Con cuatro actos y sin Justicia, conmemoran 20 años del atentado a la mutual judía en Argentina
A 20 años del atentanto a la AMIA, la Justicia sigue sin hallar a los culpables
La sede de la mutual judía, en pleno corazón de Once, era destruida hace 20 años por un atentado que causó 85 muertos y más de 300 heridos, en un ataque que aún permanece impune. Hoy recordarán a las víctimas en cuatros actos.
La gran mayoría de los heridos fueron trasladados al Hospital de Clínicas, y en Ayacucho 632 se montó un centro de información sobre la suerte que habían corrido las víctimas.
El recuerdo del atentado que había sufrido la embajada de Israel, en marzo de 1992, aún estaba fresco en la memoria de los argentinos, que volvían a revivir con el ataque a la AMIA escenas de dolor, destrucción y muerte.
El entonces juez federal Juan José Galeano asumió la investigación y estableció, a los pocos días del hecho, que el ataque había sido perpetrado por un terrorista suicida que chocó una camioneta Traffic cargada de explosivos contra la entrada de la mutual.
El hallazgo del block perteneciente al motor de este vehículo, entre los escombros del edificio por parte de militares israelíes que participaron de las tareas de rescate, permitió establecer esta línea de investigación.
Por los datos extraídos del block se identificó al vendedor de la camioneta: Carlos Telleldín, un comerciante de autos usados que solía tener tratos con efectivos de la Policía bonaerense.
Al ser rastreadas las llamadas telefónicas realizadas por Telleldín, se detectó que una semana antes del atentado habló con Alberto Kannanore Edul, un empresario de origen sirio ya fallecido.
Entre la documentación que se le secuestró a Edul, se encontró una agenda en la que figuraba el nombre de Moshe Rabbani, consejero cultural de la embajada de Irán.
Con esa información, Galeano viajó a Venezuela donde se entrevistó con un disidente y ex funcionario del régimen iraní llamado Manuchur Moatamer, quien le explicó cómo operaban las células dormidas que utilizaba Teherán en diversos países.
En base a esa información, el funcionario judicial avanzó sobre la hipótesis de un atentado ejecutado por la organización Hezbollah y financiado por el gobierno de Irán.
El juez investigó las vinculaciones de Moshe Rabani, un clérigo persa, y conjeturó que había sido quien ideó el ataque a la AMIA desde Irán.
En 1997, el magistrado viajó a París y se reunió con integrantes del MKO, una organización opositora al régimen teocrático de Irán, quienes le suministraron los nombres de los funcionarios que habrían planeado la voladura de la mutual.
Galeano cometió numerosas irregularidades en la causa, entre ellas, pagarle 400.000 dólares a Telleldín con fondos de la SIDE para que implicara a un grupo de policías bonaerenses (liderados por el subcomisario Juan José Rivelli) como armadores de la camioneta que estalló en la calle Pasteur.
Acusado de mal desempeño, el juez que instruyó en la causa del ataque a la AMIA, quedó destituido en 2004 por una comisión de juicio político.
Un año antes, y tras un proceso oral que se prolongó durante meses, Telleldín y los policías quedaron libres de culpa y cargo por el tribunal que los juzgó.
Un informe de inteligencia estableció en 2003 que el chofer suicida de la Traffic que estalló contra el edificio de la AMIA era Ibrahim Berro, un ciudadano libanés de 21 años.
Tras la destitución de Galeano, la causa pasó a manos del juez Rodolfo Canicoba Corral y el fiscal Alberto Nisman, quienes en 2006 cursaron un pedido de detención contra 8 funcionarios iraníes, entre ellos el ex presidente del país Alí Rafsajani; el embajador Hadi Soleinmanpur y el imán Moshen Rabbani.
Irán desestimó las acusaciones y rechazó los pedidos de captura por considerar que «no estaban correctamente fundados y no existían pruebas que los avalaran».
El año pasado, el gobierno argentino firmó «un memorándum de entendimiento» con Irán, que luego ratificó el Congreso Nacional, para que los acusados declaren en la causa.
