La construcción de la realidad en el siglo XXI – Por Karina Borodnikoff
Siete empresas privadas, siete mega-corporaciones, controlan el 70 por ciento de los medios de comunicación del planeta. Digitan canales de televisión, agencias de información, medios gráficos, radios, satélites, editoriales, redes de cables, producciones cinematográficas, conexiones a Internet, distribución de películas, entre otros instrumentos de control y dominación social y cultural.
Estos conglomerados mediáticos son The Walt Disney Company, General Electric, Time Warner, News Corporation, Viacom, Bertelsmann SE & Co y Sony. Estadounidenses los primeros cinco, alemán el sexto y japonés el último.
No existe mayor concentración de propiedad en ninguna industria de este mundo que la que representa a los medios de comunicación. Imágenes, sonidos, discursos y realidades editadas a piacere de un mercado cuya mercancía final es la conciencia.
En los últimos 15 años, las empresas que más facturaron son aquellas que se dedican a la comunicación. Más que las petroleras. Mucha prensa devenida en empresa sitúa a los medios en un lugar que vulnera a la sociedad.
La invención de la World Wide Web (WWW), que permitió la masificación de Internet, transformó la dinámica de las comunicaciones y el ADN del periodismo. Los medios de comunicación mutaron en gigantes económicos alterando el orden de prioridades y la calidad de la información.
En el siglo XXI, los conglomerados mediáticos despliegan todo su expertise como armas masivas de manipulación y constructoras de opinión pública. Junto a su hijo pródigo, el marketing, establecen prioridades de consumo y escalas de importancia de cosas y personas- en ese orden. Determinan lo bello y lo no deseable. Estimulan biologías sanas para que auto-gestionen sus enfermedades modernas.
Así como se construye el modelo estético, se tipifican y agrupan personas de acuerdo a su capacidad para adornarse y desfigurarse, se diseñan enemigos e ideales culturales.
Las publicidades son el aparato ideológico del capitalismo, la propaganda es el arma silenciosa de los gobiernos y, ambas, confluyen y se manifiestan en sólida dialéctica a través de los medios de comunicación, guardianes de estos intereses y vehículos de la globalización. Publicidad-propaganda-medios montan una ingeniería de realidad aplicada. Fortalecen y reproducen el sistema de valores y creencias dominante.
En el vigésimo primer siglo de la historia cultural de la humanidad, la diversidad se presenta como un virus analógico que se combate con mensajes digitales.
Bajo un nuevo paradigma tecnológico y con la especie humana que fuerza su mutación- para sorpresa de Darwin-, el siglo XXI transcurre con la necesidad apremiante de praxis y reflexión sobre los medios, la política, las relaciones de poder, los mandatos que nos rigen y la cultura que se nos impone.
La urgencia de dejar expuestos a los poderes políticos y económicos dedicados a seleccionar la porción de realidad que consideran que debe contarse- y modificarse- apoyados por corporaciones mediáticas expertas en lobbies y finanzas, pero carentes de dilemas éticos. Hombres poderosos que ven productos en donde sus miradas deberían devolverles ciudadanos y que escanean conciencias en lugar de gestionar bienestar.
Medios y política: bajan línea y espían. Así controlan y dominan.
El binomio vigilancia-seguridad se asoció de manera ilícita con las lógicas del miedo y la sospecha. Se confiscó la privacidad y se socializó la paranoia.
La Casa Blanca engrosó su agenda de sospechosos. Multiplicaron los mecanismos de vigilancia bajo la legitimación discursiva de mayor seguridad para la población mundial. (Cuando se descubrió el espionaje masivo que lleva adelante EE.UU., la gran defensa de Obama fue decir que, gracias a que estamos todos vigilados, pudieron impedir unos cuantos atentados terroristas). ¿Querés privacidad? Vas a volar en pedacitos.
En el año 2014, se ha producido la metamorfosis definitiva del ciudadano en sospechoso del orden sociopolítico. No existe un solo ser vivo que habite este planeta que no sea blanco pasivo o activo de tecnologías inquisitoriales. Todos somos potenciales fuerzas perturbadoras de la sociedad. Esta es una de las bases legitimatorias del espionaje contemporáneo.
En el Salón Oval de la Casa Blanca, el segundo día hábil de cada semana fue bautizado como “martes de terror”. El presidente, Barack Obama, aprueba la “Kill list” (Lista de la muerte) con el detalle de las personas (espiadas) acusadas de terrorismo que serán asesinadas, sin derecho a juicio, con aviones no tripulados de última generación. Sospechosos.
