Gran emoción en Argentina: la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo recuperó a su nieto apropiado en la dictadura
Celebró cada encuentro como si fuera propio. Se angustiaba cuando las historias se complicaban y se alegraba cuando el regreso se allanaba. Todos los nietos fueron un poco de ella. Por eso, ayer, su nieto fue un poco de todos. Estela Barnes de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, pronto podrá abrazar a Guido, el hijo que su hija Laura tuvo en junio de 1978, mientras estaba secuestrada. “Encontramos a tu nieto”, le dijo ayer al mediodía, en el juzgado, la jueza María Servini de Cubría, aunque en realidad Guido se encontró solo, gracias a los años de trabajo, tenacidad y creatividad de las Abuelas de Plaza de Mayo. Porque al final, Guido también buscó a Estela.
Hace unos quince años, cuando las Abuelas comenzaron a entender que los nietos que buscaban habían dejado de ser niños, que eran adolescentes o adultos, ampliaron su estrategia. Ya no se trataba de espiarlos en la puerta de la escuela, sino de interpelarlos. ¿Vos sabés quién sos?, fue la frase que eligieron para abrir esa nueva etapa. Y la escribieron en una pancarta que colgaron en un recital de rock que organizaron.
En junio, un joven mandó un mail a las Abuelas de Plaza de Mayo con esa duda a cuestas. Hace un par de semanas, tocó la puerta de la sede de la institución. Sabía que los que consideraba sus padres biológicos no lo eran. Se lo había confesado alguien cercano a la familia. Sospechaba que podía ser hijo de desaparecidos. Lo derivaron a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) que dirige Claudia Carlotto. Su sangre se cruzó con las muestras del Banco Nacional de Datos Genéticos y ayer estuvieron listos los resultados: sus padres eran Laura Carlotto y Walmir Oscar Montoya. El dato de filiación paterna tiene su historia, ya que la familia Carlotto no estaba segura de quién era la pareja de Claudia, debido a que por la militancia clandestina de ambos no conocía su nombre. La aparición de Guido, por lo tanto, también permitió llegar a esta certeza.
La información de la prueba de ADN no llegó a Conadi, sino que fue llevada a Tribunales, porque allí había una causa abierta por la desaparición de Laura y la apropiación de Guido. Así fue que Servini de Cubría fue quien le dio la noticia más esperada y a la vez inesperada a Estela. Cuando estaba saliendo del juzgado, recibió un llamado de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. “Decime si es cierto”, le dijo CFK. “Lloramos juntas”, contó después Estela.
En la sede de las Abuelas, su segunda casa, se juntó con sus hijos Claudia, Kibo y Remo, sus otros trece nietos y sus dos bisnietos. Luego fue llegando su segunda familia: sus compañeras, colaboradores, amigos, nietos encontrados y hermanos que todavía buscan a sus hermanos. “Es artista y vive en el campo y le dijeron que se parecía a mí”, contaba Estela, entre abrazos. Estaba contenta y sorprendida porque Guido había participado en el ciclo Música por la Identidad, organizado por Abuelas. Y también agradecida porque estuviera vivo, porque estuviera sano, porque estuviera cerca. Al rato, el lugar se pobló de periodistas, fotógrafos y cámaras de tv. Para ese momento ya se sabía que Guido había sido criado en Olavarría y crecido con el nombre de Ignacio Hurban, datos que habían sido difundidos por el juzgado, pero que las Abuelas y la familia Carlotto habían intentado preservar en la intimidad para que no se generara un acoso sobre el joven y, así, tuviera tiempo de procesar la noticia que le había cambiado la vida.
“Por suerte me hice un estudio cardíaco hace poco. Y está todo bien. Ahora quiero tocarlo, mirarlo a la cara. Ahora tengo a mis 14 nietos, la silla vacía ya no lo estará y los portarretratos vacíos van a tener su imagen. Lo he podido ver y es hermoso. Es un chico bueno. Se cumplió lo que dijimos las Abuelas, que ellos nos van a buscar”, dijo Estela, durante la conferencia de prensa que se armó en la sede de las Abuelas por la tarde. Allí estaba Estela con una falda escocesa, un suéter naranja y un saquito marrón, la ropa que se había puesto por la mañana, cuando todavía no imaginaba que ese día sería diferente a todos.