No obstante, dirigentes de la comunidad judía lo rechazaron y tramitaron ante la Justicia una declaración de inconstitucionalidad que resultó avalada por la Sala I de la Cámara Federal.
El Gobierno recurrió a esa decisión «por considerar que se trata de una medida arbitraria que invade las competencias del Poder Ejecutivo y el Congreso Nacional».
En tanto, desde 2012, el juez federal Ariel Lijo mantiene los procesamientos del ex presidente Carlos Menen; el ex jefe de la SIDE Hugo Anzorreguy; Galeano y otros funcionarios por el delito de encubrimiento.
En enero de este año, la Cámara Federal porteña le pidió a Lijo que acelere la causa, y el magistrado respondió con sobreseimiento de Carlos Corach, ex ministro de Interior del menemismo en el momento del atentado.
La causa AMIA tiene más 250 mil fojas, divididas en 650 cuerpos de 400 páginas cada uno en los cuales se acumulan testimonios e informaciones de 20 años.
Mientras tanto, los familiares de las víctimas luchan contra el olvido y aguardan por una justicia que castigue a los responsables de esta masacre.
http://www.telam.com.ar/notas/201407/71421-atentado-a-la-amia-20-anos-justicia.html
Veinte años sin respuestas de la Justicia
A veinte años del atentado, la trama del ataque contra la AMIA es una madeja que abarca, en esencia, dos procesos judiciales, con varios subprocesos, y ninguna claridad. Por el atentado en sí mismo no hay detenidos por lo que se llama la conexión local: no se sabe de dónde salieron los explosivos ni quiénes fueron los argentinos o brasileños que armaron la camioneta y actuaron en Buenos Aires antes y después del atentado. De todo eso, quedó ahora muy poco: un juicio contra el armador de autos truchos, Carlos Telleldín, hoy abogado. El fiscal Alberto Nisman lo acusa de haber entregado la camioneta sabiendo que se iba a usar para el atentado. El juicio está trabado por pedidos de nulidad que, seguramente, no van a prosperar, pero no será fácil condenarlo después de veinte años. La responsabilidad del ataque se le adjudica a Irán, aunque con pruebas dudosas y, sobre todo, basadas en informes de la CIA, el Mossad, la SIDE y el testimonio de opositores a Teherán. Para colmo, los sospechosos no pueden ser detenidos porque están en Irán o el Líbano y, además, se trabó el Memorándum de Entendimiento, firmado entre los cancilleres de la Argentina e Irán, con el que se aspiraba a interrogar a algunos de esos sospechosos. Existe una causa judicial referida a encubrimiento, que apunta al sembrado de pistas falsas y desvíos de la investigación. Están imputados desde Carlos Menem, pasando por el entonces juez Juan José Galeano, los fiscales, el titular de la SIDE y varios agentes, integrantes de la Policía Federal, como el comisario Jorge “El Fino” Palacios, y hasta Rubén Beraja, quien fuera titular de la DAIA. La causa está elevada a juicio, pero hay una apelación del ex juez a la Corte Suprema y, además, estará a cargo del mismo tribunal que tiene el proceso por las muertes en la estación de Once. Ese expediente se puso en marcha en el año 2000 y todo indica que el juicio podría empezar en 2015.
Sensaciones
Según reconoció el Estado argentino ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con la firma del presidente Néstor Kirchner, no hubo prevención después del atentado contra la Embajada de Israel en 1992, no se tomaron las medidas de seguridad para evitar ese segundo atentado y en el ataque a la AMIA fracasó además la investigación, por lo que hubo “denegación de justicia”. El Estado le puso así la firma a un hecho evidente: no hubo voluntad política de investigar el atentado, algo señalado por el Tribunal Oral Federal 3 tras el juicio que duró tres años y es hasta hoy el más largo de la historia argentina. Los jueces calificaron la investigación como “un armado al servicio de políticos inescrupulosos”.
