Evo Morales: El hombre que caminó hasta llegar – por José Supera

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En un páramo, en un lugar desolado, donde crece olvido y silencio, donde no hay nada más que esa presencia, ese niño, caminando, avanzando, durante horas, días, semanas, allá a lo lejos, pero acercándose, a quién sabe qué, pero se acerca, cada vez más, aunque le falten horas, días, semanas, años, para llegar a ese lugar, a ese destino que está escrito, que acaso estuvo escrito siempre, pero que todavía no conoce, ni él ni nadie. Pero hay algo al final de ese camino. En el medio del altiplano. Y ese niño no va a parar hasta llegar a él.Evo mira a los ojos. Sonríe. Tiene una sonrisa franca, sincera. En una mesada a su lado tiene su licuadito de plátano con leche. No toma alcohol. No fuma. Se lo ve bien a don Evo. Los que lo conocen dicen que a veces le da por hacer ejercicios a las 12 de la noche, después de una reunión, y ahicito mismo lo llama al Pecas, y el Pecas, su entrenador, va hasta la residencia presidencial en el barrio de Sopocachi, porque sabe que para hacer ejercicios Evo no tiene horarios.Ahora estamos en la sala de reuniones del Palacio Quemado. Detrás de la mirada de Evo flota un cuadro de dimensiones épicas de Simón Bolívar. Para hablar usa un trato simple, sin distancias, uno se da cuenta enseguida cuando te dice hermanito. Hijo de María Ayma y Dionisio Morales, dos agricultores y criadores de llama de origen aimara, nació el 26 de octubre de 1959 en la aldea rural de Isallavi, cerca de Orinoca, Oruro. Sumido en la desigualdad y la pobreza, como escribe en su último libro autobiográfico Mi vida, de Orinoca al Palacio Quemado. María era 15 años mayor que Dionisio. Ambos tuvieron siete hijos, pero se les murieron cuatro y sobrevivieron tres: Esther, Evo y Hugo tuvieron el privilegio de la vida. «En el pueblo donde nací no había médicos ni enfermeras. Si querías que te atendieran, tenías que ir caminando hasta Orinoca, durante tres o cuatro horas, para ir a una sala, pero si querías algo más complejo era un día de caminata. De adolescente tuve que ir hasta el hospital de Oruro. Cinco días, una semana caminé para poder curarme.»

SU INFANCIA JUJEÑA

El génesis de Evo empieza a escribirse en nuestro país. Muchos de sus recuerdos tienen sus raíces en la Argentina. Sus primeros días en una escuela fueron allí, donde también ganó sus primeros pesos. Porque estaba destinado a trabajar. Desde changuito, como dice él, vendiendo en las calles, porque antes que educarse tenía que comer. «Mi papá era zafrero. Trabajaba en los cultivos de caña de azúcar. Fuimos a Jujuy. Con mi padre y mi hermana. Mi hermana de cocinera iba. Yo tenía 6 añitos. A pie desde Orinoca fuimos. Tomamos tren hasta Villazón. Ahí estuvimos varios días. De ahí hasta Calilegua. Pero la cosecha no empezaba todavía, faltaban semanas para que empezara y no teníamos para comer. Mi papá tostaba fideos en el fuego y tomábamos café. Había otros zafreros como nosotros. Y en la noche sacábamos naranjas de las fincas para poder comer. Hasta las cáscaras comíamos. Mi papá siempre trabajaba mucho. Todos los días: sábado, domingo. Cuando había paro, se descansaba.»

Evo recuerda que sus primeros días en el colegio fueron en una escuelita rural de Jujuy. Mientras su padre y su hermana trabajaban en la zafra a él lo llevaban a la escuela de Calilegua. Evo no hablaba español. No entendía lo que enseñaban. No entendía tampoco lo que decían sus compañeros. Fueron apenas dos meses. Pero si bien la barrera del idioma era un muro, la escuela sirvió como contención, porque él mismo recuerda cómo la profesora le acariciaba el cabello y le decía Evito, Evito, y cuando cuenta eso, a Evo, al presidente, la voz se le humedece de cariño, le parece flaquear de nostalgia, pero también de orgullo.

