De la Argentina-satélite a una Argentina satelital – Por Federico Bernal

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

A propósito del lanzamiento del ARSAT-1: la decadencia de la cultura satélite oligárquica.

«La democracia… no es el despotismo absoluto de las masas, ni de las mayorías; es el regimiento de la razón. La soberanía es el acto más grande y solemne de la razón de un pueblo libre. ¿Cómo podrán concurrir a ese acto los que no conocen su importancia?… ¿Los que por su voto imprudente podrían comprometer la libertad de la Patria y la existencia de la sociedad?… Para emancipar las masas ignorantes y abrirles el camino a la soberanía, es preciso educarlas.»
(Esteban Echeverría. Dogma Socialista)

Once años de revolución cultural, de despabilamiento colectivo, de progresiva democratización de neuronas –como hace poco señaló la presidenta–, de nacionalización de neuronas, de nacionalización de empresas y resortes estratégicos, de recuperación de derechos y nuevas conquistas, de la economía subordinada a la política, de federalismo verdadero. Once años con el pueblo adentro y revirtiendo el despotismo absoluto de la oligarquía; once años para que las «masas ignorantes» pusieran en jaque el paternalismo oligárquico histórico. Los cancerberos del orden semicolonial se miran al espejo de una Tecnópolis invadida por cabecitas negras y se descubren avejentados y anacrónicos. ¿Educar a las masas? ¡Si las masas se están educando solas! La reacción no entiende que es un reactor nuclear ni un satélite geoestacionario ni su necesidad para un país-granero del mundo. ¿Medicina nuclear? ¿25 mil kilómetros de fibra óptica? ¿Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones?
La oligarquía se torna obsoleta e incompatible con una Argentina en tránsito irreversible hacia su modernización, industrialización y democratización popular y profunda. Bartolomé Mitre les refriega por la cara su ineficiencia parlamentaria en reciente artículo «Los candidatos con desempeño deslucido en Diputados». Magnetto, por su parte, le ordena a su jefe de prensa disparar contra la oposición. Más que los improperios, importa destacar esta frase: «¿Qué es lo que siento yo, Lanata, como ciudadano? Que estoy completamente desprotegido.» ¿Desprotegido, Jorge? Es «el regimiento de la razón» semicolonial –continuando la doctrina de Echeverría– el que se advierte crecientemente desprotegido, con su «cultura satélite» en decadencia y su mentalidad estancada en el Centenario. Su mejor y única arma, ahora que los regimientos (a los que recurrieron siempre) les fueron vedados, sigue siendo esa alianza entre burguesía rentista, antinacional y antipopular (que aún controla precios y cadenas productivas) y una oligarquía agropecuaria y sus socios extranjeros dominadores de renta, producción, comercialización, precios, fletes, puertos e insumos vinculados a nuestro recurso emancipador por excelencia: el agro. Escudándolos: medios de comunicación y Poder Judicial afines. A sus flancos, un sindicalismo reaccionario y la tradicionalmente cómplice ultraizquierda. Sin embargo, tanto poder resulta insuficiente para sostener en pie a la semicolonia. Mañana, justo cuando el primer satélite argentino despegue rumbo a su órbita espacial, se podrá observar en simultáneo la caída en picada de la Argentina-satélite.

DEFINIENDO A LA SEMICOLONIA. Refiriéndose al «país» que éramos a comienzos del siglo XX –y que bien se aplica a lo que fuimos entre 1955 y mayo de 2003– el historiador francés Maurice Crouzet opinaba: «La Argentina, ‘el sexto dominio británico’, es el ejemplo clásico de un Estado que disfruta de una independencia nominal pero que en realidad es la semicolonia de un país industrial: las fábricas de gas, los ferrocarriles, los tranvías, las grandes empresas frigoríficas, las fábricas de conservas, son de propiedad inglesa y son los barcos ingleses los que transportan a Europa –principalmente a Gran Bretaña– los productos agrícolas: trigo, carne, cuero que son exportados, y los que llevan a la Argentina los productos manufacturados necesarios, ingleses en su mayor parte.» (La Época Contemporánea. Pág. 16). La semicolonia es la «nación» donde el paternalismo oligárquico aplica a sus anchas su patriarcalismo agrario, despótico, excluyente y empobrecedor de masas. Nuestras clases selectas se nutren y perpetúan en un contexto de pueblo vencido, que es el contexto semicolonial. De esa derrota, de un pueblo deprimido, anestesiado y excluido obtienen la fuerza para tornarse casi inexpugnables.