Como lo señaló el Tribunal Oral y el posterior reconocimiento del Estado, la investigación fue un fracaso, con base en lo ocurrido en los primeros días: no se pudo determinar prácticamente nada de la conexión local. La guía de la pesquisa fue el motor encontrado entre los escombros y que había sido usado por Telleldín para armar una camioneta con partes robadas. El Tribunal Oral sostuvo que el atentado se cometió con ese vehículo: se basó en las declaraciones de efectivos de la Federal que firmaron unas 150 actas de secuestros de partes de la Trafic, unos veinte peritos, ingenieros de la fábrica Ciadea-Renault y forenses que encontraron, por ejemplo, un amortiguador en el cuerpo de Ramón Nolbelto Díaz y un acople de columna de dirección en el de Gregorio Melman. La cuestión es discutida por algunos aún hoy, pero para la Justicia eso quedó firme y por ello es el juicio contra Telleldín (ver aparte).
Más allá de eso se pudo avanzar muy poco. No se pudo determinar, por ejemplo, dónde estuvo la camioneta en buena parte de los ocho días anteriores al atentado, cómo y dónde se armó el vehículo-bomba, cuál fue el origen de los explosivos y, fundamentalmente, quiénes fueron los que participaron del ataque en la Argentina.
Iraníes
El fiscal Nisman conduce las investigaciones desde 2004, aunque ya había intervenido antes. Desde el principio, los cañones del juez Galeano y de los servicios de inteligencia –norteamericanos, israelíes y la SIDE– apuntaron contra Hezbollah, una organización libanesa vinculada con Irán. La acusación venía de la época del atentado contra la Embajada de Israel.
El problema de esa hipótesis es que se basa en dichos de los iraníes Monoucher Moatamer y Abol-ghasem Mesbahi, opositores al régimen de los ayatolás y poco confiables. Mesbahi, por ejemplo, sostuvo que también el atentado contra las Torres Gemelas lo impulsó Irán cuando en el análisis del recorrido de los 19 suicidas que se estrellaron en Nueva York, el Pentágono y Pensilvania no aparece ningún vínculo serio con Teherán.
El resto de las pruebas surge de informes de inteligencia de la CIA, el Mossad y la SIDE. Por ejemplo, Nisman sostiene que el atentado fue cometido por un suicida llamado Ibrahim Berro. No hay evidencias de su llegada a la Argentina ni el nombre con el que ingresó ni el lugar por el que entró al país. Tras un viaje a Estados Unidos, el fiscal afirmó que dos de sus hermanos, que viven en Chicago, confirmaron la versión, pero si se lee la declaración de ambos, más bien dicen lo contrario: que Ibrahim murió en el Líbano combatiendo contra fuerzas israelíes. La otra prueba de la participación de Berro es que desde Buenos Aires hubo llamadas a su familia en el Líbano y a una oficina de Hezbollah, pero semejante información proviene de informes de inteligencia.
Para Nisman, el hombre clave del atentado fue el ex agregado cultural de Irán en la Argentina, Mohsen Rabbani, quien cobijó a la supuesta célula terrorista. El marido de una de sus secretarias, un hombre llamado Salman el Reda, habría actuado de artífice de la organización en Buenos Aires, mientras que todo estuvo coordinado por un sujeto –no se pudo determinar quién– que operó desde la Triple Frontera con un celular a nombre de un tal André Márques. Nuevamente la clave para hilvanar todas estas piezas son los teléfonos y las supuestas llamadas al Líbano, en algunos casos desde locutorios en Buenos Aires e incluso cercanos a la AMIA. Como se sabe, los entrecruzamientos son realizados por la SIDE y la identificación de los números en el Líbano como pertenecientes a Hezbollah o a tal o cual persona surgen de los informes de la CIA y el Mo-ssad. Aun así, funcionarios que pasaron por el Ministerio de Justicia en la última década y tuvieron una mirada independiente sobre el caso –Nilda Garré, Alejandro Rúa–, piensan que la pista de Rabbani merece ser profundizada.
