Sebastián Piñera, expresidente de Chile: «La opción de volver al Gobierno en 2017 está más abierta que nunca»

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Chaqueta al hombro, Sebastián Piñera camina por la avenida Apoquindo en la calurosa tarde del jueves. “¿Cuándo vuelve, Presidente?”, le pregunta una señora. “Cuando Dios quiera”, responde entre sonrisas. Desde la mesa de un bar se escuchan algunos aplausos y no son pocos los que se acercan para una selfie.

Esto es lo más parecido a un candidato, ¿no le parece?

Piñera sonríe otra vez. Dice que no es tiempo de definiciones, que ofrece esta entrevista porque está preocupado por el devenir de los asuntos públicos y que el cónclave que organizó en Ranco no es el punto de partida de ninguna candidatura personal.

“Como me dijeron muchos de los asistentes, fue una de las primeras veces que, como sector político, pudimos parar el mundanal ruido y juntarnos a discutir temas de fondo y de futuro”.

A la luz de lo que ahí se vivió, ¿hay en la centroderecha una base para pretender volver al gobierno en 2017?

Definitivamente, sí. No está garantizado, pero la opción está hoy más abierta que nunca y por varias razones. Una, porque este gobierno está cometiendo demasiados errores. Fue elegido por una gran mayoría, pero cometió un error de diagnóstico, que fue recoger la voluntad de la calle como si fuese la voluntad de la ciudadanía. Son cosas distintas: la calle es más enardecida y extrema, mientras que la ciudadanía es más sabia y sensata. Segundo error: está aplicando una ideología de un estatismo trasnochado y antiguo como si fuese una verdadera religión. Tercero, las políticas públicas que ha implementado, y en particular las reformas tributaria y educacional, han sido improvisadas y no generarán los resultados esperados. En cuarto lugar, ha creado un clima de confrontación y enfrentamiento muy dañino, no sólo para la economía, sino para la vida en sociedad. En lugar de privilegiar el diálogo y los acuerdos, está con la retroexcavadora y eso la gente lo está sintiendo en su vida diaria y está reaccionando. Por eso, las principales políticas tienen un rechazo mayoritario de la ciudadanía, mientras que el apoyo al gobierno está cayendo.

¿Oportunidad para la centroderecha?

Sí, pero nuestro futuro no se basa ni debe basarse en que a este gobierno le vaya mal. Para que tengamos esa opción, también la centroderecha tiene que actuar con unidad y proponer sus propios valores y proyecto de futuro.

Pero la oposición no aparece en las encuestas capitalizando el menor respaldo al gobierno. Al revés, tiene un amplio rechazo.

Es cierto, porque esto es un proceso. Primero, la gente se desencanta y se aleja del gobierno por el cual votó y después empieza a buscar nuevas alternativas. Por eso es tan importante que la centroderecha comprenda que su misión no es solamente ser oposición, sino proponerle al país un gran proyecto de futuro. Y para eso, tenemos, en primer lugar, que acordar esa gran misión. Naturalmente, tiene que ver con valores. Yo creo que en Chile debemos buscar un mejor equilibrio y promover con más fuerza tres valores fundamentales. La libertad: la gente quiere ser libre y dueña de su propio destino y no que el Estado le diseñe el camino y lo transforme en un súbdito. La equidad: Chile quiere una sociedad más justa y equitativa. Y tercero, tenemos que fortalecer el valor del progreso, lo que significa recuperar la capacidad de crecer, crear empleos y oportunidades y mejorar los salarios. Estos tres grandes valores estarán en el corazón de nuestro proyecto de futuro y estuvieron en el corazón del gobierno que tuve el privilegio de presidir. Nosotros logramos metas muy valiosas que es útil recordar: recibimos un país en recesión, destruido por un terremoto devastador, con una economía mundial en crisis y con una profunda sequía. Dejamos, en cambio, un país reconstruido, que había recuperado su liderazgo, su capacidad de crecer con fuerza; creamos un millón de empleos, redujimos la pobreza y las desigualdades. A mí me sorprende que la Nueva Mayoría hable tanto de desigualdad, cuando en el primer gobierno de la Presidenta Bachelet la pobreza aumentó y la desigualdad se mantuvo estancada. Cualquier chileno de buena voluntad sabe que en marzo de 2014 Chile estaba mucho mejor que en marzo de 2010 y todos los chilenos sentimos que hoy, en diciembre de 2014, estamos peor que en marzo de 2014.