«Tuve que dejar la escuela porque la zafra se acabó en ese lugar. Nos trasladaron a todos en tractores hasta otro campamento. Como no podía ir a trabajar con mi padre, y tampoco había escuela por esa zona, mi padre tenía que dejarme en la casa. Recuerdo que había un pequeño río cerca de la casa. Ahí aprendí a nadar solito. Nadaba y jugaba con los hijos de los otros zafreros. Pero tenía que hacer algo. Y empecé a vender helados. Iba con mi cajita. Y rápido acababa. Y ganaba bien. Y una parte le daba a mi padre y otra a mi hermana. Pero me sobraba. Entonces cavé en el suelo, y sin decirle nada a nadie fui enterrando la plata. Un día, de sorpresa, llegó mi padre y dijo que nos íbamos en ese mismo rato y nos pidió que nos alistáramos, y como delante de mi papá no podía sacar la plata de la tierra, ahí me la olvidé y ahí enterrada debe estar hasta el día de hoy», cuenta, y se ríe como un niño, recordando esa imagen no con tristeza, sino con alegría.

La infancia no fue fácil. Pero fue normal para él. Después de los días en la Argentina volvió con su familia a Bolivia. Evo hizo primero y segundo básico. Cinco kilómetros de ida y cinco de vuelta para ir a estudiar. Todos los días. Para llegar a la escuela. Todos los días. Caminando solito. Con la esperanza de ser alguien en la vida, todavía sin saber el futuro que le esperaba. Pero forjándolo desde ese presente de sacrificio. «Además de ir a las escuela, me ganaba mis pesitos cuidando llamas. Para no aburrirme iba con mi pelota y hacía gambetas entre las llamas, remataba a los árboles y a los arenales, siempre con mi radio para escuchar los resultados deportivos.» Porque a Evo le encanta el fútbol. La ministra de Comunicación, Amanda Dávila, cuenta en su despacho que al presidente siempre lo desafían en algún partido. Que le mandan una carta a la gobernación pidiendo por una obra, pero también pidiéndole un partido. Y él aprovecha y cuando va a presentar la obra se pone los botines. Saben que el fútbol es su punto débil. Todos los encargados de la seguridad de Evo saben jugar. «Cuando era chango teníamos un equipo que se llamaba Juventud Fraternal. Yo jugaba de delantero. A veces de 9, a veces de puntero derecho. Me gustaba hacer goles. Cuando nos faltaba plata para comprar las camisetas y los pantalones, iba a trasquilar llamas junto a mi padre; con la plata que ganaba compraba pelotas y camisetas para el equipo», cuenta este hombre que vivió una adolescencia sin sobresaltos, y que a los 16 años viajó a Oruro por trabajo y se quedó viviendo un tiempo en esa ciudad minera. Y que a esa edad se dio su primera ducha de agua caliente. Después iría a La Paz para hacer el Servicio Militar Obligatorio. Pero todavía no era el momento del líder. Todavía Evo Morales no era Evo Morales.

MEMORIAS DEL PRESENTE

Evo tiene una memoria prodigiosa. El periodista Iván Canelas, que escribió la biografía oficial del presidente, puede dar fe de ello: «Hablé con él durante más de un año. Entrevistas que sobrepasaban la hora. Su vida es como él la recuerda, por eso el libro tiene 400 páginas, porque hace un importante ejercicio de la memoria». A la hora de hablar de la memoria, Evo dice que «es importante revisar el pasado, evaluar el presente, para proyectar el futuro. Es fundamental saber cómo hemos vivido siempre, cómo nos han dejado, cómo estamos ahora y cómo garantizar el crecimiento».

No hace muchos años, cuando en Bolivia los tiempos eran otros, cuando los indígenas era menospreciados, muchos de ellos cambiaban sus apellidos originales a apellidos europeos, sólo por una cosa: por vergüenza. Cuando se le pregunta a Evo de dónde viene su apellido, duda: «Yo soy del aíllo sulka. Mi papá comentaba que nosotros somos descendientes del cacachaca, pero hasta ahora nunca supimos por qué nuestro apellido es Morales».

