Argentina: duras condenas por el triple crimen de jóvenes militantes en Rosario

420

Por Nadia Fink */

El tribunal integrado por Gustavo Salvador, José Luis Mascali e Ismael Manfrín resolvió en forma unánime penas duras para los cuatro imputados del juicio Oral y Público por el Triple Crimen de Villa Moreno, Rosario. Los jueces recharzaon las solicitudes de absolución y nulidad de las pruebas planteadas por los defensores de los asesinos e impusieron las penas más duras para los acusados. El pueblo pidió justicia: todos condenados.

El tribunal integrado por Gustavo Salvador, José Luis Mascali e Ismael Manfrín resolvió en forma unánime penas duras para los cuatro imputados del juicio Oral y Público por el Triple Crimen de Villa Moreno, Rosario, Provincia de Santa Fe. Condenaron a Sergio Rodríguez a la pena de 32 años de prisión por considerarlo coautor penalmente responsable de homicidio agravado por el uso de arma de fuego y participación de un menor, tres hechos en concurso real; a Brian Sprío a la pena de 33 años de prisión, por considerarlo coautor y que concurre a su vez con tenencia de estupefacientes con fines de comercialización; a Daniel Delgado a 30 años, como coautor; y a Mauricio Palavecino a la pena de 24 años de prisión por considerarlo partícipe necesario del delito de homicidio.

Los jueces rechazaron las solicitudes de absolución y nulidad de las pruebas planteadas por los defensores de los asesinos de Jeremías «Jere» Trasante, Claudio «Mono» Suarez y Adrián «Patom» Rodriguez. A lo largo de dos semanas de audiencias, los recursos probatorios presentados por los fiscales Nora Marull y Luis Schiappa Pietra fueron diversos y contundentes, incluyendo más 80 declaraciones de testigos, escuchas telefónicas, registros de cámaras de seguridad y material fotográfico; pruebas recopiladas para ventilar una de las causas más grandes que acaba de resolver la Justicia santafesina.

El expediente del Triple Crimen tiene 22 causas relacionadas, dentro de las cuales se investiga la complicidad policial sobre el hecho. En tanto, el quinto acusado, Brian «Damiancito» Romero, ya había sido condenado en juicio abreviado por el juez de Sentencia Julio Kesuani, a 8 años de prisión por su participación disminuida, luego de un acuerdo entre la fiscalía y la defensa de Romero.

“No fue en vano la caminata que hicimos”

La carpa que se había hecho parte del paisaje cotidiano al costado de Tribunales empezó a llenarse desde temprano. La espera amontonaba nervios, los técnicos ultimaban detalles para que pudiera televisarse la sentencia en la pantalla gigante, y los militantes del Frente Popular Darío Santillán llegaban para sumar su lucha cotidiana a la que se estaba dando adentro del edificio.

En la calle se sostenían banderas, se escuchaban bombos: “Vamos a vengar a Jere, Mono y Patóm”, gritaban. Una venganza que Barrio Moreno supo transformar en pedido de justicia. “A los pibes del Frente los vamos a vengar con la lucha popular”. Un camino que recorrieron durante 35 meses de aquel asesinato de tres de sus chicos para llegar a este mediodía. Y esa única certeza del reclamo justo, del tiempo detenido, de la sentencia por anunciarse.

Para dimensionar las reacciones ante el fallo que el Juez Gustavo Salvador leía, habrá que detenerse antes en algunas imágenes que sucedieron dentro de la sala de audiencia desde el 12 de noviembre, cuando se iniciara el juicio. Instantáneas que perduran. La mano de Japonés, el padre de Mono, apretando un brazo amigo para ahogar el grito ante la ametralladora que mató a su hijo. Los ojos acuosos de Killer, el padre de Patóm, su constancia callada,con su pullóver que le garantizaba un abrigo ante el frío polar de la sala, sin perderse una audiencia. El llanto silencioso de Lita, la madre de Mono, sin sabor a resignación.

Ese fue el estallido que generó saberse avalados por una justicia que, primero en las calles, desde abajo, y luego en los Tribunales, les confirmara eso que habían venido a demostrar: el 1 de enero de 2012, la banda narcomató a tres pibes inocentes en una disputa por el territorio. Tres pibes como los más de 80 que engrosaban los expedientes con casos cerrados y caratulados como “ajustes de cuentas”.

Entonces, al escucharse la condena para los cuatro imputados, por una cantidad de años que va desde los 24 a los 33, fue el momento de que lo contenido en tantos años salga del cuerpo y se haga grito, se haga llanto, abrazo interminable, alegría dentro de la tristeza inamovible de la pérdida.

