Entonces, ¿para cuándo la paz? – Por Piedad Córdoba Ruíz
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Ad portas de cumplirse dos años del actual proceso de paz que se lleva a cabo entre Gobierno y Farc en La Habana, surge un nuevo hecho de guerra que aterra y escandaliza a la clase política de este país, la cual se ha aprovechado de este pretexto para atizar la hoguera de odio y violencia, rasgándose las vestiduras y exigiendo la suspensión de los diálogos, cuando se le olvida que fue el gobierno quien decidió dialogar en medio de la cruel confrontación armada. Y que, además, se ha hecho el sordo ante las miles de voces que al unísono han pedido que se establezca un cese bilateral de fuegos, tregua, o un armisticio que permita reducir las graves consecuencias de la confrontación armada.
Las personas que hemos trabajado por la consecución de la paz, sabemos lo difícil que es abrir los caminos hacia ella, por eso es que nos parece grave el impulso de Santos de suspender los diálogos, y más cuando las conversaciones se vienen adelantando en pro de construir confianzas a pesar de lo arduo que eso resulta cuando se enfrentan dos enemigos políticos. Incluso, suspender ahora cuando más colombianos han empezado a creer que es posible la paz y que ha valido la pena tanto sacrificio en estos dos años, sacrificio no solo para los combatientes de ambas partes, sino también para los pobladores que habitan los territorios de disputa militar y que todos los días deben encontrase con la guerra.
La detención del general Rubén Darío Alzate se dio en una zona en la que se desarrollan actuaciones de guerra propias de este conflicto que aún no termina; así como se ha dado de baja en combate y detenido a cientos de guerrilleros, o como asesinaron a Alfonso Cano, cuando era quien se encontraba haciendo los acercamientos para llevar acabo el actual proceso y, aún así, la guerrilla de las Farc, luego de ser asesinado su comandante en jefe, decidió sentarse a dialogar con el Gobierno.
Lo que quiero decir con esto es que el Gobierno no se puede quejar de los hechos propios de la guerra, cuando fue él quien decidió negociar bajo la misma; pero digamos que esté bien que se queje, lo que no está bien es que, apresuradamente, decida abortar un proceso de diálogo que ha sido tan difícil de gestar.
Lo que sucedió con el general y otros acontecimientos, consecuencia del conflicto armado, que se han dado durante estos dos años de diálogos debe servirnos para reflexionar sobre la imperiosa necesidad de ponerle fin a la confrontación bélica, mientras se dialoga para terminar el conflicto. Pero nos debe llamar a unir más esfuerzos en pro de la construcción de la paz y debemos exigirles a las partes que se mantengan en la mesa, que establezcan un cese bilateral de fuegos, o que al menos se comience de a poquitos ensayando así sea un armisticio navideño, que les permita a los combatientes y a la población civil al menos una Navidad sin guerra. La primera de las Navidades sin bombas, sin ráfagas, sin tristeza y sin muertes antes de llegar al destino final, al de la verdadera paz.