Adolfo Huerta Alemán entrevista a José Revueltas
ose Revueltas (Durango, 20 de noviembre de 1914 – Ciudad de México, 14 de abril de 1976) es considerado una de las figuras esenciales de la literatura y el pensamiento político de México. Sus producciones literarias más reconocidas son Los días terrenales, El apando y Los errores, consideradas como pioneras de “la nueva novela mexicana”. Por su actividad política, fue encarcelado en reiteradas oportunidades, situación que potenció su producción intelectual y artística. Es considerado además uno de los principales pensadores del marxismo mexicano, corriente en la cual se destacó con obras como Ensayo sobre un proletariado sin cabeza
José Revueltas Sánchez. Nació en Santiago Papasquiaro, Durango, un 20 de noviembre de 1914, y muere un 14 de abril de 1976, en la ciudad de México. Escritor y activista político.
Proviene de una familia de artistas: Silvestre Revueltas (compositor); Fermín Revueltas (pintor); Rosaura Revueltas (actriz).
1928 ingresa al Partido Comunista Mexicano y es expulsado en 1943, por sus críticas a la burocracia del Partido.
1968 es encarcelado en Lecumberri (Palacio negro), es acusado de ser uno de los autores intelectuales del movimiento estudiantil.
Un gran luchador revolucionario desde su literatura.
– Gracias por permitirnos entrar a su espacio señor José Revueltas.
Nos encontramos en la casa del escritor, es un minúsculo departamento donde, el piso de mosaico aún húmedo, ha sido limpiado recientemente. A lo largo de la reducida estancia, magníficos en toda su cándida rusticidad, se extienden dos primitivos estantes pletóricos llenos de libros.
¿Cómo define su obra señor Revueltas?
Yo hubiera querido denominar a toda mi obra Los días terrenales. A excepción tal vez de los cuentos, toda mi novelística se podría agrupar bajo el denominativo común de Los días terrenales, con sus diferentes nombres: El luto humano, Los muros de agua, etcétera. Y tal vez, a la postre eso vaya a ser lo que resulte, en cuanto la obra esté terminada o la dé yo por cancelada y decida ya no volver a escribir novela o me muera y ya no pueda escribirla.
¿Qué obra le trae más recuerdos?
Casi toda mi obra, pues escribimos, porque tenemos algo que contar al mundo, pero recuerdo una en especial: Los muros de agua la escribí en 1940 y publicada al año siguiente gracias a una suscripción familiar con la que se pudo hacer frente a los gastos de impresión. Terminé de escribir la novela la madrugada del 3 de octubre, no se me olvida, fue estrujante y doloroso ese día. Esa misma mañana vino a mi casa la esposa de mi hermano Silvestre para pedirme que fuera a verlo en atención a que estaba muy grave. A la madrugada siguiente Silvestre moría; yo contaba, al terminar de escribir mi libro, con acudir inmediatamente a leérselo, pues él era un juez implacable y magnífico. Lo recuerdo con dolor vivo y una angustia que no me abandona cada vez.
¿Cómo define la realidad?
La realidad siempre resulta un poco más fantástica que la literatura, como ya lo afirmaba Dostoievski. Éste será siempre un problema para el escritor: la realidad literalmente tomada no siempre es verosímil, o peor, casi nunca es verosímil. Nos burla, nos hace desatinar, hace que perdamos el tino, porque no se ajusta a las reglas; el escritor es quien debe ponerlas.
¿Qué es lo terrible para usted Don José?
Lo terrible es siempre inaparente, no es lo que imaginamos como tal: está siempre en lo más sencillo, en lo que vivimos con mayor angustia y que viene a ser incomunicable por dos razones: un cierto pudor del sufrimiento para expresarse; otra, la inverosimilitud; que no sabremos demostrar que aquello sea espantosamente cierto y el horror es una de sus manifestaciones más desnudas. Tolstoi nos da toda una lección, cuando le preguntaron, si había vivido algo semejante a lo que escribe en su obra La guerra y la paz: no negarse jamás a ver, no cerrar los ojos ante el horror no volverse de espaldas por más pavoroso que nos parezca, lo que puede contemplar pone de relieve ante nosotros la frontera que existe entre la realidad y la literatura, una vez más.
Aunque, creo que para nosotros, los mexicanos, no existe el horror: de tal modo estamos acostumbrados a él. Nos fascina Coatlicue. Somos un país increíble. Y lleno de contradicciones.
¿Pretende algo con su obra literaria?
Tal vez, si, la definiría como una intención, como una tentativa. Pues, las producciones más “avanzadas” no logran salir de los marcos del revolucionario democrático – burgués, y las que intentan penetrar más hondo en la realidad del hombre todavía no pasan del psicoanálisis. A romper estas limitaciones que padece nuestra literatura es a lo que tiende mi trabajo literario, y a romper los moldes sociales que traban el desarrollo humano es a lo que tiende mi actividad de militante marxista – leninista.
Para usted ¿qué es la muerte?
