Reelección, recomposición de la derecha «pura y dura» y oportunidad para la izquierda – Por Carlos A. González
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Santos fue reelegido por una mayoría escasa pero suficiente para darle continuidad a los componentes centrales de su primer gobierno: el fin del conflicto armado y la estructuración de un proyecto económico basado en el extractivismo. La recomposición de la derecha «pura y dura» desplaza al actual presidente hacia el centro, donde se siente cómodo. La izquierda logra reposicionarse y tiene la oportunidad de recuperar la iniciativa, ser más incidente y lograr mayor liderazgo a todos los niveles. Ganadores y perdedores, perspectivas.
Los resultados electorales y las campañas
En segunda vuelta presidencial participaron 15.794.470 colombianos, el 48% del total de habilitados para votar. Santos superó por escaso margen de 911.985 votos al candidato uribista.
La carrera hacia segunda vuelta presidencial configuró dos bloques pluripartidistas y con discursos relativamente homogéneos. Por el lado de Santos y la Unidad Nacional (Partido de la U, Cambio Radical y Partido Liberal) se establecieron alianzas con sectores del Partido Conservador -un grupo de congresistas electos-, Unión Patriótica, sectores importantes del PDA -Clara López e Iván Cepeda- y de la Alianza Verde -encabezada por la bancada parlamentaria-, más allá de que las campañas respectivas de estos últimos definieran dejar a sus simpatizantes en libertad de elección. En torno a Santos se conocieron adiciones de sectores sociales, sindicales y democráticos, movidos por la posibilidad de fin del conflicto representada en las mesas de diálogos con las insurgencias. Con matices, estas alianzas y adhesiones estuvieron animadas por diferentes cálculos y motivaciones, un arco iris de razones que asentaban fundamentos en acuerdos burocráticos o programáticos, en votar a favor de Santos o incluso en contra de Uribe – Zuluaga. Esta efectividad a la hora de las alianzas fue facilitada por el tema de la Paz, más allá de que por ella cada cual entienda una cosa distinta. O mejor, se vio facilitada por estar en contra de la continuidad de la guerra, tal como la conoce el país.
La Unidad Nacional logró superar el escollo que dejó en primera vuelta los problemas de organización y de efectividad en materia de maquinaria electoral. Si la campaña reeleccionista hacia primera vuelta fue aburrida, concentrada en acuerdos políticos por arriba con las dirigencias partidistas y articulada a la disponibilidad de buena parte del aparato estatal, los escándalos sobre la primera vuelta y el segundo lugar que dejaron los comicios de Mayo llevaron al rediseño de la campaña Santos presidente, a centrar la estrategia en conquistar la opinión pública a través de un mensaje claro, “la paz” en oposición a la guerra, debate programático abierto y propaganda televisiva en horarios triple A. Sobra decir que en estos tres aspectos fue eficiente la campaña reeleccionista y los errores del oponente fueron determinantes.
Por el lado de Zuluaga y el Centro Democrático se establecieron alianzas con el Partido Conservador y especialmente con el sector mayoritario de Martha Lucia Ramírez, y sectores económicos y sociales de gran peso como los gremios del empresariado agrario y ganadero -SAC, Fedegan, Palmicultores, entre otros-. El Centro Democrático logró construir una maquinaria electoral eficiente que le arrebató importantes acumulados electorales a los tradicionales en el centro del país y supo utilizar el aparato de Estado disponible en procura de su propósito. Asimismo, fue significativa su influencia en Antioquia y el Eje cafetero, zonas de donde provienen los principales líderes de este movimiento y por esta vía lograron movilizar a la ciudadanía muy a pesar de los esfuerzos de la campaña oficialista. Sin embargo, la campaña uribista tuvo problemas de iniciativa en la recta final, Zuluaga no le fue bien en los debates y el titubeo frente al tema de si terminar los diálogos con la insurgencia o darle continuidad con condiciones, le restaron ante la opinión pública. A pesar de los esfuerzos por traducir su propuesta en imágenes claras y específicas, no supo desmarcarse de la díada guerra-paz en donde lo metió la campaña reeleccionista.
