Honduras: aniversario de independencia con olor a mentira – Por Bertha Zúniga

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Los países centroamericanos celebran hoy el 193º aniversario de su independencia. Se multiplican los banners de la bandera nacional y las propagandas de festividad inundan la TV. Pero el sentir popular se expresa en un grafiti: “¿cuál Independencia?”.

El 15 de septiembre de 1821, Centroamérica recibía su independencia y se libraba del yugo opresor español. La mezcla de culturas y el compartir el territorio fue conformando esa noción de identidad que nos constituiría en países y en el sentirnos parte de una misma región.

Nuestra nación es la mezcla de diversos pueblos con un sentir nacional. Esta conformación como país no ha significado tener una práctica cultural homogénea, ni el reconocimiento gubernamental a las nacionalidades que lo habitan. El constituirse como república independiente, con gobierno propio, no equivalió a mayor soberanía para muchos pueblos oprimidos desde la época de las colonias. Otras ataduras esclavizaban nuestras tierras, unas más avanzadas y mejor disfrazadas.

Es difícil hablar de 193 años de independencia e ignorar las circunstancias por las que atraviesa esta patria y, menos aún, el cumplimiento de los paradigmas de esta “República de Honduras: libre, soberana e independiente”.

En la práctica, estas palabras inspiradas en las revoluciones burguesas quedaron en el aire. Honduras transitó de ser una colonia española a ser una neocolonia gringa, no sólo sumida a la voluntad de ese país sino a la de un sistema mundial, el capitalismo, que no deja de ver a esta nación como proveedora de materias primas, de mano de obra explotada y de mercado, y de aprovechar su importancia geoestratégica como centro del corredor que conecta al norte con el sur y tiene frontera marítima con los países del Caribe.

Ocupación militar

Para poner en balance a la tan mencionada “independencia” hay que decir que, a la fecha, en nuestro país se encuentra instalada (desde 1983) una de las bases militares estadounidenses más grandes de Latinoamérica, “Soto Cano”, más conocida como “Palmerola”. El protocolo militar aprobado después de la Gran Huelga Bananera del 1954, mismo que permitió la instalación de esta base, también faculta el uso del territorio hondureño como espacio de operaciones para las tropas norteamericanas.

Desde estas épocas se planificó que Honduras fuese convertida en enclave militar. Después de la toma de posesión del expresidente Porfirio Lobo se inauguran cinco bases militares más que, instaladas bajo rigurosa planificación, están ubicadas en zonas de importancia estratégica en cuanto a riquezas naturales, como la Mosquitia, amplio territorio de gran diversidad biológica, donde vive el pueblo misquito y otros, en la cual se están haciendo escondidos estudios sobre yacimientos petrolíferos. Aquí se encuentran bases militares en Mocorón, Caratasca y una cerca de Puerto Lempira.

Otras bases más pisotean la soberanía nacional: la de Guanaja, Islas de la Bahía y la del Centro de Entrenamiento de la Fuerza DELTA en Olancho. Ésta y “Palmerola” forman parte de Comando Sur. Dichas bases también han afectado directamente a los pueblos misquito, pech, garífuna y taguaca, ya que permitieron el apoderamiento de la riqueza fluvial de la zona para uso de agentes externos.

A todo esto hay que agregar que está en planificación la construcción de la base marítima más gran de Latinomérica y del Caribe que será instalada en la plataforma marítima de la Mosquitia.

La ocupación militar no sólo ha funcionado con bases militares, sino también con operaciones militares y con financiamiento a políticas antiterroristas y de criminalización a los movimientos sociales.

¿Soberanía política y económica?

Consecuencia del golpe de Estado de 2009 y prueba de la nulidad del concepto de independencia en términos económicos y políticos, se instauran en Honduras las “Ciudades Modelos”, luego llamadas ZEDE (Zonas Empleo y Desarrollo Económico). Éstas son una nueva división administrativa en Honduras creadas con alto nivel de autonomía con respecto al Estado, con independencia política, jurídica y administrativa. Son zonas abiertas a la inversión extranjera para supuestamente generar empleo a los pobladores. Cada zona de empleo y desarrollo tendrá un Secretario Técnico que gobernará de facto, elegido por un Comité para la Adopción de las Mejores Prácticas.

Son enclaves en los que gobernarán grandes inversionista extranjeros que generan ganancias multimillonarias para ellos a la par que desplazan a las comunidades. Las ZEDE pueden ser de varios tipos, únicamente dedicadas al turismo, a la generación de energía, a la producción maquilera o a la minería.

Ceder franjas del territorio nacional al capital extranjero con normativas jurídicas y financieras propias anulan y niegan las funciones del Estado, y para los hondureños y hondureñas son la máxima expresión de violación a la soberanía.

Las ZEDE ya son un hecho en nuestras tierras, ahora muchos pueblos están en lucha al ver que la única riqueza material que poseen les es arrebatada: la tierra. Son los casos de las comunidades garífunas, en las que sus cotizadas playas se convierten en propiedad de invasores y de la comunidad de Zacate Grande amenazada con ser desalojada por los terratenientes deseosos de convertirse en inversores de dichos proyectos.

Al día de hoy, más de 300 proyectos hidroeléctricos han sido aprobados y más de 800 proyectos mineros han sido autorizados o están en proceso. Esto equivale a 35.000 km2 de nuestro territorio.

Honduras tampoco escapa al Sistema de Interconexión Eléctrica de Mesoamérica, que tiene como objetivo abastecer con energía al corredor económico planteado originalmente por el Plan Puebla Panamá, garantizando el consumo energético a las industrias, maquilas y turismo y también para resolver la crisis energética de la gran potencia imperialista: Estados Unidos. Esto a costa de la explotación de los recursos de Mesoamérica.

Dependencia Alimentaria

Otro flagelo que azota a nuestro país es la falta de soberanía alimentaria. Se cultiva lo que se vende en los mercados internacionales, efecto de los Tratados de Libre Comercio, escasean los granos de consumo prioritario, crecen las extensiones de tierras con monocultivos y también la dependencia de semillas transgénicas y agroquímicos. La invasión en el sector agrícola con productos de las grandes transnacionales de la agroindustria es evidente y la pérdida de las semillas nativas aumenta.

Con este panorama, hablar de independencia no sólo es una mentira sino también una burla. En palabras de José Martí, “el amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la tierra, ni a la yerba que pisan nuestras plantas; es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca”.

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