Álvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia: «Ningún país debería dejar en manos de empresas extranjeras la riqueza fundamental de su país»
Por Blanche Petrich
Hace años, Bolivia abandonó su ancestral sitio entre los países más pobres de Sudamérica. Ahora, con el proceso encabezado por el indígena aymara Evo Morales, se sitúa entre las tres economías de mayor crecimiento en la región. Parte del éxito –el año próximo se espera un crecimiento arriba de 5 por ciento– se basa en su política de renacionalización de sus recursos naturales, principalmente gas y minería.
El vicepresidente Álvaro García Linera ve con preocupación como México, con su reforma energética privatizadora, camina en sentido contrario, pese a ser potencia petrolera en el continente. «Un país que entrega su patrimonio nacional a otras manos y que se llevan las ganancias, tarde o temprano va hacia un empobrecimiento de la sociedad. Ningún país debería dejar en manos de empresas extranjeras la riqueza fundamental de su país. Bolivia lo hizo durante 125 años y nos convertimos en el país más pobre del continente».
García Linera no dice que el proceso en su país sea un modelo a seguir, pero da cifras que pondrían verdes de envidia a los estrategas de la gestión económica mexicana. La política nacionalizadora de hidrocarburos y minas asustó en un principio a las inversiones extranjeras. Pero luego de un breve tiempo de sequía empezó el auge. En 2013 el promedio de inversión llegó a mil 100 millones de dólares. En 2014, son mil 700 millones de dólares, un nivel histórico. “Suena poco –advierte el vicepresidente–, pero hay que tener en cuenta que México tiene una economía 30 veces más grande que la nuestra”.
Otros indicadores: crecimiento, 5.5 por ciento para 2014; reducción de la pobreza, 20 puntos en seis años, lo que significa que 20 por ciento de los bolivianos han pasado de esa condición a la clase media; reservas internacionales, de 50 por ciento del producto interno bruto (PIB), una de las más grandes de América Latina; una dinámica del mercado interno que les permite soportar la caída de los precios del gas, que fue de 35 dólares en 2008 a 60 dólares en 2011, y ahora está en 55.
Bolivia «no es una taza de leche»
Pese a todo, reconoce García Linera, la nación pluriétnica de los Andes «no es una taza de leche» y su proceso revolucionario está cruzado de contradicciones, de «tensiones creativas», como prefiere llamarlas. De eso habla con La Jornada. El matemático de formación pasó sus años de universitario en México y le preocupa nuestro país.
Por diplomacia prefiere no pronunciarse sobre la crisis de Ayotzinapa, sobre la penetración del crimen organizado y la inseguridad. Es él quien durante su estadía aquí, y a lo largo de sus encuentros con amistades y académicos, plantea muchas preguntas. Quiere entender.
–Bolivia se antojaría como un modelo a seguir por la forma como renegoció sus concesiones y contratos con las empresas trasnacionales en las minas y el gas.
–Aplicamos dos procedimientos. En términos de la propiedad del gas, y petróleo en menor medida, bajo tierra o en el ducto se nacionalizó todo. Ninguna empresa particular puede inscribir los recursos que encontró en nuestro subsuelo en la bolsa de valores como propios. Y los indemnizamos.
Para las instalaciones y la maquinaria se firmaron contratos de servicios. En exploración, las empresas buscan gas y petróleo. Si encuentran, la materia es del Estado. Nosotros decidimos a quién y en cuánto se vende. Por la maquinaria, la tecnología y la mano de obra, se paga lo invertido y remuneramos con un porcentaje de ganancia entre 10 y 15 por ciento de la renta. Se llama el government take. El gobierno se queda con el resto.
Además, está el régimen estatal. Hay tres tipos de government take: el petrolero, entre 85 y 95 por ciento; el minero, entre 55 y 65 por ciento, y el banquero, que es de 50 por ciento. Eso nos ha permitido financiar todos los programas sociales.
Antes la proporción era a la inversa. La renta por la riqueza nacional salía del país durante 125 años. Y éramos el país más pobre del continente; sus representantes iban cada fin de año a Estados Unidos a pedir préstamos para pagar salarios, porque en casa teníamos una burocracia que nos estaba haciendo marchas, pues no teníamos con qué pagar. Hoy día hasta pagaremos doble aguinaldo.
–Hay quienes consideran caducas estas ideas nacionalizadoras.
–La nuestra no es una mirada estatizante. Sabemos que en muchas cosas es mejor que el Estado no se meta porque es demasiado burocrático, a veces inoperante. Es bueno dar paso a la iniciativa individual y extranjera. Pero está claro que en cosas decisivas de la riqueza de un país, como son sus recursos naturales, tiene que ser el país el que agarre las riendas, porque si no se le escapa de las manos la conducción de su destino y el usufructo de unas riquezas que no son renovables.
–¿Preocupa que México vaya en sentido contrario, hacia la privatización y entrega a empresas extranjeras?