Con los elementos existentes, se libraron las órdenes de captura contra los principales funcionarios iraníes, entre ellos hasta del presidente en la época del atentado, Alí Rafsanjani, hoy líder del ala moderada de Irán, porque los testigos-disidentes afirmaron que se le dio el visto bueno al ataque contra la AMIA en una reunión del más alto nivel en la ciudad de Ma-shad, en Irán.
La cuestión de fondo es cuánto pesan las pruebas y testimonios existentes. Uno de los imputados fue el entonces embajador iraní en Buenos Aires, Hadi Soleimanpour, quien estuvo detenido en Londres en 2003. Galeano mandó un expediente de 400 páginas y en dos oportunidades el juez inglés Justice Royce consideró que no había evidencias contra el embajador. Hay quien sostiene que la Justicia inglesa no quería problemas con Irán y por eso dictaminó de esa manera. Incluso se trató de relativizar el fallo de Royce diciendo que no se pronunció sobre las evidencias. Lo cierto es que sí afirmó que no había evidencias suficientes y Soleimanpour fue liberado, lo indemnizaron con unas 20 mil libras y se volvió de Londres a Teherán.
Tampoco el juez argentino Rodolfo Canicoba Corral fue demasiado enfático sobre las pruebas: “Por ahora esto es una hipótesis”, sostuvo hace poco.
Pantano
El problema más serio es que el expediente sobre el atentado en sí mismo tiene pocas chances de avanzar. Es que los imputados están en Irán o el Líbano (por ejemplo Salman el Reda) y ambos países consideran que la investigación en la Argentina es un armado falso, orientado por la política, la SIDE y los servicios de inteligencia de Washington y Jerusalén. En Teherán siempre insistieron en que no tuvieron nada que ver con ningún atentado y que Estados Unidos utiliza la acusación de Buenos Aires para sus intereses geopolíticos vinculados al petróleo.
Para sumar más obstáculos a la situación, Irán tiene prohibido por ley extraditar a sus ciudadanos, una medida que existe en muchos países. En Brasil, por ejemplo, esa prohibición figura en la Constitución. Una salida que se buscó fue que el juez viajara a Teherán, por lo cual se firmó el Memorándum de Entendimiento, considerado inconstitucional por la Cámara Federal. El proceso continúa ahora en Casación, pero mientras tanto ni la Justicia argentina tiene chances de interrogar a los sospechosos ni éstos se mueven de Irán o el Líbano.
El resultado parece ser claro: se llega a este vigésimo aniversario con las manos vacías.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-251015-2014-07-18.html
Cuatro actos para conmemorar el atentado
En la jornada de hoy se realizan cuatro actos para recordar el trágico 18 de julio de 1994. Todos ellos
tendrán como centro de atención a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), aunque las diferencias entre las distintas asociaciones civiles y las facciones políticas por la ausencia de resolución judicial en lo que ya son dos décadas de historia han opacado lo que debiera ser un unido reclamo por verdad y justicia. El Memorando de Entendimiento con Irán, congelado.
Acto central
Será encabezado por los dirigentes actuales de la AMIA y DAIA (Delegación de Asociaciones Israelistas Argentinas), y por los familiares de los muertos y heridos en el ataque terrorista ocurrido el 18 de julio de 1994, en la sede de Pasteur al 600. Exactamente a las 9:53 se hará sonar la misma sirena que se pudo oir el día de la explosión.
El lema que los familiares eligieron para esta ocasión será «Ni un día de olvido» y tendrá como oradores al vicepresidente de la AMIA, Thomas Saieg; el familiar Luis Czyzewski y el periodista Alfredo Leuco. El encuentro será conducido por Mario Pergolini y contará con la participación de la cantante Julia Zenko.
