Un país desconcertado se asoma a las urnas este domingo -Por Gilberto Lopes

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“Llegó la hora de la democracia… llegó la hora de la democracia…”, sonaba en los parlantes, mientras un grupo de muchachos hacía malabarismos con sus skates y bicicletas en el improvisado escenario de la avenida donde el principal partido político del país, el socialdemócrata Liberación Nacional (PLN), había organizado su actividad de cierre de campaña. A algunos kilómetros de allí, en el parque central de Heredia, Luis Guillermo Solís, candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC,) cerraba la suya, en medio de las banderas rojiamarillas, con sus partidarios y sus mascotas, también convocadas para ese acto de cierre.

Dos días antes, José María Villalta, candidato del Frente Amplio había cerrado su campaña en el parque central de San José. Otto Guevara, candidato del Movimiento Libertario, concluyó su campaña sin realizar manifestación especial alguna.
Entre los cuatro se disputarán la presidencia de la República el próximo 2 de febrero en Costa Rica. Pero los candidatos son muchos más: 13.
 
¿Quiénes son?
¿Quiénes son estos cuatro candidatos y qué representan sus partidos?
El liberacionista Johnny Araya, durante más de 20 años alcalde de San José, aspira a un triplete socialdemócrata, después de los gobiernos de Oscar Arias (2006-10) y Laura Chinchilla (2010-14). Si lo consigue sería algo inédito, pues ningún partido en la historia reciente del país ha logrado ganar tres veces seguidas. Sin embargo, lo que parecía un triunfo probable al iniciarse la campaña en noviembre, se ha venido desdibujando, hasta generalizarse la idea de que no habrá triunfador en el primer turno este 2 de febrero. Para eso se necesita que algún candidato obtenga más de 40% de los votos lo, que, según todas las encuestas, parece improbable. De ser necesario, el segundo turno se realizará el 6 de abril.
En realidad, la campaña tomó vuelo y profundizó en el debate cuando un candidato inesperado surgió en la cabeza de las encuestas: José María Villalta, un abogado de 36 años, actual diputado del Frente Amplio. Su crecimiento desató una verdadera histeria entre los sectores más conservadores del país, que desempolvaron lo que en Costa Rica se conoce como la “campaña del miedo”. La misma con la que lograron imponer por un margen muy estrecho el tratado de libre comercio con Estados Unidos, hace siete años. Hay que crear miedo, dijo entonces el vicepresidente de la República de la administración de Arias. Y fue lo que hicieron para lograr finalmente aprobar el tratado con 51,6% de los votos.
En tercer lugar se ha mantenido el candidato libertario, Otto Guevara. En su cuarto intento, Guevara ha dado un giro desde las posiciones más neoliberales (como que la afiliación al Seguro Social debería ser voluntaria) a definirse como partidario de la doctrina social de la iglesia. Trata así de hacerse de los votos del tradicional Partido Socialcristiano, hecho pedazos desde que dos de sus principales líderes, los expresidentes Rafael Ángel Calderón y Miguel Ángel Rodríguez terminaron en la cárcel por corrupción y cuyo candidato, Rodolfo Piza, se mantiene con alrededor de 3% en las encuestas.
En cuarto lugar aparece Luis Guillermo Solís, un académico que dejó el PLN para afiliarse al Partido Acción Ciudadana (PAC), un partido relativamente reciente, que disputa apenas su tercera campaña electoral. Con la ética como bandera, el PAC agrupa a sectores políticos diversos. En todo caso, fue uno de los baluartes de la lucha contra el TLC, en 2007. Su candidato, sin embargo, eligió para acompañarlo en una de las vicepresidencias a una de las diputadas de tendencia socialcristiana más beligerantes a favor del TLC (después, Wikileaks reveló que había ido a la embajada norteamericana a pedir ayuda para combatir a los partidarios del “NO” al TLC), lo que provocó cierto desconcierto en el partido y entre los electores.
Encuestas