“Quiero compartir esta alegría enorme que nos brinda hoy la vida, de encontrar lo que busqué y buscamos tantos años. Que Laura sonría desde el cielo. Porque ella lo sabía antes que yo: ‘Mi mamá no se va a olvidar de lo que me hicieron y los va a perseguir’”, dijo Estela al recordar una frase que su hija les dijo a sus asesinos antes de saber que su madre se convertiría en un emblema en la lucha contra la impunidad, la memoria y la justicia y que no sólo perseguiría a los responsables de la muerte de su hija y de la apropiación de su nieto, sino a todos los que participaron en los crímenes del terrorismo de Estado. “Y yo no persigo más que justicia, verdad y el encuentro de los nietos. Laura estará diciendo ‘ganaste esta batalla’.”
Atrás de Estela lloraba Tatiana Sfiligoy (Ruarte-Britos), la primera nieta encontrada por Abuelas. Lloraba también Lorena Battistiol, que busca a su hermano o hermana desaparecido. Y reían muchos jóvenes que recuperaron su identidad, como los diputados Juan Cabandié y Horacio Pietragalla, Victoria Montenegro, Francisco Madariaga y Guillermo Pérez Roisinblit. También estaba el secretario de Derechos Humanos, Martín Fresneda, él mismo un hijo que busca a su hermano, y el diputado Wado de Pedro, otro hijo, al igual que Carlos Pisoni, subsecretario de Promoción de Derechos Humanos. Los ministros de Justicia, Julio Alak; de Trabajo, Carlos Tomada, y de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, también se acercaron a acompañar a Estela.
La presidenta de Abuelas no quiso dar precisiones sobre la familia que crió a su nieto, “quizá inocentemente”. Dijo que sabían quién lo había entregado, pero que esa persona está muerta. “Esto es para los que todavía dicen ‘basta’, los que pretenden que olvidemos como si nada de esto hubiera pasado. Hay que seguir buscando para que todas las Abuelas sientan lo que siento hoy. Lo que yo quería era no morirme sin abrazarlo y pronto lo voy a lograr”, señaló. También contó que tiene un montón de cajas llenas de remeras y prendedores que juntó y guardó durante todos estos años por todo el mundo “para que vea en cuántos lugares lo buscamos”.
Estela agradeció a Dios, a sus compañeras, a los nietos, al pueblo y a la democracia. Y dijo que la aparición de su nieto era un triunfo de todos los argentinos. Antes de terminar salió al balcón. A uno pequeño que daba sobre la calle Virrey Cevallos, donde se había quedado la gente que no había podido entrar en la casa de Abuelas, miembros de organismos de derechos humanos, amigos, pero también vecinos del barrio que se habían acercado para saludar a Estela. Antes, la presidenta de Abuelas había dejado claro que el encuentro de su nieto no significaría que disminuiría su esfuerzo y dedicación para buscar a los 400 jóvenes que faltan, sino todo lo contrario: “Los chicos están, más cerca o más lejos, están esperando que los encontremos. Los esperan la libertad y el amor. Me preguntan de dónde saco mi fuerza… de mis hijos, de Laura”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-252358-2014-08-06.html
Una búsqueda que empezó hace 36 años
La historia de Enriqueta Estela Barnes de Carlotto fue hasta fines de 1977 la historia de una madre común de clase media: platense, ama de casa, maestra de escuela primaria, bajo perfil, abocada al marido y a sus cuatro hijos. Ese año, primero con el secuestro de su esposo, Guido, luego con el de Laura, su hija mayor, marcaría un quiebre en su vida y en la de su familia. Poco después, en abril de 1978, con la certeza de que su hija secuestrada estaba embarazada de seis meses, se acercaría por primera vez a Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos, como se llamó antes de que la prensa internacional las rebautizara Abuelas de Plaza de Mayo. Ya nada sería igual. No sólo por la certeza del asesinato de Laura, el entierro de sus restos, el exilio de sus hijos, el terrorismo de Estado en el centro de su existencia, sino también porque Estela comenzó de forma gradual una militancia que nunca había imaginado y que la llevaría a recorrer el mundo, a reinventarse y reinventar la institución para hacer realidad el objetivo de las Abuelas: reencontrarse con sus nietos. Con los años la historia personal y la de Abuelas se funden, son una sola. Hasta ayer, cuando su presidenta volvió al centro de la escena por su tragedia personal, por su lucha, al fin coronada con el hallazgo de Guido.