Por otra parte, el comportamiento del abstencionismo y el voto en blanco es otro componente que explica los resultados. El abstencionismo se redujo de primera a segunda vuelta en más de 2.500.000 votos, los suficientes para hacer diferencias pero no para superar la media histórica. Esta sensible reducción del 59,9% al 52,1% debe atribuirse, con las limitaciones de una democracia precaria, a la efectividad de las campañas en la movilización de electores y a la polarización misma que implica una segunda vuelta, que contribuye a clarificar la diferencias programáticas haciendo más clara la elección. La segunda vuelta trajo también una reducción igualmente sensible del votos en blanco aunque menos significativa que el dato de la abstención. La reducción del 5,9% al 4%, dice sobre todo de la derrota de los sectores políticos que lo promovieron, fundamentalmente sectores del PDA encabezados por Jorge Enrique Robledo. Está claro que en la votación de Santos fue determinante la reducción del abstencionismo en términos globales, especialmente en departamentos de la costa caribe como Atlántico y Córdoba.
Reconfiguración de la derecha «pura y dura»
Los resultados también muestran un fenómeno que en el transcurso de los últimos cuatro años ha ido apareciendo en el país y que paulatinamente se ha venido organizado como fuerza política de oposición al gobierno Santos: la reconfiguración de la derecha “pura y dura” representada por Zuluaga y recogida en el Centro Democrático. Este partido, que agrupa al uribismo, obtuvo en las pasadas elecciones legislativas 21 escaños en el Senado y 12 en la Cámara de Representantes, correspondientes al 12,5% del total de escaños del Congreso. La emergencia de esta derecha trae consigo un programa conservador de orden, seguridad, pacificación de la sociedad y continuidad del modelo económico neoliberal, banderas que han alimentado la guerra interna en el país los últimos años y representado la imposibilidad de reformas estructurales.
La emergencia de esta derecha ha desplazado a la “tradicional”, representada por Santos, hacia el centro, un lugar en donde se siente cómoda y en torno al cual viene logrando agrupar a tradicionales y sectores democráticos. En particular esta segunda vuelta mostró la capacidad de esta “derecha tradicional” para acercar a sectores democráticos y de izquierda, y para formular una agenda de reformas que en todo caso, al igual que el uribismo, aspira a la continuidad del modelo económico imperante.
Reposicionamiento de la izquierda
La izquierda en este proceso electoral presentó varias posturas y no estuvo unificada. En primera vuelta el sector de Progresistas terminó aliándose con Santos y con ello distanciándose del sector mayoritario de izquierda agrupado en el PDA-UP. Esta postura fortaleció en su momento la candidatura de Clara López -PDA- quien logró capitalizar un buen porcentaje del voto de opinión en la capital a pesar de Petro. Lo propio ocurrió con sectores de Marcha Patriótica e indígenas -de la denominada “izquierda social”- quienes no expresaron con claridad sus posturas y en consecuencia tuvieron dispersión. Hacia segunda vuelta, los casi 2 millones de votos de Clara López y el PDA-UP se dividieron, optando por la adhesión a Santos, o la abstención y voto en blanco. El Polo resolvió orgánicamente «libertad de conciencia» para sus integrantes, y en este contexto los aliados de Santos se agruparon en el Frente por la Paz, incluyendo a la propia Clara López y Iván Cepeda, UP, centrales obreras, movimientos sociales, entre otros; mientras congresistas electos el pasado 9 de marzo como Jorge Robledo, Alberto Castilla y Alexánder López se manifestaron por la abstención o el voto en blanco.