Todo indica que la tecnología es el perro faldero del norte, pero ¡cuidado! hay para todos. Los servicios de inteligencia, incluso su médico personal, alertaron a Dick Cheney (vicepresidente de Bush) que debía desconectar la función inalámbrica de su marcapasos porque había evidencia contundente de un posible atentado contra su vida, a través de hackers. Esto sucedió, realmente. Y, no sorprendió tanto la modalidad de ataque, como la confirmación de que Cheney tiene corazón.
Vigilancia y castigo resignificados y potenciados bajo las nuevas posibilidades tecnológicas. Condiciones de existencia generadas, controladas y relatadas por pocos, muy pocos, para muchos, casi todos.
Es complejo, pero posible, intervenir y dar batalla a tanta usurpación ideológica y cultural, dentro de este panorama de grandes alianzas entre los propietarios de la gigantesca maquinaria que fabrica verdades y realidades y los poderes políticos.
Y es en esa misma potencialidad que presentan las nuevas tecnologías de la información y comunicación en donde hallamos algunas de las respuestas y posibilidades de lucha. Desafío político, social, ideológico y cultural.
Buceando en esta paradoja, se presentan los recursos para disponer, organizar y reelaborar un sistema de medios que se alce como contrapoder frente a lo dominante. Nuevos medios que permitan dinamitar el curso de los actuales mandatos y contrarrestar las prácticas nocivas de los medios de comunicación en general y del periodismo en particular.
Los Estados Unidos son el paradigma del poder mediático. Coexisten medios de comunicación hegemónicos, de dudosa ética – que legitiman las guerras de Irak y Afganistán- con aquellos que emergen bajo el nuevo paradigma tecnológico – que desclasifican los archivos confidenciales de las guerras y dejan en evidencia las mentiras y complicidades de la dupla: poder político – poder mediático.
El país del norte es ese lugar en donde esta dupla, cómplice y funcional, espía desde la Agencia de Seguridad Nacional, la CIA, Facebook, Google, Skype y se los descubre desde Wikileaks o Anonymous o por arrepentidos y espantados. Para, luego, replicar los vergonzosos hallazgos en todos los medios tradicionales, alternativos y redes sociales, incluidos Facebook, Google y Skype.
Siglo XXI, un espacio en el tiempo en donde toda contradicción es posible. Ese imparable devenir de sucesos que continúa la lógica de la historia del siglo XX con hombres que se inmolan y estrellan aviones de un lado, y de ataques bélicos a fuerza de soldados, armas y granadas, del otro.
Mientras, en otra dimensión del mismo presente, ciudadanos se arman con teléfonos celulares que disparan mensajitos de texto para organizarse y derrocar dictaduras de cuatro décadas de ejercicio nefasto de poder. Pueblos mitad auto-convocados y otro tanto ayudados por medios de comunicación alternativos y activistas cibernéticos, nacidos digitales y para contrarrestar la fuerza de lo instituido. Las Primaveras Árabes fueron una señal interesante de las fisuras por donde entrarle al sistema.
El periodismo, que tiene un papel determinante en la construcción de la realidad a través de su relato, es el rehén más delicado de la nueva estructura y dinámica comunicacional. Cada vez más condicionado y monitoreado.
El problema no tiene que ver sólo con la bajada de línea política sino, también, con el nuevo modelo de negocio de esta industria. Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique en su edición española y cofundador de la organización no gubernamental Media Watch Global (Observatorio Internacional de los Medios de Comunicación) explica que la información pasó a ser una mercancía y, de tan abundante, de tanta oferta que existe de ella- y para sorpresa de los economistas- se convirtió en una mercancía gratuita. En la actualidad, salvo por la prensa impresa (y cada vez menos), nadie está dispuesto a pagar para informarse. Lo que ha cambiado, fundamentalmente, es la ecuación económica: antes, los medios de comunicación vendían información a los ciudadanos. Ahora, venden ciudadanos a los anunciantes. De esta manera, se entiende la calidad cada vez más pobre de las informaciones. Se parte del principio de que todas las personas tienen emociones, pero no todos son inteligentes o están dispuestos a reflexionar. Por lo tanto, para llevar más cantidad de lectores a los sitios online (el éxito económico está determinado por la cantidad de visitas que obtengan. Hacia allí van los anunciantes, voraces) se apela a contenidos básicos. Mucha sangre, colas exuberantes, crímenes, romances escandalosos, qué tipo de lechuga ingerir para prevenir la caspa, cómo conquistar a un chongo en solo tres pasos. Si antes se utilizaban las 88 mil palabras que componen el idioma español, ahora de redujo de manera drástica a 20 mil.