–Tengo que responder como vicepresidente. Respetamos lo que ha decidido el gobierno mexicano. Pero Bolivia muestra que hay otra manera de hacer las cosas. No tendríamos estas tasas de crecimiento, de superación de la extrema pobreza, de expansión, de bienestar colectivo de una sociedad secularmente llevada a la miseria, si no hubiéramos tomado esa decisión, que es, además, competitiva, eficiente y atrae inversión extranjera.
–¿Quiénes están invirtiendo en Bolivia?
–Total de Francia; Repsol, de Espana; Petrobras, de Brasil y, recientemente, han desembarcado Synopec, de China, y Gazprom, de Rusia. Son las cinco más grandes.
El segundo rubro de inversión es minería, estaño y cobre. En el estaño hay dos minas estatales, pero ahora vamos a pasar al área de fundición y darle valor agregado.
Tercer periodo
Evo Morales comenzó su primer periodo presidencial en 2006 y su segundo en 2011. En enero asume por tercera ocasión. Ha expulsado al embajador de Estados Unidos. Enfrentado intentos de golpe de Estado por conspiración de grupos conservadores. Pero también ha chocado con sus propias bases: hace dos años enfrentó levantamientos de los indígenas del Tipnis/Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro-Sécure), en la Amazonía. Hace un año, a los mineros del estaño en Huanuni. Todo ello producto de las contradicciones naturales en un proceso que pretende ser revolucionario, «que necesariamente tiene que dar uno o dos pasos atrás para avanzar de nuevo»; resultado de tener una «sociedad en movimiento» donde la gente, además de sus preocupaciones cotidianas, tiene un poco de tiempo para dedicarle a la política. “De pronto tenemos que en Bolivia hay 10 millones de especialistas en gas. Luego esos mismos 10 millones –o sea, toda la población– son especialistas en fondos de pensiones. La gente se ha politizado y eso es una virtud”.
Marxista clásico y gramsciano, integrante del Ejército Guerrillero Tupaj Katari (EGTK) y preso político durante cinco años, el intelectual en la mancuerna que forma con el presidente Morales desde que se lanzaron a la lucha política a partir de las guerras del gas, el agua y la coca, en 2000, ahora que ejerce el poder se ha topado con situaciones que no encontró previstas en la literatura de Gramsci, Mao, Marx o Lenin.
Una de ellas es la que se expresó hace un año durante el enfrentamiento del gobierno con los mineros de Huanuni, «gloriosos, proletariado de muchas luchas». Se nacionalizaron las minas de estaño, se controló la mina y se armó lo que llama “la autogestión más radical del continente. Los mineros deciden quién es el gerente, en qué se gasta la plata, cuánto es el salario, cuánto para máquinas, cuánto para ahorro. Excelente. Pero esos compañeros también decidían qué hacer con las ganancias y resolvieron que se vuelvan salario. Y resulta que las minas son de todos los bolivianos.
«¿Cómo hacer que el control de lo comunitario siempre tome en cuenta al resto? Al Estado le toca tomar en cuenta a toda la comunidad. Y nos tuvimos que enfrentar. Ellos marcharon. Nosotros no hemos reprimido, pero los confrontamos con el resto de la sociedad. Ventilamos que los ingresos de la mina eran de 50 millones de dólares que se habían ido en puro salario. Preguntamos, ¿les parece justo? La gente ha protestado, les silbó, los derrotó. Ahora los mineros están nuevamente con nosotros. Evo ganó electoralmente en la mina y hay un minero en el Congreso. Esa es una contradicción de todo proceso revolucionario: cómo asumir los derechos universales de todos.»
Además de tener una visión de nación, el boliviano tiene lo que García Linera llama la Agenda 2020-2025, que va mucho más allá de los plazos presidenciales previstos. Esa agenda incluye reducir la pobreza a cero, dotar de todos los servicios a toda la gente, esté donde esté, industrializar todas las materias primas, 12 temas que generan «un horizonte de época».
–¿Qué es eso?
–En las elecciones pasadas ya no se discutió con la oposición qué proyecto de país elegir, sino quién puede realizar mejor nuestro proyecto de país. Por eso ganamos por primera vez en Santa Cruz, la región más pujante, más conservadora. Se rompió la polaridad que tensionaba la vida política del país. Se cohesionaron las alianzas sociales. La poderosa Central Obrera Boliviana anteriormente votaba por nosotros, pero no se adhería. Ahora sí: obreros industriales, constructores, mineros, fabriles, los sectores duros del viejo sindicalismo se involucraron en el movimiento.
Existe una coalición de movimientos populares flexible que se ha ampliado: campesinos, indígenas de tierras bajas y altas, transportistas, y ahora obreros. Y es la que ejerce el poder real. La Coordinadora Nacional por el Cambio está por encima de la estructura partidaria. Ahí se deciden aumentos salariales, relaciones sociales, pensiones, leyes de trabajo, de salud, de minería, de agua. Se construye en ese nivel antes de elevarla al Parlamento.