Los primeros movimientos de Estela fueron para recuperar a su esposo, secuestrado días después de que Laura se trasladara de La Plata a Buenos Aires. Se contactó con abogados vinculados con militares que no dudaron en extorsionarla y se reunió por primera vez con el futuro dictador Reynaldo Bignone, hermano de una amiga. El 25 de agosto, tras ser liberado, Guido le contó que lo habían torturado para saber sobre sus hijas, ambas militantes y en la clandestinidad. También le confirmó que los militares asesinaban a sus víctimas con una inyección en la espalda.
El secuestro de Laura fue a fines de noviembre de 1977. Sus padres no sabían que estaba embarazada. Entonces recomenzó el peregrinaje y volvió a reunirse con Bignone, que la recibió con un arma sobre el escritorio. “Vea, señora. Uno les dice que se entreguen voluntariamente, pero siguen desprestigiándonos en el exterior. Acá hay una cárcel modelo para que se recuperen”, mintió. Estela pidió que no la mataran, que si había cometido un delito la juzgaran y condenaran. Bignone dejó en claro que no era una alternativa. “Vengo del Uruguay, donde los tupamaros que están en cárceles se fortalecen en sus convicciones, crean problemas, convencen a los guardiacárceles. Acá no queremos esto. Acá hay que hacerlo”, dijo en tácita referencia a la muerte clandestina y cobarde. “Eso fue la lápida”, explicó alguna vez Estela. “Si la mataron quiero recuperar el cuerpo, no quiero volverme loca como tantas madres buscando en cementerios y tumbas anónimas”, le pidió. Bignone le pidió apodos y todos los datos de Laura.
El 31 de diciembre de 1977 recibirían un anónimo donde les informaban que Laura estaba bien, en manos de fuerzas de seguridad y con su compañero. En abril del ’78, una mujer aterrada se acercó al negocio de Guido para transmitirle un mensaje de Laura. Le describió el lugar donde había estado secuestrada y le dijo que Laura estaba embarazada de seis meses, que daría a luz en junio y si era varón lo llamaría Guido. Buscarlo en Casa Cuna fue el último pedido de Laura. Lejos de imaginar el plan sistemático, Estela se alegró de saber que su hija vivía y esperaba un hijo y empezó a tramitar la jubilación para poder criar al nieto. Todavía tenía la ilusión de que la iban a liberar o a poner a disposición del Poder Ejecutivo. Leía cada día las listas de presos a disposición del PEN con la esperanza de ver el nombre de Laura, mientras buscaba a Guido en Casa Cuna como le había pedido. Fue entonces que se acercó a Licha de la Cuadra y a Abuelas, donde se alegraron de contar con una docente que escribía cartas y documentos de un tirón con prolijidad. Las gestiones comenzaron a ser colectivas y llegaron las marchas. En Plaza de Mayo, entre caballos y militares, temblaba como una hoja, contó alguna vez.
