Ley Pulpín: Balance de un desastre (Perú) – Por Juan José Garrido
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Primero: ¿era la Ley de Empleo Juvenil tan buena que justificaba ir al despeñadero por ella? No. Los objetivos de la ley eran y son correctos: crear incentivos para que las empresas formales contraten a jóvenes de menores competencias a fin de ganar experiencia y productividad de tal manera que puedan lograr un espacio en el sector formal. Pero esa ley no era la única forma o alternativa. Era –y es– perfectible, y hacia eso debería apuntar ahora el gobierno.
Segundo: ¿es una traición, una cuestión ética o profesional que algunos de los congresistas que votaron a favor de la norma cambien su posición respecto a la misma? Por supuesto que no. Las reformas políticas no son partidos de fútbol, donde gana quien más goles mete; es un complejo proceso donde se requiere de cálculo, de negociaciones, de comunicación, de estrategia. El gobierno no entiende esto, y optó por lo pasional: sale sí o sí. Pues no salió, y ahora es cuando el gobierno deberá demostrar si entiende o no el proceso: o trabaja por una norma mejor o tira la toalla como un niño al que le quitan la pelota.
Tercero: ¿qué ganó y qué perdió el oficialismo en este proceso? No gana nada, y perdió mucho. Si cree que gana espacio para insultar a la oposición, pues no está leyendo las encuestas. La población estaba a favor de la derogatoria. Perdió en el camino a un congresista relativamente importante, perdió frente a su electorado (más de lo que ya había perdido) ideológico, perdió frente a su coalición empresarial y –sobre todo– perdió la iniciativa política. Se puede reinventar, pero ello requiere actuar con inteligencia y prontitud.
Cuarto: ¿quiénes ganaron en el proceso? Para empezar, los jóvenes que salieron a la calle. Con la salvedad de que no tienen cabezas visibles, así que no tienen quién capitalice políticamente la victoria. Segundo (y más allá de lo que los fundamentalistas anti-Keiko y anti-Alan digan), las principales fuerzas de oposición: fujimoristas y apristas. Ellos sí tratarán de capitalizar la algarabía de los pulpines. No les gustará a muchos, pero eso es a lo que apuntarán.