Las FF.AA. y la revolución boliviana – Por Hugo Moldiz Mercado

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Las FF.AA. están obligadas a continuar el camino del cambio estructural, pero el desarrollo de prácticas deliberativas y planteamientos de origen estadounidense de parte de los sargentos y suboficiales no guarda correspondencia con los espacios abiertos que hay en la institución militar en el marco de la revolución boliviana. O el método es equivocado o la movida es el anticipo de alguna jugada contrarrevolucionaria ulterior.

El conflicto desatado por los militares de baja graduación –sargentos y suboficiales- ha puesto de manifiesto la necesidad de avanzar con mayor celeridad en la transformación de las Fuerzas Armadas, como la mejor manera de anticiparse y derrotar los planes de desestabilización que se pueden esconder bajo el título de lucha contra la discriminación y por la igualdad. Esta es una hipótesis de potencial conflicto que no se puede soslayar.

Toda revolución debe proponerse el cambio de toda la arquitectura institucional estatal. Debe sustituirse a un tipo de Estado por otro. Y lo hace a partir del más amplio despliegue de la democracia, como espacio de creación, pero también en el marco de una disciplina y responsabilidad que cuide cada milímetro de lo avanzado. La estructura clasista y colonial de las FFAA es parte de una herencia del pasado que la revolución boliviana está obligada a cambiar, lo que no implica dejar de lado su carácter jerárquico, disciplinario y unidad de mando.

Nadie puede negar que el origen de las FFAA de Bolivia está en las fuerzas patrióticas que enfrentaron a los ejércitos del colonialismo español y que, a diferencia de otras fuerzas armadas de la región, como la chilena y la argentina, no tienen una unidad monolítica de casta. Pero también es difícil negar que el sometimiento del país al dominio del imperialismo estadounidense convirtió a las FFAA en el instrumento de dominación interna. Ahí está la Doctrina de la Seguridad Nacional, cuyos orígenes están en la década de los 60, que partía del supuesto de la existencia de un enemigo interno y no externo. El enemigo era el movimiento popular, indígena, campesino y obrero. Eso explica las distintas dictaduras militares, la conculcación de las libertades democráticas y la profunda inestabilidad política del país en el pasado.

Como toda institución de un Estado capitalista, las FFAA no dejaban de expresar la realidad clasista, que en el caso boliviano se añade el carácter colonial. Si bien en términos generales la carrera militar era despreciada por los hijos de las clases dominantes bolivianas, a los más pobres e indios les estaba negado el ingreso al Colegio Militar y la estructura militar expresaba la jerarquización social. Era un espacio para algunas fracciones de la pequeña burguesía. Los hijos de indios y pobres que excepcionalmente tuvieron la suerte de hacer carrera militar, no tenían ninguna posibilidad de llegar a las máximas estructuras militares.

Pero el error está en pensar a las instituciones como algo muerto. A pesar de que los uniformados se opusieron a un cambio del régimen militar en la nueva Constitución, hay señales de que las FFAA no son las mismas que defendían la ideología imperialista. Veamos algunos ejemplos: se ha producido una relación estrecha con los movimientos sociales en el marco de un proceso político antimperialista, anticapitalista y anticolonial; se cuenta con una nueva Doctrina Militar, todavía en borrador, que expresa los vientos de cambio en Bolivia y América Latina, y, varios de los integrantes del Estado Mayor no estarían ocupando ese lugar si Bolivia no fuera escenario de la revolución más profunda de toda su historia. Seguramente dentro de las FFAA hay militares con posiciones conservadoras y reaccionarias, pero hay una tendencia predominante en sus filas que apuesta por la patria y la revolución.

Es verdad que, como ocurre todavía en todo el país, todavía falta recorrer más camino hacia la igualación social. Dentro de las FFAA persisten algunas prácticas de servidumbre (soldaditos que construyen las casas de sus superiores, que acompañan a sus esposas en las labores domésticas y cosas por el estilo), pero no se puede decir que tienen el mismo grado que en el pasado. La fuerza de la revolución ha penetrado a la institución militar. Tan ha penetrado que los sargentos y sub oficiales han despertado de la sumisión, en gran parte por el cambio en el tipo de instrucción desplegado desde los altos mandos. No es extraño que los altos mandos promuevan en los cuarteles, a través de conductos regulares, la socialización y el intercambio de ideas de izquierda que antes del proceso de cambio solo podían ser escuchadas con reserva. De hecho hay una mayoría de oficiales de alto rango que rechazan lo que se hizo en el pasado inmediato al instaurar dictaduras militares y ciertamente es una carga que ya no la quieren seguir llevando.

Y por eso resulta inexplicable la ruta o el método que eligieron los sargentos y sub oficiales para hacer propuestas que ayuden a superar las expresiones de colonialidad. No existe ninguna relación entre los espacios de apertura que se observan dentro de las FFAA para encarar temas como racismo y discriminación desde su cotidianidad y el carácter de las protestas e intentos de proclamas que se han escuchado estos días.

Menos explicable es el alcance de algunas de las propuestas. Quizá la más importante tenga relación con la sugerencia de conformar la Guardia Nacional. La idea está tan mal explicada por los sub oficiales que existen fundadas razones para entender la susceptibilidad del gobierno y del propio alto mando, pues le corresponde a la estrategia militar de Estados Unidos para América Latina, formulada en la década de los 80 con Ronald Reagan, hacer un planteo de esa naturaleza. El Pentágono y el Departamento de Estado de los EEUU partían de la premisa de que en la medida que las fuerzas estadounidenses tienen la capacidad de intervenir simultáneamente en cualquier parte del mundo, las FFAA y la Policía de los países latinoamericanos debían fusionarse y dar lugar a una Guardia Nacional con fines de exclusiva seguridad interna. Esta soberbia imperial se ha acentuado en los últimos cinco años, después que la OTAN, en su cumbre de Lisboa en 2010, aprobara un nuevo concepto estratégico por el que se atribuye la potestad de intervenir cualquier país del mundo y por el motivo que fuera.

Esta propuesta de origen estadounidense, que de inmediato fue rechazada por la mayor parte de las FFAA del continente cuando fue formulada hace tres décadas, hoy es más inviable en América Latina. Ni hablar de Bolivia, que por primera vez cuenta con un Estado que sienta soberanía política y territorial, y que va dejando atrás el Estado aparente. Una cosa es hablar de la Doctrina Militar de todo el pueblo, que irá adquiriendo cuerpo a medida que se vaya transitando hacia el Estado integral, y otra es una Guardia Nacional.

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