Constanza Moreira, precandidata presidencial del Frente Amplio de Uruguay: “Los medios están cumpliendo un rol de oposición política”
Por Lucía Ferreri Ochoa
La senadora uruguaya y precandidata a la presidencia por el Frente Amplio (FA), Constanza Moreira, peleará con el ex mandatario Tabaré Vázquez la candidatura del partido de centroizquierda el 1 de junio próximo. Durante su visita a Buenos Aires, la senadora y académica recibió a Portal del Sur en el emblemático Hotel Bauen, recuperado y administrado por sus trabajadores.
En el acto del 43 aniversario del Frente Amplio, usted dijo que “Uruguay debía dirigir su proyecto de desarrollo y evitar insertarse pasivamente en el proceso de globalización, ya que se iba a producir de cualquier manera”. En función de esta frase, ¿cuál es su opinión del proceso de integración regional?
El proceso de integración enfrenta dos escollos importantes. El primero, las asimetrías entre los países grandes y chicos. Cada vez que éstas no son tenidas en cuenta, se alimentan las voces de las derechas vernáculas, nacionales, que dicen que esto no sirve. En segundo lugar, para los países pequeños como nosotros, el interés en el proceso de integración regional es la complementariedad productiva. Tendemos a ver que Argentina y Brasil llevan a cabo procesos de desarrollo nacional autónomo con prescindencia de la complementariedad productiva con los países de la región. Esto se exacerba cuando los procesos de integración están siendo dirigidos políticamente por sus gobernantes pero económicamente por sus empresarios, quienes no tienen un comportamiento patriótico ni de búsqueda del interés común de la región.
“Ser de izquierda es amar la democracia”, dijo en un acto de campaña. En estos días en que la ofensiva opositora en Venezuela prendió la alarma de nuevos intentos de golpes en la región, ¿de qué manera se debe actuar desde las fuerzas de izquierda para resguardar las conquistas democráticas de los procesos de cambio en curso?
La izquierda se ha caracterizado en América Latina, en especial en los procesos bolivarianos, en desempolvar la vieja democracia directa, ponerla en acto y hacerla funcionar. En Venezuela, Bolivia y Ecuador hay verdaderos procesos refundacionales de los Estados nación y de los sistemas de partidos a través de grandes asambleas constituyentes que han generado una reinstitucionalidad nueva. La izquierda latinoamericana está dando lecciones de democracia al mundo, pero los grandes medios de comunicación están diciendo exactamente lo contrario. Cuando uno habla de Venezuela, un gobierno más legítimo que cualquier otro latinoamericano porque ha sido votado en gran cantidad de elecciones (n. del e.: el chavismo ganó 17 de las 18 elecciones que tuvieron lugar en los últimos 15 años), los medios tienden a colocarla como un régimen autoritario, lo cual es absolutamente disparatado cuando los golpes de Estado en América Latina los ha dado siempre la derecha. La derecha, además, está reclamando para sí la movilización popular, algo que siempre fue patrimonio de la izquierda, y lo consigue, haciendo grandes movilizaciones por la seguridad. En Venezuela se hace patente que existen dos estilos de la derecha: una más política, que ha ido recomponiéndose partidariamente, que es la de Henrique Capriles, y la otra que con este pretexto de la movilización popular está desestabilizando mediática y políticamente un país, golpeado por una situación económica difícil y por un tránsito terrible que fue la muerte del ex presidente Hugo Chávez. Profundizar la democracia implica conseguir que nuestras izquierdas logren consolidar poder popular. La gran dificultad de estos sectores es transformarse en una burocracia política sin capacidad de mover a la gente en su defensa. Muchas veces se compra estabilidad democrática al costo de no impulsar ninguna reforma que pueda venir a causar inestabilidad política. La ecuación es: si las reformas son muy profundas y ponen en riesgo las bases estructurales de poder del sistema, la inestabilidad política puede llevar a un resultado peor. Hay que mantener el equilibrio e ir avanzando sin poner en riesgo la gobernabilidad.
Uno de los temas pendientes que tendrá que retomar el próximo gobierno uruguayo será la desconcentración de los medios de comunicación que impulsa la ley de servicios de comunicación audiovisual que está en tratamiento parlamentario. ¿Qué representa y cómo se debe encarar esa batalla contra el principal ariete de los sectores conservadores?
