surge del trabajo digno y para ello se deberá gobernar de una vez por todas con la participación real del pueblo, que conoce la realidad y la padece en carne propia.

Somos conscientes que los problemas económicos y sociales son muchos y difíciles, en nuestra América. Una mayoritaria parte de la población está excluida de la democracia, el mercado y la modernización. La dependencia, el subdesarrollo, el desempleo, la marginalidad, el analfabetismo y la pobreza, no son lacras del pasado; ya que nos amenazan con acompañar a una gran parte de estos pueblos en el presente siglo.

Las políticas neoliberales con sus efectos alienantes dominan gran parte del escenario latinoamericano. Los esfuerzos integracionistas materializados en los últimos años, son síntomas positivos que expresan una voluntad identificativa por parte de los gobiernos de la región. Sin embargo los esfuerzos realizados en este sentido son insuficientes, frenado todavía en lo esencial, por los niveles de dependencia de América Latina de los centros de poder hegemónicos del gran capital.

Todavía el ideario bolivariano de unidad e integración regional, legado por esos grandes nombres desde Bolívar a San Martin pasando por Artigas, esos nombres de nuestra América constituye unos de los pilares del pensamiento fundador del proceso de identidad política al que deben aspirar los latinoamericanos, si realmente se quiere sobrevivir en el futuro como entidad histórico-cultural.

*Periodista uruguayo, fue director del semanario Siete sobre Siete y colaboró en otras publicaciones uruguayas y de America Latina. Corresponsal en Naciones Unidas y miembro de la Asociacion de Coresponsales de prensa de la ONU. Redactor Jefe Internacional del Hebdolatino en Ginebra. Miembro de la Plataforma Descam de Uruguay para los Derechos Economicos sociales y medio ambientales. Docente en periodismo especializado sobre Organismos Internacionales.

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