Cuenta la anécdota que una vez, en el colegio, los profesores lo hicieron permanecer después de clases junto con otros compañeros porque se habían portado mal. Su padre llegó de sorpresa. Lo retó delante de todos sus compañeros. Evo dice que sintió mucha vergüenza en ese momento. Fue ahí que un vecino de su barrio le dijo a su padre: «No hay que reñir al hijo; esta clase de chicos pueden ser presidentes el día de mañana». Evo no olvidaría nunca esas palabras. Unos años después, en una excursión escolar al Palacio de Gobierno, después de hacerlos esperar mucho tiempo y atenderlos muy mal, dicen que Evo se paró delante de todos sus compañeros, indígenas como él, y les dijo: «Cuando yo sea presidente no van a estar esperando tantos días para entrar al palacio». Y todos rieron.

LAS MARCAS

Del pasado Evo conserva marcas. Por toda su espalda. Marcas de fusiles y machetes. Marcas dibujando el horror en su cuerpo. Después de una larga carrera en sindicatos, Evo representó como legislador a aimaras y quechuas, pero también a los campesinos cultivadores de coca de la región del Chapare boliviano. En julio del 88 fue elegido secretario ejecutivo en la Federación del Trópico. Un año más tarde se produce su primera concentración como líder cocalero. Se cumplía un aniversario de la masacre en Villa Tunari, donde mataron a once sindicalistas cocaleros. Evo cuenta que «ahí estaba metida la DEA. Nos atacaron desde un helicóptero y por tierra. Escapé como pude. Toda esa masacre está grabada en video, porque había un canal de televisión de Cochabamba. Los gringos nos disparaban. Éramos 20 mil compañeros ese día. El día anterior habíamos hecho una misa. Ese día estábamos desayunando, felices porque habíamos hecho una gran concentración, porque finalmente estábamos unidos y sentíamos que si así estábamos, era difícil que nos siguieran acribillando. Y ahí mismo llegaron los efectivos de Umopar, los militares de aquí, que estaban entrenados por los gringos. Entraron violentamente a golpearnos, había niños, mujeres. Me agarraron a chutazos y me subieron a un camión y ahicito mismo me pulieron; patadas, puñetes. Cuando llegamos a puerto San Francisco me pusieron boca abajo y tres o cuatro de ellos se paraban encima de mí con sus botas, y yo alcancé a decirles: Ustedes son buenos para pisar a los bolivianos, pero por qué no pisan a los gringos. Y más me dieron: culatazos con sus fusiles, no podía mover el cuerpo, ya no lo sentía. Después la gente empezó a tirarle piedras al carro donde estábamos. Gritaban y protestaban contra ellos. Me tiraron desde arriba del camión al suelo. Caí, no podía moverme. Ellos se metieron monte adentro con el camión. Dejaron el carro cuando no había más camino y huyeron a pie. La gente quemó el camión. Al otro día llegaron los de derechos humanos. Yo seguía sin poder caminar».ORIGEN DEL LÍDER

