Melissa Sepúlveda, presidenta de la Federación de Estudiantes de Chile: “En el programa de Bachelet queda claro que ésta no va a ser la gran reforma que se necesita”

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Mayo parece ser un mes de definiciones para la reforma educativa del gobierno de Bachelet. El Ministro ha dicho que antes del 21 presentará al menos tres proyectos de ley, pero para la líder de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, esto no es suficiente. Ha dicho del Ministro de Educación que es “ambiguo” en sus planteamientos y la reunión con Nicolás Eyzaguirre y su equipo no la dejó conforme. Tanto, que hubo dos anuncios claves: la Confech se plegarán al paro del 8 de mayo convocado por los estudiantes secundarios y trabajarán en una propuesta educativa paralela a la del gobierno con la participación de distintas organizaciones sociales. Lo que esta estudiante de medicina exige es un “cambio de paradigma”.

¿Cómo fue la reunión con Nicolás Eyzaguirre?
La reunión que tuvo la Confech con el ministro fue bastante desordenada, con una exposición inicial que no tenía un documento de por medio, sino más bien unos apuntes. No existió una planificación formal o algo un poco más acabado, por último lineamientos generales que den orientación.

¿No hay claridad sobre lo que se va a hacer?
Exacto. Lo único que se señaló era que se iban a enviar primero tres proyectos de ley antes del 21 de mayo: fin a la selección, no al lucro y fin al copago. Posteriormente, en el segundo semestre, se abordaría el tema de educación superior. Lo que hoy día nos llena de dudas es si realmente estas reformas se van a llevar a cabo. La agenda tiene mucho retraso y el ministro tiene declaraciones tan contradictorias según el actor con el que se reúne.

¿Va acomodando su discurso de acuerdo a quien lo visita?
Pareciera que esa es la estrategia. Es bastante inteligente, pero de corto plazo. No sé qué tan sostenible sea en el tiempo cuando él mismo se contradice al decir que el financiamiento va a ser a la oferta y luego al sostener que se va a mantener el sistema de voucher. O cuando él señala directamente cuál es el rol de las universidades públicas y después da una exposición en la comisión del Senado donde prácticamente dice que no hay diferencias entre universidades privadas y estatales.

¿Hay un doble discurso? A lo mejor lo que se pretende es mantener a raya las movilizaciones.
Dentro de la reunión se tocó el tema de las movilizaciones y él tenía más que claro que nosotros nos íbamos a movilizar, como lo hemos anunciado desde finales del año pasado. Lo único concreto que existe hoy sigue siendo el programa, que por lo demás es bastante ambiguo y no toma definiciones en temas centrales, como el tema del financiamiento, que está directamente relacionado con cuál es el rol del Estado: si mantendrá su lógica subsidiaria o garantizará realmente la educación.

¿Faltan más definiciones?
A esta altura las definiciones tienen que estar, pero no están.

¿Por qué?
No se han manifestado porque van a generar reacciones de los estudiantes. Nosotros estamos luchando por el fin de la educación de mercado, y eso implica acabar con estos pilares que se construyeron en dictadura: un Estado que traspasa dinero a los privados, una libertad de enseñanza que se ha convertido en libertad de empresa, y una orientación del conocimiento que va directamente ligado al mundo empresarial y no a resolver las necesidades del país.

¿Cuáles son tus temores con esta ambigüedad?
En el programa de Michelle Bachelet queda claro que esta no va a ser la gran reforma que se necesita, porque no se abordan todos los niveles del sistema educativo con un mecanismo de acceso que realmente pueda paliar la desigualdad. La escuela reproduce y mantiene lo que se genera desde la cuna, y no hay ningún factor de corrección. Todo lo contrario, los mecanismos de acceso se basan en la segregación. Lo que hace la diferencia en un puntaje de la PSU, por ejemplo, ni siquiera es si estuviste en un colegio municipal o uno particular, sino cuál es el origen socioeconómico de tu familia y su nivel cultural. Por eso tenemos hoy una educación para pobres y una para ricos. Eso se evidencia aún más en la universidad, donde hay un mercado absolutamente desregulado de instituciones privadas y centros de formación técnica, y algunas pocas universidades que son más de elite, a las que puede acceder solamente un porcentaje muy pequeño de la población.

Si esta no es la gran reforma, ¿qué es lo que va a ser entonces?
Un nuevo maquillaje al modelo educativo actual, como se ha hecho durante muchísimos años, no solamente con la educación, sino que con el sistema previsional, o con el modelo de salud. La iniciativa del gobierno no parece ser radical, profunda, que realmente acabe con la educación de mercado como se ha anunciado. Entonces, cuando se empiezan a develar realmente cuáles son los proyectos, como está pasando ahora, se genera muchísima disconformidad y nosotros hemos dicho que no seremos cómplices nuevamente de maquillar el modelo del libre mercado.