Para dimensionar las reacciones ante el fallo que el juez Gustavo Salvador leía, habrá que detenerse antes en algunas imágenes que sucedieron dentro de la sala de audiencia desde el 12 de noviembre, cuando se iniciara el juicio. Instantáneas que perduran. La mano de Japonés, el padre de Claudio «Mono» Suárez , apretando un brazo amigo para ahogar el grito ante la ametralladora que mató a su hijo. Los ojos acuosos de Killer, el padre de Adrián «Patom» Rodriguez, su constancia callada,con su pullóver que le garantizaba un abrigo ante el frío polar de la sala, sin perderse una audiencia. El llanto silencioso de Lita, la madre de Claudio Suárez, sin sabor a resignación.

Ese fue el estallido que generó saberse avalados por una justicia que, primero en las calles, desde abajo, y luego en los Tribunales, les confirmara eso que habían venido a demostrar: el 1 de enero de 2012, la banda narco mató a tres jóvenes inocentes en una disputa por el territorio. Tres jóvenes como los más de 80 que engrosaban los expedientes con casos cerrados y caratulados como “ajustes de cuentas”.

Entonces, al escucharse la condena para los cuatro imputados, por una cantidad de años que va desde los 24 a los 33, fue el momento de que lo contenido en tantos años salga del cuerpo y se haga grito, se haga llanto, abrazo interminable, alegría dentro de la tristeza inamovible de la pérdida.

Y en el medio, los testimonios, las frases entrecortadas. Lita en una silla, recomponiéndose, dejándose abrazar, diciendo: “Gracias al apoyo de mis compañeros hemos llegado hasta acá. Ahora sé que mi hijo va a descansar en paz junto con el Jere y el Patóm”.

Juntos, como la lucha colectiva que emprendieron sus familias y compañeros. Por eso el abrazo entre Maxi y Chicho, hermanos de Adrián y Claudio, fue interminable. Esos jóvenes que se criaron en Barrio Moreno en casas linderas descansaban un rato en el hombro del otro. “Lo esperábamos.Conocemos bien el trabajo de nuestra defensa y de la fiscalía para demostrar que los pibes habían sido matados por esta banda narco y al sentir el fallo del juez hacia nuestro favor se vinieron muchas imágenes, muchos recuerdos de los pibes, de nuestra lucha.Y muy contentos y satisfechos al salir y ver el agite y el aguante de los compañeros como en estos 35 meses”, contaba el hermano de la víctima.

“Es un sentimiento y un orgullo muy grande después de 35 meses esperando esta condena, que es lo que buscábamos: una condena justa porque en realidad mataron a tres pibes inocentes, tres militantes con muchos sueños, muchos proyectos por delante. No mataron a tres soldaditos ni a tres barrabravas. Gracias al M-26 y a esta lucha pudimos conseguir la condena que se merecían y la verdad es que es una emoción muy grande entre toda la tristeza porque sé que a los pibes no los vamos a recuperar pero estos se van a pudrir en la cárcel. Le agradezco a todos esos vecinos, a mucha gente que no conozco y que estuvieron desde el principio sentados tomando un mate en la carpa”, agregaba Maxi.

Los de adentro se juntaban con los de afuera, los periodistas y las demás organizaciones sociales se sumaban al bullicio general. Jesica Venturi, abogada querellante pero además compañera de militancia de los pibes, tejía en sus palabras la combinación que los llevó hasta este momento: “Por momentos fue muy difícil pero estamos muy gratificados, no sólo por las cuatro condenas que demuestran que vale la pena luchar por justicia, que no todo queda impune.Y esta elección que nos costó porque elegir la justicia significó movilizar estos 35 meses. Es importante que el poder judicial a través de sus sentencias empiece a transmitir algunos mensajes”.

Uno de los últimos en salir fueron Eduardo y Killer, padres de Adrián y Jeremías. Para la constancia de Killer (“Yo no me voy hasta que no sepa que estos quedan adentro”, decía en los pasillos de Tribunales cada día), hubo una respuesta. Para su espera silenciosa, llegaron las palabras: “No fue en vano la caminata que hicimos”. La justicia adentro.

Pero también afuera, cuando quienes pedían un Será Justicia por ellos, por nosotros, por todos, siguen cantando a pesar del sol de la siesta y a pesar del cansancio de días: “Patóm, Jere y Mono… y ni un pibe más”.

Marcha

Más notas sobre el tema