Sin lugar para héroes – por Pablo Solana

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«Panamá es una Casablanca sin héroes», concluyó el escritor británico John Le Carré después de frecuentar a la burguesía de este país de tránsito, dolarizado, trasnacionalizado. Las elecciones realizadas ayer parecen darle la razón.

Pasaron las elecciones, las facciones de la burguesía resolvieron su interna con éxito y el novel partido de los obreros panameños no logró mantener el piso electoral. Sindicalistas, indígenas y movimientos sociales se propusieron una patriada, y se lanzaron por primera vez a la heroica tarea de conquistar espacios en unas instituciones que no están diseñadas para darles espacio. No les fue bien. Los tres candidatos representantes del régimen democrático post invasión norteamericana —que el economista Julio Manduley denomina con fundamentación y gracia «mafiocracia»— se repartieron gran parte de los votos emitidos, que no fueron pocos: en un país donde no es obligatorio votar, hubo apenas un 24% de irregularidades de inscripción, ausentismo o abstención.

A las 9 de la noche el Tribunal Electoral confirmó la tendencia irreversible que daba vencedor al empresario de la industria del ron Juan Carlos Varela, del partido Panameñista y el Opus Dei. Se impuso al empresario ambientalista Juan Carlos Navarro del PRD y al empresario textil José Arias de Cambio Democrático (CD), este último delfín del empresario que gobierna el país, Ricardo Martinelli. A que no saben qué clase social estaba tranquila más allá de cuál de los tres triunfara.

El Frente Amplio por la Democracia (FAD), liderado por el líder sindical combativo Genaro López, completó los requisitos necesarios pocos meses atrás. Nació concebido como instrumento electoral del Frente Nacional por los Derechos Económicos y Sociales (Frenadeso), un espacio multisectorial de lucha estructurado en función del poderoso Sindicato de Trabajadores de la Construcción (Suntracs). Se inscribió superando dificultades burocráticas y administrativas que no incomodan a los grandes partidos, pero que sembraron el camino de espinas para estos expertos dirigentes sindicales que, sin embargo, nunca habían expresado interés por la disputa política institucional: su posición casi de principios, en elecciones pasadas, había sido la abstención. Pero haber superado las dificultades y haber logrado inscribir al nuevo partido con todas las candidaturas como pocos lo logran en Panamá (sólo 7 candidatos presidenciales compitieron esta vez), envalentonó a los líderes gremiales que ya cosechaban la adhesión de comunidades indígenas, otros gremios y sectores profesionales e intelectuales. Entonces se pusieron como meta superar el 4% de piso para mantener la personería legal y pretendieron además alcanzar alguna banca de diputados, o alcaldías. Los votos cosechados resultaron apenas la cuarta parte de los necesarios. En la sede sindical-partidaria, después de muchas expectativas, por la noche había rostros obreros tristes. Pero no abatidos.

Los impulsores del FAD provienen de un sindicalismo de combate, acostumbrado a las duras batallas y los golpes. Y ahí sí que no les va mal. Durante las últimas dos semanas de campaña electoral el Suntracs protagonizó una huelga firme que paralizó la construcción, en una medida que, curiosamente, emparda al porcentaje sumado de los tres candidatos de la burguesía en el terreno electoral: el PRD, Panameñistas y CD sumaron un 98% de los votos de la misma forma que los obreros pararon el 98% de las 400 obras en construcción del país en busca de un acuerdo beneficioso ante la patronal. ¿Pensar que podían trasladar la fuerza de la lucha sindical a la compleja ingeniería de poses y adecuación de discursos que requiere la disputa electoral fue la gran equivocación? Algo de eso, y mucho de inexperiencia, reconocen en el FAD.

Genaro López es un obrero de origen campesino, de gruesas manos y voz pausada. Recuperó el sindicato de la construcción cuando cayó la dictadura, lo lideró por casi veinte años y, como candidato a presidente, fue la cara más visible del FAD. «Estuvimos muy por debajo de lo que nos habíamos propuesto. Sin embargo esto es apenas un instante de la lucha social del pueblo panameño», analizó apenas conocidos los resultados. «El elemento táctico electoral debe complementar la tarea estratégica que es construir poder popular», profundizó uno de sus compañeros del sindicato más jóvenes, con casaca y gorra roja del FAD. «Hemos entrado en contacto con comunidades en las que no teníamos trabajo, con eso hemos cumplido una parte de los objetivos. Nunca se me olvida cuando dijimos que íbamos a desafiar a los poderosos en su terreno; bueno, estamos pagando esa osadía. Reconstruir el tejido social sigue siendo el carácter estratégico del proyecto que hemos levantado como parte de este pueblo, no hay que perder esa perspectiva», concluyó el joven, autocrítico y esperanzado.

El desafío no será fácil para estos dirigentes populares que intentan hacerse cargo de la historia y las necesidades de un pueblo que —no está de más recordarlo— hace menos de 25 años salía de una dictadura para soportar los bombardeos de la invasión y ocupación militar norteamericana. En los últimos años los empresarios que gobiernan y las multinacionales a las que se asocian están de parabienes gozando de un crecimiento macroeconómico del 8% anual empujado por megaobras y negociados. Pero al mismo tiempo —y por eso mismo— la pobreza se incrementó del 26 al 37%, las comunidades originarias sufren desplazamientos de sus territorios y el costo de vida se incrementa a precios internacionales para una clase trabajadora que cobra salarios en valores centroamericanos.

En esas condiciones, el pueblo panameño seguirá necesitando de la osadía de esos «héroes» que Le Carré no encontró en su comparación literaria cuando escribió El sastre de Panamá. Héroes que aún no se ven con claridad, si sólo se presta atención a los resultados electorales recientes. Pero que ahí están: en el Suntracs, en las comarcas indígenas, en la juventud panameña, en el FAD.

 

http://www.marcha.org.ar/index.php/elmundo/99-alba/5169-sin-lugar-para-heroes

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