Razones para una nueva mayoría – Diario El País, Uruguay
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
La posible confirmación de la mayoría absoluta para el Frente Amplio en Diputados, y también en el Senado si gana el balotaje, abre un escenario completamente nuevo en la historia del país. En pleno auge del liderazgo de Luis Batlle, cuando Maracaná, el partido de gobierno obtuvo mayorías absolutas dos veces consecutivas. Estamos ante la posibilidad de que, esta vez, sean tres.
La explicación más fácil para esta hegemonía política es la evolución de la economía. Hemos vivido un ciclo de crecimiento excepcional: ha crecido el salario real; ha bajado el desempleo a tasas históricas; y se ha multiplicado el crédito que facilita un aumento formidable del consumo. Cuando las mayorías populares sienten esas mejoras, difícilmente quieren cambiar de rumbo de gobierno. Otra explicación señala que Vázquez siempre fue mejor candidato que Mujica. Finalmente, el triunfo territorialmente más amplio de la izquierda con respecto a 2009 —solo perdió en cinco departamentos esta vez— responde a esa mejor aceptación comparada del actual candidato frenteamplista. Por mucha renovación y excelente campaña que pudiera hacer su principal adversario desde el Partido Nacional, siempre se supo que Vázquez era el favorito para esta primera vuelta de octubre.
Todo lo anterior tiene algo de verdad. Pero no alcanza para explicar una hegemonía de mayorías absolutas que se repite tres veces. Porque a pesar de que los uruguayos se muestran muy críticos del estado de la educación pública y de la inseguridad, por ejemplo, y de que es sabido que el ejercicio del poder siempre desgasta, los partidos de oposición no recibieron, en conjunto, mayor apoyo que en 2009. Lo que hubo, en realidad, fue un corrimiento ciudadano hacia la izquierda del espectro político: 1 diputado de Unidad Popular, 50 (aunque uno está todavía en disputa) del FA, y 3 del Partido Independiente (que tuvo 2 escaños en 2009). En esta interpretación, se eligieron más diputados de izquierda en 2014 que en 2004. Dicho de otra manera: habrá menos diputados blancos y colorados en febrero de 2015 que cuando empezó el ciclo frenteamplista en el poder.
La explicación no está pues solamente en la economía o en el candidato. Hay algo más profundo y duradero que permite mantener en el tiempo semejantes mayorías. Se trata de la hegemonía cultural: la generación de un relato, de una identidad, de un deber ser, de un universo simbólico que, todos juntos, producen sentido común ciudadano y aseguran los cimientos para mayorías de izquierda sólidas y duraderas.
Hay que entender que la inmensa mayoría de las decisiones de voto en nuestro país no se definen faltando pocos meses o semanas para las elecciones. Aquí hay cultura política de larga duración. Y ella está afirmada en una socialización cultural y ciudadana que legitima las opciones de izquierda, y en particular al Frente Amplio.
Bien lo resumió el candidato Vázquez al final de su campaña: no pidió un apoyo de agradecimiento por el pasado, que hubiera permitido hacer hincapié en la explicación del voto por las mejoras económicas de estos años. Pidió otra cosa: un voto de confianza a futuro —que se afirma entonces en la valoración social y moral del representante a elegir.
No es inteligente, claro está, abrazarse a una sola causa para explicar esta mayoría política que durará 15 años. Pero tampoco lo es creer que solo como hay más plata los uruguayos se hicieron, tres veces, mayoritariamente frenteamplistas. La gente, antes que nada, quiere sentirse parte de un proyecto común que le permita soñar y le reafirme su autoestima; quiere ser parte de un relato que interpreta valores colectivos y le asegura cierta dignidad moral. En esta definición pesan muchísimo las identidades forjadas desde la educación y la cultura. En este esquema, alcanza con ver qué papeles cumplen Luis Alberto de Herrera o José Batlle, por ejemplo, y cuáles cumplen los paladines de la izquierda en nuestro relato de la Historia y en nuestra identidad cultural colectiva, para entender dónde se asienta la hegemonía política izquierdista que, luego, se traduce en mayorías.
El ciclo electoral no terminó. Los partidos tradicionales conservan una representación importante y una ligera esperanza. Pero para volver a ser mayoría parlamentaria, cada uno con su impronta, deberá asumir estas razones de fondo de los triunfos del FA.