Pero lo paradójico es que su gobierno no fue capaz de perpetuarse en la siguiente administración, mientras que Bachelet llegó al poder con amplia mayoría y prometiendo las reformas que está llevando a cabo.

Es verdad, pero vayamos un poco más profundo. ¿Por qué no logramos ganar las elecciones parlamentarias y presidenciales de 2013? En primer lugar, Michelle Bachelet ha sido una candidata formidable y yo, de forma sana, envidio esas fortalezas personales. Segundo, porque nuestro sector no enfrentó en buena forma esas elecciones. Tuvimos cuatro candidatos en tres meses, que no actuaron de manera unida. Muy tarde tuvimos a la candidata que enfrentó las elecciones, pero sin el tiempo ni los medios ni las oportunidades. También, hay que decirlo, el principal adversario de nuestro gobierno, el fuego más duro, provino de nuestro mismo sector y desde el primer día. Eso siempre debilita. Ahora, es verdad que la Presidenta Bachelet y la Nueva Mayoría ganaron las elecciones y que tenían un programa, del que la mayoría de los chilenos conocía sólo los titulares. Pero nunca les dijeron que la reforma educacional, que debió estar orientada a mejorar la calidad y equidad, iba a significar que los padres perderían la capacidad de elegir la educación de sus hijos o que se prohibiría a los padres aportar a la educación de sus hijos. Nunca les dijeron que se iba a comprometer la libertad de enseñanza ni que la calidad quedaría totalmente relegada. Esta no es la reforma educacional que los chilenos votaron en 2013. El gobierno nunca les dijo a los chilenos que la reforma tributaria sería de tal forma que provocaría un brutal frenazo a la economía, estancamiento del crecimiento, paralización en la creación de empleos, incremento en la inflación y una fuerte caída en la inversión. Por lo tanto, el hecho de que la Nueva Mayoría ganara en 2013 no significa para nada que la gente esté contenta con lo que están haciendo hoy, y la mejor prueba de esto es que, incluso dentro del oficialismo, se ha generado todo tipo de críticas y divergencias. Obviamente, es muy difícil de explicar que en la misma Nueva Mayoría convivan la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. Porque tienen principios y valores tan distintos. La DC tendrá que enfrentar una encrucijada: si será leal a sus principios o se inmolará detrás de un programa de gobierno que algunos quieren transformar en una especie de ídolo al cual hay que adorar y no se puede cambiar. Pero lo importante es que este gobierno lleva sólo nueve meses y aún está a tiempo de reconocer y corregir errores, enmendar el rumbo y reencontrarnos con el camino del progreso. En esa tarea tendrá siempre no sólo mi apoyo, sino el de la centroderecha.

Lo que no me cuadra con eso es que en las encuestas el personaje mejor evaluado hoy es Marco Enríquez-Ominami y nadie podría decir que rechaza las reformas.