Cuando la elección de los contenidos periodísticos no tiene que ver con sumar valor a la ciudadanía, el impacto va directo al corazón de las democracias.
Dentro de este nuevo esquema comunicacional, el periodismo de investigación no ha logrado permanecer exento (¿Por qué lo haría? De ser así, muchos medios deberían denunciarse a sí mismos). Aparece aquí una nueva problemática que tiene que ver con la presentación en formatos de investigaciones periodísticas, por parte de medios tradicionales (los más seguidos por el púbico) trabajos que realmente no lo son o la falta de cobertura de aquellos que sí, pero involucran a intocables. La mayor parte de la opinión pública mundial consume esas investigaciones como legítimas y prioritarias. Se entretiene a la ciudadanía con simulacros, mientras la corrupción y las desigualdades se propagan allá afuera, en donde los medios (empresas) no llegan. No quieren llegar.
Sin embargo, pueden encontrarse fisuras en lo hegemónico a favor de la calidad periodística. Buenas oportunidades nacidas de la paradoja tecnológica.
Uno de los salvavidas del periodismo en los últimos años ha sido la iniciativa de “Periodismo sin fines de lucro” (nonprofit news). Frente a la preocupación por mantener la mayor independencia posible, en una realidad de medios viciada por intereses corporativos, algunos sectores de la sociedad recurrieron a las nuevas posibilidades digitales para montar medios online, accesibles a toda la ciudadanía. Un nuevo modelo de (no) negocio periodístico, sobre todo en los Estados Unidos, financiado por distintas fundaciones, algunos mecenas y fondos ciudadanos (crowdfunding):
ProPublica http://www.propublica.org/
Fundada en Manhattan en 2008, se consolidó como agencia periodística independiente y sin fines de lucro. Se dedica exclusivamente al periodismo de investigación. Dos ex directivos de la Golden West Financial Corporation decidieron invertir 30 millones de dólares durante tres años para asegurar periodismo de calidad. Contrataron al ex secretario de redacción del Wall Street Journal, el prestigioso Paul Steiger, para que se pusiera al frente de la gestión de la nueva esperanza del periodismo independiente.
ProPublica es un éxito. En 2010 logró el Premio Pulitzer, bajo la categoría “Periodismo de Investigación”, por el reportaje de la médica y periodista Sheri Fink. Una denuncia sobre las prácticas de un grupo de médicos responsables del cuidado de pacientes terminales, tras el devastador huracán Katrina en Nueva Orleans.
Texas Tribune http://www.texastribune.org/
Esta iniciativa de Periodismo sin fines de lucro, también online, fue lanzada por John Thornton en el año 2009. Este mecenas manifestó en reiteradas oportunidades su preocupación por la falta de independencia del periodismo. Desembolsó parte de su fortuna personal y reunió a los profesionales indicados (entre ellos a Brian Thevenot, quien ganó dos veces el Premio Pulitzer).
Estas iniciativas han proliferado en los últimos 5 años, no se limitan solo a estos dos casos.
Vayamos hacia otra parte del mundo: América Latina y el Caribe.
Esta región es paradigmática en cuanto a los efectos de la dominación cultural. Históricamente, se han consumido productos, festividades, música, ideales estéticos, modelos culturales, muy alejados de sus raíces. Pueblos metamorfoseados para ser rentables y obedientes.
De esta manera, se puede comprender por qué, desde hace tantas décadas, son agencias de noticias europeas y estadounidenses las que realizan el recorte informativo y marcan la agenda mediática de América Latina y el Caribe. Se instalaron como referentes de noticias de una región que, hasta el año 2013, no tenía una sola agencia propia para el continente.
Esto comenzó a cambiar en agosto de 2013 y, es aquí, en donde la paradoja de la revolución digital ofrece otra interesante fisura para contrarrestar a los medios hegemónicos y sus influencias en la región. Fecha en que se fundó Nodal, el primer portal online de noticias dedicado exclusivamente a brindar información sobre América Latina y el Caribe.
Nodal.am: https://www.nodal.am/
Su fundador y director, Pedro Brieger, sociólogo y reconocido periodista argentino, explica que el recorte informativo de la región sólo en manos de medios estadounidenses y europeos le resultaba inadmisible. Esta es la génesis de Nodal.
Brieger nos cuenta que uno de los objetivos es “cambiar esta realidad de noticias latinoamericanas, sobre todo, tomando en cuenta la posibilidad tecnológica que existe en la actualidad. Quince años atrás teníamos que ir a un diario, una radio o a la televisión, para poder acceder a la información. Esto cambió con Internet. Es más sencillo. En este contexto, comencé a desarrollar la idea de este portal de noticias, con una perspectiva absolutamente latinoamericana y caribeña. No importa lo que piensan las agencias de noticias tradicionales sobre la región, sino que somos nosotros los que decidimos, a nuestro criterio, qué es lo realmente importante”.
