Un año sin Él – Por Mariano Fraschini

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región

Hace un año escribí el post más triste de mi vida. “Prohibido llorarlo” lo titulé; imposible no haberlo hecho. Allí intentaba hacer un recorrido por la vida política de Hugo Rafael Chávez Frías, desde su primera aparición pública luego del fallido y “por ahora” según sus palabras, fracaso militar, hasta su última victoria electoral en octubre de 2012, por más de 11% de ventaja sobre Capriles y con record absoluto de asistencia electoral, superior al 80%.

Sobre Hugo Chávez se ha escrito disímiles biografías, trabajos académicos y artículos, se han realizado películas, cortos y documentales, se ha discutido sobre su obra de gobierno, sobre su vida y sus circunstancias, se lo ha caracterizado como revolucionario, demócrata, libertador, prócer, luchador, antiimperialista, demagogo, tirano, dictador, autoritario, golpista, entre muchas de las denominaciones. Sin lugar a dudas, una personalidad como la de Chávez atrajo diferentes y antagónicas caracterizaciones, lo que explica de forma acabada la estatura política de un liderazgo que no dejó indiferentes en el camino.

En ese sentido, se lo acusó de ser sólo un militar golpista, pero a la par fue el líder que más se sometió a elecciones en el mundo. Se le imputó relaciones con el sociólogo argentino y confeso fascista, Norberto Ceresole en su ascenso al poder y fue según palabras de Fidel Castro “el mejor amigo de Cuba”. Se lo sindicó de ser el típico militar nacionalista latinoamericano y fue el primero en retomar el concepto de socialista en pleno siglo XXI. Estas peripecias de la vida política lo llevó a ser en los noventa, y previo a su ascenso al gobierno, denostado por intelectuales como Eduardo Galeano y elogiado por Radio 10, quien inclusive festejó su triunfo de diciembre de 1998. La complejidad del personaje nos permite alejarnos de los “binarios” de la vida (los buenos y los malos) e internarnos en las contradicciones de las personas públicas, que como el propio Chávez fue creciendo al compás de su frase de cabecera “Inventamos o erramos”, escrita por el genial Simón Rodríguez.  De esta forma es posible observarlo en toda su magnitud, y no por pedazos inconexos, que con dos frases locas nos quieren definir a un personaje de semejante estatura histórica. La creencia de que existe una hoja de ruta marcada, de la cual sería imposible desviarse, empobrece la figura de un líder que fue haciéndose en lo cotidiano.

Desde ese prisma es que podemos comprender la vida política de Chávez (y también de cualquiera de los próceres de la Patria Grande) y entender la mixtura de su vida y sus proyectos. Ya desde el vamos esto se puso de manifiesto, cuando Chávez ingresó en la Academia militar más interesado en una carrera para convertirse en un gran pitcher, como su ídolo Néstor “Látigo” Chávez, que en tener mando de tropa y convertirse en un Libertador de América. La salida laboral y de vida que en ese momento brindaba la carrera militar le permitió a Chávez ingresar a los cuartes, para desde allí convertirse en un gran lanzador de beisbol. El paso de los años y su encuentro con la literatura política, producto de las características distintivas de la carrera militar venezolana, que admite el estudio en Universidades públicas de sus miembros, le permitió a Chávez conectar con los grandes pensadores mundiales y alimentar su conocimiento en los sucesos universales. Esto dio lugar a un salto de calidad en su pensamiento sudamericanista basado en la trilogía de las tres raíces de su amado Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez, y le permitió más adelante, conformar en el interior del ejército la fracción nacionalista EBR- 200 creado en el marco del bicentenario de Bolívar, a principio de los ochenta. Este núcleo fue el embrión del Movimiento Bolivariano Revolucionario (MBR-200), que pasará a la luz pública como el grupo que dio el fallido golpe militar en febrero de 1992. Sin dudas la conexión con estas experiencias dio lugar a una formación militar más politizada y con un fuerte compromiso social. Esto se pudo observar durante los sucesos del “Caracazo”, donde se produjeron disidencias entre los militares a la hora de reprimir la protesta social, y Chávez fue uno de los miles que se negaron a usar sus armas contra el pueblo. Esta experiencia sin duda fue de vital importancia para comprender los hechos que se desencadenaron a partir de 1992 en Venezuela.