–¿Y cómo funciona el movimiento en las zonas indígenas?
–Tenemos cinco años de vigencia de la nueva Constitución de nación pluricultural. Antes, los cinco años anteriores fueron de aguantar, de resistir. A partir de 2009 nos colocamos a la ofensiva, construyendo este horizonte de época.
«En el movimiento campesino indígena es lo mismo, aunque con diferencias, según sean las tierras, altas o las bajas. En las tierras altas los indígenas son mayoría. Mientras que en Beni, Pando, Santa Cruz los indígenas no son ni 2 por ciento de la población, mientras en los altos son 46 por ciento. Ahí sólo ganamos donde logramos cambiar las estructuras de poder. Hay lugares donde el terrateniente o el sistema gamonal (caciquil) todavía controla la tierra o el comercio, los sistemas de transporte y la estructura local, el comercio de materias primas. Ahí el Estado es paracaidista. No hemos logrado entrar para quedarnos. Es territorio de terratenientes, comerciantes e iglesias. Y de USAid.»
–Antes de ser nación pluriétnica constitucionalmente tuvieron que enfrentar un sistema social y cultural racista. ¿Cómo lo lograron?
–Decimos mediante un proceso de indianización del Estado. En la Constitución, las naciones indígenas son sujetas de derecho colectivo: a sus sistemas políticos, de justicia, que es paralela a la ordinaria, distribución de tierras. Hasta 2000, 39 millones de hectáreas estaban en manos de empresarios, 13 millones de campesinos. De indígenas, cero. 2014: pueblos indígenas tienen 24 millones de hectáreas. Campesinos, 13 millones de hectáreas, empresarios, cinco. La estructura de tenencia de la tierra tiene predominancia indígena. También está el sistema de elección de autoridades, no sólo en las alcaldías, en el Parlamento, en las gobernaciones. En la elección pasada seguro que en la composición en la Cámara de Senadores vamos a bordear 60 o 65 por ciento de organizaciones sociales.
–Todo ello pasó por un choque cultural. La población no indígena criticó esto como exceso.
–O como retroceso. Aún hay racismo, pero hay que irlo trabajando una, dos generaciones más.
¿Hay relevo?
–Acerca del liderazgo del presidente Morales, ¿hay relevos para cuando termine su siguiente administración? ¿Hay otros liderazgos que tomen la estafeta?
–Recién vamos a empezar la gestión el 22 de enero. No hemos pensado en 2020. Pero tenemos mucha confianza en lo que hemos llamado la generación Evo, jóvenes profesionistas, campesinos, líderes sociales, indígenas, estudiantes que no se forjaron en las batallas contra el neoliberalismo. Y cuando Evo el presidente esté culminando su mandato, la mitad de su vida la habrá basado bajo este régimen.
–El tema de las relecciones ilimitadas siempre inquieta.
–Tal y como está la Constitución, Evo no se puede relegir.
–¿Están pensando en reformar la Constitución de nuevo para permitirlo? Se reconoce que la construcción de un cambio profundo no se logra de la noche a la mañana, en unos pocos años. Pero la eternización en el poder es una de las preocupaciones y debates sobre la calidad democrática.
–No lo hemos pensado.
–Los dos primeros periodos de Evo estuvieron jalonados por intentos golpistas. No se habla más de esa amenaza.
–Es algo que nunca va a desaparecer del todo, pero hoy por hoy está bastante neutralizado. Pero como buenos bolcheviques de línea jacobina siempre dormimos con un ojo despierto. La derrota que le infligimos a la Media Luna (zona no indígena al oriente del país) en 2008, política, ideológica y militarmente, dejó sentada por un buen tiempo el uso de la fuerza o cualquier tentación de golpismo militar. Pero ha ayudado mucho el fuerte liderazgo de Evo para conjurar este tipo de intentos.
–En el ámbito regional, desde Washington ya no se habla del «eje del mal», pero sigue la hostilidad contra los regímenes bolivarianos.
–Durante la primera gestión hicimos todos los esfuerzos para construir una relación de amistad, tolerancia y no injerencia. He de haber estado en Estados Unidos unas seis veces, haciéndome agendar para hablar con los congresistas, platicarles de nuestro proceso, expresar nuestro respeto, pero pedir respeto. Sin embargo, el gobierno de Estados Unidos se involucró en el golpe de Estado civil en 2008. Fue cuando el presidente Evo expulsó al embajador estadunidense. Y quedó en pie el mecanismo de injerencia suave USAid.
–Luego sacamos a la DEA. Ellos usaban la información de la lucha contra el narcotráfico para imponer agendas políticas. Desde que se fue hemos asumido el costo de la lucha contra el narcotráfico, hemos erradicado más hectáreas de coca. Estamos mejor sin la DEA.
«Pero sí planteamos una mejora de nuestras relaciones condicionada a que ellos no se metan en nada. El nivel de relaciones ahora es de consejeros. La semana pasada la cancillería propuso un encuentro entre el presidente Evo y el presidente Barack Obama.»