Enrique Peña Nieto, un presidente hecho en la pantalla, que hoy prueba el mundo real – Por H. Pomeraniec

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Enrique Peña Nieto no parece llevarse bien ni con los estudiantes ni con los números. Ya lo había demostrado durante la campaña que lo llevó a la presidencia de México en 2012, cuando luego de una presentación en la Universidad Iberoamericana que terminó con abucheos y escándalo, se creó el movimiento estudiantil YoSoy132, rápidamente promovido por las redes sociales, subido a una ola de reclamos y repudio a la política tradicional y en especial a su candidatura, en representación del PRI.

Por estos días, aquello puede hasta parecer una frivolidad. A casi dos meses de la desaparición de 43 estudiantes de magisterio secuestrados por la policía de Iguala luego de una protesta y cuando la información conjuga horror tras horror, se repite el rechazo por la figura de Peña Nieto (48) en el ambiente estudiantil y aún más allá. El grito que pide la verdad de lo sucedido con los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa suma gargantas y recorre el país al tiempo que movimientos de izquierda no institucionales consiguen mayor predicamento en una población que sigue sin ver los resultados prometidos en materia de crecimiento económico, desaparición de clanes y mafias de las instancias de gobierno y respeto institucional.

El narcotráfico carcome México hace tiempo como un pacman desorbitado. Se habla de unos cien mil muertos en el marco de esta guerra sórdida y sin resultados en las políticas aplicadas para combatirlo hasta el momento. El episodio de Ayotzinapa, un poblado miserable del estado de Guerrero, básicamente famoso por la escuela que forma maestros desde los años 60, llegó al escándalo por la obscenidad de la connivencia entre el poder político y los carteles y el torpe manejo de la situación por parte del presidente y sus hombres.

La frase «Ya me cansé», con la que el procurador general Murillo Karam dio por terminada la conferencia de prensa en la que pretendió informar que los 43 muchachos habían sido entregados por los policías a sicarios, y que habían sido asesinados y sus restos incinerados, se convirtió en emblema del país, que hoy exige que Peña Nieto rinda cuentas. El problema es que el presidente parece haber sido entrenado para conducir un programa en el que aparentemente venía bien encaminado, con reformas estructurales como la energética, elogiada por el mundo empresarial y los organismos internacionales, pero no parece tener reflejos ante las crisis, salvo tomar distancia y pretender que los costos los paguen otros.

LA ESPOSA, EN LA MIRA

Ocurre que si la violencia teñida por el narco deja a Peña Nieto sin respuestas, otro episodio, en este caso de corrupción, amenaza con hacerle la vida política imposible. Una investigación periodística reveló que la casa de las Lomas de Chapultepec valuada en US$ 7 millones en la que viven el presidente y su segunda esposa, la conocida actriz de telenovelas Angélica Rivera, pertenece a un empresario del Grupo Higa, un consorcio que además integran empresas chinas y que ha sido beneficiado por el gobierno del PRI con miles de millones de dólares en concesiones. Un dato que resultó llamativo es que la última adjudicación al grupo por US$ 4800 millones (tremendo tramo de 210 kilómetros de vías para tren de alta velocidad entre el DF y Querétaro) fue cancelada sorpresivamente por el presidente el 6 de noviembre, cuando se disponía a viajar a Asia en busca de inversiones. La agencia oficial china Xinhua exhibió en sus cables el enojo de involucrados y funcionarios «en shock», quienes señalaron que el negocio había sido suspendido unilateralmente por Peña Nieto.

Así como con los normalistas el presidente buscó restringir los efectos negativos a las fronteras del estado de Guerrero, con el nuevo escándalo patrimonial acusó de manera vaga a quienes buscan desestabilizarlo por «temor» a sus reformas radicales y desvió la mirada de los otros hacia su esposa, que es la verdadera dueña de la propiedad. Acostumbrada a las cámaras tanto como al espejo, Angélica Rivera dio explicaciones en un video en el cual, además de pronunciar las palabras honestidad, rectitud, trabajo, ofensa, difamación y familia con énfasis, afirmó que había decidido poner en venta la casa del escándalo.

El escritor y periodista Juan Villoro es uno de los intelectuales mexicanos más prestigiosos y una pluma siempre afilada para la coyuntura. «Enrique Peña Nieto es el primer telepresidente de México. Fue creado y promovido por la televisión y gobierna como si no tuviera necesidad de salir de la pantalla. Sus reformas ofrecieron un nuevo guión a la telenovela nacional, pero demasiado pronto se le atravesó la realidad. Si quiere sobrevivir como presidente, tendrá que salir de la pantalla y enfrentar a un país que es dolorosamente verdadero», escribió, consultado para esta nota. Villoro pone el acento en lo que se dice desde siempre acerca de la construcción del candidato Peña Nieto por parte de las corporaciones, entre ellas, Televisa, y hasta la posibilidad de que la propia relación con su esposa haya sido diseñada en términos de marketing electoral.

Peña Nieto llegó a la presidencia luego de ser gobernador del estado de México y con una preparación digna de serie televisiva. El PRI necesitaba desesperadamente volver a ser gobierno. Edad mediana, buenmozo y telegénico, el entonces gobernador había quedado viudo en enero de 2007, luego de que la madre de sus tres hijos muriera a causa de un ataque de epilepsia que dejó a muchos perplejos y despertó enormes sospechas en otros. Los restos de Mónica Pretelini descansan en la catedral de Toluca, el mismo templo que Peña Nieto eligió para su boda con Angélica Rivera, en noviembre de 2010. En el medio, amantes comprobadas y hasta dos hijos extramatrimoniales reconocidos, uno de los cuales murió de cáncer siendo bebito.

Juan Carlos Quezadas, premiado autor mexicano de novelas para chicos y jóvenes, es duro en su definición cuando se le pregunta por su presidente. «Recurriendo a la alegoría televisiva que tanto lo deslumbra, Peña Nieto está más cerca del alcalde corrupto del Springfield de Los Simpsons, aliado de la mafia, amigo de famosos y con novia para adornarlo, que del astuto Frank Underwood de House of Cards». «Peña Nieto es una ficción y sus reformas, una pantomima», sigue en la línea crítica la escritora Ana Romero. Con sólo auscultar un poquito, queda claro que el mundo de la educación y la cultura mexicano está enojado con el mandatario. Peña Nieto no había arrancado bien su relación con este ambiente en la Feria de Guadalajara de 2011, cuando siendo candidato se le pidió que nombrara tres libros que lo hubieran marcado y no pudo. Apenas si atinó a mencionar la Biblia, confundió un libro de Enrique Krauze con uno de Carlos Fuentes y se ganó el oprobio de las redes con tuits como «Mucho Face y poco Book».

No son sólo los escritores o los docentes o los miserables de siempre los que están muy enojados. Los socios que México necesita para desarrollarse ya tampoco están enamorados del galán del PRI que prometió encarar las reformas más importantes de las últimas décadas y abrir el juego al sector privado como nunca. Un reciente editorial de The Economist lo dejó en evidencia y ya desde el título. «De mal en peor», se llama la pieza en la que el influyente semanario británico repasa las sucesivas crisis, resalta el desencanto popular y le recomienda a Peña Nieto «reconstruir la confianza» dentro y fuera de México. Al presidente no debe resultarle fácil conciliar el sueño por estos días.

La Nación

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