Memoria Activa
La organización Memoria Activa realizará por primera vez en estos veinte años un acto el mismo día a la misma exacta que los nucleados en AMIA y DAIA. «Lamentablemente no podremos hacerlo en el mismo lugar del atentado», reza un panfleto difundido por la asociación. «Porque las diferentes dirigencias de AMIA/DAIA no nos acompañaron, no nos protegieron, no compartieron nuestro dolor ni nuestra exigencia de justicia», acusan.
Según Memoria Activa, AMIA y DAIA han tenido en estos veinte años «una actuación judicial vergonzosa» y hasta los acusan de ayudar al encubrimiento de los hechos «para proteger al ex presidente de DAIA, Rubén Baraja, procesado por encubrir la investigación de la causa AMIA», enuncian.
El acto se realizará a las 9:30 en la Plaza Lavalle. Hablarán Diana Malamud; Taty Almeida (Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora); Juan Carr, de Red Solidaria; el psicoanalista Natán Sonis; Sandra Mihanovich y el periodista Raúl Kollmann.
18J
La Asociación 18J, Sobrevivientes, Familiares y Amigos de las Víctimas del Atentado a la AMIA, liderada por Sergio Burstein, realizarán su homenaje en la Plaza de Mayo de la Capital Federal a las 13 horas. Tendrán como oradores a representantes de la Comunidad Sant Egidio (amigo); Olga Degtiar (madre de Cristian, fallecido) y Hugo Fryszberg (sobreviviente).
APEMIA
Bajo el petitorio explícito de «abrir los archivos» y formar «una comisión investigadora de la verdad» y el «Juicio y castigo a los culpables», la Agrupación por el esclarecimiento de la masacre impune de la Amia, dirigido por Laura Ginsberg, contará con la asistencia del premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y la integrante de Madres de Plaza de Mayo (Línea Fundadora), Nora Cortiñas.
Será frente al Congreso Nacional (Rivadavia y Riobamba) a las 18 horas.
La presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, no podrá asistir a ninguno de los actos ya que se encontrará reunido con su par chino, Xi Jinping, con el objetivo de firmar acuerdos comerciales y estrechar los lazos con la potencia económica miembro de BRICS. El mandatario oriental arribará a la Casa Rosada cerca de las 17 horas.
20 años del atentado a la Amia
En el barrio porteño de Balvanera, una Trafic blanca convertida en coche bomba estalló contra la entrada del edificio de la Amia, cuando faltaban siete minutos para las diez de la mañana del lunes 18 de julio de 1994, jornada que a partir de ese momento se convirtió en una de las fechas más negras de la historia argentina. Son 77 víctimas las que estaban dentro de la sede de la mutual judía y otras 18 en la vereda o en edificios aledaños al momento del atentado, cuyos responsables siguen impunes. En Paraná también se realizará un acto recordatorio, este viernes a las 12:30 frente al monumento que conmemora a las víctimas del atentado terrorista en Plaza de Mayo, se informó a AIM.
Desde entonces, 20 años han pasado sin que la investigación judicial ni las acciones de los distintos gobiernos hayan arrojado resultados satisfactorios para los familiares de los 85 muertos y los 300 heridos, que provocó ese ataque terrorista.
En total, 77 víctimas estaban dentro de la sede de la mutual judía y otras 18 en la vereda o en edificios aledaños al momento del atentado, cuyos responsables siguen impunes.
Aunque la comunidad judía de la Argentina es la más numerosa de América latina y una de las principales del mundo, el atentado fue tomado por la colectividad, la Justicia y los gobiernos como un ataque a la sociedad argentina toda, informa la agencia NA.
La iniciativa del gobierno de la presidenta Cristina Kirchner para acordar con Irán el interrogatorio en Teherán a los iraníes acusados terminó rodeada de polémica: avalando un pedido de la conducción de la Daia y la Amia, el memorándum de entendimiento firmado por ambos países fue declarado inconstitucional por la justicia argentina y ahora la causa está bajo estudio de la Cámara Federal de Casación, la máxima instancia penal del país.
