Reparando el sistema cambiario en Venezuela- Por Mark Weisbrot

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No hay duda que siempre es  necesario debatir  la política cambiaria – incluyendo la cotización del bolívar- en el mismo nivel que debe hacerse con otras políticas  (sociales,  productivas, tributarias, entre otras), y enormes desafíos como la inflación. Pero el debate se hace difícil por la continua descalificación de quienes no se suman al coro neoliberal, mientras desde los centros de poder del capital financiero (y sus repetidores locales) se presiona para terminar con el proyecto bolivariano.   

Las modificaciones  cambiarias  nunca son  neutras. Toda política y acción debe responder  para qué y  para quién. Por ejemplo, sostener  precios de productos  de primera necesidad que requiere la mayor parte del pueblo que no negocia divisas,  poner más divisas a disposición  de los mercados financieros, recomponer reservas del Banco Central,  sustituir  importaciones,  impulsar la modernización y ampliación  productiva interna,  facilitando las importaciones  de bienes de capital e insumos… ¿Por qué? ¿Para qué?

Lo que llama la atención  es la sintonía del economista estadounidense Mark Weisbrot  con lo sostenido por los asesores socialdemócratas franceses del gobierno de  Nicolás Maduro. (1) Weisbrot confunde el debate  al referir  el control cambiario  como sinónimo de cotización fija y, llamativamente, valora  al mismo tiempo  la desregulación  por su «rendimiento mucho mejor»  -sin referir para quién-  denominándola con  el  eufemismo  de «flotante gestionado» . Fuertes devaluaciones han llevado históricamente siempre a  mayor regresión social y económica.

Lo cierto es que el FMI y los economistas neoliberales  no tienen ningún principio en relación a la defensa de un cambio fijo, pero si lo tienen respecto a la liberalización cambiaria. En su recetario incluyen tanto la fijación como la devaluación de acuerdo a  las circunstancias, pero siempre priorizando  intereses de «inversores extranjeros y prestamistas».

En un momento lo hacen  para garantizar en el ingreso su  rentabilidad local – estabilidad cambiaria- y en otros de mayor incertidumbre, tal como ocurre hoy en Venezuela, para permitir la salida/fuga de capitales.   Puede notarse  lo mismo en relación a  los tres países que menciona Weisbrot:  Argentina, Brasil y Rusia, pero también en relación Bolivia .

Lo  que está en juego hoy en Venezuela  con la «reparación cambiaria » no es una perspectiva económica/productiva  estratégica  -un debate sin duda pendiente en relación a la matriz productiva y los precios relativos de la economía venezolana-  sino simplemente  la rapiña de los ingresos petroleros estatales (ingreso central, permanente para el país) , avalando  en lo inmediato  la  fuga de capitales, tras  aceptar  presiones de  la banca y sus aliados para volcar más dólares  al SICAD II,  negociados en forma poco transparente.

La  carestía, la especulación y el desabastecimiento no se combaten con mayor liberalización, sino con el cumplimiento de la ley y el combate a la corrupción (hablamos de sobre facturación de importaciones,  fuga de divisas por SICAD II,  falta de control fiscal,  contrabando extensivo al exterior  de importaciones «subsidiadas», etc.  )

Y, la consecuencia inmediata- sensible en forma cotidiana-  de la desregulación creciente hacia un tipo de cambio «flotante gestionado»  es ahondar el  marco de carestía y  desabastecimiento , y por lo tanto  de incertidumbre e intranquilidad social y política  para la mayor parte de la población, al  retacearse  divisas  a cambio preferencial  (oficial  y SICAD I) , mientras continúa rampante la especulación , ahora  protegida  por la objetiva justificación de impunidad al  avalarse la marcha hacia un régimen cambiario más desregulado,  «flexible».

No caben dudas que el objetivo central  de Venezuela  debe ser  hoy   la paz social. Y para ello es imprescindible,  en forma prioritaria e inmediata, defender   las condiciones de vida de la mayor parte de la población que no opera o especula con divisas, pero se ve dañada y provoca desasosiego  por el desabastecimiento básico  y la carestía  no provocados por la falta de divisas sino por su desvío.

El  supuesto que la desregulación y la devaluación cambiaria  no dispararán aún más la inflación ya  que  «muchos precios ya se ven determinados por el mercado paralelo»  -según Weisbrot- no sólo es ilusorio sino  que es  extremadamente peligroso  y,  en el marco actual es seguramente  regresivo.

La justificación de la liberalización y unificación  cambiaria en nombre de la protección de los ahorros contra la inflación  parte del supuesto equivocado que la única «reserva de valor»  posible siempre debe ser la moneda extranjera  y  debe ser afrontada directamente. Y, a la vez, abrir  el debate sobre las alternativas para  cuidar y fortalecer el  ahorro en bolívares. Las divisas las gana el país y no deben seguir siendo   prenda de la rapiña de especuladores y de la internacional del capital financiero.

¿Por qué? ¿Para quién? Mucho se habla de «transición cambiaria», pero que no es posible seguir  repitiendo este estribillo sin saber a dónde se desea marchar. Mientras, los cantos de sirena de los buitres del Bank of America-Merryll-Lynch,  Lazard y la “conexión francesa” socialdemócrata  y del propio Weisbrot seguirán envenenando el medio ambiente económico y financiero venezolano.

Por supuesto que es al gobierno venezolano a quien le corresponde definir las políticas económicas, por las que sigue esperando el castigado pueblo.

 

Nota

 http://www.ultimasnoticias.com.ve/opinion/firmas/mark-weisbrot—desconsenso-en-washington/reparando-el-sistema-cambiario-en-venezuela.aspx

* Mark Weisbrot es codirector del Centro de Investigación en Economía y Política en Washington, DC (www.cepr.net). También es presidente de Just Foreign Policy (www.justforeignpolicy.org).

 

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