La muerte, eso estaba claro, era un dejar de pertenecer y un dejar de pertenecernos las cosas del mundo, pero también la muerte quizá fuera el estar vestido con un traje de trapecista y sentir, cuando menos todas las mañanas, esta leve inquietud, no por imaginaria menos cruel, de que aquellas casas de vecindad y aquellos inquilinos no le pertenecían, todo a causa de los ridículos paños menores.
Y ¿la vida?
La vida es despiadada, junto con el destino, ciego, deja caer sus golpes sin elegir a quién. Debe de ser un sueño, que todavía no despertamos. Cuando el sueño de la muerte es la vida.
¿Qué género le gusta escribir más?
El cuento, para mi exige suplir la extensión por la intensidad, me exige concentrarme en mis dones.
¿La soledad es fiel compañera de los que leen y escriben?
Tal vez, no es un dogma que la soledad sea nuestra compañera, pero no dudo quien la vive en carne propia son aquellos que han sufrido lo más estúpido que hace el ser humano: la guerra. Por ejemplo: tres días sin moverse, torturados por el hambre y el frío, sin que ninguno pudiera saber en qué lugar se encontraría su compañero más próximo, ni el enemigo, cada quien a solas, a solas con su vida y su cuerpo, sin nadie. Es cuando el hombre ha llegado al otro lado de los límites del ser humano, donde ya no son seres reales, donde habían dejado de ser hombres y no podían encontrar ninguna otra manifestación de vida sino en la muerte.
¿Cree en Dios?
¡Vete con Dios, hijo mío, que yo también he dejado de creer en ÉL! Ve, camina y transmite a tus semejantes la buena nueva de que Dios no existe.
¿Casi a todos los escritores escriben sobre la memoria, cómo la define usted?
Tiene razón Hegel cuando dice:”la memoria no es lo que se recuerda, sino lo que olvidamos”. La memoria es lo que uno hace y nadie ha visto, lo que no tiene recuerdo, no somos sino pura memoria y nada más.
¿Cree en la esperanza?
Fundamentalmente, esencialmente soy pesimista: en el fondo de mí, hay una profunda desesperanza, sin remedio. Sin embargo esto no se refleja en mis relaciones con los demás. O se refleja en una forma extraña, a la inversa.
¿Algo que desee agregar antes de despedirnos?
Que mí obra literaria, sea adherido como una costra dentro del espíritu y mente humana del mexicano, porque se priva muchas veces hasta aprisionado entre los rincones más profundos del subconsciente, el fatalismo terrible de nunca poseer nada íntegramente: mujer, amigo, madre. Se usurpan, efímeros, objetos y personas mutilados. Es preciso, pues, arrancarlos – arrebatarlos aunque sea por la fuerza y pasajeramente-. Ni siquiera se tiene patria que, aunque es el lugar donde nacimos y nos desarrollamos, sirve únicamente para beneficiar a unos cuantos privilegiados: aborígenes y extranjeros. Desconocemos el placer que proporciona la entrega absoluta e incondicional. Quizá, entre otras diferentes causas, sea sencillo por este motivo desprenderse hasta de la vida.
– Gracias por dejarnos vislumbrar al escritor, en este tiempo y espacio.
José Revueltas posee una obra narrativa de primera importancia para nuestra literatura mexicana. Sobre todo El luto humano (1943), resalta la violencia y la aspereza que utiliza como instrumentos para luchar contra el mundo de desorden y sombras. En su obra descubrimos un recio hálito poético que logra crear la atmósfera alucinada, grandiosa, enferma, sórdida, típica de sus obras más importantes. En sus cuentos encontraremos como la acción sustituye a la indignación de los movimientos libres de la conciencia. Ahonda en el subconsciente de la mentes enfermas de sus personajes, exhibirá sin reservas morales ni religiosas los alcances reales de sus sentimientos y pasiones.
Su literatura muestran la cerrazón del mundo y su opresión creciente, sin paliativos o analgésicos, que experimentas y sufres el movimiento interno de lo real, por medio de su literatura, surgido del súper – yo.
El escritor Revueltas trasciende al igual que otros muchos escritores ilustres, no por juzgar fría y desapasionadamente al actualmente tan deteriorada y precaria condición humana, sino por pretender reivindicarla. La fantasía de José Revueltas sobre la condición humana es fascinante y te atrapa desde la primera línea.
Fuentes de consulta: José Revueltas; entre lúcidos y atormentados, entrevista por Margarita García Flores, Diorama de la Cultura, Excélsior, 16 de abril de 1972.
El Crepúsculo de los últimos grandes, entrevista por Arturo Melgoza Paralizabal, revista IMPACTO N° 1733. 1970.
Toda su obra literaria: Los muros de agua; El luto humano; Los días terrenales; En algún valle de lágrimas; Los motivos de Caín; Los errores; EL apando; Dios en la tierra; Dormir en tierra; Material de los sueños; Las cenizas. Ed. ERA.