Pero Evo se pondría otra vez de pie y se convertiría en uno de los fundadores del Movimiento al Socialismo (MAS). Encabezó las protestas de 2003 que sacaron del gobierno a Gonzalo Sánchez de Losada. Un presidente que huyó a Estados Unidos, que nunca volvió a su país y que hoy es buscado por delitos de lesa humanidad. En las elecciones presidenciales de 2005 obtuvo casi el 54% de los votos. El 22 de enero de 2006, cerca de las 18.30, Evo Morales Ayma ingresaba al Palacio Quemado. Era el primer presidente indígena de la historia de América latina.Acerca de la parte de la sociedad que siempre lo criticó, Evo asegura que «hay alguna gente que acá dice o piensa nosotros hemos estudiado para dominar a los indios. Se pregunta cómo un indio puede ser presidente. Saben que estaban bien, entonces cualquier cosa inventan para discriminar. No aceptan. En 2006 decían: Este indio no va a poder manejar Bolivia, que se divierta unos 5 o 6 meses; se va a ir, nomás. Y en 2007 qué dijeron: Este indio se va a quedar por mucho tiempo, hay que hacer algo. Y en 2008, golpe de Estado; después, revocatoria. Pero me ratificó el pueblo con el 67%. La gente salió a defender lo que creía que había que defender».El año pasado, el FMI, en su informe Perspectivas económicas globales, señalaba que Bolivia crecería un 5,4% en su PBI durante el 2014. En Bolivia, en los últimos años, tomó fuerza la nacionalización de empresas. «Nacionalizamos los hidrocarburos. Es importante en Bolivia la presencia de empresas extranjeras, pero no como patrones o dueños, sino como socios. Entonces dijimos: El petróleo que está dentro y fuera de la tierra es de los bolivianos. Antes, cuando salía el petróleo de la boca de pozo era de las transnacionales; ahora es de nosotros. Hace unos años ellos se quedaban con el 82% de las ganancias. Ahora se quedan con el 18% y el 82% es para el Estado, y en algunos casos hasta se quedan con menos, pero es el modelo boliviano, y las empresas extranjeras, aun así, siguen apostando a nuestro país.»Según un informe del Banco Mundial, en Bolivia, un millón de personas dejaron la extrema pobreza para pasar a la clase media. «Dar el bono Juancito Pinto nos permitió bajar la deserción escolar. Habíamos llegado al gobierno y la deserción era del 6%; gracias a este bono hoy es del 1%. Hubo algo de esto que me sorprendió mucho: el chico que recibía el bono, y la mamá, que ampliaba su negocio. Ya no estabas ayudando a un chico, sino a toda una familia. Soy muy optimista sobre la economía nacional. Es la primera vez que Bolivia va a exportar fertilizantes. También vamos a exportar energía, tal vez vendamos a la Argentina. Tenemos 400 megavatios de reserva todos los años: 200 para exportar, 200 de reserva. Y estamos empezando a vender carbonato de litio, que mayormente sale del salar de Uyuni.»

Hace unos años, Evo, ante las presiones opositoras que aseguraban que el gobierno era manejado por su vice, Álvaro García Linera, y que éste en algún momento iba a destituirlo de su mandato, dijo que ellos eran como una yunta de bueyes: él era el buey negro y Álvaro, el blanco. Evo se ríe cuando recuerda esa declaración. «La derecha estaba tratando de enfrentarnos y dividirnos. Algunos compañeros dirigentes estaban preocupados, me decían: Álvaro nos va a sacar del Palacio. Y yo dije:Mentira, porque siempre supe que él está bien comprometido, que es el mejor compañero, y su orgullo, como dice él, es estar detrás del indio. Pero cuál es el tema de fondo: hay confianza. Yo siempre le digo a la juventud, como experiencia, que si quieren trabajar, en una institución o en lo que sea, tiene que haber confianza. Y para que haya confianza tiene que haber sinceridad.» Evo dice eso y mira a los ojos. Esos ojos negros, indios, de una raza fuerte, que no se doblega así nomás. Esos ojos que han visto tanto. Testigos de tantas injusticias, de tanta desigualdad y maltrato sólo por haber nacido en una comunidad alejada de todo, con sus creencias y su lengua, con su color de piel. Pero Evo se queda dándole vueltas al tema de su compañero presidencial: «Y otra cosa muy importante con la que coincidimos: Álvaro no tiene ambiciones políticas ni económicas. Tampoco yo estoy detrás de la plata. Y si algo entendemos los dos es que la política es servicio, es la mejor ciencia de servicio, y no un negocio o beneficio personal. Siempre habrá alguna pequeña diferencia. A veces aprobamos su propuesta, a veces la mía. Aquí no mandan caprichos, tampoco imposiciones; aquí mandan razones. Es el secreto para llevar bien todo esto».

En julio último, el avión presidencial de Evo Morales se vio forzado a aterrizar en Viena, después de que Italia, Francia y Portugal le negaran su espacio, por sospechas de que transportaba al ex empleado de la CIA Edward Snowden -buscado por la Justicia estadounidense por develar información clasificada de la Agencia de Seguridad Nacional de los EE.UU.-. Evo también considera que ese fue un acto de discriminación y un ataque a la libertad de las personas. «Detener a un presidente es un golpe de Estado. Eso fue una intimidación hacia todos nosotros. Con semejantes organismos de inteligencia, que el imperio diga que yo estaba llevando en mi avión a ese norteamericano, ya es mucha tontería, quién puede creer eso. O es que a su inteligencia le falta inteligencia.»