En América Latina los medios están cumpliendo un rol de oposición política muy claro, en forma mucho más impune que la de los partidos, quienes tienen sus reglas: hay que conquistar votos, si algún dirigente político dice disparates se lo lleva a la justicia. Mientras tanto, los medios viven en una cultura de impunidad. En Uruguay casi no existen regulaciones, estamos actualmente intentando aprobar una ley de medios de comunicación audiovisual para que los medios paguen por las frecuencias que utilizan, para que presenten sus proyectos y estos puedan ser sometidos a algún escrutinio, para evitar la concentración oligopólica y monopólica y para impedir la hegemonización y homogeneización de los mensajes y los puntos de vista, que debe ser el daño más terrible a la democracia.
Los medios han instalado en la agenda de gran parte de los países de la región la problemática de la inseguridad. En Uruguay esto repercutió en la actual discusión en torno a la baja de la edad de inimputabilidad. ¿Cómo analiza este proceso?
Actualmente la derecha impulsa una reforma constitucional para que los menores a partir de los 16 años sean juzgados por la justicia de mayores y no haya límites a las penas. En Uruguay, el 70 por ciento de los presos tiene menos de 30 años y son pobres. Existe una criminalización de la pobreza y también de la protesta social. Consideramos que en el campo de la mano dura se está librando una de las luchas en las que peor nos está yendo.
Usted dijo que era necesario hablar no de un “tercer gobierno de la izquierda, sino un nuevo gobierno del FA”. ¿A qué se refería?
No hablamos de un tercer gobierno del FA porque suena a repetición. Hablamos de un nuevo gobierno de izquierda y nos referimos a nuevo por las personas y por las ideas. Creemos que el FA necesita encarar con seriedad su renovación generacional. Los jóvenes están militando activamente en Uruguay pero en el movimiento estudiantil y sindical, las nuevas camadas de sindicalistas son jóvenes. Hay una renovación que no se traduce en el FA. La militancia social ha funcionado como refugio cuando la militancia política se parece demasiado a una lucha por el poder y no una lucha por las ideas. La gente se vuelca a la militancia social porque la considera más auténtica, tal como ha pasado con los derechos humanos y el movimiento feminista, entre otros. Por ejemplo, el voto contra la ley de Caducidad (n. del e.: que restringía el enjuiciamiento por los crímenes cometidos en la última dictadura) fue impulsado por militancia social y el FA se comprometió poco, y la despenalización del aborto, que salió con los votos del FA pero luego, cuando hubo una intentona para voltear la ley, prácticamente no reaccionó. Hay un divorcio entre el compromiso social y la militancia política y si el Frente Amplio no recupera esa militancia social como militancia política, vamos a tener un partido muy asimilado a una burocracia política y un movimiento social que va a ir por otro lado.
¿Y con respecto a las ideas?
En este período de gobierno hemos empezado a innovar en materia de ideas. Por ejemplo en todo lo que es la política de las drogas y la política en relación a los grandes medios de comunicación.
¿Qué pasa con las mujeres en la política?
Queremos que en el próximo período haya más mujeres en el Parlamento. Uruguay tiene la peor tasa de participación política femenina de América Latina, tenemos un 15 por ciento a la par de los Emiratos Árabes y el promedio mundial es del 22 por ciento. El FA le ha aportado mujeres a la política, pero existe una gran resistencia a que las mujeres ocupen los primeros lugares en la representación política, así que esta candidatura también es una ayuda para esta transformación de la política uruguaya.
¿Cuáles son las diferencias entre la candidatura de Tabaré Vázquez y la suya?
Tenemos diferencias en la forma de hacer política, nosotros estamos haciendo política con las bases y Tabaré hace política con los grandes aparatos del Frente. Nosotros hemos hecho una campaña de búsqueda de fondos persona a persona, mientras que Tabaré ha declarado que va a buscar recursos de los empresarios. Tenemos una campaña muy activa a través de las redes sociales y la campaña de Tabaré, que es la de los grupos políticos del FA, que es más tradicional. Hacemos mucho énfasis en el tema de derechos humanos y Fuerzas Armadas, un tema sobre el que el FA no se mete demasiado. A medida que la campaña se va desarrollando, van sobresaliendo esas diferencias, siempre dentro de un espacio político que se llama Frente Amplio que es enorme, y por más distancia que nosotros tengamos, compartimos un programa y un propósito común; mientras que los partidos Nacional y Colorado representan la base conservadora política y social de Uruguay, o sea que la gran distancia es entre la derecha y la izquierda.