La fallida intentona militar del 4 de febrero de 1992 y su posterior cárcel durante dos años, le brindaron a Chávez la posibilidad de continuar su crecimiento político. Hasta ese momento sólo conocemos por boca del líder del golpe un pensamiento profundamente bolivariano y nacionalista. En las tres entrevistas brindadas desde la cárcel a José Vicente Rangel, hoy hecha libro (“De Yare a Miraflores, el mismo subversivo”), se observa que su posición ideológica se afinca en un bolivarianismo primitivo con nulas referencias al socialismo.  No resultaba ilógico, entonces, la relación que Chávez trabó con Norberto Ceresole (teórico de la alianza “Ejército y pueblo”), quien a su vez intentó acercarlo a los militares carapintadas con escaso éxito. Fueron los años del llano para Chávez, quien desde marzo de 1994 gozaba de libertad gracias al indulto del presidente Caldera. Años en lo que su presencia era considerada peligrosa para los núcleos progresistas y de izquierda en nuestro continente sudamericano.

Los años que van desde esa fecha hasta diciembre de 1998, el Comandante los utilizó para conformar la base partidaria de sustentación para alcanzar la primera magistratura. Esta decisión no estuvo exenta de vaivenes, ya que fueron varias las idas y vueltas en ese terreno. Diversas encuestas acercadas a Chávez, las cuales mostraban un importante piso de apoyo y votos, fueron lo que lo decidió finalmente a emprender la lucha por la presidencia. Su principal consigna de campaña fue la “Convocatoria a una Asamblea Constituyente” para dar una vuelta de hoja a la historia del país. No mucho más. Sus actos proselitistas se caracterizaban por su crítica al “Punto Fijo” y a la necesidad de un nuevo pacto social constituyente. Con ello le alcanzó para ganar por el 56% de los votos, con el apoyo de una sociedad hastiada de los partidos tradicionales y deseosa de un cambio.

Como ya se sabe, los primeros años de gobierno, el flamante presidente las dedicó a conformar una arquitectura institucional sólida (que se graficó en la nueva Constitución bolivariana) y a bancar la ofensiva de la derecha venezolana, poco acostumbrada a no decidir sobre los destinos del país. Los años 2002- 2003 vieron peligrar la sostenibilidad del proyecto chavista, pero fue el propio pueblo y el brazo militar quienes finalmente lograron doblegar las intentonas golpistas. Una vez consolidado a mediados de 2003, pudo recién allí (fíjense que paradoja) iniciar un proceso de ampliación de derechos económicos y sociales inéditos para Venezuela. Elegir cualquier dato comparativo con las décadas anteriores permitirá observar el tamaño de la transformación en aspectos esenciales como la educación, la salud y la vivienda, que no sólo se mide en números, sino también en términos cualitativos (“Antes de Chávez éramos invisibles”, me dijo una mujer caraqueña cuando realizaba mi tesis doctoral).

Superados las peripecias golpistas, Chávez se encontró en condiciones de profundizar la “Revolución Bolivariana”. Es recién allí que para febrero de 2005 en un reportaje de los tantos que le hicieron en vida, habló del Socialismo del Siglo XXI. Como él mismo lo expresó se trataba de un “salto adelante” al que llamó a “inventar y habrá que ver por qué vías”. La labilidad del concepto no fue excusa para instalarlo y motivar a una buena porción de intelectuales, académicos y militantes que ya habían olvidado con qué se comía. Justamente un militar volvía a poner sobre la mesa a la ideología que parecía derrumbada luego de 1989, y lo hacía en nombre del futuro. ¿Este era el mismo Chávez que dio el golpe en 1992? ¿Importa eso? ¿Pero no era que Chávez era un nacionalista golpista hace unos años?. Las complejidades de los protagonistas de la historia nos permiten observar la riqueza de sus propias contradicciones y la ausencia de una hoja de ruta que marca el devenir histórico de los procesos políticos.

 

Detrás de este llamado a construir el socialismo del siglo XXI se fueron encolumnando presidentes, Evo, Correa, Ortega, entre otros. A la par de ese proceso Chávez se abría camino hacia ámbito internacional: fuerte alianza con el Mercosur, violentas diatribas al presidente de EEUU, acuerdos con Irán, Rusia, China, hermandad con Cuba, como núcleo central. Comparado con sus comienzos, la soledad de Chávez allá por el 99 dio lugar a un conjunto de líderes amigos que a pesar de las diferencias, le dijo no al ALCA y sí a la integración en las diferentes modalidades (UNASUR, CELAC,etc). ¿Hubiera sido posible esa integración sin el liderazgo de Hugo Chávez? ¿Hubiera sido posible ese despertar sudamericano sin la presencia de este gigante?

La profundización del rumbo en una dirección socialista, le costó aliados internos y una derrota electoral. La de diciembre de 2007, en la que intentaba modificar la Constitución para reelegirse indefinidamente y avanzar hacia el socialismo, fue la primera y única de su vida, y la reconoció cual demócrata era, a pesar de lo ínfimo de la diferencia. Esa misma diferencia fue por la cual salieron los opositores el 15 de abril de 2013 a romper todo y dejar un saldo de más de 10 chavistas muertos, suceso que la derecha mundial olvida (o tapa) con frecuencia. La recuperación llegó rápido, luego de una fuerte autocrítica propia, que le permitió saber con cuánto contaba para ir más tarde por un nuevo intento. Finalmente en febrero de 2009 logró la reelección indefinida en un contexto económico difícil producto de la crisis mundial.