No hay un cambio de paradigma entonces.
Un cambio de paradigma implica reflexiones bastante profundas, porque el modelo educativo no es algo que se pueda modificar a través de la inyección de más plata o dando gratuidad. El cambio de paradigma se establece cuando definimos para qué es la educación. Si realmente queremos formar sujetos críticos, conscientes de su entorno, no podemos tratar de importar el modelo finlandés, el holandés, o los modelos europeos, porque Chile no es Europa: Chile es un país que ingresó a la OCDE, pero con los niveles de desigualdad más grandes del mundo. Éste es un país tremendamente precarizado en sus condiciones de salud, trabajo, vivienda, y educación, y cuando se habla de un cambio de paradigma lo que decimos es que no queremos estudiantes que sean los más capos en el Simce o en la PSU, sino que queremos estudiantes que sean capaces de establecer una crítica a lo que vivimos y que también desarrollen investigaciones ligadas al desarrollo del país.

¿Por qué la Nueva Mayoría no querría cambiar ese paradigma?
La construcción del neoliberalismo en Chile es un proceso que viene desde hace bastantes años. Si bien ahora esta nueva cara de la Concertación viene con esta idea de hacer todo lo que no hizo, las posibilidades concretas de implementar ese tipo de cosas son limitadas. ¿Hasta qué punto se quiere reformar este modelo que ha sido tan beneficioso para los sectores políticos que han estado involucrados en su creación? Si realmente se quiere hacer un cambio de paradigma no se puede dejar contento a los dos sectores, y pareciera ser que eso intenta hacer el ministro.

Dejar contentos a los que defienden la educación de mercado y a los estudiantes. ¿Existe ese equilibrio?
Ese equilibrio es imposible porque hay intereses contrapuestos. Por un lado, está el interés de los estudiantes y de las familias que están endeudadas, y por el otro, la banca privada y los sostenedores que quieren lucrar. Acá hay que tomar una definición: o se continúa con el modelo de educación de mercado y se establecen algunos mecanismos de regulación para que no ocurra algo tan escandaloso como la Universidad del Mar, o realmente se hace una transformación profunda.

¿Esta transformación debe incluir gratuidad para las universidades privadas y estatales?
Una de las resoluciones que tomó la Confech en el 2011 fue establecer una clara prioridad para el punto de la gratuidad. Las universidades de regiones, que son las más precarias, reciben del Estado un promedio de 14% de su presupuesto, y el resto lo completan con los aranceles, las ventas de servicios, o las fundaciones. Toda esta lógica termina vinculando a las universidades públicas con el mercado laboral o las diferentes industrias, y así podemos ver como las investigaciones terminan siendo vendidas a una farmacéutica en vez de estar generando política pública para el país. Entendemos que la educación no es gratis y que alguien la tiene que pagar. Nosotros decimos que ese debe ser el Estado, con la plata de los impuestos. El punto es gratuidad para qué: para formar profesionales que resuelvan los problemas de la misma sociedad, a través de sus investigaciones o de una conexión directa entre la universidad y el desarrollo de las comunidades en los diferentes territorios. La gratuidad no es para pagarle el estudio a Pedro, Juan y Diego, no es que los estudiantes queramos no pagar más de nuestro bolsillo, sino que queremos una gratuidad que signifique consolidar la educación como un derecho social.

¿No para las universidades privadas entonces?
La discusión de si hay que entregarle o no entregarle recursos a las universidades privadas es una discusión distinta, porque implica reconocer las condiciones materiales que existen en Chile, donde solo el 16% de la matrícula de la educación superior está en universidades estatales. Por lo tanto, no puedes decir: ‘en Chile le cortamos el financiamiento a las universidades privadas’. Porque eso implica que dejas al 84% de los estudiantes sin la posibilidad de estudiar. Nadie está diciendo que no existan las instituciones privadas, sino que exista una posibilidad real para la gran mayoría de las personas de estudiar en un sistema público y gratuito, que permita el desarrollo del país. ¿A quién más que a las universidades del Estado uno puede exigirles que respondan realmente a las necesidades que tiene Chile?

¿Y qué te parece esa idea de que las universidades puedan lucrar si no reciben dinero del Estado?
En los derechos sociales no puede haber espacio para el lucro ni para los negocios. La esencia del mercado es aumentar la ganancia independiente de cuáles son los factores que están en riesgo, y acá esos factores son el futuro de un país y la condición de más de 5 millones de estudiantes.

¿Eyzaguirre es funcional a esta lógica mercantil?
Eyzaguirre no ha hecho nada todavía, pero sí hizo cosas antes. Fue ministro de hacienda en la creación del Crédito con Aval del Estado, una medida que incorporó directamente a la banca privada dentro del modelo de endeudamiento estudiantil y que hoy tiene a estudiantes y a familias embargadas.

