Lo funcional de aquí en adelante es la racionalidad en el manejo público – La Prensa Gráfica, El Salvador
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región
El próximo lunes amaneceremos con la decisión ciudadana sobre quién se hará cargo de la conducción ejecutiva del país durante el próximo quinquenio. Estamos a horas de que eso ocurra y a días para que concluya el período presidencial actual. Venimos de una campaña política en la que lo que menos ha habido es política en el estricto sentido de la palabra, y sobre todo lo que ha faltado es política con visión estratégica, tanto en lo referente al movimiento de fuerzas que tendría que darse de aquí en adelante como respecto de los proyectos y programas destinados a encauzar soluciones en los grandes problemas nacionales, que están cada vez más al rojo vivo.
No cabe duda de que nos hallamos inmersos, como país, en un torbellino de desafíos que ya rebasan sus propios límites. Tomemos el caso de la inseguridad ciudadana y la criminalidad que la determina: es claro, ya sin ningún tipo de disimulo sostenible, que el crimen organizado y el movimiento pandilleril están en control de la situación, lo cual es vivir en un mundo al revés. Desde la institucionalidad hay esfuerzos para hacerse sentir, pero hasta la fecha son insuficientes y, en muchos casos, contraproducentes. El punto específico de la llamada “tregua” entre las principales pandillas lo grafica de modo inequívoco: se comenzó en lo oscuro, se manejó casi en la clandestinidad y ahora todo indica que es ya iniciativa fallida. Y lo que pudo ser el inicio de una nueva forma de tratar una cuestión tan palpitante se convirtió en la muestra de lo que ocurre cuando los propósitos se manipulan y los métodos se tergiversan.
En el ámbito económico, se sigue repitiendo el esquema de la improvisación y de la dispersión de esfuerzos, pese a que todos los datos están clamando por enfoques realistas sobre la situación y por estrategias inteligentes para revertirla. Lo que tenemos en este momento es una especie de herencia siniestra: la Administración que tome el encargo a partir del 1 de junio se encontrará con un déficit impresionante y con un montón de responsabilidades por cubrir; y, en el entorno nacional, con un crecimiento económico simbólico y con una penosa falta de iniciativas para reactivar de veras y con seguridad el aparato productivo en su conjunto.
Lo más riesgoso que podría ocurrir en esta zona de tránsito gubernamental es que se llegara a tientas y se estuviera a merced de caprichos ideológicos de cualquier índole. Es hora de sensatez dispuesta a ponerse a prueba desde el primer instante. Y, por consiguiente, es hora de valentía y aun de heroísmo, puesto este término en la forma más positiva y conducente; es decir, el heroísmo de la voluntad que se apresta a enfrentar los retos de lo difícil sin dejarse seducir por los halagos engañosos de lo fácil.
Persistir en las actitudes equivocadas o, peor aún, temerarias, es un salvoconducto hacia el desastre. Esto lo tenemos expuesto en vivo y en directo en un caso como el de Venezuela, donde la tozudez del fanatismo sigue cavando su propia tumba, llevándose al país de encuentro. Veámonos en todos los espejos disponibles, en los positivos y en los negativos, para potenciar lo replicable y para evitar lo condenable.
Estamos a tiempo de incorporar en todos los tratamientos del fenómeno real ese factor clave que no puede seguir ausente: la racionalidad en lo político, en lo social y en lo económico. Es el sistema en su conjunto el que debe racionalizarse; y desde el poder se tiene que dar el ejemplo.