ALBA: a 10 años del amanecer de una esperanza – Por Gerardo Szalkowicz

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Hace justo una década, Chávez y Fidel proponían un nuevo modelo de integración recuperando la estirpe libertadora. Aun atravesando una etapa de cierta inercia, el ALBA sigue siendo el único bloque regional cuestionador del orden capitalista.

Se cumplieron 10 años de uno de los actos de mayor osadía política, cuando el líder regional más destacado del siglo XX y su homónimo en lo que va del XXI conspiraron en soledad y les propusieron a los pueblos de América Latina y el Caribe un nuevo modelo de integración; o más bien, el rescate del espíritu y el proyecto latinoamericanista inconcluso en la era independentista. Germinaba así la Alternativa (luego Alianza) Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Nacía una época de esperanza.

Corrían tiempos en que la Casa Blanca intentaba otro brutal zarpazo para devorarse con más eficacia las riquezas de la región. Se multiplicaban también las luchas contra ese proyecto neocolonialista, sepultado un año después en Mar del Plata. Pero para los comandantes Chávez y Fidel no alcanzaba sólo con mandar el ALCA al carajo. De la resistencia había que pasar a la ofensiva. De las protestas había que salir con propuestas. Y así fue que el 14 de diciembre de 2004 lanzan esta respuesta estratégica: construir una trinchera que lleva en sus genes lógicas antagónicas, a contramano de todas iniciativas regionales tuteladas desde el Norte en los últimos 200 años.

El ALBA formula “una integración basada en la complementariedad, la solidaridad y la cooperación entre los Estados y los pueblos”. Introduce principios no mercantilistas en las relaciones entre los países, corre del centro de la escena la ponderación de los intereses económicos para apostar a una vinculación integral: se define como “una alianza política, económica, social y cultural en defensa de la independencia, la autodeterminación y la identidad de los pueblos que la integran”. En palabras de Chávez, “el ALBA es un proyecto geopolítico, político, económico, pero el fin último es el fin social”.

En estos 10 años, el ALBA ha desarrollado una inmensa labor humanitaria que ha trascendido las fronteras de sus (desde ayer) once miembros. A través de la “Misión Milagro”, casi tres millones y medio de personas de bajos recursos en 21 países han curado sus enfermedades visuales de forma gratuita. Mediante el método cubano “Yo, sí puedo”, se han alfabetizado más de cuatro millones de personas, logrando que Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua sean hoy territorios libres de analfabetismo. En la Escuela Latinoamericana de Medicina Salvador Allende (ELAM) se formaron miles de médicos con una profunda visión social y comunitaria.

La solidaridad con los pueblos como principio cardinal se materializó una y otra vez. El aporte humanitario inmediato –que se mantiene hasta hoy- en la reconstrucción de Haití tras el terremoto de 2010, el envío de decenas de toneladas de ayuda al pueblo palestino durante la última masacre israelí en Gaza, o la reciente brigada médica que viajó a África para combatir el ébola son sólo algunos ejemplos de una conducta permanente. También en infinidad de oportunidades el ALBA ha sentado posición en defensa de la soberanía de los países con comunicados que han servido de contrapeso en la geopolítica mundial.

En el ámbito económico, se impulsaron proyectos como el Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos (Sucre), el Banco del ALBA y Petrocaribe. Desde 2006, el ALBA incorpora el apellido de Tratados de Comercio de los Pueblos (TCP), instrumentos de intercambio solidario y complementario entre los países con lógicas contrapuestas a los Tratados de Libre Comercio (TLC) hechos a medida de las transnacionales.

En su declaración de principios, el ALBA plantea como primer punto que “el comercio y la inversión no deben ser fines en sí mismos, sino instrumentos para alcanzar un desarrollo justo y sustentable, pues la verdadera integración latinoamericana y caribeña no puede ser hija ciega del mercado”.

Integración desde abajo

Como puntapié inicial de la época de cambios que vive la región, el ALBA sirvió de preámbulo para el surgimiento de otros organismos gubernamentales como la Unasur y la Celac. Pero también ha inspirado la conformación de un polo de unidad del movimiento popular latinoamericano: la Articulación Continental de Movimientos Sociales hacia el ALBA -que nace en 2009 y hoy nuclea a organizaciones de casi todos los países de la región- aporta un salto cualitativo y orgánico en la integración desde abajo y aparece hoy como el espacio aglutinador más dinámico de los pueblos en lucha. Si bien mantiene su autonomía, asume al ALBA como referencia y sostiene fuertes coordinaciones sobre todo con el gobierno venezolano.

Esta referencia que significa el ALBA para muchas organizaciones populares del continente tiene que ver con el horizonte transformador que el organismo lleva en su esencia. Es cierto que en los últimos años el ALBA ha perdido potencia y ha frenado su impuso. La ausencia de Chávez no lo explica por completo, incluso antes de su fallecimiento el bloque ya había entrado en un proceso de amesetamiento, quizá por el énfasis que el líder bolivariano puso en apostar a paraguas más amplios como la Unasur y la Celac frente al constante acecho imperial.

Así y todo, a 10 años de su nacimiento, el ALBA sigue siendo el principal faro que anima los sueños emancipatorios de todas y todos aquellos que, como Bolívar, anhelan “ver formar en América la más grande nación del mundo” y están convencidos que la única vía para hacerlo sigue siendo la construcción del socialismo. En palabras del propio Chávez, “el ALBA no sólo es una urgencia histórica, sino la vía inexorable para hacerle frente a la crisis estructural del capitalismo y, por eso mismo, el instrumento unitario de mayor voluntad política a la hora de actuar en función de la impostergable unidad de Nuestra América”.

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