El periodista y escritor Martín Sivak es autor de Jefazo, libro biográfico de Evo. Cuenta que le pidió al presidente «pasar con él la mayor cantidad de tiempo posible y así verlo gobernar el país más pobre e injusto de América del Sur. Ser testigo». Un testigo que pregunta lo mínimo indispensable y pasa lo más inadvertido posible en la cotidianidad de un jefe de Estado. «Durante los dos años que siguieron, viajé con él por todo Bolivia, pasé meses en el Palacio Quemado, formé parte de las reducidas comitivas presidenciales en las giras por África, Estados Unidos y América latina. Lo vi dormir y despertar sobresaltado contándome que había soñado con la DEA; jugar el póquer de la política con José Luis Rodríguez Zapatero, Hugo Chávez o Muammar Khadafy, entre otros líderes; gritarle en una reunión de gabinete a un ministro que se había comprometido a hacer un gasto sin autorización del Ejecutivo; lo escuché decirle a una moza de tus manos, hasta veneno después de que le ofreciera café o jugo, y disertar sobre las diferencias entre las llamas y los hombres».

Sivak lo acompañó a todos lados. O en realidad, hasta donde pudo. Porque después de una semana de seguir a Evo en su día a día, terminó en una farmacia de La Paz con una máscara de oxígeno. Apunado. Pero a la vez, fascinado. «El libro no tenía título. En la primera versión sobresalían los jefes, jefecitos y jefazos. Evo llama jefazo a las personas que respeta. Pero eljefazo, el que manda, es él. En su anteúltima visita a Nueva York, me preguntó por el título del libro.¿Jefazo? (riéndose). No, pero tiene que ser Subjefazo. Por favor, no digas nadaTranquilo, jefe, desde ahora es secreto de Estado. Durante los dos años de escritura ni Morales ni funcionario alguno pidió ver un capítulo o un párrafo del libro. Cuando Jefazo ya estaba en imprenta, el presidente mostró cierta inquietud por el título. Me dijo que el Jefazo no es él. Que no me confundiera.»

LOS DESCENDIENTES

Según una nota del diario boliviano El Mundo, en 1995 Evo decidió casarse con una mujer que era licenciada en Pedagogía, pero fue ella quien al final no quiso porque temía quedar viuda debido a las persecuciones que sufría en ese entonces el hoy presidente. En la nota, también se asegura que Evo tiene más de una amante, una es Nieves Soto, una cholita de 26 años que vive en la selva del Chapare.

Pero si hay una relación que el presidente boliviano reconoce es la que tuvo con una ex dirigente orureña llamada Francisca Alvarado. Se conocieron en 1992 en un curso de formación política. El flechazo fue mutuo. Se siguieron viendo. En 1994 Francisca quedó embarazada. Evo Morales recibió la noticia con asombro. Así fue como nueve meses después nació Eva Liz Morales Alvarado, hoy primera dama del país andino.

Eva Liz tiene 20 años. Estudia Derecho en la Universidad Católica Boliviana. La relación entre padre e hija es más que estrecha. El año pasado, en su cuenta de Facebook, ella escribió: Para un padre como tú jamás hay distancias, nunca hay cosas inalcanzables, no hay dificultades, no existe la palabra imposible. Te amo mucho, papito, gracias por tu apoyo y cariño.

Su otro hijo se llama Álvaro Morales (20 años, como su hermana) y es fruto de la relación con Marisol Peredo, una docente rural. Con Álvaro tiene una relación más distante, ya que en alguna oportunidad el chico hizo público el pedido de una casa para él y su madre.

Dicen que Evo alguna vez lloró por los ataques de los medios y la oposición hacia su hija. Por eso cuando hoy la prensa nacional le pregunta algo sobre sus hijos, Evo responde cortante, como tratando de protegerlos.