Una cosa son las evaluaciones de las personas y otra, las evaluaciones de las ideas. Las ideas deben medirse no sólo por su calidad y fortaleza teórica, sino también por sus resultados. Y podemos comparar dónde las cosas han andado bien y dónde mal. Todos los países con modelos estatistas han fracasado. Ahora, si queremos lograr que nuestras ideas, encarnadas y reflejadas en un proyecto de futuro para el país, tengan éxito, debemos darnos cuenta de que nosotros tenemos muchas tareas por hacer. Nosotros también queremos reformas. Quiero dejarlo claro: yo y todo nuestro sector queremos reformas, estamos absolutamente conscientes de que se requieren reformas y muy profundas, en materia tributaria, en educación, salud y muchos otros campos. Pero esas reformas deben ser hechas con mayor unidad, entre todos, y no unos contra otros, como ha ocurrido ahora. Deben ser hechas con mayor reflexión y menos intuición o sentido. La experiencia del Transantiago está demasiado fresca como para que se nos olvide. Deben ser hechas con mayor gradualidad. El país no empezó con la Nueva Mayoría. Este infantilismo de creer que el mundo comienza cuando se llega a La Moneda ocurrió tantas veces en el pasado… Los cinco primeros gobiernos desde el retorno de la democracia entendieron que había que buscar acuerdos, gradualidad y unidad para avanzar. Es ahora recién, cuando la Nueva Mayoría es dominada por los sectores más de izquierda, que se produce esta ruptura con efectos tan dañinos.

Entonces, para entender bien, usted implementaría estas reformas, pero de manera distinta.

Yo haría reformas, de todas maneras. De hecho, las hicimos. En educación, aumentamos sustancialmente la cobertura y calidad en la educación preescolar, establecimos el posnatal de seis meses y las salas cuna como derecho universal, elevamos a 13 años la educación obligatoria, duplicamos la subvención escolar preferencial y la extendimos a la educación media y a la clase media, garantizamos becas de educación superior a los alumnos con méritos del 60% más vulnerable de la población, cambiamos profundamente un sistema de créditos que venía de los gobiernos de la Concertación, hicimos un esfuerzo inmenso por mejorar la calidad de los profesores, a través de la beca Vocación de Profesor y la nueva carrera docente, y creamos 60 liceos de excelencia. También hicimos una reforma tributaria, pero pro crecimiento, inversión, empleo y emprendimiento.

Obras que no se tradujeron en votos, según usted dice, por problemas en la coalición. Pero en Chile, el Presidente tiene un rol como jefe del oficialismo. ¿No hay una responsabilidad suya ahí?

Hay muchas razones por las que, a pesar de haber logrado resultados muy notables, perdimos las elecciones. Porque Michelle Bachelet es una formidable candidata. Porque ellos presentaron un programa de gobierno en que estaban sólo los titulares. Y en tercer lugar, aquí viene la autocrítica, obviamente que como gobierno yo me arrepiento de muchas cosas. Hay muchas cosas que yo, como Presidente de la República, las haría distinto si tuviese la oportunidad de volver a empezar, cosa que en esta vida nunca se produce.

¿Una de esas es haber asumido un liderazgo distinto dentro de la coalición?

Una de esas es haber prestado mucha más atención a la coalición, a los partidos políticos, a sus presidentes, a los parlamentarios, a los dirigentes y alcaldes. Pero también considero que el fuego más duro y la crítica más ácida hacia nuestro gobierno provinieron de la propia coalición y desde el primer día.

Ahora el desafío es similar, porque si pretende volver a ser gobierno, la centroderecha debe unirse detrás de alguien. ¿Usted está dispuesto a asumir esa pega? ¿Para eso era Ranco?

No, definitivamente, no. Ranco fue un encuentro de un grupo diverso y amplio para parar la vorágine diaria y tener la oportunidad de juntarnos libremente y pensar el Chile que queremos para nuestros hijos. ¿Cómo recuperar la capacidad de crecer, de generar más emprendimiento? ¿Cómo mejorar de verdad la calidad de la educación y hacerlo con los padres, los sostenedores y los profesores? Agradezco profundamente la participación y aporte a este encuentro realizado por nuestros partidos y movimientos.

Pero volvamos a la pregunta del rol que usted estaría dispuesto a cumplir.

Mire, la actual Presidenta no ha cumplido aún su primer año de gobierno. A mí me parece, de verdad, imprudente, poco estético e inconveniente desatar hoy la carrera presidencial. Ya vendrán los tiempos y las oportunidades para todos.

No nos referíamos al tema presidencial, sino a algo previo: asumir el liderazgo de la Alianza.

