Poné tercera – por Leandro Grille (especial para Nodal)
El próximo domingo 26 de octubre más de dos millones y medio de uruguayos están llamados a votar para elegir el nuevo presidente de la República y la composición de las dos cámaras parlamentarias. Las elecciones son obligatorias y se espera una participación efectiva cercana al 90% de los habilitados, incluyendo el arribo de uruguayos que residen en el exterior del país, especialmente en Argentina, que deberán cruzar el Río de la Plata si pretenden hacer efectivo su derecho al voto, porque la legislación uruguaya no permite el voto consular ni epistolar.
Para que surja electo un presidente en esta primera vuelta electoral uruguaya que se realizará, casualmente, de forma simultánea con la segunda vuelta electoral en Brasil, alguno de los candidatos deberá obtener el respaldo de la mitad más uno de los votos emitidos válidos, es decir la mitad más uno de todos los votos exceptuando los sufragios que se anulen por cualquier clase de irregularidad. Los votos en blanco también se computan como votos válidos, por lo que integran el universo sobre el cual se cálcula el número de votos necesarios para acceder a la presidencia.
Al mismo tiempo que se elegirá presidente, vicepresidente, diputados y senadores, se pondrá a consideración de la ciudadanía una iniciativa de reforma constitucional que, de aprobarse, reduciría en dos años – de 18 a 16- la edad de imputabilidad penal, promovida fundamentalmente por el Partido Colorado y un sector muy importante del Partido Nacional, los dos partidos tradicionales de la derecha uruguaya que se repartieron el poder durante más de un siglo, y que hoy constituyen los principales partidos de oposición al gobierno que preside José Mujica.
Pese a la imponente popularidad de la que goza Pepe Mujica, sólo comparable a la popularidad que goza el ex presidente y actual candidato del Frente Amplio, Tabaré Vázquez, el ex líder tupamaro no puede ser reelegido en su cargo porque en Uruguay no existe la reelección. Sin embargo, esa imposbilidad de reelegir no afecta mayormente la intención de voto del oficialismo, porque la izquierda uruguaya se referencia mucho más en la organización que en los liderazgos, y el voto cautivo de Frente Amplio se aproxima al 40% de la población con independencia de los candidatos que se postulen.
De acuerdo a los últimos sondeos de opinión pública, el próximo domingo el Frente Amplio volverá a ser ratificado como la primera fuerza política nacional por una diferencia que, dependiendo de las empresas y los márgenes de error, oscila entre los 11 y 18 puntos de intención de votos. No obstante ello, la mayoría de las encuestas coinciden con que la segunda vuelta es inevitable, en tanto no parece posible que la fórmula encabezada por el prestigioso médico y profesor titular de Oncología, Tabaré Vázquez, alcance el número mágico de 50% más 1 de los votos que le permitiría ser electo sin necesidad de segunda vuelta, como sucedió hace 10 años, en octubre de 2004, justamente ostentando el mismo la postulación. Aún así no se descarta que el Frente Amplio obtenga mayoría parlamentaria, para la que le bastaría con alcanzar un 48.5% de los votos, puesto que en ese caso los votos en blanco -usualmente en el entorno del 2%- no cuentan como sí lo hacen para la elección presidencial. En la última elección hace 5 años, por cierto, se produjo esta curiosidad y la izquierda alcanzó la mayoría en ambas cámaras, pero Mujica recién resultó electo en la segunda vuelta, porque en la primera alcanzó algo más del 49%, pero no el 50.
Las encuestadoras coinciden además en que no se aprobará la baja de la edad de imputabilidad, pese a que llegó a contar con una intención de voto de asi el 70% cuando la iniciativa fue lanzada hace dos años, luego de una campaña sostenida de los medios de comunicación de estigmatización de los niños y jóvenes pobres, a los que se mostraba todos los días en los principales noticieros como los responsables de la mayoría de los delitos violentos, contra la opinión de todos los expertos, los organismos de derechos humanos y los datos oficiales del Poder Judicial y del Ministerio del Interior.