La idea central es que las agencias de noticias internacionales no sean las que marquen la agenda en América Latina y el Caribe y que sea desde propia la región que se reproduzca la información que ya fue publicada. Nodal no genera contenidos, por ahora, sino que realiza un recorte de las noticias publicadas que considera que reflejan lo más relevante de la actualidad.
Esto también tiene que ver con algo de lo que Brieger comenzó a darse cuenta luego de muchos años de trabajo: “No hace falta elaborar la información, la información está. El tema es que no se levanta y no se leen esas noticias. Lamentablemente, muchas veces, ni los propios periodistas las leen porque también tienen una visión eurocéntrica del mundo. Miran mucho la prensa europea, la estadounidense y muy poco la latinoamericana. Entonces, lo que permite nodal.am es que, en dos o tres minutos, la gente pueda tener un pantallazo de nuestra región”.
Este nuevo portal de noticias no tiene una línea editorial definida. Su idea es reflejar múltiples puntos de vista e ideologías, progresistas y no progresistas. “Reproducir, solamente reproducir la información, permite saber lo que está pasando”, sintetiza Brieger.
Un punto clave tiene que ver con la instalación de temas, asegura el director de Nodal. “Basta con prestar atención a los temas que sigue la gente en la región. Por ejemplo, en todos los medios de comunicación hubo un recordatorio por los 50 años del asesinato de Kennedy. Sin embargo, ¿Cuántos diarios, fuera de Honduras, El Salvador y algunos de Nicaragua, informaron que el 24 de noviembre hubo elecciones en Honduras? Nodal considera que las elecciones en Honduras son muy importantes. También lo es para el Departamento de Estado de los Estados Unidos, a tal punto que, todos los días, la embajadora de EE.UU en Honduras opinaba sobre las elecciones”
Nodal reproduce información relativa a los intereses de América Latina y el Caribe y que, hasta el momento, no eran tenidos en cuenta por los medios. Esto equivale a no existir. Porque lo que no se publica en los medios, simplemente no existe.
“No agregamos, ni sacamos ninguna coma”, continúa Brieger. “Creamos un espacio en donde, por ejemplo, informamos sobre la relación entre EE.UU. y Honduras y lo que opinaron funcionarios muy importantes de la primera potencia sobre las elecciones del país centroamericano. Para los grandes medios y agencias, Honduras, como otros sitios de la región, no existe, como tampoco existe para el inconsciente colectivo”.
No sólo no existen los hechos que no aparecen narrados en los medios de comunicación, sino que tampoco goza de este estatus la propia geografía de los países afectados por la desidia informativa, ignorados por el mayor porcentaje de los ciudadanos del mundo. Producto de la dominación cultural, los latinoamericanos y centroamericanos sí conocen y pueden nombrar ciudades estadounidenses y no tanto de la propia región que habitan.
“La agenda periodística se maneja desde países centrales y no periféricos. Lo que hace que el recorte de información y el discurso que se instala respondan a intereses puntuales de los países hegemónicos. El mismo impacto que provocan tantísimos años de influencia desde la industria cultural; cine, literatura, música, que impactan sistemáticamente en la conformación del tipo de conocimiento que se difunde y los valores desde donde debe apreciarse la información y la cultura. Y, si bien la información que tiene que ver con Norteamérica y Europa es muy relevante, los países de Latinoamérica y el Caribe deben tener su propia agenda”, finaliza el director de Nodal.
El mundo que conocemos es producto de una construcción intencional, administrada por aquellos que detentan la propiedad de los medios. Es tal la magnitud y capacidad de acción que poseen, junto al resto de los gigantes económicos y financieros, que el poder político quedó rezagado y sometido a presiones que lo obligan a adecuar su agenda a las demandas de los primeros. Cediendo a esta dinámica societaria, las potencias reaseguran su lugar de dominación en el mundo, con los resultados predecibles de quienes son funcionales a corporaciones y no a personas.
Estos son algunos de los hilos que mueven y dan forma al planeta que habitamos. Por eso, uno de los precios más caros que paga la humanidad es la naturalización de la realidad como algo dado. Como un ente que siempre estuvo ahí, de esa manera, ajena a la posibilidad de intervenirla y modificarla. Parálisis que silencia y lastima a nuestro mundo, expropiado.
http://www.impactony.com/la-construccion-de-la-realidad-en-el-siglo-xxi/