Transformadas en instrumento de la lucha política, las encuestas han dado sistemáticamente a Araya, Villalta, Guevara y Solís en los cuatro primeros lugares, generalmente en ese orden.
La última conocida, publicada la semana pasada por el Semanario “Universidad”, daba a los cuatro candidatos los siguientes porcentajes: 20,4%, 15,3%, 11,2% y 9,5%. Pero en realidad el primer lugar lo ocupaban los indecisos: 24,5%.
El periódico tituló: Johnny Araya frena caída y saca leve ventaja. Villalta frenó su ascenso, Guevara se estancó y Solís fue el que más creció. Así resumía las tendencias a 15 días de las elecciones.
Sin duda, uno de los resultados de las encuestas, con Villalta disputando el segundo lugar y, por lo tanto, con posibilidades de ir a una segunda vuelta, fue el aumento de los ataques en su contra: comunista, amigo de Chávez y Ortega, peligro para la democracia, no tiene equipo ni experiencia para gobernar, etc.
Hasta una semana antes de las elecciones la opinión pública parecía resistir bien esta “campaña del miedo” y Villalta mantenía sus expectativas de voto. ¿Continuará resistiendo o los ataques terminarán afectando la votación del FA? En todo caso, ya se anuncian nuevos ataques en los últimos días de campaña.
Sobre el candidato del PAC: ha costado que levante en las encuestas, aunque Solís siempre indicó que muchos de sus votos estaban “escondidos” en el alto porcentaje de indecisos, que solo se definen en la víspera, o en el día, de las elecciones.
País sin rumbo
Hay un cierto consenso entre los analista en lo atípico de esta campaña. Uno de los aspectos más llamativos es el traslado de la campaña desde las calles al mundo digital. El tradicional embanderamiento del país ha desaparecido por completo en esta campaña, en la que apenas se ven símbolos o propaganda electoral en las calles.
Tampoco ha habido grandes concentraciones callejeras, o plazas públicas, formas también tradicionales de las campañas políticas en el país, ahora prácticamente desaparecidas.
En contraste, se realizaron más debates televisivos que nunca, el último el lunes 27, a solo seis días de las elecciones.
Pero es quizás la sensación de que predomina un cierto impasse en la vida política del país lo que causa más desconcierto. Después de la aprobación del TLC –que implicó también la privatización del negocio de las telecomunicaciones y los seguros, hasta entonces en manos exclusivas del Estado– se cumplió una etapa de unos 25 años en la que las privatizaciones avanzaron sobre todos los sectores de la economía.
Empezó a mediados de los años 80 con la banca (hasta entonces estatal) y siguió avanzando en la educación, la salud y las obras públicas. Pero, pese a esa ofensiva, el fuerte sector estatal de la economía no desapareció y, de algún modo, en todas estas áreas los avances privatizadores siguen enfrentando la resistencia del sector público.
El resultado es que también se ha ido creando una institucionalidad paralela, en la que chocan las dos visiones de la economía, generando una sensación de ingobernabilidad, de que el país marcha sin rumbo claro. El mismo hecho de que trece personas aspiren a la presidencia de la República muestra una cierta falta de liderazgo y una dispersión que va mucho más allá de las opciones políticas realmente existentes en el país.
En este contexto es Guevara, por la derecha; y Villalta, por la izquierda, quienes proponen un programa más incisivo hacia un lado u otro, mientras Araya y Solís se concentran en sugerir reformas en aquellas áreas donde el barco más claramente hace agua. Como en toda América latina, se incluye el tema de la inseguridad, el deterioro de la infraestructura (consecuencia de sonados casos de corrupción), los problemas de la educación y la salud públicas. Con una pobreza estancada en cerca de 20% de la población pero en una carrera acelerada hacia la desigualdad, que ha puesto a Costa Rica en los lugares más destacados de América Latina en esta materia, el país sigue sometido a un cierto empate político entre dos visiones de desarrollo que, probablemente, no se resolverá en estas elecciones.
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