Por supuesto que estoy dispuesto a colaborar en esa tarea. Todos debemos aportar nuestro liderazgo, pero es evidente que no tengo un mandato divino para liderar a la coalición y, por lo tanto, en el momento oportuno todos tienen derecho a postular y lo que yo digo es que en ese momento tengamos la sabiduría, la generosidad y la nobleza de elegir al hombre o mujer que esté mejor preparado para enfrentar ese desafío. Esa decisión no se va a tomar hoy.

¿Cuándo sería oportuno?

Tiene que ser a fines de 2016, comienzos de 2017, cuando ya entremos de lleno en un período electoral. Pero no basta con tener un liderazgo, lo primero es que la centroderecha debe unirse, motivarse y entusiasmarse para proponer al país un gran proyecto de futuro, como lo hicimos en 2009. La centroderecha tiene una tremenda oportunidad, no sólo para llegar al gobierno, porque ese es un medio. Tiene una tremenda oportunidad para lograr que Chile salga de este frenazo, de este clima de crispación y recupere el liderazgo y dinamismo necesarios para dar un gran salto hacia el progreso.

¿Una primaria no es la forma más adecuada de elegir a la mejor persona, como usted dice?

Es un mecanismo, legítimo, democrático, pero no es el único…

Es el más democrático y el más transparente.

Por supuesto…, mire, no me quiero enredar en los mecanismos, eso lo tendrán que decidir los partidos. Por ejemplo, en 2009 no hubo primarias. No porque alguien les impuso algo a todos los demás, sino porque surgió de forma espontánea. Si el mecanismo es la primaria, bienvenida sea. Lo importante es que todos los que aspiren a estar en esa primaria comprendan que es una causa y una misión común, que es una tarea y una responsabilidad con Chile y, por tanto, terminemos con el fuego cruzado, sumemos y no restemos, y así nuestro sector podrá ganarse nuevamente la confianza y el apoyo de las mentes y los corazones de la mayoría de los chilenos.

En el escenario de que la centroderecha volviera al gobierno, a su juicio, ¿tendría que echar pie atrás en las reformas?

Si nos encontráramos en 2018 con la situación que Chile está viviendo hoy, sin duda que habría que hacer muchos cambios, pero no para frenar las reformas, sino que para encauzarlas por el camino correcto. Por ejemplo, la reforma educacional tiene que orientarse a su objetivo central, que es mejorar la calidad de toda la educación, no solamente de la municipal, también de la privada subvencionada. Yo he seguido de cerca los debates de la reforma tributaria y en educación en el Congreso y fueron los propios ex ministros de la Concertación, como José Joaquín Brunner, José Pablo Arellano o Mariana Aylwin, en advertir que los cambios están mal concebidos. Todos dijeron que había que enmendar el rumbo, pero qué hizo el gobierno, no escuchó a nadie y pasó la aplanadora. ¿Qué pasó en la reforma tributaria? Lo mismo, ¿qué decían los ex ministros Marfán, Velasco, Aninat, Foxley? Todos, lo mismo: esta reforma está mal pensada, provocará un daño y un frenazo a la economía. ¿Qué hizo el gobierno? Siguió adelante.

Siguió adelante, pero con el voto de casi toda la centroderecha.

Aquí está pasando una cosa curiosa, porque en los debates escucho a Ignacio Walker, Matías Walker y a mucha gente más que hace ver eso y que, por lo tanto, cuando argumentan lo hacen bien, pero cuando les toca votar les cae este peso de que el programa es inmodificable, un ídolo al que hay que adorar. Por eso yo espero que la Democracia Cristiana cumpla su rol. Le decía antes, la DC va a tener que decidir más temprano que tarde si va a ser fiel a sus principios, a su historia, a su forma de concebir la sociedad, o finalmente va a dejar todo eso de lado para sumarse a un programa de gobierno y una Nueva Mayoría que está hegemonizada por la izquierda.

¿Su plan de reformas también incluiría la Constitución?