El 17 de marzo de 1992, la comunidad judía ya había sido objeto de otro atentado, cuando una camioneta Ford F-100 explotó frente a las puertas de la Embajada de Israel, que entonces se ubicaba en el barrio porteño de Retiro, y como consecuencia de lo cual murieron 27 personas y más de 100 resultaron heridas.
Dos años después, la Asociación Mutual Israelita Argentina se encontraba organizando los preparativos para el festejo del primer centenario de su creación.
La organización había sido fundada grupos de inmigrantes judíos y tenía por objetivo brindar ayuda y asistencia a las personas de esa comunidad que planeaban radicarse en el país.
El viernes 15 de julio de 1994, tres días antes de la explosión, una Trafic blanca fue estacionada en la playa de estacionamiento Jet Parking, a tres cuadras de la sede de la mutual, ubicada en Pasteur 633 e inaugurada en 1945.
A las 9:53 del lunes 18, ese vehículo, cargado con 400 kilos de un explosivo de nitrato de amonio, TNT y nitroglicerina amonal, se estrelló contra el edificio de la calle Pasteur.
La explosión produjo un cráter de seis metros de profundidad y daños materiales por 15 millones de pesos/dólares, mientras que la onda expansiva dejó sin agua y sin luz a las manzanas vecinas y destruyó decenas de propiedades de la cuadra.
“No nos quedaremos con los brazos caídos, porque de ahora en más en el Día de la Madre, en el Día del Padre, en el Día del Niño, en Navidad o Año Nuevo, estaremos mirando al cielo, con el corazón desgarrado y las manos vacías preguntándonos por qué”, escribió Sofía Guterman, dos meses después del atentado, en un artículo titulado Palabras a mi hija Andrea, publicado en el diario La Razón.
El ministerio de Educación de la Nación incorporó al calendario escolar al 18 de julio, como una Jornada de Reflexión y sobre el atentado a la Amia se produjeron miles de artículos periodísticos y decenas de libros, ensayos y videos, así como centenares de testimonios orales, expresiones artísticas, imágenes y actividades educativas.
Los 18 de julio suelen ser en Buenos Aires mañanas frías y ventosas, pero pese al clima no hay año en que la comunidad judía y los familiares de las víctimas no asistan a la reconstruida sede de Pasteur 633 a hacer memoria y a redoblar el reclamo de justicia.
http://www.aimdigital.com.ar/2014/07/17/a-20-anos-del-atentado-a-la-amia/
A 20 años del atentado a la AMIA: crónica de un día de guerra
secuencia se repite en loop. Las imágenes se reiteran, casi calcadas, una y otra vez. El plano muestra una escena de guerra. Son personas, sanas, que ayudan a otras, heridas.El contexto es el peor que puede haber en una ciudad viva. Escombros, humo, alarmas que suenan histéricamente, gritos y pedidos de auxilio, que se oyen a lo lejos, lanzados desde distintos lugares. Son los primeros momentos del peor atentado en la historia de la Argentina, el que sufrió la AMIA, del que hoy se cumplen 20 años.
El 18 de julio de 1994 a las 9.50 hacía mucho frío. El invierno porteño transitaba su rutinaria armonía laboral. Empleados que llegaban a sus puestos de oficina como todos los días, repartidores que entregaban la mercadería a los negocios, encargados de edificios que hacían sus tareas callejeras, transeúntes que tomaban el colectivo para ir al trabajo, mujeres y hombres que se dirigían a hacer trámites bancarios: lo mismo que sucede todos los días hábiles a esa hora.
A las 9.53 la habitualidad de una crónica urbana simple y cotidiana dejó paso al peor de los relatos posibles en una sociedad libre de guerras: un masivo atentado terrorista volvía a suceder en el corazón de Buenos Aires. A partir de ese segundo todo fue diferente.
A esa hora una bomba destruyó a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina. Ochenta y cinco personas murieron, 67 eran empleados del lugar, y el resto, gente que circulaba por la calle o estaba en edificios aledaños. La sede de Pasteur 633 quedó reducida a escombros en segundos, debido a la fuerte potencia del explosivo. Pasteur se transformó en una guardia al aire libre, con heridos por todos lados, ventanas estalladas, edificios rotos y gente desorientada.