Con la reelección de Santos es claro que la izquierda presenta un reposicionamiento, especialmente aquella aliada del candidato-presidente. El tema de la Paz y en particular los diálogos con la insurgencia fueron la mejor oportunidad para pasar al frente de la escena en un momento clave en términos de participación de distintos sectores en el proceso de diálogo. Este sector tiene la oportunidad de recuperar la iniciativa, se ser más incidente y lograr mayor liderazgo a todos los niveles, con sectores más allá del PDA que seguramente son fundamentales hacia la elecciones locales de 2015. Se abre así un escenario de reagrupamiento de las fuerzas de izquierda, no exento de amenazas como lo son la cooptación por parte del establecimiento y las limitaciones propias asociadas a la ausencia de una organización política unitaria que pasan por la lectura estratégica del momento político. La coyuntura de paz y Santos ayudan a alinderarse en la misma orilla a sectores que salieron de la peor manera del PDA como Progresistas y UP, con Clara López, Carlos Gaviria e Iván Cepeda, aunque efectivamente cada agrupamiento haciendo cálculos independientes. Con otra postura pero en la misma izquierda queda el senador con más votación el pasado marzo y otros parlamentarios importantes con ligazón a sectores sociales que tendrán que contribuir por una estrategia unificada del conjunto de la izquierda.
Ganadores y perdedores
Entre los ganadores están: la campaña de Santos, que acertó en el cambio de diseño y que contó con los errores del oponentes, los suficientes para no activar a su favor los votos de abstencionistas: Gana la Unidad Nacional que garantizó liderazgo político acompañado de hegemonía parlamentaria y condiciones favorables para la gobernabilidad en el próximo periodo presidencial, así como triunfos en las principales capitales del país: Bogotá, Cali y Barranquilla.
Ganan Clara López y Progresistas: Clara López porque entendió que las aspiraciones del PDA en las locales 2015, especialmente en Bogotá, pasan por enviar un mensaje claro y decidido a su votantes, simpatizantes que en todo caso se rigen por el voto de opinión y no por el voto partidista. En menor medida gana Progresistas, porque su alianza con Santos sólo fue favorable en segunda vuelta y a costa de sacrificar la alternativa que puede representar en términos de las formas de hacer política.
Los perdedores además de Zuluaga son los aliados del uribismo: gremios agropecuarios y ganaderos que perdieron parcialmente capacidad de negociación en la escena política; el Partido Conservador que terminó dividido en la contienda electoral entre la “derecha tradicional” y la derecha “pura y dura”, abocado hoy a un relevo de la conducción interna por el sector proclive al uribismo. Con este partido también pierde Andrés Pastrana. Entre primera y segunda vuelta perdió el uribismo en Bogotá, Santander, Norte de Santander y Arauca, y tuvo menor capacidad para acercar a los abstencionistas.
Perspectiva
La composición del Congreso 2014-2018 y los resultados de la elección presidencial, puestas en contexto, habilitan opciones de despliegue de los proyectos políticos en contienda sin resultar necesariamente contradictorios entre sí. Algunos de ellos pueden ser:
* Configuración de un escenario bajo la hegemonía de la “derecha tradicional”, dispuesta a tramitar una agenda de reformas indispensables que alcance para el fin del conflicto y que disponga condiciones de mayor crecimiento económico y desarrollo del modelo extractivista a corto plazo.
* Configuración de un segundo escenario de polarización política liderado por la derecha “pura y dura”: este escenario la coloca al frente de la oposición al gobierno y con importante capacidad de negociación, dispuesta a capitalizar los desaciertos y equivocaciones del proyecto reelegido. Todo lo anterior, en un contexto de predominio y consolidación del modelo económico frente al cual mantienen diferencias de énfasis y de prioridades más que de fondo.
* El tercer escenario es de novedad para la acción política institucional de sectores de izquierda, en el que tiende a profundizarse la lucha política, así como las alianzas de poder. Este escenario anuncia a mediano plazo el fin del conflicto y un proceso de inclusión que va en dirección de disponer nuevas fuerzas en ruta de cambios y reformas democráticas. Los cuestionamientos que esclarecerían un poco más estas posibilidades de realidad tienen que ver con conocer hasta dónde está dispuesta a avanzar la “derecha tradicional” en dirección de reformas de inclusión y participación; qué capacidad conserva la derecha “pura y dura” para desestabilizar el gobierno y presentarse de nuevo como alternativa política de mayorías y finalmente saber si las izquierdas lograrán canalizar y articular las fuerzas de cambio.
Para clarificar cuál de estos escenarios resulte más probable, habrá que hacer seguimiento al movimiento de la realidad nacional.