¿Confías en Eyzaguirre?
Confianza no es el término correcto para este tema. Esto más bien tiene relación con la fuerza, y el problema no es con Eyzaguirre, el problema es con quienes defienden la educación de mercado. Si Eyzaguirre está en ese bando, entonces sí hay un problema directo con él.

Al final todo esto va a pasar por el parlamento. ¿Te parece bien que dirigentes estudiantiles estén allí?
Esas son apuestas políticas específicas de organizaciones y partidos. Vamos a ver qué es lo que pueden hacer desde ese espacio. Ellos no son ni han sido los candidatos del movimiento estudiantil. Si ellos van a estar a favor de la calle o a favor de los mismos de siempre, eso va a depender de sus acciones.

¿Pero los ves como aliados?
No lo sabemos, eso va a depender de como sean sus posiciones. Si realmente están por un cambio estructural y el gobierno no, entonces ellos deberían oponerse. ¿Pero qué capacidad van a tener en un lugar donde tienes que establecer bancadas y alianzas? Hay prácticas políticas muy arraigadas y por más que llegue este ímpetu joven -que es muy marginal además- es difícil que tengan reales posibilidades de cambiar.

EL MOVIMIENTO
No estaríamos hablando de la educación si es que no fuera por los movimientos, pero ¿cómo se pasa a la siguiente etapa?
Creo que hay varios procesos de maduración que son necesarios, y que tienen que ver con mantenerse en la calle y con la unidad de diferentes actores que se han venido manifestando. Si bien nos hemos reunido para salir a la calle, todavía no somos capaces de discutir una propuesta educacional por parte del movimiento social. Ese proceso es tremendamente necesario, porque los estudiantes universitarios serán el día de mañana trabajadores, y a su vez estos son los que están endeudados con el modelo educativo.

¿En las marchas, además de estudiantes, deberíamos ver también trabajadores de distintos sectores?
La construcción de un bloque que pelee por los derechos sociales es crucial. Desde ahora en adelante tienen que darse esos procesos de convergencia y unidad de los diferentes actores porque es un punto clave para la Constitución no solamente de una educación mejor, sino que de un modelo de sociedad que realmente transforme las condiciones de vida de la población.

¿Cómo se aterriza ese discurso en lo más básico? ¿Cómo le explicas esto a la gente que no ha salido a marchar?
Es algo difícil de responder. Hay esfuerzos que se están realizando hace bastante tiempo. La masividad del año 2011 logró traspasar la barrera de los medios de comunicación, permitió instalar un debate sobre la mesa de las casas.

Pero no he visto, por ejemplo, juntas de vecinos comprometidas con el movimiento. 
No hay juntas de vecinos, hay muy pocos sindicatos, el tejido social chileno está absolutamente destruido, pero de a poco se ha ido recomponiendo.

¿De qué manera los medios se han convertido en una barrera para el movimiento?
Creo que los medios de comunicación son barrera para hartas cosas. Cuesta muchísimo transmitir las demandas del movimiento social, porque hay un enfoque sensacionalista de los procesos y eso termina siendo un factor en contra.

¿Estás pensando en que la televisión siempre se queda en las marchas con el encapuchado?
Exacto. Finalmente es como una pequeña cuña que sacan de los estudiantes y los otros cinco minutos de la nota terminan siendo el final de la marcha.

¿Cómo se evita la violencia en las marchas?
Es un tema largamente discutido, porque muchas veces se quiere responsabilizar a los organizadores, cuando aquí hay un problema que en más de ocho años no ha tenido resolución. Por supuesto que eso genera niveles de frustración que generan respuestas. Las marchas que ha convocado la Confech, sin embargo, siempre han sido pacíficas y a veces familiares.

¿Qué representan los encapuchados?
Representan una expresión de violencia, entendiendo que la violencia es estructural: desde la cola que se hace en los consultorios hasta la segregación que existe en el modelo educacional. Dentro de eso hay procesos en donde están los encapuchados. Es un modo de violencia que se genera en reacción a un modelo tremendamente violento.

¿El sistema es mucho más violento que los encapuchados?
No sé si es una buena frase, creo que la violencia hay que reconocerla, que está presente en la cotidianidad, y que apuntamos a construir un país que minimice esas expresiones. Eso es importante de entender, porque esto es un fenómeno social. No es una cuestión que se genere porque a la gente le guste ser violenta.

SALUD
¿Por qué decidiste estudiar medicina?
Porque es una carrera que entrega muchas herramientas y por las necesidades evidentes que tiene Chile de tener profesionales con una visión más allá de la atención asistencial. Sin embargo, las posibilidades que tiene un profesional de la salud de transformar realmente las condiciones de vida del paciente son cero, en un modelo de salud donde tú sabes cual es el mejor tratamiento, pero en el hospital no está disponible.