«Fue un ruido muy profundo, muy sordo. Inmediatamente después de la explosión la confusión es tan grande que uno no sabe bien qué fue lo que pasó. Se levantó una gran polvareda y un profundo olor a azufre», relató Jorge Beremblum, uno de los sobrevivientes, en un video que se mostró durante una instalación artística documental que se hizo para conmemorar los 19 años de la explosión.
Sirenas. Gente que comienza a llegar desde distintos puntos de la Ciudad. Ambulancias. Personas que están tiradas en la calle. Gritos. Heridos que, como pueden, se arrastran para ser atendidos. Escombros. Ciudadanos que lentamente comienzan a juntarse anárquicamente para sacar los enormes bloques de cemento destrozados que quedaron desperdigados y así poder rescatar a los cientos de atrapados que hay. Pocos policías.
«Recién a las 12.15 se realiza el primer vallado, para permitir el ingreso de ambulancias entre cientos de voluntarios, policías uniformados y de civil, espías, curiosos y periodistas. Las denuncias sobre la falta de presencia inmediata por parte de la policía, los pedidos de baldes y barbijos, los gritos pidiendo silencio para poder detectar víctimas entre los escombros se registran en todas las transmisiones de la televisión», describe el libro Cortinas de humo, de los periodistas Joe Goldman y Jorge Lanata.
Hasta ese momento la comunidad judía en la Argentina había sufrido una sola vez un ataque terrorista masivo. El 17 de marzo de 1992 una bomba explotó en la sede de la embajada de Israel y causó 29 muertos y casi trescientos heridos. La mala experiencia se volvía a repetir a solo dos años.
Esta situación hizo que, a pocas horas de haberse producido el desastre, varios funcionarios del entonces gobierno del presidente Carlos Menem se lanzaran como mediáticos a mostrarse en el propio lugar. Es que en el momento de la explosión de la Embajada, el silencio oficial había sido muy evidente. Así, para diferenciarse de lo que había ocurrido antes, muchos dieron notas a la TV y diarios, y otros solo se mostraron, como el excanciller Guido Di Tella, el médico personal de Menem Alejandro Tfeli, el secretario legal de la presidencia Carlos Corach, entre decenas de diputados, senadores, funcionarios nacionales y dirigentes políticos.
La imagen era repetitiva: los voluntarios que ayudaban a los agentes policiales a liberar de escombros el lugar para rescatar a la gente lastimada, mientras las ambulancias y patrulleros se llevaban a los heridos al hospital.
Toda esa situación pareció empeorar aún más cuando, en el medio de la transmisión especial que estaba realizando Telenoche desde la calle Pasteur, unos escombros del techo del edificio colapsado se desplomaron contra los bomberos que trabajaban allí, algunos de los cuales resultaron heridos. «¡Cuidado, cuidado!», gritó desencajado César Mascetti, el conductor del noticiero, aunque ya era un hecho el accidente.
Los días, meses y años siguientes transcurrieron en el medio de la confusión por lo que pasó. Que fue un coche bomba. Que fue un explosivo que estaba en un volquete. La conexión con Siria. La implicancia de Irán. La participación de espías entre los que estaban inmiscuidos varios policías de la Bonaerense. Un juicio nulo. Las diferencias entre los familiares. Los insultos a los funcionarios en los actos conmemorativos. La comisión en el Congreso creada solo para investigar el atentado. El memorándum firmado con Irán.
Pero nada de lo que se hizo a lo largo de estos 20 años podrá volver a traer la normalidad que había antes de ese segundo maldito. Ese momento del 18 de julio de 1994 a las 9.53, cuando la ciudad de Buenos Aires dejó de ser una ciudad para convertirse en un campo de batalla.
http://tn.com.ar/sociedad/a-20-anos-del-atentado-a-la-amia-cronica-de-un-dia-de-guerra_518493