Marina Silva, candidata tan verde como pragmática – Por Darío Pignotti
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Por sobre todo pragmática. La candidata presidencial Marina Silva, afamada defensora del medio ambiente, aceptó tener como compañero de fórmula a un dirigente vinculado con el agronegocio, sector del cual recibió dinero para financiar sus campañas electorales. Luego de unas ocho horas de negociaciones en el directorio nacional del Partido Socialista en Brasilia, Marina Silva anunció ayer formalmente a Luiz Roberto “Beto” de Albuquerque como su socio en la fórmula con la que disputará los comicios del 5 de octubre.
La fórmula Marina Silva-Beto Albuquerque es el resultado de un pacto alcanzado contrarreloj, y atravesado de dudas, exactamente una semana después del accidente aéreo que le costó la vida al candidato socialista Eduardo Campos, cuando viajaba a San Pablo para un acto proselitista.
“Aquí hay un compromiso con las responsabilidades construidas bajo el liderazgo de Eduardo… No vamos a desistir de Brasil”, se juramentó ayer Marina Silva, ex ministra de Medio Ambiente durante el gobierno del petista Luiz Inácio Lula da Silva, del que se fue con críticas por las “concesiones” al agronegocio en perjuicio de la Amazonia.
Seis años después de aquella renuncia y desafiliación del PT, la dirigente ecologista aceptó como su candidato a vice a un dirigente del estado de Rio Grande do Sul, uno de los mayores productores de granos transgénicos del país. El diputado Albuquerque impulsó la ley que autorizó el incremento de los cultivos de soja genéticamente modificada, y sus campañas electorales fueron financiadas por la empresa de celulosa Klabin y por Semientes Roos, algo así como dos demonios supremos para los militantes ecologistas.
Al aceptar cohabitar con Albuquerque, Marina desactivó, en parte, la tensión con la dirigencia del Partido Socialista al precio de un eventual descontento de su electorado ambientalista nucleado en la Red de Sustentatibilidad.
El fallecido Eduardo Campos, un dirigente de provincia conciliador, había garantizado la convivencia apenas pacífica entre la Red y el Partido Socialista. Pero la tragedia del miércoles 13 de agosto puso al desnudo las discrepancias entre esas dos formaciones ahora obligadas a coexistir bajo el liderazgo de la popular Marina Silva, que en 2010 obtuvo 20 millones de votos en los comicios vencidos por la presidenta petista Dilma Rousseff, que va por su reelección el 5 de octubre.
En la prensa de negocios, como el diario Valor Económico y la revista Examen, fue bien recibida la actitud “realista” adoptada por Marina al aceptar como copiloto a un emisario del lobby de los “farmers”. Ella es vista por esos y otros grandes medios, como la cadena Globo, como la verdadera esperanza verde para derrotar a Dilma Rousseff y, con ello, interrumpir el proyecto político del PT iniciado en 2003 con la asunción de Lula.
Iniciada en el movimiento sindical amazónico en los años ’80, junto al líder campesino asesinado Chico Mendes, Marina no es la candidata ideal del mercado: es la que recibe su apoyo porque se proyecta como la rival más competitiva contra Dilma, Lula y el PT. Su pasado juvenil trotskista, seguido por casi tres décadas de militancia petista, alarman sólo a las facciones más integristas del bloque conservador.
Marina supo construir credibilidad ante las elites gracias a un discurso en el que combina guiños neoliberales (respaldo a la independencia del Banco Central), buen trato con las embajadas de Estados Unidos y Alemania (ambas con los ojos puestos en la Amazonia), y cuestionamientos a algunos gobiernos progresistas de la región (especialmente el venezolano).
Tiene como “hada madrina” y principal recaudadora de fondos a la millonaria Tide Setúbal, miembro de la dinastía que controla el Banco Itaú, el mayor privado del país. Su ambientalismo radical la lleva a cuestionar la expansión y reestatización parcial de Petrobras, motorizada en los gobiernos de Lula y Dilma, que también es rechazada por el mercado y los tenedores de papeles de la compañía.
Por ese motivo la semana pasada cuando se dio por segura la candidatura de la ex ministra de Medio Ambiente las acciones de la petrolera subieron casi 8 puntos, mientras esos mismos papeles suelen retroceder cada vez que una encuesta indica un crecimiento de las intenciones de voto de Dilma.
La primera encuesta posterior al fallecimiento de Campos, publicada el lunes, mostró a Dilma con el 36 por ciento de las preferencias, seguida por Marina con el 21 por ciento (12 puntos más que su ex compañero) y Aecio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña con el 20 por ciento. El sondeo de Datafolha indicó que si nadie obtiene más del 50 por ciento de los votos válidos en la primera vuelta del 5 de octubre, el ballottage del 26 de ese mes sería vencido por Marina Silva con el 47 por ciento frente al 43 por ciento de Dilma.
“Nosotros queremos ganar en el primer turno, pero si hay que ir a un segundo turno el mal menor sería Aecio Neves”, admitió ayer el ex sindicalista y actual diputado Vicentinho, jefe del bloque del PT.
“Ella había criticado algunas alianzas regionales hechas por Eduardo (Campos, con caciques conservadores), yo creía que ella no iba a aceptar ser candidata, pero aceptó. Ahora el cuadro no es el mismo, necesitamos estudiarlo profundamente”, razonó Vicentinho.
Dentro del PT, y con más fuerza su ala sindical, nunca se desterró por completo la tesis de que, en caso de una caída vertical de Dilma en las encuestas, Lula se postule como candidato de último momento a caballo de su aprobación del 50 por ciento. Se trata de un escenario remoto, aunque no puede ser dado como imposible.
Lo seguro es que la campaña se va a lulizar, como lo admitió ayer la presidenta en visita a su estado natal, Minas Gerais. “El ex presidente Lula está haciendo la campaña junto a mí porque somos parte del mismo proyecto”, iniciado en 2003, primera gestión petista.
En el primer aviso televisivo del PT divulgado el martes, Lula dividió la escena con su compañera Dilma, cuyo segundo mandato (2015-2018) –prometió optimista con su voz ronca– será “mejor” que el que concluye el 31 de diciembre próximo.
Y si en el actual gobierno el ex mandatario optó por un perfil discreto, alejado del Palacio del Planalto para no eclipsar a la jefa de Estado, en un hipotético nuevo gobierno del PT tal vez desempeñe un papel más activo (¿algún ministerio?), como ya lo dio a entender la semana pasada Rui Falcao, titular de la agrupación.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-253457-2014-08-21.html