El 25 de agosto de 1978 los Carlotto fueron citados a una comisaría de Isidro Casanova para entregarles el cadáver de Laura. Estela no dudó en asociar el hecho con Bignone. “Un torcido gesto de honor podrido”, diría años después. En 1980, en San Pablo, en una visita del Papa, una sobreviviente le habló de una tal Rita, que había sido madre de un varón y a quien en teoría habían liberado. Cuando le dijo que el padre tenía un negocio de pinturas, supo que hablaba de su hija y le explicó que la habían matado. Luego aparecería un conscripto que había sido testigo de un nacimiento en el Hospital militar Central y otra pareja de sobrevivientes que también había visto a Laura. En 1985 hizo exhumar el cuerpo y los antropólogos confirmaron que había tenido un bebé.
La causa ya era colectiva: la búsqueda no era sólo por Guido. Con Chicha Mariani impulsaron las primeras campañas internacionales. La lucha de Abuelas la llevó a recorrer el mundo. Desde entonces todo fue militancia, creatividad ante la adversidad, idear estrategias para recibir pistas de los chicos robados, para contactarlos, para buscar indicios de sus orígenes, producir materiales para denunciar en todos los ámbitos y judicializar casos con la esperanza de la identificación y la restitución. Todo mientras daban pelea contra la historia oficial que durante años equiparó a los desaparecidos con el demonio mismo. Carlotto recibió innumerables premios, distinciones y doctorados honoris causa. Su nombre asociado a Abuelas se mencionó una y otra vez entre los candidatos al Premio Nobel de la Paz. Hasta una película cuenta su vida, que ayer sumó su capítulo más importante, lo que ella llamó “el premio para todos los que no dejamos de buscar”: el encuentro con Guido, por el que peleó durante 36 años.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-252357-2014-08-06.html
«Hoy, la Argentina es un país un poco más justo que ayer»
La Presidente Cristina de Kirchner afirmó «hoy la Argentina es un país un poco más justo que ayer», al celebrar la recuperación del nieto de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
En su cuenta oficial en la red social Twitter, la jefa de Estado expresó que ante esta noticia no puede «evitar recordar a Néstor, él, un optimista reincidente», que siempre le decía que iba a ver que «Estela va a terminar encontrando a su nieto».
«No se equivocó, siempre decíamos que más temprano que tarde, sabremos más y más, no tengo dudas», manifestó Cristina, quien agregó: «Lo más importante es el conocimiento de la Verdad, la persistencia de la Memoria y el triunfo de la Justicia en serio».
Y remarcó: «Memoria, Verdad y Justicia. Pilar fundante de esta Argentina que estamos construyendo. Hoy Estela estará por fin junto a todos sus nietos. Hoy Guido, su nieto, recuperó su verdadera identidad. Hoy, por fin, Laura su madre, podrá descansar en paz. Hoy, la Argentina es un país un poco más justo que ayer».
La Presidenta contó que se enteró de la noticia por un secretario: «Recobro el aliento y la llamo de inmediato. Ella estaba saliendo del juzgado y yo estaba llorando. Me cuenta que es músico. Que vive en Olavarría y lo más importante: se sometió voluntariamente al examen de ADN», relató.
Y añadió que «se la nota contenta, emocionada, plena: `Me estoy yendo a Abuelas. Allí están mis hijos y voy a dar una conferencia de prensa para informar. Te das cuenta Cristina?` Claro ¿Cómo no me voy a dar cuenta? Cuánto tiempo. Cuánta lucha. Cuánto sufrimiento».
La jefa de Estado contó además que cuando recibió la noticia se le vino a la cabeza la imagen de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, anoche, cuando llegó tarde al acto, le tuvieron que agregar una silla y la saludó con un agite de mano.
«Por un instante, aunque parezca mentira, me quedo muda. Me viene a la mente la imagen de Estela ayer por la noche», afirmó Cristina.
Y recordó: «Esa misma noche, antes de irme, una artista, Guillermina Grinbaum, me alcanza una obra de su autoría. Dice: `Tomé como imagen la de Estela Carlotto`. El cuadro se llama Madre. Increíble no? Postergamos su visita 3 veces y justo anoche me lo dio».
http://www.ambito.com/noticia.asp?id=752626