¿En la salud identificas los mismos problemas que en la educación?
Exacto. En este sistema importa bien poco la salud de las personas, porque el énfasis está puesto en el negocio. El que no tiene plata se muere, ya sea porque no lo atendieron en la urgencia o por que se murió 20 años después por la complicación de la enfermedad que pudo haber sido absolutamente prevenible.

¿Se debería prohibir el lucro en la salud?
Absolutamente. El lucro en la salud es la distorsión de otro derecho social fundamental, donde se juega directamente con la vida de las personas. Actualmente todo el proceso de salud es un negocio: desde el nacimiento hasta el negocio de las enfermedades crónicas, pasando por el negocio que hacen las clínicas, las isapres y las funerarias. Todo el proceso está absolutamente mercantilizado y uno pareciera que no tiene derecho ni a vivir ni a morir tranquilo.

¿Por qué no hay marchas por una salud gratis, sin lucro y de calidad?
Ha costado armar un proceso de movilización. Históricamente los que se movilizan son sectores de trabajadores de funcionarios públicos, que por supuesto sus demandas son legítimas.

Pero el que hace la cola en el consultorio no sale a marchar.
Cuesta tener niveles de organización dentro de esos sectores. Hoy los comités de usuarios son consultivos y la capacidad de incidencia que tienen en las resoluciones que se toman en los hospitales es nula, a diferencia de los modelos de otros países donde los comités pueden incluso distribuir el presupuesto. Acá en Chile el que define hacia dónde se destinan los recursos es un alcalde, que en la gran mayoría de los casos no vive en la comuna, por lo tanto no se atiende en los consultorios y bien poco sabe de lo que sucede en esos lugares. Entonces esto tiene que ver también con procesos de empoderamiento.

FEMINISTA
¿Eres partidaria de legalizar el aborto?
Soy partidaria de garantizar el derecho al aborto a las mujeres, con un acceso seguro y gratuito.

¿En cualquier circunstancia?
En cualquier circunstancia. Por respeto al proyecto de vida de cada mujer y como medida de salud pública, el aborto tiene que permitirse. ¿Qué medida de salud puede ser más importante que una mujer tenga la capacidad de decidir cuál va a ser su propio proyecto de vida?

¿La violencia hacia la mujer es más visibilizada que antes?
Tal vez hoy es más visibilizada, pero aún falta. Por ejemplo, todos los días las mujeres no podemos caminar tranquilas o nos enseñan desde chicas que prácticamente somos las responsables de una situación de violación. Hay una violencia cotidiana, también, que empieza a validarse desde la publicidad. Ahora hay una publicidad de canal 13, del mundial, donde aparece una mujer con los senos al aire. La cultura chilena es machista y por eso se requiere del feminismo. Si no fuera por la problematización activa que hacemos, esto pasaría desapercibido. Los sentidos comunes están, además, en la dirección del machismo y hacia la validación de un montón de prácticas cotidianas que se dan incluso al interior de las organizaciones de izquierda.

¿La izquierda es muy machista?
Sí, bueno hay una historia de como el feminismo fue en los 60 cooptado por los partidos tradicionales bajo la lógica de que si llegaba el socialismo se acababa el capitalismo y el patriarcado, pero son luchas diferentes. En la política se genera un espacio muy masculinizado, donde a las mujeres les cuesta más, porque se dan dinámicas de apadrinamientos entre hombres, como si fueran camarillas donde se toman decisiones. Al final, las mujeres terminamos en roles asociados al cuidado.

¿Te ha tocado eso?
A mí me ha tocado, por ejemplo, que en la facultad un médico me diga: “tú no puedes ser cirujana porque eres mujer”. Eso sigue pasando, porque la medicina es un mundo muy machista.

¿En la CONFECH hay machismo?
En la CONFECH hay muchos hombres y eso es algo que evidencia la poca relevancia del tema, porque dentro de las demandas no hay nada en referencia al sexismo de la educación.

¿Estos cambios culturales se propician por medio de leyes?
Hay procesos simultáneos, aunque la legalidad no garantiza nada. Por ejemplo, en salud hay una circular en hospitales que dice que a los pacientes transexuales se les tiene que tratar por su nombre social, pero eso no ocurre.

El proyecto del fin al binominal establece un premio de 500 UF para los partidos políticos que elijan entre sus militantes a mujeres y que resulten ganadoras en las elecciones. ¿Te parece una buena medida? 
Es coherente con la política de los bonos que ha tenido Bachelet, pero eso es desconocer absolutamente todo. Pensar que un bono va a cambiar las condiciones de las mujeres en Chile es absolutamente insuficiente y creo que las medidas van por otro lado.

http://www.theclinic.cl/2014/05/08/melissa-sepulveda-presidenta-de-la-fech-esta-no-va-a-ser-la-gran-reforma-que-se-necesita/

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