En diciembre último, para Navidad, mandó a los dos hermanos a los arenales de Orinoca a pastorear llamas, para que experimentaran la vida que su padre había tenido de niño.

INTEGRACIÓN Y DESARROLLO

Bolivia está luchando desde hace un tiempo por recuperar la salida al mar que alguna vez perdió a manos de Chile en una guerra cruel. Haciendo presentaciones ante organismos internacionales. Al hablar de estas políticas, la voz de Evo se humedece de orgullo. «Tenemos acuerdos bilaterales, donde distintos gobiernos apoyan que Bolivia vuelva al mar con soberanía; también la resolución de la OEA, de una cumbre de la OEA, es decir, todos nos dan la razón. Lo único que hicimos en esta gestión es apelar pacíficamente, acudimos al tribunal de la Corte Internacional de Justicia para que haga justicia; tenemos fe, mucha esperanza para que se resuelva la salida al mar, porque es un derecho, es nuestro derecho. Y felizmente, ahora, el pueblo chileno apoya nuestra postura, lo ha demostrado. Lo que está pasando es un sentimiento del pueblo.» El 23 de marzo último, en Bolivia, fue el Día del Mar. Se festejó en muchas ciudades; en La Paz, el encuentro fue en la plaza Abaroa. Eduardo Abaroa fue un boliviano que junto con otros civiles defendió su territorio del avance de las tropas chilenas. Cuando un general enemigo, en el medio de la noche, con un ejército detrás, lanzó el grito de ríndanse, Abaroa contestó: ¿Rendir? ¡Que se rinda su abuela, carajo! Acto seguido fue fusilado y acribillado junto a otros veinte bolivianos que no sabían nada de armas.

Un hito en la historia de este país se dio hace pocos meses, y es el satélite Tupac Katari, que se encuentra en órbita en este momento. Un gran avance a nivel telecomunicaciones, ya que siempre Bolivia dependió de otros países en este rubro. El país que dependió siempre de los demás empieza, de a poco, a independizarse, a buscar su propio destino. «Antes nosotros teníamos que pagar satélites privados. Ahora que nosotros tenemos nuestro satélite, hasta vamos a prestar servicio a los países vecinos. Pero no solamente es importante liberarnos cultural y socialmente, sino también económicamente. Y este proceso acompaña una liberación social con una liberación económica. Y eso es gracias a la nacionalización. Hoy nuestro país tiene superávit; el año pasado hemos llegado a un crecimiento de las reservas internacionales de casi el 7%. Hace unos años el PBI per cápita era de más o menos 900 dólares y hoy es de 3000. Los servicios básicos son un derecho humano. Agua potable, energía, comunicaciones, en vez de que suban, los estamos bajando. Acá el gas cuesta máximo 2 dólares al mes, cuando en otros países cuesta cientos de dólares.»

A Evo le gusta mucho el fútbol. De vez en cuando, y si la agenda lo permite, va a ver a su querido Bolívar. Dice que no sabe todavía si va a poder ir al Mundial de Brasil, pero que le encantaría. Su ministra de Comunicación, Amanda Dávila, cuenta que Evo fue en persona a ver al presidente de la FIFA, Joseph Blatter, para defender su sede en la altura de La Paz. Tomó como bandera defender su territorio, la altura, el lugar donde nacieron. Evo es de ir a buscar las cosas. Como hizo con el Dakar. Viajó a Francia con el objetivo firme de convencerlos. Les dijo que Bolivia era un destino para la competición. No aceptaba volver con un no. Y los convenció. Porque Evo siempre trata de encarar las cosas de manera personal. Maneja su teléfono celular él mismo. Le mandan mensajes y no se olvida de contestarlos. Tiene buena memoria. Y no olvida todo lo que tuvo que dejar atrás para llegar.

Y en ese páramo, en ese lugar desolado, alejado del tiempo, camina todavía este niño. No sabe que le espera un presente mucho mejor que ese. Pero igual sigue. No baja los brazos ni detiene su andar. Porque apenas sabe una cosa, porque tiene tan sólo una certeza. Se llama Evo, Evo Morales Ayma.

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