Sin embargo, la campaña en contra de la baja de la edad de imputabilidad, protagonizada principalmente por los jóvenes, y acompañanda por el Frente Amplio, el movimiento sindical, la academia y la Universidad de la República, casi todos los artistas uruguayos, deportistas, intelectuales, y hasta la iglesia católica, incluyendo un mensaje del Papa Francisco contra la imposición de sanciones penales a los niños, logró disminuir radicalmente el apoyo a la iniciativa que además introdujo fuertes controversias en el seno de los propios partidos de la oposición, que en ningún momento lograron demostrar una respaldo monolítico a la reforma constitucional.
Si finalmente hubiera segunda vuelta, los dos seguros contendores serían Tabaré Vázquez por el Frente y Luis Lacalle Pou por el Partido Nacional. Este último es un joven diputado que nunca había tenido trascendencia pública salvo por su apellido: es hijo del ex presidente blanco Luis Alberto Lacalle, quien presidió Uruguay en los años 90 y fue el responsable del gobierno más neoliberal que tuvo el país. Contemporáneo del argentino Carlos Menem, intento impulsar el mismo proyecto privatizador, pero con mucho menos éxito, porque un plebiscito realizado durante su propio gobierno e impulsado por la izquierda y la central de trabajadores, logró derogar la llamada «Ley de Empresas Públicas» aprobada en su gobierno, ley por la cual se privatizaba la mayoría de las empresas del Estado y que Lacalle padre consideraba la madre de todas las reformas. Esa derrota tuvo un efecto demoledor y traumático para el sector neoliberal del Partido Nacional que encabezaba y finalmente le costó el gobierno a manos de el ex presidente colorado, Julio María Sanguinetti, un hombre muy de derecha pero bastante más estatista y mucho menos neoliberal.
La campaña de Lacalle Pou ha significado toda una novedad para las costumbres políticas uruguayas. Sostenida por una inversión millonaria en publicidad y estrategias de marketing, se ha caracterizado por un mensaje completamente vacío de propuestas y más a tono de la literatura de autoayuda o new age. La consigna fundamental de su campaña ha sido: «Por la Positiva» y ha evitado en todo lo que ha podido afirmar nada que pueda resultar polémico, e incluso en su publicidad ha hecho uso y abuso de políticas del Frente Amplio, atribuyéndoselas como al descuido. Así se puede ver publicidades donde aparecen escolares con laptops (conocidas como ceibalitas) o molinos de energía eólica en el campo, todas cosas que no existían antes de que la izquierda llegara al gobierno y que están claramente identificadas con este período.
De todos modos, Lacalle Pou no ha podido sostener el tono toda la campaña y en programas periodísticos con mucha teleaudiencia, ha quedado expuesto en su debilidad programática y política lo que le ha valido el mote de «Pompa de jabón» o, simplemente, «pompita» como se conoce en Uruguay a las burbujas. Su estilo no puede ser más contrastante con el de Tabaré, que con un estilo académico, docente, suele ser muy reflexivo al hablar y mostrarse siempre muy preparado en cualquier tema que se le interrogue.
La veda electoral ha comenzado hoy y el último día de campaña nos dejó los tradicionales actos de cierre. Pedro Bordaberry, candidato del Partido Colorado e hijo del ex dictador Juan María Bordaberry, cerró con un acto en montevideo para 500 personas, Lacalle Pou en acto en la localidad de Las Piedras, en el departamento de Canelones, para 3000 personas, y Tabaré cerró en la Rambla de Montevideo en un acto imponente cuya participación se calcula en 350 mil personas. Para un país de apenas 3 millones y algo, el Frente vuelve a demostrar que no sólo es la fuerza política con más votos, sino la única que pueda convocar a la calle al 30% del padrón electoral de la capital del país, y a un porcentaje muy alto en cada una de las capitales.
Como sea, para el domingo América Latina esperará dos resultados fundamentales para el futuro de la integración continental. Todo hace pensar que Dilma e Brasil y Tabaré en Uruguay seguirán el camino que ya recorrió Evo este mismo mes en Bolivia, aunque en elecciones mucho más reñidas. La suerte ya está echada.