DE LA GALÁCTICA MENEMISTA AL ARSAT-1. En tiempos de semicolonia y al precio de convertirse en una Argentina-satélite de terceras naciones, el obsesivo deseo de pertenecer al Primer Mundo deviene en política de Estado. La incorporación es, como fue a partir de 1880 y hasta 1945, letal para las clases populares, tal y como lo demostró Bialet Massé. Para la Sociedad Rural, la inserción es en calidad de Patio Trasero o no es. A propósito, el español Ortega y Gasset, luego de su visita por la Argentina (la portuaria) a fines de los años treinta opinó: «El argentino habla idiomas europeos, no contiene sino ideas europeas; la arquitectura de su forma corporal es inequívocamente europea. Vive, pues, entregado, pero no a una realidad sino a una imagen.» Ahora adaptemos la notable descripción de nuestra oligarquía que supimos conseguir al caso satelital que aquí nos incumbe. En los noventa, la administración semicolonial que nos regía nos prometió ser parte no sólo del Primer Mundo sino también de Mundos Extraterrestres. ¿Recuerda el lector cuando Carlos Menem, en 1996, nos propuso erigirnos en Galáctica? El diario La Nación, en su nota del 5 de marzo de 1996, recogía textualmente las palabras del ex mandatario: «…dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual desde una plataforma que quizá se instale en la provincia de Córdoba esas naves espaciales con todas las seguridades habidas y por haber van a salir de la atmósfera se van a remontar a la estratósfera y desde ahí podrán elegir el lugar a donde quieran ir». El mismo diario agregaba al final, sin una pisca de ironía ni crítica alguna, la inconcebible frase con la que el ex presidente comunicaba nuestro ingreso al cosmos: «en una hora y media podemos estar desde la Argentina en Japón, en Corea o en cualquier parte del mundo», gracias a una plataforma que incluirá «por supuesto los vuelos a otro planeta el día que se detecte que en otro planeta también hay vida». ¡Por favor! Infelizmente, Menem no nos llevó a Pandora, el planeta del film Avatar; debió contentarse con entregar nuestro programa satelital para telecomunicaciones a un consorcio europeo.

PARADOJA SATELITAL: LA CULTURA SATÉLITE CONTRA EL ARSAT. El menemismo del siglo XXI, tanto en su versión añeja (Macri) como renovada (Massa) anticiparon a sus jefes Magnetto y Mitre que, en caso de llegar a la Rosada, desmantelarán/privatizarán ARSAT y el Plan Nacional Satelital. Parafraseando al poeta británico pro-imperialista Thomas Eliot, una vez más la «inconfundible cultura satélite» haciendo estragos en las colonizadas mentes de dos exponentes políticos de la oligarquía argentina. ¿Cómo definía Eliot dicha aberración cultural? En su libro de 1948 La unidad de la cultura europea: Notas para una definición de la cultura hay una excelente definición: «La inconfundible cultura satélite es la que conserva su lengua estando, sin embargo, asociada a otra y dependiendo de ella hasta tal punto, que no sólo determinadas clases sino toda la población se ve en la obligación de ser bilingüe» (Pág. 89). Nótese las semejanzas con las citas de Crouzet y Ortega y Gasset. Más adelante, Eliot explicaba el proceder de mentes como las de Mauricio y Sergio como «…aquellos para quienes la adopción por parte de una cultura más fuerte ha significado el éxito personal, un poder, prestigio y riquezas mayores de los que hubieran alcanzado si su suerte hubiera quedado circunscrita a su lugar de origen» (Ob. Cit. Pág. 90). La paradoja satelital resuelta.

DE LA ARGENTINA SATÉLITE A LA ARGENTINA SATELITAL. Unos meses antes de relanzar el Plan Nuclear Argentino, Néstor Kirchner promulgaba, en abril de 2006, la Ley que creaba la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales S.A. (AR-SAT), empresa que habría de funcionar bajo el ámbito del Ministerio de Planificación. Su objetivo: diseñar y construir en el país, por sí o mediante terceros o en asociación con terceros, satélites geoestacionarios de telecomunicaciones. La imagen de una empresa satelital autóctona no agradó al diario de la oligarquía argentina. ¿Martín Fierro al espacio? Naves espaciales y satélites sí, mas siempre y cuando sean provistos por empresas del Primer Mundo. Diego Cabot, periodista del diario La Nación escribió en julio de 2013: «La mayor crítica [a la idea de Ar-SAT] es que no se divisa una estrategia de mediano plazo que conteste qué, para qué, cómo y dónde». Todavía aguardamos la crítica del periodista a la Galáctica de Carlos y la reivindicación del Plan Nacional Satelital. En fin, qué maravilloso día mañana jueves para una Argentina satelital. Cuando el ARSAT-1 esté funcionando, el Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones entrará en operaciones y, con él, Internet para los científicos en la Antártida, televisión directa a los hogares argentinos a través de la Televisión Digital Abierta, defensa de las posiciones orbitales soberanas que fueron asignadas al país a mediados de los ochenta, conexiones telefónicas a lugares de difícil acceso, conectividad con idéntica calidad en todo el territorio nacional así como en Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia y demás países del corredor andino, incluso hasta EE UU.

El impulso al desarrollo de una industria espacial nacional avanza a paso de vencedores, lo mismo que nuestra soberanía satelital y en telecomunicaciones.

Tiempo Argentino

 

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