Obra inconclusa – Por Juan Andrés Fontaine

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región

 

Finaliza el primer gobierno de centroderecha elegido democráticamente después de medio siglo. Como ex ministro, me siento partícipe de su obra, de sus aciertos y sus errores.

Su promesa era ambiciosa: llevar pronto a Chile hacia el desarrollo, hacia una sociedad con más oportunidades y seguridades. Con dedicación personal y acuciosidad admirables, el Presidente Piñera y su equipo examinaron palmo a palmo nuestro mapa económico y social, identificaron sus muchas falencias, formularon planes inteligentes, lograron materializar medidas concretas que ya hacen sentir sus primeros frutos y dejaron encaminados múltiples proyectos que cubren los más variados aspectos del quehacer nacional. El sentido del programa fue ensanchar la libertad individual y apoyar a las personas en su esfuerzo por forjarse una vida más digna. Por ejemplo, encontrar un buen trabajo, iniciar un emprendimiento, escoger una mejor educación, atenderse en un hospital sin lista de espera, librarse de trámites burocráticos, comprar bienes y servicios en mercados competitivos y confiables, vivir en barrios seguros y con más áreas verdes.

Las cifras hablan por sí solas: la receta económica y social funcionó. El gobierno del Presidente Piñera, ayudado también por el ciclo internacional y la eficiente reconstrucción post 27-F, fue capaz de despertar positivas expectativas y motivar una impresionante ola de inversión, creación de empresas e innovación productiva. Frutos palpables de ella son el alto crecimiento económico, el millón de nuevos empleos y la mejoría en la calidad de vida de todos, pobres y ricos. La Alianza puede estar legítimamente orgullosa de esos logros.

Pero algo parece haber fallado en la receta política, llevando de vuelta a La Moneda a la coalición adversaria. El Gobierno no supo motivar bien a su propia coalición y enfrentó una oposición tan pertinaz como demagógica. Tal vez por ello prefirió rehuir decisiones duras, pero muy necesarias, en energía, en lo laboral, en competitividad. La opinión pública vio entonces los buenos resultados económicos y sociales como un mero golpe de suerte, no como fruto de las reformas impulsadas. Desafiado por el populismo estudiantil, el Gobierno y su coalición parecieron arrastrados al campo adversario, consintiendo en que la desigualdad y los abusos se combaten con más impuestos y controles estatales, en lugar de más crecimiento, competencia y transparencia.

Aunque también inciden factores externos, las dificultades e incertidumbres políticas terminaron por hacerse sentir en la decepcionante marcha de la economía en 2013. No obstante, en los años previos, el primer gobierno de la Alianza demostró que, cuando se aplica con convicción y determinación, su receta es capaz de imprimir el dinamismo que Chile necesita. Su obra queda inconclusa, pero es un buen punto de partida para trabajar desde ya por la alternancia.

http://www.elmercurio.com/blogs/2014/03/09/20078/Obra-inconclusa.aspx

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