Por supuesto que quiero perfeccionar la Constitución. ¿Sabe cuántas leyes han modificado la Constitución desde que recuperamos la democracia? Treinta y cuatro leyes que han modificado la Constitución en más de 200 artículos. Pero no se trata de partir de cero ni menos crear una incertidumbre total respecto de la Carta Magna. Llevamos un año hablando de reforma constitucional sin decir qué queremos ni cómo lo vamos a lograr. Eso genera incertidumbre y eso daña el desarrollo de los países. Insisto, nosotros sí queremos hacer reformas, en salud, en el sistema tributario, en educación, en la Constitución, en el sistema electoral, de hecho, nuestro gobierno presentó un proyecto en esa materia. Pero no cualquier reforma conduce a buenos resultados. Hay reformas bien hechas y otras mal hechas. La única forma de que nuestra economía se ponga de pie es recuperando la confianza de las personas, los trabajadores, los consumidores, los emprendedores, las pymes, las empresas. Y para eso no bastan palabras de buena crianza. No basta con decir “alianza público-privada”. Se requieren hechos concretos, actitudes y, sobre todo, consistencia. Es tan errático el discurso, un día hablan de los poderosos de siempre y al siguiente están abrazándose con los empresarios. Es mejor tener una política consistente.

¿Su gobierno no se equivocó en las proyecciones de crecimiento para 2014?

Cuando el gobierno proyectó, en agosto de 2013, el crecimiento para el Presupuesto 2014, la estimación que hicimos para el presupuesto fue idéntica a la del Banco Central, que es un órgano independiente. Pero no podíamos anticipar que Chile haría un cambio de rumbo tan negativo, aplicando tantas reformas equivocadas y creando un clima de tanta desconfianza e incertidumbre. El ministro Arenas, quien insiste en que la reforma tributaria no afectará la inversión, el crecimiento ni el empleo, ha cambiado seis veces su pronóstico sobre cuándo comienza la recuperación. Los malos resultados no les hacen abrir los ojos. Mientras peores resultados, con más fuerza arremeten. El gobierno tiene que tener mayor capacidad de escuchar a la gente, de oír el sentido común. ¿Qué está diciendo la gente? Que no quiere estas reformas, porque se da cuenta de que no conducen por buen camino. Pero sí quiere buenas reformas, por lo tanto, esto no es un conflicto entre los que quieren y los que no quieren reformas, sino entre los que quieren reformas mal pensadas, improvisadas, que producen malos resultados y los que quieren reformas pensándolas con mayor unidad, claridad, gradualidad.

Usted dice que no, pero uno lo escucha con unas ganas de volver a La Moneda…

Sin duda que no estoy jubilado, estoy muy activo y no soy indiferente: me preocupa y me ocupa lo que pasa con Chile. Y yo, por ADN o herencia de mis padres, asumo mis compromisos con mucha pasión, vocación y dedicación. A mí no me van a ver en una posición de indiferencia o desapego con lo que está pasando en Chile. Espero que esta misma voluntad y pasión me acompañen hasta la tumba. Pero eso no significa que piense que el tema presidencial deba discutirse hoy día. No corresponde, no es bueno, es inconveniente e, incluso, es una suerte de falta de respeto hacia una Presidenta que lleva nueve meses en el gobierno. El tema presidencial ya vendrá, quién sabe los caminos del futuro, quién sabe en qué situación estará el país, los distintos liderazgos en dos años más, no sabemos. Qué sentido tiene caer en esta fiebre especulativa.

Ahora lo van a cuestionar por todas las críticas que ha lanzado en esta entrevista.

El vocero de gobierno tiene un libreto memorizado y lo repite una y otra vez. Pero más allá de eso, siento que un ex Presidente no sólo tiene el derecho, sino que tiene el deber de plantear sus puntos de vista, hacer sus reflexiones, en la medida en que lo haga con respeto. Ustedes nunca me han escuchado, ni en esta entrevista ni antes, una palabra irrespetuosa. Y en segundo lugar, con buena voluntad y altura de miras.

La Tercera

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