La emergencia de los estudiantes, como espacio opositor, y la buena performance electoral del antichavismo desde 2010, encontraron a un Chávez enojado y poco tolerante con esta novel irrupción. En un “Alo Presidente”, cuando le hablaron de los planes estudiantiles envió a darle “gas del bueno” a estos grupos estudiantiles, y a ordenar la represión ante el primer disturbio, “guarimba que pretenda montarse debe ser disuelta de inmediato, sin diálogo ni nada ¡cómo va a haber diálogo! Nada de ‘por favor’ ¡métanle la ballena señores!”. ¿Mandar a reprimir una marcha es de dictador? ¿No es potestad del Estado? ¿Podemos estar de acuerdo con esto? Seguramente no, pero esa es la complejidad que nos depara personalidades como la que encarnó Hugo Chávez.

Luego de detectada la enfermedad en junio de 2011, Chávez siguió siendo el mismo pero con el ritmo que su cuerpo le indicaba. Es cierto que forzó la carrocería más allá de sus fuerzas, ya que según sus palabras “me quedan muchas cosas por hacer por la patria”. Y vaya que pudo, ya que en condiciones totalmente desfavorables ganó la última elección de su vida con el 56%, más de 8 millones de votos y casi el 85% de asistencia electoral, todo un record para elecciones que son optativas. Dos meses más tarde se despedía por cadena nacional para iniciar el último viaje a Cuba para operarse, una vez más, de la enfermedad que lo carcomía con mayor virulencia. Antes, como dijimos en el post anterior, no repitió el error de muchos (de Perón, entre otros) y le puso nombre y apellido a su sucesor: Nicolás Maduro, su hombre de confianza en el plano internacional. Sería la última vez que se lo vio con vida, salvo las fotos de febrero del año pasado con sus hijas, en la cual se lo ve agotado.

Pasaron 365 días sin Chávez y Venezuela continúa vistiendo los colores “rojo- rojito” en un contexto difícil para el gobierno y para la región. Su ausencia se siente, y mucho, en esta coyuntura plagada de zancadillas a nivel nacional e internacional.  Luego de su desaparición física, Maduro logró vencer por poco y eso fue la principal argucia para poner en marcha la máquina de impedir sustentada en la deslegitimación y el desabastecimiento. La excusa de la legitimidad de origen, postulada desde el mismo 14 de abril,  quedó enterrada luego del llamado de la oposición a un plebiscito en la elección regional del 8 de diciembre. A un año de la última alocución pública de su líder, el chavismo volvió a vencer al antichavismo, esta vez, por una diferencia superior a los 10%. La victoria 18, sobre las 19 disputas electorales, dejó a la oposición venezolanas sin excusas para reconocer la legitimidad de origen y de ejercicio de Nicolás Maduro. Sin embargo, como lo hicieron frente a Chávez en el fallido golpe militar de 2002, el lock out patronal petrolero  de 2003 y las guarimbas del 2004 (sólo para mencionar las más importantes), el antichavismo tomó la calle con la excusa de la situación económica, difícil por cierto, para doblegar la institucionalidad política del país. Nada nuevo para una Venezuela que se acostumbró a convivir con los malos perdedores de las elecciones que hacen flamear la bandera de la democracia con el objetivo final de destruir la misma a patadas.

Un año sin Chávez. Lo extraña la Patria grande de San Martín y Bolívar. Lo extrañamos todos los que creemos que una región y un mundo distinto, más libre y más igualitario pueden ser posibles. Lo extraña el pueblo chavista, aquél que aún sin su presencia física se moviliza de a millones para defender la Revolución, defender su propio porvenir, que se observa y es tangible en su nueva calidad de vida, esa que le otorgó Chávez a los invisibles de la Venezuela del Punto Fijo.

Todavía se oye aquel clamor de ese cuerpo cansado en la noche del 8 de diciembre de 2012, el último testimonio público y televisado del Comandante eterno, exclamar “¡Hoy tenemos Patria! Y pase lo que pase en cualquier circunstancia seguiremos teniendo Patria. ¡Unidad, Unidad y más Unidad!. No faltaran los que traten de aprovechar circunstancias difíciles, para mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, de la restauración del neoliberalismo, para acabar con la patria. Ante esta circunstancia de nuevas dificultades – del tamaño que fueran- la respuesta de todos y todas los patriotas, es unidad, lucha, batalla y victoria”.

Un año sin él y el mismo dolor, la misma ausencia y el llanto eterno de haberlo perdido.

 

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